La noche del 28 de febrero de 1953, Josef Stalin celebró una reunión en Kúntsevo con su círculo de hombres de confianza. En dicho encuentro los invitados vieron una película y se retiraron a altas horas de la madrugada, cuando Stalin se fue a dormir. No obstante, según una versión no oficial, el sangriento dictador se retiró luego de discutir gravemente con dos de sus seguidores, Lázar Kaganóvich yVoroshílov. Al día siguiente, Stalin no salió de su cuarto y no llamó ni a los criados ni a los guardias. Nadie se atrevió a entrar en su habitación hasta que, sobre las diez de la noche, su mayordomo forzó la puerta y lo encontró tendido en el suelo, vestido con la ropa que llevaba la noche anterior y sin apenas poder hablar. El dictador había sufrido un ataque cerebrovascular que, tras unos días de agonía, le causó la muerte el 5 de marzo. Al menos así reza la teoría oficial
Josef Stalin en 1949
Los enfermeros siguieron esforzándose hasta que su sucesor, Jrushchov, dijo: «Basta, por favor... ¿No ves que está muerto?». No en vano, 90 minutos antes de su último aliento, a las 20:40, representantes del Comité Central del PCUS, el gobierno y la presidencia del parlamento habían celebrado una reunión conjunta para decidir la sucesión del dirigente comunista. Había demasiada prisa por enterrarlo y cerrar su sucesión como para esperar a que estuviera definitivamente muerte.
El féretro con el cuerpo del dictador Josef Stalin. Junto a su cadáver Kruschev, Beria, Malenkov, Bulganin, Corochilof y Kaganovich.
El 5 de marzo de 1953, «a las 21,50 horas (hora española: 19,50), dando síntomas de creciente insuficiencia cardiovascular y respiratorias, J.V. Stalin falleció», rezaba el dictamen transmitido por Radio Moscú. Habían pasado cuatro largos días desde que encontraran al dictador ruso de 73 años tendido sobre la alfombra de sus habitaciones en la «dacha» (casa de campo) de Kuntzevo, cercana a Moscú. Había sufrido una hemorragia cerebral, pero nadie le atendió durante horas por el terror que le infundía y aún después ni los médicos se atrevieron a tratarlo para que no les culparan de su muerte.
El cuerpo del dictador, en cuyas purgas murieron unos 10 millones de personas, fue embalsamado y colocado en el mausoleo de Lenin hasta que en 1961 fue retirado a instancias de Kruschev y enterrado junto a la muralla del Kremlin.
Beria llegó a confesar ante el Politburó: «Yo lo maté, lo maté y os salvé a todos». Ciertamente, si alguien podía frenar los planes de purga del dictador ese era el jefe de la policía y el NKVD.LA REVOLUCIÓN RUSA.
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