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TARTESOS 

Tartesos, es La civilización prerromana que ocupó el suroeste de la Península Ibérica y cuyas incógnitas sobre su nacimiento, su desarrollo a lomos del comercio de minerales con los fenicios y su misteriosa desaparición (quizá arrasada por sus enemigos, por un cataclismo o, simplemente, por su declive económico) han sido rellenadas durante largo tiempo por mitos y leyendas. “El núcleo central está en el Guadalquivir y Huelva, pero después de una crisis económica en el siglo VI, hay un gran movimiento de población hacia el interior.

elpais.com/elpais/2018/02/13

Tartesos sigue envuelto en las brumas del misterio. Por más que la ciencia se revuelva y pelee enconadamente por iluminar con datos aquella civilización prerromana del suroeste de la península Ibérica, no termina de escapar de la leyenda de Hércules y su décimo trabajo entre personajes fantásticos en los confines del mundo conocido; o de la historia de aquel sabio inusitadamente longevo Argantonio, rey de una tierra de inagotables riquezas. Así, entre teorías y contrahipótesis que se van superponiendo sobre sus orígenes, su hibridación con los fenicios —cuyo comercio y conocimientos sin duda impulsaron el florecimiento cultural— y su misterioso final, los investigadores se mueven con pies de plomo mientras el imaginario colectivo cubre los huecos con auténticas fantasías esotéricas de ciudades míticas y tesoros escondidos

Es decir, que los textos de origen grecolatino —de Heródoto y Estrabón a Avieno— son los que continúan sujetando los pilares del núcleo de Tartesos, una cultura ubicada tradicionalmente en la primera mitad del primer milenio antes de Cristo en torno a lo que hoy es Huelva, Sevilla, una parte de Córdoba y Cádiz. Existen muy pocos restos de envergadura, probablemente porque están enterrados bajo capas turdetanas, latinas, medievales… Y los edificios más importantes que se han conocido hasta ahora son periféricos tanto en el espacio (por ejemplo, en Málaga o Badajoz, donde una excavación sacó a la luz en abril un edificio tartesio único en el Mediterráneo occidental) como en el tiempo (o muy al principio o muy al final del periodo propiamente tartesio).

Según Estrabón, los habitantes de Tartesos, fueron los más cultos de los íberos, “poseyendo de tiempo antiquísimo escritos en prosa, poemas y leyes en verso que según ellos tenían 6000 años de antigüedad”, y todavía en tiempos de Poseidonio, sobre el año 100 a.c. se conservaba aun literatura tartésica.El alfabeto era distinto del íbero y se conserva en monedas de distintas ciudades. 


Según escritores antiguos los tartesios eran expertos metalúrgicos, Diodoro cuenta que el país era rico en oro, plata y especialmente en cobre. Según Poseidonio tenían una agricultura próspera con canales de riego, el olivo y la vid proporcionaban abundantes cosechas. También la ganadería era importante con ganado vacuno, caprino, ovino y porcuno. La obtención de sal era también pieza fundamental de la riqueza tartesia exportándose los salazones hasta la misma Atenas en el siglo V a.c., la pesca y especialmente los moluscos eran también objetos de consumo. Viajeros atrevidos, los redondos barcos tartesios llegaron a las islas británicas llevando calderos de bronce y escudos.

Lo cierto es que los fenicios, atraídos por la enorme riqueza minera de este antiguo reino andaluz, fundan la ciudad de Gañir (Cádiz) hacia el año 1100 a.c., y poco después otras ciudades como Malaca (Málaga), Sexi (Almuñecar), Abdera (Adra)m y Ebyssis (Ibiza), y tras el comercio inicial se imponen militarmente a los tartesios en las zonas costeras que dominan, influyendo notablemente en la cultura tartesica, a la caída de Tiro en manos asirias en el 700 a.c., los tartesos recobran su total independencia apareciendo entonces la influencia griega, ya que numerosas expediciones focenses llegan a España fundando ciudades como Hemeroscopión (Denia), Mainake (al este de Málaga) y otras más por el Mediterraneo hispano.

Tartesos camina hacia una mayor complejidad social y la creación de la primera escritura peninsular, la escritura tartésica o del sudoeste, que aparece sobre el 700 a.c. en el Bajo Guadalquivir y sus testimonios más antiguos proceden de Huelva y de Medellín (Badajoz), aunque su aplicación fue muy restringida, generalmente grafitos, con una treintena de signos, no todos fonéticos.

