El magnicidio
es el asesinato de un personaje público importante, por lo general un
líder social, un político o un jefe de Estado, siempre y cuando no sea
un monarca o príncipe. Por ende, los magnicidios se consideran crímenes
políticos. Pueden tener una autoría intelectual y una autoría
material, aunque en ocasiones un mismo individuo es el único autor; a
esa clase de criminales se les denomina asesinos solitarios. Un
magnicida es motivado por diferentes razones: causas políticas,
religiosas o sociales. El asesino intenta comunicar así un postulado,
enviar un mensaje o plantear una posición. Este tipo de crimen afecta a
la sociedad y puede tener repercusiones difíciles de calcular; por
ello, muchos sistemas legales castigan este delito con la pena de
muerte.
En la Restauración, el
movimiento anarquista, que representaba los intereses de las clases
trabajadoras, ante las características eminentemente doctrinarias del
sistema político de la Restauración, recurrió a diversos medios. Uno
fue la huelga general, pero otro, y no menos importante, fue el
atentado individual. Un medio que en ocasiones se dirigió contra las
más descollantes personalidades de la vida política de la época, como
fueron algunos presidentes del Consejo de ministros.
Eran
años críticos de la posguerra mundial y el ambiente político de España
era insoportable a causa del enfrentamiento entre la patronal y las
centrales sindicales.
Fue
esa misma tensión social e incertidumbre política la que propició los
asesinatos de otros cuatro presidentes en la historia de España: Juan Prim, Cánovas del Castillo, José Canalejas, Eduardo Dato,y Carrero Blanco. O que lo intentaran con otros, como Antonio Maura, o con candidatos como Aznar.
Anarquistas, republicanos o etarras, durante periodos convulsos como la Revolución de 1868, en los últimos años de la Restauración o en las postrimerías del Franquismo…
el objetivo de los crímenes fue encontrar el camino más rápido para
cambiar la dirección del país o para vengar alguna acción represiva.
MAGNICIDIOS
Prim y los tres «proyectiles» en el hombro
A Prim, por ejemplo, le sorprendió su muerte junto al Paseo del Prado un 27 de diciembre de 1870,
solo un año después de acceder al cargo y tres días después de que
Amadeo de Saboya, a propuesta de este, fuera elegido rey de España en
medio de una gran polémica. «Al retirarse del Congreso –contaba el diario liberal «La Iberia»–
fue asaltado en la calle del Turco (hoy Marqués de Cubas) el carruaje
que los conducía (a Prim y sus ayudantes) por una cuadrilla de asesinos
que estaban ocultos en dos coches de alquiler». «Al detenerse éste
–continuaba– se bajaron de dos coches de plaza los bandidos, armados de
trabucos y carabinas, y rompiendo con el cañón de estos los cristales
de las portezuelas del coche, hicieron sobre este varios disparos a
quemarropa».
Así acabó
el mandato de Prim, por unas heridas en principio de poca gravedad,
pero que se infectaron hasta provocarle la muerte tres días después.
«Hoy desembarcará el rey y yo me muero», dijo instantes antes de morir,
según «La Correspondencia de España».
ASESINATO DE CÁNOVAS DEL CASTILLO.(Antonio Cánovas del Castillo )
Cánovas, víctima del anarquismo
Como a Dato, a Cánovas del Castillo también lo mató un anarquista, pero esta vez italiano, que recorrió media Europa para llegar a España y ejecutar su plan. Su nombre, Michele Angiolillo, que en un principio quería asesinar a un miembro joven de la familia real, pero que, en el último instante, optó por Cánovas.
El 8 de agosto de 1897, en el balneario de Santa Águeda de Mondragón,
actuó con determinación: «El asesino, que sin duda le estaba espiando,
se acercó y, apoyándose en la puerta para apuntar mejor, le disparó casi
a quemarropa un tiro. La bala atravesó la cabeza del señor Cánovas,
entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda. Al primer
disparo salieron otros dos. Por efecto del primero, el señor Cánovas se
incorporó, yendo a caer a unos tres metros de distancia. Al
incorporarse, le disparó el segundo tiro el asesino. La bala entró por
el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El
tercer disparo fue hecho estando ya el señor Cánovas en el suelo», describió el diario «La Época» con sorprendente minuciosidad.
La
figura más influyente de la política española del último cuarto del
siglo XIX, el artífice de la Restauración, moría para vengar, según
declaró Angiolillo, a los anarquistas detenidos, torturados y
ajusticiados en Barcelona un año antes, a raíz del atentado contra la procesión del Corpus en 1896.
El Ministro de Ultramar telegrafía la
noticia al Gobierno -el 8 de agosto de 1897- dando los siguientes
detalles del mortal atentado: " [...] El señor Cánovas se sentó en el
primer banco, que se hallaba muy próximo a la puerta que da acceso a
la escalera; sacó un periódico y se puso a leer. [...] Entonces el
asesino, que sin duda le estaba espiando, se acercó , y apoyándose en
la puerta le disparó casi a quemarropa un tiro. La bala atravesó la
cabeza al señor Cánovas que se incorporó yendo a caer a unos tres
metros de distancia del banco de donde estaba sentado. [...] Al
incorporarse le disparó el segundo tiro el asesino. La bala entró por
el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El
tercer disparo fue hecho estando el señor Cánovas ya en el suelo. Esta
bala entró por la espalda. [...] La señora de Cánovas bajó
apresuradamente la escalera al oír los disparos y se encontró a su
esposo tendido boca abajo en medio de un charco de sangre, y al asesino
junto a él con el revólver en la mano." El texto continua diciendo: "No resulta cierto que el señor Cánovas gritara: "Asesino. ¡Viva España!", como ha telegrafiado un corresponsal: al primer disparo, como he dicho, cayó al suelo y no pronunció ninguna palabra. En la caída se produjo una contusión en la frente. [...] Trasladado el señor Cánovas a su cama, el médico del establecimiento examinó las heridas. Las tres eran mortales de necesidad, y viendo que los auxilios de la ciencia resultaban inútiles aconsejó que viniera el sacerdote con la Santa Unción. [...] Una hora después del atentado, sobre poco más o menos, el presidente dejaba de existir."
Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897) fue, sin ningún tipo de dudas, la figura política más importante de su época -además de, historiador y escritor-.
Nació el 8 de febrero de 1828 en Málaga, hijo de un maestro de escuela, Antonio Cánovas Sánchez, que falleció cuando él tenía sólo 15 años, y de Juana Castillo Estébanez. En 1845, se trasladó a Madrid bajo la protección del escritor Serafín Estébanez Calderón, primo de su madre. Estudió derecho y se relacionó con los medios intelectuales y políticos del momento.
Su carrera política empieza de la mano de O'Donell, y, por ello, su línea política durante el período isabelino se ubicó a la izquierda del moderantismo, cercano a posiciones puritanas. No en vano fue el redactor del texto conocido como el Manifiesto de Manzanares.
En enero de 1869, fue elegido diputado a las nuevas Cortes Constituyentes, en las cuales defendió duramente la candidatura al trono de Alfonso -hijo de Isabel II-, para la que sólo pudo obtener dos votos en la elección que tuvo lugar el 16 de noviembre de 1870 y tras la cual resultó elegido rey de España el duque italiano Amadeo I.
A partir de agosto 1873 pasó a dirigir oficialmente la causa de la derrocada Casa de Borbón, por encargo personal de Isabel II. Después de la abdicación de Amadeo de Saboya, la llegada de la Primera República, la caída de la misma y cuando el general Arsenio Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII el 29 de diciembre de 1874 en Sagunto (Valencia), tras un pronunciamiento militar, Cánovas se había convertido ya en el hombre indiscutible del nuevo régimen. Comenzaba así su gran obra política: el llamado sistema canovista, un sirtema de orden amparado en la Corona que, falseando las elecciones e imponía un sistema de alternancia entre los dos principales partidos políticos.
Cánovas se preocupó porque existieran dos grandes partidos en que se apoyara la monarquía. Primero consolidó su propio partido, el Conservador, que integró a moderados, unionistas y progresistas desengañados. Después, ayudó a crear un partido de izquierda dentro del sistema. Práxedes Mateo Sagasta,
(Práxedes Mateo Sagasta -) procedente del proceso iniciado con la revolución de 1868 y jefe del Partido Constitucional o Constitucionalista (es decir, la derecha de un sistema bipartidista en el que la izquierda estaba ocupada por el Partido Radical de Ruiz Zorrilla) fue la persona capaz de unir y dirigir este conglomerado de antiguos partidos revolucionarios (constitucionales, radicales de derecha y monárquicos demócratas o demócratas cimbrios cponservadores) que en 1879 se transformó en el Partido Liberal Fusionista. Una vez logrado un único Partido Liberal (tras integrar a la Izquierda Dinástica) capaz de seguir a Sagasta, la estabilidad del régimen de la Restauración estaba asegurada. Fuera de estos partidos quedaban aquellos que no reconocían a la monarquía encabezada por Alfonso XII: carlistas, por la derecha, y republicanos de diversas tendencias, socialistas y anarquistas por la izquierda.
A partir de 1881, el turno de partidos tantas veces planteado (al final del período de la Unión Liberal de O'Donnell con los progresistas de Prim, y durante el reinado de Amadeo I), que de manera casi matemática se alternaron hasta el fin del siglo. Cánovas regresó a la presidencia del gobierno el 18 de enero de 1884, tras dos gobiernos liberales, hasta el 27 de noviembre de 1885, dos días después de la muerte de Alfonso XII, fecha en la cual cedió el gobierno nuevamente a Sagasta tras el denominado Pacto de El Pardo. El turnismo daba estabilidad al régimen, pero a costa de un sistema electoral falseado. Sistema que, por cierto, ya se utilizaba desde el inicio de la implantación del liberalismo. En este sistema, los caciques, personas de raigambre e influencia en los diferentes municipios, manipulaban las elecciones para que el partido del gobierno que ya se había formado, las ganara sin problemas. Mientras se utilizó el sufragio censitario según la ley electoral de 1878, esta práctica se llevó a cabo sin problemas ya que se recurrió a diferentes favores personales y prácticas corruptas. Cuando se implantó el sufragio universal por la ley de 1890, la situación cambió, ya que fue necesario recurrir a la fuerza, pero no olvidemos la indiferencia que las masas sentían por la política. Indiferencia que se veía favorecida por el aplastante analfabetismo.
El asesino de Cánovas fue el anarquista italiano Michele Angiolillo, que pretendía vengar las muertes de otros anarquistas en el castillo de Montjuïc (Barcelona) a causa de las medidas tan coercitivas que el estado doctrinario españaol estaba ejerciendo contra esta corriente política.
Angiolillo fue detenido por las fuerzas del orden sin oponer resistencia, las posteriores investigaciones descubrieron que el asesino era un hombre bien conocido por la policía, una de sus múltiplas detenciones lo fue por las bombas que se lanzaron en el Teatro del Liceo barcelonés, aunque finalmente no se pudo probar nada.
Después de un tiempo en el cual marchó de Barcelona y en el que estuvo en Bélgica, Francia y el Reino Unido regresó de nuevo a España, aunque antes pasó por París.
En la capital francesa se entrevistó con el independentista portorriqueño exiliado Ramón Emeterio Betances . Según algunos historiadores -como Hugh Thomas- el lider independentista le aconsejó que no atentara contra la vida de la regente María Cristina, que al parecer era el primer objetivo de Michele Angiolillo, y que como golpe de efecto, nacional e internacional, atentara contra quien de verdad tenía poder ejecutivo, Cánovas del Castillo.
