El anuncio del New Deal, 1932
Hoy es un día de consagración nacional, y estoy seguro de que mis conciudadanos estadounidenses esperan que, en mi investidura a la Presidencia, me dirija a ellos con la sinceridad y la determinación que exige la actual situación de nuestro país. Este, en especial, es el momento de decir la verdad, toda la verdad, con franqueza y valor. No debemos rehuir, debemos hacer frente sin temor a la situación actual de nuestro país.Esta gran nación resistirá como lo ha hecho hasta ahora, resurgirá y prosperará. Por tanto, ante todo, permítanme asegurarles mi firme convicción de que a lo único que debemos temer es al temor mismo, a un terror indescriptible, sin causa ni justificación, que paralice los arrestos necesarios para convertir el retroceso en progreso.
En toda situación adversa de la historia de nuestra nación, un gobierno franco y enérgico ha contado con la comprensión y el apoyo del pueblo, fundamentales para la victoria. Estoy convencido de que el gobierno volverá a contar con su apoyo en estos días críticos. Con dicho espíritu, por mi parte y por la de ustedes, nos enfrentamos a nuestras problemáticas comunes que, gracias a Dios, sólo entrañan cuestiones materiales.Los valores han caído hasta niveles inverosímiles, han subido los impuestos, los recursos económicos del pueblo han disminuido, el gobierno se enfrenta a una grave reducción de ingresos, los medios de pago de las corrientes mercantiles se han congelado, las hojas marchitas del sector industrial se esparcen por todas partes, los agricultores no hallan mercados para su producción, miles de familias han perdido sus ahorros de muchos años. Y lo más importante, gran cantidad de ciudadanos desempleados se enfrenta al triste problema de la subsistencia, y un número igual trabaja arduamente con escasos rendimientos.Únicamente un optimista ingenuo negaría la trágica realidad de la situación. Sin embargo, nuestras penurias no se derivan de una carencia de recursos. No sufrimos una plaga de langostas. En comparación con los peligros que nuestros antepasados vencieron gracias a su fe y a su coraje, aún tenemos mucho por lo que sentirnos agradecidos. La naturaleza continúa ofreciéndonos su exuberante abundancia, y los denuedos humanos la han multiplicado. A nuestros pies se extiende una gran riqueza; no obstante, su generosa distribución languidece a la vista de cómo se administra.Primordialmente, esto se debe a que quienes gestionan el intercambio de los bienes de la humanidad han fracasado a causa de su obstinación e incompetencia, han admitido dicho fracaso y han dimitido. Las prácticas de los cambistas poco escrupulosos comparecen en el banquillo de los acusados ante el tribunal de la opinión pública, repudiados por los corazones y por las mentes de los hombres.Ahora debemos devolver a ese templo sus antiguos valores. La magnitud de la recuperación depende de la medida en que apliquemos valores sociales más nobles que el mero beneficio económico. La felicidad no radica en la mera posesión de dinero; radica en la satisfacción del logro, en la emoción del esfuerzo creativo. La satisfacción y el estímulo moral del trabajo no deben volverse a olvidar en la irreflexiva persecución de beneficios fugaces.La recuperación no sólo reclama cambios en la ética. Este país exige acción, y una acción inmediata. Nuestro mayor y primordial empeño es el de poner a la gente a trabajar. No es un problema insoluble si nos enfrentamos a él con juicio y arrojo. Como política personal práctica, soy partidario de solucionar primero los problemas más acuciantes. No escatimaré esfuerzos en recomponer el mercado mundial mediante un reajuste económico internacional. No obstante, la situación de emergencia nacional no puede esperar a que esto se vea cumplido. La idea fundamental en la que se basan estas medidas específicas para la recuperación de nuestro país no se restringe sólo al ámbito nacional. Es la insistencia, como primer factor para tener en cuenta, en la interdependencia de los diferentes elementos y territorios de los Estados Unidos; el reconocimiento de la vieja, y siempre importante, manifestación del espíritu estadounidense del pionero. Es el camino hacia la recuperación. Es el camino inmediato. Es la profunda convicción de que la recuperación será perdurable.En el ámbito de la política internacional, consagraría este país a la política del buen vecino; del vecino que se respeta a sí mismo con resolución porque, al hacerlo, respeta los derechos del resto; del vecino que respeta sus compromisos y la inviolabilidad de sus acuerdos con una comunidad de vecinos mundial de la que forma parte. Si interpreto bien el ánimo de nuestro pueblo, es ahora cuando comprendemos, como nunca antes lo habíamos hecho, nuestra interdependencia; que no podemos limitarnos a tomar, sino que