Diferentes pueblos que habitaron Andalucía: Andalucía tuvo diferentes tribus íberas, de la zona sur de este grupo, que la poblaron, después de la cultura tartessica y estos fueron: los turdetanos en el valle del Guadalquivir, los turdulos en Sierra Morena y en su parte cordobesa, los oretanos en la parte de Jaén (estos dos últimos su principal zona de influencia fue la Mancha), los bastetianos en el noreste de Almería (pero su zona de influencia mayor fue Murcia y Alicante) y los bastulos en la parte de Granada y la Penibética.

La Alta Andalucía estuvo habitada en época prerromana por los oretanos, citados expresamente por Estrabón quien a su vez cita sus ciudades más importantes como Cástulo (cerca de Linares) que tuvo una gran importancia en la época de dominio cartaginés por su vinculación con Aníbal y Oria (probablemente Granatula o Granada). Por lo tanto, Estrabón, los hace llegar hasta la costa sur y dice que su territorio es atravesado por los cursos del alto Betis y del Jucar.

Actualmente parece claro que los oretanos ocupaban la zona oriental minera de Sierra Morena, la mitad este y norte de la provincia de Jaén y parte de las de Ciudad Real y Albacete.

De todos los pueblos citados por los autores antiguos y que pertenecen al área íbera, los que tienen una mayor extensión e importancia son los turdetanos, término al que algunos autores, es una forma de denominación de los tartesios. No obstante, tartesos, son los más antiguos pobladores del valle, siendo la palabra turdetano los que lo poblaron más tardiamente. Según Estrabón, turdetanos y turdulos son los mismos, pero Plinio y Polibio dicen que los turdulos habitaban al norte de los turdetanos, vamos en Sierra Morena. También puede ser que la palabra turdetania se refiera a la zona del valle donde no solo habitaban los turdetanos, sino otros pueblos menores.

Para completar el mapa del área íbera en Andalucía, es necesario hablar de los bástulos que habitaban lo que hoy es la provincia de Granada.

El pueblo más importante de los que habitaron Andalucía y herederos de los tartesíos han sido los turdetanos, pueblo incluido tradicionalmente entre los íberos, si bien muestran con ellos numerosas divergencias. Su peculiaridad más llamativa respecto al resto de los íberos radica en el mundo funerario, ya que se desconocen en su territorio los monumentos funerarios e incluso necrópolis auténticamente turdetanas (siglos V-III). Este rasgo los emparentan mejor al resto de la mitad occidental peninsular y parece apuntar a un retorno a la antigua tradición funeraria de la zona, de carácter atlántico. Tampoco acusan los turdetanos la importante eclosión de la estatuaria ibérica antigua, ni adoptan el idioma, ni el nuevo alfabeto ibérico, conservando tanto su propia lengua, como el viejo signatario tartesio, siendo así el único pueblo ibérico que no adopta el alfabeto de los íberos.

Se trata del pueblo más civilizado de la península a la llegada de los romanos. Contaban con alfabeto y gramática, cultivaban las artes y presumían de un legendario corpus legal en verso, al que otorgaban 6000 años de antigüedad (años que algunos corrigen por versos). Sociedad dividida en clases y estructurada en territorios a cargo de régulos, que vivían rodeados de lujo a la manera de los déspotas orientales.

De extraordinaria riqueza en agricultura (olivo, vid, cereal, hortalizas…), ganadería (principalmente vacuno, ovino y caballos), pesca (con factorías conserveras, salazones, explotaciones asociadas de la sal y alfarerías), minería (sobretodo plata y cobre) y urbanismo (pueblo con mayor número de ciudades en Hispania); con industrias derivadas de todas estas actividades: elaboración de aceites y vinos, alfares para envasados, lana y textiles, viveros y salsa de pescado (garum), construcción naval, fundiciones, orfebres, broncistas y todo tipo de artesanos.

Estrabón menciona que a la llegada de los cartaginenses usaban los turdetanos toneles y pesebres de plata, que su abundancia en ganados era enorme, así como la pesca en sus costas y la fertilidad de sus tierras. En tiempo romano las naves turdetanas eran las mayores y más numerosas que atracaban en los puertos e Ostia y Puteoli, con productos destinados a los mercados de Roma e Italia.