Desde París, Angiolillo regresó a España, donde, para ocultar su identidad, se hizo unas tarjetas con el nombre de Emilio Rinaldini, corresponsal del periódico "Il Popolo", cuando las tuvo en su poder marchó hacia el balneario guipuzciano de Santa Agueda donde se hospedó cuatro días antes que llegara Cánovas sin levantar ninguna clase de sospecha.
Siete días después del asesinato, Angiolillo fue condenado a muerte por un Tribunal Militar. El 20 de agostó fue ejecutado por garrote en la prisión de Vergara. Se dice que su último grito antes de morir fue: "¡Germinal!" . Germinal era el nombre de la novela de Zola y que algunos anarquistas consideraban una guía a seguir.
El NEW YORK TIMES, ese periódico norteamericano "ejemplo y paladín de libertad" escribió en sus páginas al conocer la muerte del gobernante hispano: "Los cubanos van ¡por fín! a ver realizados sus sueños de libertad, porque ahora, sin Cánovas, la guerra entre Estados Unidos y España es inevitable." Desde nuestro punto de vista creemos que la muerte de Cánovas no cambió ni un ápice los planes que Estados Unidos tenía sobre España y Cuba -sobre la segunda aún los tienen-, nadie puede ser ajeno, estudiando mínimamente el momento histórico y conociendo la mentalidad de los norteamericanos, que aprovecharían la decadencia y el aislamiento del Imperio español para tratar de apoderarse de sus últimas colonias en la zona, y para eso, apenas era significativo que Cánovas viviera o no.
Cánovas, víctima del anarquismo
Como a Dato, a Cánovas del Castillo también lo mató un anarquista, pero esta vez italiano, que recorrió media Europa para llegar a España y ejecutar su plan. Su nombre, Michele Angiolillo, que en un principio quería asesinar a un miembro joven de la familia real, pero que, en el último instante, optó por Cánovas.
«La bala atravesó la cabeza del señor Cánovas, entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda»
El 8 de agosto de 1897, en el balneario de Santa Águeda de Mondragón,
actuó con determinación: «El asesino, que sin duda le estaba espiando,
se acercó y, apoyándose en la puerta para apuntar mejor, le disparó
casi a quemarropa un tiro. La bala atravesó la cabeza del señor
Cánovas, entrando por la sien derecha y saliendo por la izquierda. Al
primer disparo salieron otros dos. Por efecto del primero, el señor
Cánovas se incorporó, yendo a caer a unos tres metros de distancia. Al
incorporarse, le disparó el segundo tiro el asesino. La bala entró por
el pecho y salió por la espalda, cerca de la columna vertebral. El
tercer disparo fue hecho estando ya el señor Cánovas en el suelo», describió el diario «La Época» con sorprendente minuciosidad.
La
figura más influyente de la política española del último cuarto del
siglo XIX, el artífice de la Restauración, moría para vengar, según
declaró Angiolillo, a los anarquistas detenidos, torturados y
ajusticiados en Barcelona un año antes, a raíz del atentado contra la procesión del Corpus en 1896.
ABC.COM
ABC.COM
ANTONIO MAURA
Antonio Maura sufrió varios atentados a lo largo de su vida como político del partido conservador. Antonio Maura era considerado como la bestia negra de los anarquistas, tenía un buen estilo oratorio.
12 de abril de 1904 : El joven terrorista anarquista Joaquín Miguel Artal atenta contra el Presidente del Consejo de Ministros español Antonio Maura en Barcelona, saliendo prácticamente ileso
Maura junto con el Rey asistian a un acto oficial en Barcelona, iba en un coche descubierto , cuando el carruaje se encontraba frente a la iglesia de la Mercè, un joven se adelantó con un sobre en la mano y saltó al estribo mientras se quitaba la gorra. El presidente pensó que se trataba de una petición y extendió la mano para recibir el sobre, pero el joven sacó un puñal y lo hundió en el costado izquierdo de Maura, que trató de sujetarle el brazo.Los pliegues del traje de uniforme que vestía impidieron que el puñal penetrara, y todo quedó en una herida.El agresor, que había gritado «¡Viva la anarquía!» mientras corría para escabullirse por la calle de Serra, fue detenido poco después e identificado como Joaquín Miguel Artal, de 19 años, natural de Barcelona.
El arma que el anarquista utilizó para atentar era un cuchillo de monte ,tenía una longitud de unos 20 centímetros, y su mango negro de unos diez. La hoja tenía forma de cuchillo de cocina, muy afilada y puntiaguda.
Atentado de Miguel Artal contra Antonio Maura
7 de julio 1910, jornada memorable en el Congresol. Palabras de Pablo Iglesias:
“..el partido que yo aquí represento aspira a concluir con los antagonismos sociales, a establecer la solidaridad humana, y esta aspiración lleva consigo la supresión del Magistratura, la supresión de la Iglesia , la supresión del Ejército, y la supresión de otras instituciones necesarias para ese régimen de la insolidaridad y antagonismo .... estaremos en la legalidad mientras la legalidad nos permita adquirir lo que necesitamos; fuera de la legalidad cuando ella no nos permita realizar nuestras aspiraciones....// .. Tal ha sido la indignación producida por la política del gobierno presidido por el Sr. Maura , que los elementos proletarios, nosotros de quien se deci que no estimamos los intereses de nuestro país, amándolo de veras, seintiendo las desdichas de todos, hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar al atentado personal.”
No tardando mucho, el 22 de ese mes, Antonio Maura sufrió un atentado, cuando se encontraba en la estación de Francia en Barcelona. Manuel Posa Roca, disparó contra él, resultando herido en una pierna.
Antonio Maura
ASESINATO DE JOSÉ CANALEJAS.(José Canalejas -)
La ira anarquista acabó, 15 años después, con el presidente Canalejas, generando tal polémica que pocos meses después aparecía un cortometraje semidocumental sobre el crimen («Asesinato y entierro de don José Canalejas», en el que aparecía por primera vez, a los 26 años, el actor Pepe Isbert) y un libro de Franco, bajo el seudónimo de «Jakim Boor», acusando a los masones.