también debemos ofrecer.Sé que estamos preparados y dispuestos a someter nuestras vidas y nuestros bienes a dicha disciplina porque es la que hace posible un gobierno con miras a un bien mayor. Esto es lo que me propongo ofrecerles, con la promesa de que estos propósitos supremos nos hermanarán a todos, como si se tratara de un compromiso sagrado, en una unidad en el deber sólo promovida hasta la fecha en tiempos de conflictos armados.Al amparo de mi deber constitucional, estoy dispuesto a recomendar las medidas que requiera una nación abatida en medio de un mundo abatido. Con el poder que me otorga la autoridad constitucional, trataré de llevar a una rápida adopción estas medidas o aquellas otras que el Congreso elabore a partir de su experiencia y su sabiduría. No obstante, en el caso de que el Congreso fracase en la adopción de uno de estos dos caminos, y en el caso de que la emergencia nacional siga siendo crítica, no eludiré el claro cumplimiento del deber al que habré de enfrentarme. Pediré al Congreso el único instrumento que queda para enfrentarse a la crisis: un amplio poder ejecutivo para librar una batalla contra la emergencia, equivalente al que se me concedería si estuviéramos siendo invadidos por un enemigo.A cambio de la confianza en mí depositada, devolveré el coraje y la entrega que requieren estos tiempos. Es lo mínimo que puedo hacer. Nos enfrentamos a los arduos días que nos depara el futuro con la cálida resolución de la unidad nacional, con la conciencia tranquila del que busca viejos e inestimables valores morales, con la clara satisfacción que produce el cumplimiento del deber por parte de ancianos y jóvenes por igual.Aspiramos a la seguridad de una vida nacional equilibrada y perdurable. No desconfiamos del futuro de la democracia fundamental. El pueblo de los Estados Unidos no ha fracasado. En su momento de necesidad nos ha transmitido el mandato de que desea una acción directa y enérgica. Ha exigido al gobierno disciplina y dirección. Me ha convertido en el actual instrumento de sus deseos. Lo acepto como si fuera un regalo. En este día inaugural, pedimos con humildad la bendición de Dios. ¡Que nos proteja a todos y a cada uno de nosotros! ¡Que me guíe en los días venideros!FRANKLIN DELANO ROSSEVELT, Discurso de toma de posesión como Presidente de EE.UU., 4 de Marzo de 1933
ACTIVIDADES:
1. Explica el significado del concepto “Gran Depresión”
2. ¿Cómo se puede explicar la Gran Depresión según el Presidente Norteamericano?
3. ¿En que se diferencia la apreciación del Presidente Hoover y el economista británico Keynes?
4. ¿Que opinas del testimonio que entrega el accionista Groucho Marx acerca del colapso de la economía norteamericana en 1929?
5. ¿Por qué consideras que Chile se vio directamente afectado por la Gran Depresión?
6. Según los documento ¿cuáles fueron los efectos más dramáticos de la depresión económica sobre la población?
7. Refiérete al documento “las uvas de la ira”. ¿Qué es lo que más te llama la atención? ¿Por qué crees que los dueños de la producción preferían que sus productos se perdieran antes de venderlos a la población?.
ACTIVIDADES:
1. El curso se organiza en grupos de 2 personas
2. Cada grupo lee los documentos y responde en forma sintética a las preguntas planteadas.
3. Finalizada la lectura y comentario de los documentos cada grupo elabora un informe escrito, contemplando la pauta presentada al final de las actividades.
REFLEXION Y SÍNTESIS
Al finalizar la lectura y análisis de los documentos, cada grupo elabora un escrito con las siguientes características:
1. Utiliza las plantillas de publicaciones de Word o el programa Publisher.
2. Escribe un artículo periodístico con información histórica: “Los efectos de la Gran Depresión sobre la población mundial”.
3. Crea un título significativo para el período o hecho histórico relatado.
4. Delimita temporal y espacialmente el tema: ¿cuándo comenzó la crisis, hasta cuándo se prolongó, donde comenzó, a qué países afectó?
5. Expone el tema en forma clara.
6. Incorpora extractos de los documentos analizados acerca de la Gran Depresión. Refiérete a los efectos sufridos por la población.
7. Expone comentarios y apreciaciones personales.
Las consecuencias de la I Guerra Mundial
Estructura de la producción manufacturera*
*en tantos por ciento de la producción manufacturera mundial. Fuente: Industrialisation et commerce exterieur, S.D.N., 1945
“La historia económica del periodo de entreguerras, especialmente de 1919 a 1930, estuvo caracterizada por el conflicto entre Londres y Nueva York.
La centralización financiera internacional alrededor de la Gran Bretaña fue una de las características principales de la economía del siglo XIX. {...} Londres continuaba sin tener competidor en el campo de la financiación a corto plazo del comercio internacional.