Los turdetanos recurrían al reclutamiento mercenario para protegerse de los saqueos de lusitanos y otros pueblos de la meseta. Con mercenarios celtíberos se enfrentaron a Amílcar en el 237 a.c. y siguientes años. En el 206 a.c. fueron cayendo sus ciudades en manos de Roma.

La turdetania propiamente dicha se limitaba al valle medio y bajo del Betis (oeste de Córdoba, Sevilla, este de Huelva y oeste de Cádiz), zona donde se dio la mayor concentración de núcleos urbanos de la península. Entre sus numerosas ciudades se puede citar a: Híspalis (Sevilla), Ilipa (Alcalá del Río), Ilipla (Niebla), Asta (Jerez), Onuba (Huelva), Astigi (Ecija), Corduba (Córdoba), Urso (Porcuna), Asido (Medina Sidonia), Carmo (Carmona), Iptuci (Prado del rey-Cádiz), Ostippo (Esdtepa).

 Por lo que se refiere a Andalucía los rasgos ibéricos, presenta matices que la diferencian de la cultura ibérica levantina, debido en gran medida a la propia evolución interna del componente indígena (tartésico sobretodo) y en parte a la propia ubicación de unas y otras comunidades, lo que hace que predominen en unos casos los influjos orientalizantes, más arraigados en la zona occidental, y en el resto, las nuevas relaciones que se establecen en las zonas más orientales de España con los pueblos colonizadores del Mediterráneo, sobre todo con los griegos.

Como conclusión podemos decir que los territorios más meridionales de la Península Ibérica quedaban polarizados hacia la civilización tartésica. Dentro del proceso de iberización han de tenerse en cuenta como elementos fundamentales los influjos mediterráneos aportados por fenicios y griegos.


El tesoro del Carambolo

Apareció a tres kilómetros de Sevilla, Camas, entre dos montes, el de San Juan de Aznalfarache y el de Santa Brígida. Fue en cerro Carambolo, perteneciente a un club de tiro al pichón, donde unos obreros encontraron en 1958 un magnifico tesoro fenicio del siglo VII a.C., compuesto por 21 piezas de oro de 24 quilates.

Sirvan las palabras del primer arqueólogo en tasarlas, Juan de Mata Carriazo, para describirlas: “Son joyas profusamente decoradas, con un arte fastuoso, a la vez delicado y bárbaro, con muy notable unidad de estilo y un estado de conservación satisfactorio, salvo algunas violencias ocurridas en el momento del hallazgo”. La teoría tradicional sostiene que el ajuar era portado por un solo hombre en ocasiones solemnes.

El mítico rey Argantonio, con los supuestos “pectorales” del Carambolo.

Un reciente estudio de Fernando Amores y José Luis Escacena defiende una hipótesis diferente: el ajuar no engalanaba a un monarca tartésico, sino aun sacerdote y a dos bóvidos destinados a inmolarse en honor a los dioses fenicios Baal y Astarté.

La investigación, publicada en la revista de prehistoria e historia de la Universidad de Sevilla, ha pretendido así esclarecer “quién y cómo” utilizó el ajuar aúreo. Juan de Mata Carriazo, tal vez para llamar la atención sobre el tesoro, sugirió que los objetos pertenecían al legendario rey Argantonio; una táctica ya usada por Heinrich Schliemann, el descubridor de Troya, atribuyendo la mascara de oro de Micenas a Agamenón.


La «ciudad perdida» (y aún no encontrada) de España: la capital de Tartessos, el casi legendario reino del sur de la península del cual se habla en la Biblia y en la Historia de Heródoto. Esta ciudad, de la que no conocemos a ciencia cierta ni su nombre, es quizá el gran misterio de la arqueología española y su descubrimiento (algunos dicen que estuvo en donde hoy se halla Cádiz, otros que pudiera estar en Doñana) sería sin duda una noticia excepcional para cualquier aficionado a la Historia.


Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz)

rafael dp

El yacimiento de Cancho Roano no es realmente una antigua ciudad, sino de un santuario (o quizá palacio-santuario), como se deduce de la presencia en un lugar muy destacado de un altar. 


Se trata en cualquier caso de un yacimiento prerromano, en el que se levantó entre los siglos VI a. C. y IV d. C. el edificio cuyos restos aún pueden contemplarse hoy en día y a colación del cual se ha erigido un interesante centro de interpretación.
 Cancho Roano en esta lista es menos por su propia significación y más por un detalle significativo: su origen parece estar en una edificación -de la que se han encontrado algunos restos- del periodo tartesio, uno de los pocos vestigios de este periodo del que se tiene constancia comprobada.