Manuel Pardiñas
disparó por la espalda a Canalejas en el momento en que este se detuvo
en la librería San Martín de la Puerta del Sol. Se dirigía a su
domicilio, en una época en la que los mandatarios volvían andando a su
casa sin levantar el más mínimo revuelo. Pardiñas, contaba ABC el 13 de noviembre de 1912,
«se acercó al presidente, y casi apoyándose en su hombro, le hizo un
disparo con una pistola Browning. El criminal hizo un segundo disparo, y
al ver que el Sr. Canalejas había caído al suelo y que la gente se
arremolinaba a su alrededor, trato de huir». Uno de los agentes de
Policía que seguía al presidente a cierta distancia golpeó con un bastón
al asesino, el cual no encontró otra salida que pegarse dos tiros en la
cabeza.
A Pardiñas se le encontró encima el retrato de una mujer donde
se leía «a mi inolvidable Manuel», un billete de 25 pesetas, un trozo
del libro de Camile Flammarion, «Astronomía Popular», y un ejemplar de
ABC del día anterior.
Durante la regencia de la viuda de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo-Lorena, se acercó al Partido Liberal liderado por Práxedes Mateo Sagasta y desempeñó el cargo de ministro en dos gobiernos presididos por éste: en el primero ejerció las carteras de Fomento (junio-diciembre de 1888) y de Gracia y Justicia (diciembre de 1888-enero de 1890); en el segundo fue ministro de Hacienda desde diciembre de 1894 hasta marzo de 1895. Dos años más tarde comenzó a separarse de la dirección del Partido Liberal y a formular su propio programa político, calificado como regeneracionista.
No obstante, entre marzo y mayo de 1902, volvió a ser ministro -de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas- a las órdenes de Sagasta, en el último gobierno de la regencia de María Cristina y primero del reinado efectivo de Alfonso XIII. Presidente del Congreso de los Diputados en 1906, tras liderar una de las disidencias liberales pasó, un año más tarde, a ejercer la jefatura de un partido sumamente dividido entre sus seguidores y los de Segismundo Moret.
Los sucesos de la Semana Trágica -también llamada Semana Roja- de 1909 en Barcelona, acabaron por provocar la caída del conservador Antonio Maura (Antonio Maura ) y facilitaron el retorno del Partido Liberal a la presidencia del gobierno, con Segismundo Moret, a quien sustituyó por la negativa de Alfonso XIII a desarrollar un proyecto de revisión de la Constitución de 1876 en un sentido más democrático y laico. Canalejas, por tanto, llegó al poder el 9 de febrero de 1910. Durante su gestión, planteó el duro problema de la cuestión religiosa, en la conocida popularmente como 'Ley del Candado' de 1910, conflictiva norma que delimitaba de forma rigurosa las áreas de influencia de la Iglesia y el Estado. En el orden social, impulsó medidas de regulación laboral, siguiendo la línea iniciada por los copnservadores desde 1901. En el año 1911, eliminó determinados impuestos, así como decretó la obligatoriedad del servicio militar, aunque se limitó a crear el soldado de cuota (véase la entrada referida al sistema de reclutamiento en la Restauración y en el período isabelino).
Este mismo año de 1911, tuvo que tomar decisivas decisiones en Marruecos, cuando, ante el avance de las tropas francesas en ese territorio carente de una clara delimitación colonial, ordenó la ocupación de Larache, Arcila y Alcazarquivir, así como el comienzo de la negociación de los tratados que darían lugar más tarde a la creación del Protectorado de Marruecos, pero ya tras su muerte.
Respecto al nacionalismo catalán, en julio de 1912 consiguió que el Congreso de los Diputados aprobara su proyecto de Mancomunidad de Cataluña (agrupaciones de provincias o municipios), acordado en colaboración con Enric Prat de la Riba.
De todo esto se deduce que su línea de gobierno trató de regenerar el sistema desde una perspectiva más democrátrica, aunque lastrada, sin ningún género de dudas, por la esencia del sistema dentro del cual se movía, y con el que no rompió en esencia. Por ello, fue asesinado el 12 de noviembre de 1912, como vamos a referir:
El crimen, según el relato hecho por Fernando Soldevilla en "El año Político": "Acaeció en la Puerta del Sol, casi esquina a la calle Carretas, poco antes de las doce de la mañana, ante el escaparate de la iglesia de San Martín. El señor Canalejas, que tenía la costumbre, no exente de cierta vanidad explicable, de recorrer frecuentemente a pie y solo o casi solo las calles de Madrid demostrando así que no tenía que temer agresión alguna por parte del pueblo, acababa de salir de su casa y se dirigía a Gobernación, donde tenía citados a sus compañeros de Gobierno para celebrar Consejo. [...] Al pasar por la librería del señor San Martín se detuvo ante el escaparate a examinar las nuevas publicaciones. [...] Y aquí dejamos la palabra a un testigo presencial del hecho, al librero señor San Martín, cuya formalidad nos consta, por honrarnos con su amistad hace ya largos años, el cual lo relató de la manera siguiente: "A las once y veinticinco de la mañana hallábame mirando hacia el exterior del establecimiento, y observé que don José Canalejas se paraba un momento a mirar el pequeño escaparate de la puerta de la entrada. Acto seguido se le acercó un sujeto con traje azul y un gabán oscuro, y el el momento que el señor Canalejas dejaba de mirar el escaparate y se volvía para reanudar su marcha, sin duda hacia el Ministerio de la Gobernación, donde a diario acudía sobre las doce de la mañana, le disparó un tiro de revólver. [...] El señor Canalejas se llevó las manos a la cara y se tambaleó; pero aun se rehizo y, queriendo defenderse, adelantó un paso hacia el asesino, pero al instante cayó al suelo. [...] Varias personas se dirigieron hacia el agrasor. Al borde de la acera había un coche particular. El ordenanza de la Sociedad Folarmónica, Victor Galán, se abalanzó sobre el asesino y le sujetó por los hombros. El asesino, entonces pudo dar un salto hacia el arroyo y dando la vuelta por la caja del carruaje, se disparó un tiro en la sien derecha y, tambaleándose, dio algunos pasos hasta caer a unos cuatro metros de la acera.""