Aunque el oro era teóricamente el medio de pago internacional, si éste hubiese sido la única y verdadera forma de dinero, tanto nacional como internacional, los progresos de la industrialización se hubiesen visto frenados. El medio de pago internacional corrientemente empleado en el siglo XIX no era el oro, sino la letra de cambio librada sobre las casas de aceptación de Londres y descontadas por las casas de descuento.
Las operaciones de aceptación y descuento efectuadas en Londres representaban una masa de crédito a corto plazo que evitaban, en presencia de déficits no duraderos, la necesidad inmediata de una transferencia de oro.
En vísperas de la I Guerra Mundial, los Estados Unidos se hallan impacientes por sacudirse la tutela inglesa en las operaciones financieras internacionales. A pesar de su potencia económica, los Estados Unidos carecen de posibilidad de oponerse a la preeminencia británica. Nueva York no es más que un centro financiero nacional, y los banqueros americanos todavía no se han lanzado a la financiación del comercio internacional. Los capitales americanos empiezan a invertirse en el extranjero, pero el dólar no es aceptado como moneda de reserva.
A partir de 1919 Gran Bretaña pierde su monopolio financiero y al mismo tiempo la centralización financiera desaparece a nivel internacional. Con ello, los especuladores quedan libres de elegir entre varias divisas clave, y los desplazamientos de la confianza implican desplazamientos de los capitales.
Esta nueva situación {y la crisis de 1921...} empujaron a la convocatoria de la Conferencia de Génova.
En esta conferencia monetaria internacional, a la que no asistió EE.UU., se adoptó la implantación del gold exchange standard, mediante el cual, los bancos centrales podrían cambiar su moneda en oro, pero también en ciertas divisas convertibles ellas mismas en oro. Los países que adoptan este sistema podrán así ensanchar la cobertura de su moneda escapando a las fluctuaciones del mercado del oro.”
Niveau, Historia de los hechos económicos contemporáneos, 1977
Los “felices años 20”
“El gran negocio de América son los negocios, declaraba Coolidge. De 1923 a 1929 el conjunto de la producción industrial de los EE.UU. aumentó en un 64%. El aumento fue del 70% para el acero; 95% para los productos químicos; 156% para el petróleo. La industria de bienes de consumo progresa al mismo ritmo: el símbolo es el automóvil, cuya producción, duplicada en 7 años, alcanza en 1929 los 5.300.000 vehículos.
La breve crisis de la postguerra había mostrado que el porvenir de la economía americana no estaba en las exportaciones masivas, expuestas siempre a las fluctuaciones de la coyuntura europea, sino en la ampliación del enorme mercado interior que contaba, en 1921, con 121 millones de habitantes.
Siguiendo el ejemplo de Henry Ford, los industriales se esforzaron por crear, mediante una política de altos salarios, el poder adquisitivo necesario para dar salida a su producción: durante los años de prosperidad, el salario real medio de los obreros y empleados se acrecentó en un tercio. La venta a crédito adquirió una amplitud desmesurada.
Los métodos industriales se orientaron hacia la producción en masa y fueron fuertemente racionalizados. La estandarización de los productos facilitó la fabricación en serie. El empleo sistemático del taylorismo y la mecanización permitió una economía de mano de obra aumentando la productividad...
La tendencia a la concentración de empresas se aceleró. Los republicanos no aplicaron la legislación anti-trust{...} La economía fue dominada por los trust y los holdings. Así, la United States Steel Corporation, dependiente del grupo Morgan, controlaba el 60% de la producción de acero; la General Motors y Ford dos tercios de la industria automovilística; Du Pont de Nemours la industria química; Goodyear y Firestone la del caucho,...”
Los antecedentes de la crisis
“A mediados de los años 20, Miami, Miami Beach, Coral Gables, la costa este hasta Palm Beach fueron sacudidas violentamente por el famoso auge de bienes raíces en Florida. En él se dieron cita todos los elementos clásicos de la excitante burbuja especulativa. Florida disfrutaba de un clima de invierno mejor que el de Nueva York, Chicago o Minneapolis. Mejores transportes y rentas más elevadas permitían a los hombres del Norte, rodeados por los hielos, un acceso cada vez más fácil a este Estado. Se aproximaban los tiempos en que sería normal la escapada anual al Sur, al modo de las impresionantes y regulares migraciones de gansos del Canadá. En Florida se dividió la tierra en parcelas edificables y éstas fueron vendidas mediante el pago inicial de un 10%. Estaba claro que muchos de los desagradables terrenos que cambiaron de manos de esta forma eran tan repugnantes para los compradores como para los que pasaban por las inmediaciones. Los compradores no tenían la menor intención de vivir en ellos, y era difícil suponer que alguien se decidiese a hacerlo. Pero éstas eran consideraciones académicas. La realidad era que esos dudosos activos aumentaban de valor día a día y podían revenderse con razonable beneficio en una quincena. Otro de los rasgos característicos del estado de ánimo especulativo es la tendencia, según va pasando el tiempo, a perder de vista las principales razones que han dado origen a ese simple hecho del aumento del valor. Y en realidad no hay razón alguna para que la gente haga una cosa semejante, en la medida en que el número de personas deseosas de comprar con la expectativa de vender con beneficio siga aumentando a la suficiente velocidad para mantener la creciente elevación de los precios.