HASTA REGIA

Hasta o Asta Regia se localiza en la Baja Andalucía, más concretamente en el área de Cádiz, en el despoblado de Mesas de Asta. Es una comunidad frecuentemente citada en las fuentes geográficas de época imperial romana.

La localización de Turris Lascutana presenta mayores problemas, pues no sabemos con exactitud si se trata de una localidad distinta del oppidum Lascut o Lascuta, que conocemos por las fuentes monetarias fenicias y en las fuentes de la época imperial como civitas stipendiaria (ciudad que, aunque sus ciudadanos tenían el estatuto de libres, debía pagar un tributo o stipendiun a Roma, aportado equitativamente por todos sus habitantes).


Hay autores que dicen que los habitantes de la Turris Lascutana pertenecían a un tipo de comunidades en estado de servidumbre, cuyo estatuto y tipología se remontaría claramente a Cartago, que las había creado en su área de dominación hispánica.

En la Bética prerromana la servidumbre comunitaria era la forma de dependencia dominante y probablemente existieran formas de dependencia análogas en el resto del área íbera. Por lo tanto se ha visto la aparición de formas esclavistas para la Bética, aunque afirmando que en número muy inferior a la época romana. La extensión de la esclavitud en la Turdetania debió influir el ejemplo de las colonias semitas y la creciente demanda de mano de obra por parte de las explotaciones mineras

La turris sería diferente al oppidum y se trataría de un enclave fortificado que, como avanzadilla, servía como defensa del oppidum. Se piensa que la Turrus podría estar ubicada en Alcalá de los Gazules.

Se conoce también, a través de los datos de la arqueología y de las fuentes literarias, la existencia en esta zona de las llamadas Turres Hannibalis, que serían como puntos de vigilancia y defensa de la campiña. Podrían ser recintos fortificados con muros ciclópeos dispersos por todo el territorio de

Andalucía, que podían servir tanto de fortines militares para pequeños grupos expedicionarios, como de núcleos urbanos destinados a poblaciones aliadas o tributarias de la ciudad principal. No debe descartarse la posibilidad de que pudieran servir de defensa frente a posibles revueltas de poblaciones sometidas en el interior del territorio. La cronología que se atribuye a estos recintos fortificados va desde el 400 al 200 a.C. Su construcción se atribuye a los cartagineses. Además es posible que los romanos también pudieran construir algunas.

Según el texto, la Turris Lascutana, dependía de la ciudad de Hasta y los habitantes de la Turris eran Servei de los habitantes. Esta comunidad de siervos tenía en régimen de posesión un núcleo urbano fortificado (oppidum) y unas tierras (agrum), cuya propiedad jurídica real pertenecían a la ciudad de Hasta.

Se deduce del texto que estos siervos están adscritos de forma comunitaria a la ciudad de Hasta, tienen en usufructo un territorio que trabajan para crear unos excedentes económicos de los cuales gran parte pasaría a la ciudad de Hasta. Con la llegada de Roma la situación cambia y por la acción del general Emilio Paulo se va a liberar a los habitantes de Turris Lascutana de la dependencia de Hasta, quedando como dependientes de Roma.

Es decir, que el derecho de propiedad pasaba al Senado y al pueblo romano, mientras que el derecho de usufructo seguía perteneciendo a los habitantes de la Turris Lascutana. La sumisión a Roma de los lascutanos les va a permitir disfrutar de la posesión del núcleo habitado fortificado y de las tierras.

La servidumbre mencionada en el Bronce de Lascuta con otros testimonios, tanto de fuentes escritas, como de datos arqueológicos, referentes también al sur de España, en los que también se hacen referencia a la existencia de una considerable población servil en la Bética prerromana. Hay un texto de Justino, según el cual en el reino de Tartessos, las plebs o siervos estaban divididos en siete urbes o ciudades.

Por otra parte la arqueología confirma los datos de las fuentes literarias sobre la existencia de recintos fortificados en la Bética, que se debían utilizar para la defensa del territorio, tanto de amenazas externas, como de posibles revueltas de las poblaciones sometidas en el interior.