Canalejas fue intentado socorrer por algunos transeuntes y envuelto en una manta fue trasladado urgentemente al Ministerio de la Gobernación, al poco de penetrar en él falleció. El asesino fue recogido y llevado a la Casa de Socorro del Distrito del Centro -Plaza Mayor-. Por los documentos que se le encontraron se supone que se llamaba Manuel Pardiñas Serrano, natural de El Grado. Las posteriores investigaciones policiales determinaron que se trataba de un anarquista que pretendía acabar con la vida del Presidente del Consejo de Ministros.
Manuel Pardiñas disparó por la espalda a Canalejas en la Puerta del Sol
Manuel Pardiñas
disparó por la espalda a Canalejas en el momento en que este se detuvo
en la librería San Martín de la Puerta del Sol. Se dirigía a su
domicilio, en una época en la que los mandatarios volvían andando a su
casa sin levantar el más mínimo revuelo. Pardiñas, contaba ABC el 13 de noviembre de 1912,
«se acercó al presidente, y casi apoyándose en su hombro, le hizo un
disparo con una pistola Browning. El criminal hizo un segundo disparo, y
al ver que el Sr. Canalejas había caído al suelo y que la gente se
arremolinaba a su alrededor, trato de huir». Uno de los agentes de
Policía que seguía al presidente a cierta distancia golpeó con un bastón
al asesino, el cual no encontró otra salida que pegarse dos tiros en
la cabeza.
A Pardiñas se le encontró encima el retrato de una mujer donde
se leía «a mi inolvidable Manuel», un billete de 25 pesetas, un trozo
del libro de Camile Flammarion, «Astronomía Popular», y un ejemplar de
ABC del día anterior.
Mateo Morral
1906, Madrid (España): Mateo Morral, un bibliotecario anarquista y políglota, arroja desde el balcón de una casa, un ramo de flores que contiene una bomba durante un desfile, con el objetivo de asesinar al rey Alfonso XIII y a la reina, Victoria Eugenia. El ramo rebota contra los cables del tranvía y cae entre la multitud asistente. La explosión mata a 30 personas y los reyes salen ilesos. Morral consigue huir, pero días después es localizado en un lugar cercano a Torrejón de Ardoz. Se entrega a un guardia, pero después lo mata y se suicida. Su cadáver es expuesto durante varios días.
El asesinato de Eduardo Dato
La
sesión del Senado había terminado. El presidente del Consejo de
Ministros, Eduardo Dato Iradier, de 65 años, acompañado por el marqués
de Santa Cruz, se reunió en el despacho de ministros con algunos
consejeros (Guerra, Gracia y Justicia, etc.) por espacio de diez
minutos. Era el 8 de marzo de 1921. A la salida, Dato, también jefe del
partido conservador, fue entretenido por dos periodistas, con los que
mantuvo una breve charla mientras se dirigía hacia su automóvil.
|
Poco después se
despedía de sus acompañantes, a la vez que ordenaba al chófer que le
llevara a su casa. El vehículo tomó por la calle Encarnación hacia
Arenal para enderezar camino del domicilio del presidente, situado en
Lagasca, 4. Eran alrededor de las ocho de la noche. Al llegar a la
plaza de la Independencia, entre Olózaga y Alcalá, junto a la Puerta
de Alcalá, una motocicleta con sidecar en el lado derecho, ocupada por
tres individuos, se aproximó a toda velocidad al coche de Dato, que
iba recostado en la parte de atrás. En el vehículo del presidente no
viajaba ningún escolta.
Cuando
estuvieron lo suficientemente cerca, abrieron fuego. Dos de ellos
disparaban con una pistola en cada mano; el otro guiaba la moto. Una
auténtica lluvia de balas barrió el asiento del presidente. Algunos
dirían que se hicieron más de cuarenta disparos. En la parte de atrás
podían contarse catorce, agrupados en las proximidades de la ventana.
Tres balas hirieron mortalmente a Dato. Uno de los proyectiles le
penetró por la región parietal izquierda, con salida por la región
occipital; otro, con orificio de entrada por la región mastoidea, le
salió por la región malar. El tercer proyectil, con orificio de entrada
por la región frontal izquierda, no presentaba orificio de salida. La
cartera que Dato llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta quedó
atravesada por un disparo.
Pasaban
unos minutos de las ocho. El chófer se dio cuenta en seguida de la
gravedad de lo ocurrido, por lo que sin pérdida de tiempo, mientras
los asesinos escapaban en la moto por la calle Serrano, giró el coche
en dirección a la Casa de Socorro del distrito de Buenavista, situada
en la calle Olózaga. Al llegar requirió los servicios de los médicos
de guardia, que al examinar el cuerpo encontraron que no daba señales
de vida.
Los
médicos trasladaron a Dato a la mesa de operaciones, donde no
pudieron hacer otra cosa que certificar la muerte. Un sentimiento de
impotencia y confusión se apoderó de todos los presentes. El jefe
médico telefoneó a la Dirección de Seguridad. Quince minutos más tarde
la noticia de que el presidente del Consejo de Ministros había sido
asesinado circulaba por todo Madrid. Algunos cines la anunciaron a su
público. En la sala Royalty, por ejemplo, se supo antes de que
terminara el espectáculo.
Entre
tanto, curiosos y personalidades comenzaron a arremolinarse en la Casa
de Socorro de Olózaga, donde permanecía el cadáver. Antonio Maura fue
de los primeros en llegar, y al comprobar que era cierto lo que le
habían dicho quedó tan profundamente afectado que sufrió un
desvanecimiento. Inmediatamente llegaron allí otros personajes
políticos de gran relieve: Bergamín, Sánchez Guerra, García Prieto, el
conde de Romanones, el conde de Plasencia...
También
se presentó el yerno de Dato, Eugenio Espinosa de los Monteros, quien
al comprobar que su padre político había sido asesinado sufrió un
síncope con pérdida del conocimiento, del que se recuperó para entrar
en una profunda crisis nerviosa, de la que tuvo que ser atendido por
los médicos.
Minutos después,
Sánchez Guerra y el propio Espinosa de los Monteros decidieron
comunicar a la esposa de Dato lo ocurrido, aunque atenuando la
gravedad. La primera en acudir fue una de las hijas mayores,
precisamente la esposa de Espinosa de los Monteros, que se abrazó a su
marido y le preguntó si su padre aún vivía. Acto seguido penetró,
transida de dolor en la sala de operaciones, arrojándose con gritos
desgarradores sobre el cadáver, cubierto por una sábana. Todos los
presentes se dejaron llevar por la emoción.
Aún
no estaban repuestos cuando llegó la esposa de Dato, acompañada por
sus otras dos hijas. Antonio Maura se dirigió a ellas tratando de
llevarles consuelo y resaltando que el presidente había muerto por la
patria. La ilustre viuda iba vestida con traje de casa, tal como la
sorprendió la noticia. No podía evitar que le desbordara el dolor.
Entre sollozos, le dijo a Maura: "Ya se lo tenía yo pronosticado a
Eduardo. Se empeñaba en ir siempre solo. Esto le ha costado la vida".
Poco
antes, Dato había tenido graves presentimientos de que su fin estaba
próximo. El último domingo de febrero lo había pasado con su
entrañable amigo el conde Bugallal, ministro de la Gobernación, quien
habría de encargarse interinamente de la Presidencia del Consejo de
Ministros. Sostuvo con él una conversación confidencial en la que le
hizo partícipe de sus temores. Tan preocupado llegó a estar que redactó
una cuartilla con las disposiciones para su entierro. Aunque con
posterioridad esta cuartilla fue rota, mostrándose Dato tan sereno como
siempre, no dejó por ello de insistir en la transmisión de sus
previsiones en caso de muerte en conversaciones con sus familiares.
El
Rey se enteró del fallecimiento de Dato cuando se encontraba en el
Teatro Real. La noticia le produjo una honda impresión. Inmediatamente
se dirigió a palacio, desde donde mandó a sus ayudantes para recabar
todo tipo de información sobre el suceso.
Un
testigo presencial, llamado Junquera, que viajaba en un tranvía en la
misma dirección que el automóvil del presidente, declaró que la moto
desde la que se efectuaron los disparos venía siguiendo a aquél. Era
una Indian con sidecar, en la que viajaban tres individuos, que se
adelantó para que sus ocupantes pudieran asegurarse del lugar exacto en
que viajaba la víctima. El que guiaba era un hombre corpulento que
llevaba una pelliza gris oscuro, boina y gafas. En el soporte iba un
individuo que no llevaba nada en la cabeza. Era alto, rubio, delgado,
con nariz aguileña. Al ocupante del sidecar no pudo verlo bien, por
estar al lado contrario del tranvía.
El
10 de marzo, dos días después del atentado, con los ecos de la
grandiosa manifestación que se había desarrollado en Madrid, y mientras
aleteaba la gran conmoción nacional que había provocado el crimen, la
policía estaba en el punto de mira de todas las críticas. Se le
acusaba tanto de no haber prevenido el golpe de los asesinos como de
encontrarse desorientada en la búsqueda de los mismos. Al tiempo que
en toda España se registraban constantes manifestaciones de protesta
por el abominable crimen, los periódicos daban una esperada noticia;
éste era uno de sus titulares: "El director general de Seguridad
dimite al fin".
Horas más tarde
la Guardia Civil rastreaba una pista segura: enterado el suboficial
Maté de que un carretero había hecho comentarios, con unos amigos en
un bar, acerca de que la noche en que fue asesinado Dato estuvo a
punto de ser atropellado por una moto en la que viajaban tres
individuos, comenzó indagaciones que le llevaron, efectivamente, a
determinar que los sospechosos se habían ocultado en el número 77 de la
calle Arturo Soria, junto a la granja avícola La Asunción.
Aquella
casa tenía varios pabellones. Para descubrir la moto en uno de ellos
el suboficial Maté se vio obligado a saltar por una ventana. Dentro
encontró lo que buscaba: una motocicleta marca Indian, pintada de color
chocolate, casi nueva. Observó que tenía el faro partido por medio.
El sidecar también estaba muy deteriorado. En su interior se hallaban
cinco pistolas: dos Star, una Mauser, una Bregman y una Martian.
Asimismo, había tres cargadores vacíos, junto a gran cantidad de
cápsulas. En la bolsa del sidecar había una gorra color café, unas
gafas, alicates, cuatro cargadores Bergman, recortes de periódicos
madrileños, un ejemplar de La Vanguardia del 9 de febrero, un día
después del crimen... Pero ni en aquel pabellón ni en el resto del
edificio se encontró pista alguna que llevara hasta los asesinos.
El
domingo 13 de marzo los inspectores encargados del caso lograron
saber que los criminales tenían alquilado un cuarto en el número 164
de la calle Alcalá. Siete policías se encargaron de la tensa espera.
A
las cuatro de la tarde se presentó un individuo de complexión
robusta, de unos 27 años, bajo de estatura, ojos vivos, mirada
enérgica: era el anarquista Pedro Matehu. Aunque iba armado con una
pistola, no ofreció resistencia en el momento de la detención.
Las
investigaciones policiales establecieron que la muerte de Dato se
debió a un atentado anarquista, que la organización justificaba como
una venganza por la represión del anarcosindicalismo en Barcelona.
También estableció que los autores materiales del asesinato fueron Pedro
Matehu, Juan Casanellas y Luis Nicolau.