En el caso de Lascua hay que señalar que se trataba de una ciudad de fuerte influencia fenicia, tal y como indicaría la utilización de un alfabeto neopúnico en sus acuñaciones y la persistencia de una antroponimia púnica en la oligarquía dirigente hasta tiempos avanzados. Lo mismo ocurría con Carteya, antigua fundación fenicia, transformada posteriormente en enclave cartag0inés. En definitiva no se trataría de un tipo de servidumbre turdetana en origen, sino púnica.

Yacimiento del Turuñuelo
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 Turuñuelo, un yacimiento dirigido por los arqueólogos del CSIC Sebastián Celestino y Esther Rodríguez dentro de un proyecto más amplio que tiene, entre otros, el ambicioso objetivo de “interpretar la sociedad tartesia a través de la arqueología y la arquitectura” del Valle Medio del Guadiana.

 Pero lo descubierto hasta ahora ya apunta a que los conocimientos llegados del oriente mediterráneo aplicados en ese contexto diferente (con los materiales y las necesidades del entorno) daban resultados nuevos y distintos. Algo muy parecido a lo que señala en el otro extremo de la periferia tartesia, en Manilva (Málaga), y a varios siglos de distancia, el yacimiento de los Castillejos de Alcorrín.

Se trata de un fugaz asentamiento protourbano amurallado (levantado a finales del siglo IX antes de Cristo, se abandonó a principios del VIII) donde se produjo uno de los primeros encuentros documentados entre los fenicios y los pueblos indígenas, lo que lo convierte en un espacio privilegiado para describir ese proceso de hibridación o yuxtaposición que habría configurado Tartesos.

Es una zona urbana rodeada por una imponente muralla (de entre dos y cinco metros de grosor) donde convivieron y se mezclaron claramente elementos locales y foráneos tanto en la arquitectura como en las cerámicas y las técnicas de transformación del hierro.

 un violento final: fueron destruidos por sus propios moradores, incendiados y después sellados con arcilla.

“A finales del siglo V, principios del IV a. de C., empiezan a llegar los pueblos del norte, de etnia céltica, así que los destruyen para preservarlos de las invasiones, para que pasen a la posteridad sin que sean violados”,vasijas y platos de imitación (los lugareños remedaban las vajillas llegadas a través del comercio fenicio desde Grecia o Etruria), semillas, restos de alfombras de esparto y otros tejidos, han hallado, por ejemplo, una parrilla de bronce y un caldero del mismo material tan enorme como único. Además, han encontrado una rarísima bañera de 1,70 metros de largo. “Lo llaman bañera o sarcófago por su forma.

Construye estos enormes edificios.
El edificio más grande tiene algo más de una hectárea


Conserva casi completa de un insólito edificio de dos plantas que revela soluciones técnicas realmente avanzadas. Por ejemplo, unos muros de tres metros de ancho que seguramente servían para sostener una bóveda por aproximación de hiladas.Un gran edificio de hace 2.500 años
Un enorme edificio de dos plantas para celebrar un banquete y una ceremonia ritual en la que sacrificaron una treintena de animales .
 Después lo quemaron todo, lo sepultaron y lo abandonaron
Inagen: CARLOS CARCAS


Han aparecido joyas, puntas de lanza, cerámicas, semillas, parrillas de bronce y un gigantesco caldero extraordinariamente conservados—, otra gran sala con un altar de adobe típico tartésico (que representa una piel de toro) y una rarísima bañera-sarcófago

Riqueza de los materiales y el tamaño del yacimiento evidencian un enorme poderío político y económico y una gran capacidad organizativa, los objetos dejan también clara su relación con otras culturas mediterráneas de la época: se han hallado vasijas y platos de origen griego, fenicio y etrusco, así como imitaciones hechas en la zona.

Tambiñen se ga Hallado en el yacimiento tartésico del Turuñuelo huesos humanos y una estatua de mármol única en la península

Esther Rodríguez, codirectora de la excavación . CARLOS CARCAS

Parece que el territorio en esta época se organizaba alrededor de estos edificios como el Cancho Roano o el Turuñuelo y que a partir de ellos se articulaba la explotación del entorno. Existía, además, un yacimiento de mayor envergadura, el Tamborrio, en Villanueva de la Serena, que tendría una capacidad política mayor

yacimiento turuñelo, Sebastián Celestino y Esther Rodríguez (en el centro), junto a los obreros de la excavación. J. M. R.


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