Este
último escapó a Alemania, donde fue detenido. Más tarde el Gobierno
consiguió su extradición. Por el contrario, Casanellas se refugió en la
URSS, escapando así al castigo.
Matehu
y Nicolau fueron juzgados y condenados a muerte, pero Alfonso XIII
les salvó del patíbulo. Conmutada la pena por 30 años de prisión, al
proclamarse la República fueron favorecidos por un indulto, por lo que
los dos asesinos quedaron en libertad. FUENTE: Libertad Digital SA, Por F. P. A.
PARA SABER MÁS:
ASESINATO DE EDUARDO DATO (Eduardo Dato)Eduardo Dato (1856-1921), Nació el 12 de agosto en La Coruña. Desde el principio de su carrera política, perteneció al Partido Conservador de Antonio Cánovas del Castillo, y fue elegido por vez primera diputado en 1884. Durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, se alineó, a partir de 1895, en el grupo conservador liderado por Francisco Silvela, el que capitaneó a los conservadores tras sus diatribas con Fernández Villaverde, y la posterior muerte de Cánovas en 1897. Este político conservador, durante su primer gabinete, nombró a Dato ministro de Gobernación (marzo de 1899-octubre de 1900. Ejerciendo tal cargo, el político gallego desarrolló la primera legislación social de la Restauración, dentro de una línea regeneracionista de carácter paternalista.
Cuando Alfonso XIII llegó a la mayoría de edad, formó parte del último gabinete presidido por Silvela, como ministro de Gracia y Justicia, de diciembre de 1902 a julio de 1903. Ese mismo año acató la jefatura del Partido Conservador de Antonio Maura y, a continuación, ocupó distintos puestos políticos, como la alcaldía de Madrid (1907) o la presidencia del Congreso de los Diputados (1907-1908). En 1913, sin embargo, rompió con Maura al aceptar el encargo de Alfonso XIII de formar gobierno el 27 de octubre de ese año, lo que supuso la fractura del Partido Conservador entre sus seguidores (calificados de "idóneos") y los mauristas, seguidores de aquél. Recordemos lo que supuso para el jefe del Partido Conservador que el rey aceptase su renuncia como respuesta a la oposición política creada contra él a raíz de la Semana Trágica.
Más adelante, fue designado presidente del Gobierno y proclamó la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial, que tan importantes consecuencias económicas y sociales conllevó para el país. Asimiosmo, trató por todos los medios de mediar para tratar que España pudiera mediar en el conflicto entre las partes, objetivo que no consiguió. En ese su primer gabinete, que duró hasta el 9 de diciembre de 1915, desempeñó asimismo, de nuevo, el Ministerio de Gracia y Justicia entre octubre de 1914 y enero del año siguiente.
Presidió nuevamente el gobierno a partir del 11 de junio de 1917, y hubo de enfrentarse a la triple crisis provocada por la creación de las Juntas Militares, la huelga general de agosto y la convocatoria de la conocida como Asamblea de Parlamentarios. Aceptó la actividad de las primeras, con cuya ayuda contó para reprimir enérgicamente la segunda, y negoció una solución de compromiso con Francesc Cambó, el político catalán líder de la mencionada Asamblea.
Fernando Soldevilla recogió así el magnicidio sucedido el 8 de marzo de 1921 en "El año Político": "Después de las ocho de la noche, el señor Presidente del Consejo, que había permanecido toda la tarde en la Alta Cámara, asistiendo al debate del mensaje de la Corona, abandonó el Senado y se dirigió a su domicilio. Al llegar a la Plaza de la Independencia fue víctima de un vil atentado. En el automóvil del Presidente iban, como chófer, el sargento de Ingenieros Manuel Ros Navarro, y a su derecha, el lacayo Juan José Fernández Pascual. [...] El chofer hizo el siguiente relato: "Veníamos del Senado a dejar a su casa al señor Presidente. Llevaba el automóvil buena marcha, pero no excesiva, sobre los rieles del tranvía de subida, lado izquierdo, de la calle de Alcalá. [...] Siempre sin desviar el coche de la vía, viré al entrar en la Plaza de la Puerta de Alcalá, disminuyendo entonces la velocidad, por si se cruzaba algún otro vehículo. Cuando el coche llegaba a la altura de la misma Puerta de Alcalá, unos pasos antes, sentí como una descarga cerrada y luego dos disparos sueltos."
Manuel Ros Navarro prosigue con su narración de los hechos: "Yo pensé al principio que había estallado algún neumático; pero al producirse los últimos disparos, el lacayo dejose caer sobre mí al mismo tiempo que exclamaba: "¡Nos han matado!". [...] Instantaneamente me di cuenta de la realidad, y en el deseo de ver a los agresores, frené la marcha, pero me asaltó la idea de que la agresión se repitiese, y no sospechando que el señor Presidente hubiese sido alcanzado por las balas de los asesinos, puse la marcha en todo su desarrollo y en un instante llegó el coche al domicilio del señor Presidente."
La historia de Ros continua de esta forma: " [...] Herido mi compañero, me lancé yo a tierra y fui a abrir la portezuela. Horrorizado, vi entonces que el Presidente se encontraba como muerto; la cabeza reclinada sobre el respaldo, en el mismo rincón del lado derecho, arrojando gran cantidad de sangre por la frente y cara: el respaldo todo manchado; el sombrero, caído al suelo del carruaje."
El chófer concluye diciendo: "Todo lo vi como una ráfaga. Subí a escape al coche, le puse a toda velocidad y lo encaminé a la Casa de Socorro de la calle Olózaga."
El lacayo continuó la narración donde Manuel Ros Navarro la había concluido: "Al llegar el automóvil a la puerta de la Casa de Socorro de Buenavista, con las debidas precauciones, y no sin grandes esfuerzos, consiguieron sacar del interior del auto, el cuerpo casi sin vida del señor Dato, trasladándole desde allí a la cama de operaciones, pues a simple vista podían ya apreciarse las gravísimas lesiones que sufría el Presidente.""
De hecho Dato ya había perdido el conocimiento antes de entar en la Casa de Socorro, donde la acción de los doctores resulto totalmente estéril ya que lo único que pudieron certificar fue su muerte. Inmediatamente se acercaron hasta este lugar diferentes miembros del gobierno que ordenaron el traslado del cadáver al domicilio particular del Presidente.
Uno de los objetivos de su gestión al frente del Consejo de ministros había sido el combatir con firmeza el pistolerismo anarquista en Barcelona. Para ello, el general Martínez Anido, gobernador militar de Barcelona, utilizó con profusión la "Ley de Fugas", que fue aplicada de forma indiscriminada. Como consecuencia, los anarquistas catalanes decidieron acabar con el presidente. Así, el 8 de marzo de 1921, Dato fue tiroteado por Pedro Mateu, Ramón Casanellas y Lluis Nicolau.
Su viuda recibió de Alfonso XIII el título de duquesa de Dato, con Grandeza de España, en reconocimiento a su labor pública, quien, desde 1910, era miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Carrero Blanco, el sucesor de Franco
La lista de los más importantes magnicidas de la historia de España acaba con ETA. Carrero Blanco, el sucesor del Caudillo, el representante más puro del franquismo, se convirtió en objetivo claro de ETA desde que fuera elegido presidente del Gobierno. Hizo caso omiso de las advertencias y se negó a aumentar sus medidas de seguridad y a variar sus itinerarios.
«Consternación en España y en todo el mundo por la muerte del almirante Carrero Blanco», tituló ABC el 21 de diciembre de 1973, sobre la conocida como «Operación ogro».
Los etarras excavaron un túnel en la madrileña calle Claudio Coello
hasta el centro de la calzada, donde colocaron 100 kilos de goma-2. El
vehículo de Carrero Blanco «se elevó por los aires, alcanzando una gran
altura que sobrepasó la de los cinco pisos y planta baja» de un edifico
cercano. ETA obtuvo con su atentado más importante una proyección sin precedentes hasta ese momento…
José María Aznar
José María Aznar
¿Por qué Aznar?
Según
aventuró ABC en su publicación posterior al atentado, José María Aznar
se encontraba en el ojo de mira de la banda terrorista tras haber
declarado abiertamente que «no estoy dispuesto a aceptar que la Guardia
Civil se retire del País Vasco o sumarme a una campaña triste contra
el coronel Galindo para tener unos votos a favor».
Eran las ocho y diez de la mañana
cuando un Fiat Tipo, cargado con más de 40 kilos de amoxal y exógeno,
explosionó al paso del vehículo de José María Aznar, entonces presidente del Partido Popular. Dieciséis personas resultaron heridas. Una de ellas, Margarita González,
murió tras permanecer más de tres meses en coma profundo. Aznar,
gracias al blindaje de su coche, solo sufrió un corte en la mejilla. El
«Comando Madrid» volvía a sembrar el pánico en la capital de España.
ETA
atentó hace 15 años contra el hombre, «que de convocarse elecciones
generales, sería el presidente de un Gobierno fuerte», cuando lo que
quería la banda era «un Gobierno débil y el caos general», decía la portada de ABC del 20 de abril de 1995.
Aznar ya era visto por los terroristas como algo más que el jefe de la
oposición, y, de hecho, un año más tarde se convertía en el presidente
de España.
La banda, que tal vez intentó el atentado días antes con
mando a distancia, sabía que el vehículo de Aznar no disponía de un
inhibidor de frecuencias, pero sí el del escolta, por lo que, esta vez, para explosionar el coche-bomba utilizó un cable de 210 metros de longitud.
El
blindaje del vehículo provocó que el líder popular abandonara el coche
por su propio pie. Sin perder la calma, lo primero que hizo fue
telefonear a su mujer, Ana Botella. Después llamó a la sede del
partido, en la calle Génova. «Voy a llegar un poco más tarde, anuladme las reuniones de primera hora». Inmediatamente después, Aznar fue trasladado al Hospital Ruber, donde fue sometido a un exhaustivo reconocimiento.
«Golpe para la democracia»
Minutos
después de que el «Comando Madrid» intentara asesinar a José María
Aznar, el Gobierno, representado por el entonces ministro de Justicia e
Interior, Juan Alberto Belloch,
condenó el atentado calificándolo de «golpe para la democracia» y
pidió a los ciudadanos «firmeza y serenidad ante el terrorismo».
El intento de magnicidio conmocionó a toda la clase política, que expresó su más unánime y firme rechazo contra el atentado. Julio Anguita,
entonces coordinador general de Izquierda Unida, declaró, tras visitar
a Aznar en la Ruber, que «en estos actos hay dos bandos: el de estos perros rabiosos asesinos y el de las personas normales». Por su parte, y en medio de la más absoluta impunidad, el proetarra Juan Cruz Idígoras, justificó el atentado y aseguró que era «consecuencia de la intransigencia del PP, que niega los derechos del pueblo vasco».
«Me encuentro bien y todo va a ir bien»Sobre
las cinco y media de la tarde, José María Aznar salió a la puerta de
la Clínica Ruber para enviar un «mensaje de tranquilidad» a todos los
ciudadanos. «Quiero mandar un saludo a todos los heridos en el atentado y
un mensaje de tranquilidad para todo el mundo. Que todo el mundo esté tranquilo y sereno como lo estoy yo».
En declaraciones a ABC, el líder del Partido Popular, manifestó, en
tono firme y rotundo, que «los terroristas no nos van a hacer cambiar.
Si pensaban que íbamos a dar dos pasos atrás en nuestra lucha por la
paz, se han equivocado».
ABC.ES, MARÍA MEDINA | MADRID
Actualizado Miércoles , 28-04-10
No hay comentarios:
Publicar un comentario