Durante 1925 el deseo de hacerse rico sin esfuerzo llevó hasta Florida un número de personas satisfactoriamente creciente. Todas las semanas se procedía a parcelaciones de terrenos. {...} Los precios subieron prodigiosamente. En radio de 40 millas correspondientes a la zona interior de Miami, terrenos valorados en 8.000 dólares se vendieron a 20.000 y los situados junto a las playas pasaron de 20.000 a 75.000.”
J.K. Galbraith, El crack del 29, 1976
“En U.S.A. 5.096 bancos hacen suspensión de pagos entre 1929 y 1932. La estructura fragmentaria del sistema bancario americano es una de las primeras causas de las quiebras en cadena. Existen por aquellas fechas en los Estados Unidos 24.000 pequeños bancos independientes que operan sobre un territorio muy limitado y cuyo éxito o fracaso depende de las condiciones de la actividad económica de la región en que se hallan enclavados. El hundimiento de los precios agrícolas y las dificultades financieras de los agricultores que no pueden devolver los préstamos bancarios llevan a la bancarrota a un gran número de pequeños bancos.” Crouzet, Historia General de las Civilizaciones, 1973
Fuente: Faulkner, American Economic History, 1954
“Como el poder adquisitivo de los campesinos, por una parte, el de los obreros, por otra, y el de los compradores extranjeros, por la suya, estaban en baja relativa, se veía claro que las posibilidades de producción y venta de la industria iban a hallarse rápidamente limitadas; entonces, los beneficios se utilizarían, no en nuevas inversiones, sino para financiar la especulación en la Bolsa de Nueva York. {...}
Al producirse estos desequilibrios, que ya se manifestaban en 1926, podía preverse la crisis americana, que hubiera debido estallar ya en 1927. Se retrasó algún tiempo gracias al incremento que tomaron las ventas a plazos. Una vez integradas las ventas a plazos en un sistema económico, se convirtieron en un elemento de estabilización; pero, en el periodo en el que se implantaron, permitieron, durante dos años, comprar los productos del año no con los ingresos del año, sino con los ingresos calculados del año siguiente. O sea, que se movilizó la renta futura mediante el crédito al consumo.”
Philip, Historia de los hechos económicos y sociales, 1967
El crack de Wall Street
“De todos los misterios bursátiles, ninguno tan impenetrable como el de por qué tiene que haber siempre un comprador para quien quiera que necesite vender. El 24 de octubre de 1929 demostró que lo misterioso no es inevitable, pues con frecuencia faltaron compradores, y solo cuando el desplome fue vertical se decidieron éstos a pujar.
El pánico no duró todo el día. El fenómeno se redujo a las primeras horas de la mañana. La apertura del mercado no fue particularmente espectacular y, durante un rato, los precios se mantuvieron firmes. El volumen de contratación, sin embargo, comenzó a aumentar y los precios a aflojar. Los precios bajaron más y más deprisa, mientras el indicador de valores se rezagaba impotente. A las once en punto de la mañana el mercado había degenerado en desenfrenado y disparatado tumulto de vendedores. En el interior de las salas con indicadores instalados por todo el país, el ticker informaba a los aterrorizados y apiñados espectadores que se estaba produciendo un espantoso colapso... Esta incertidumbre empujó a más y más público a intentar vender.
Fuera de la Bolsa, en Broad Street, se podía oír un inquietante rumor. Una multitud se había congregado allí. El superintendente de policía despachó un destacamento especial de policía a Wall Street a fin de asegurar el orden. Todos se pusieron a esperar. Un obrero apareció en lo alto de un rascacielos para verificar algunas reparaciones, pero la multitud supuso que se trataba de un suicidio y esperó paciente a que se decidiera a saltar... Los títulos se vendían ya por nada. Las Bolsas de Chicago y Buffalo habían cerrado. Comenzaba a desarrollarse una ola de suicidios; once especuladores de reconocida fama se habían dado muerte hasta entonces.”
Galbraith, El crack del 29, 1976. Elaboración propia
“Jones tenía en 1921 2.000 dólares ahorrados. No sabiendo qué hacer con ellos, compró acciones de la RCA y de la Goodyear a precios entre dos y cinco dólares la acción. En 1924 se felicitó por su ingenio. Sus acciones habían subido y valían ya 10.000 dólares. Había multiplicado su capital por cinco. Animado, decidió no venderlas y tratar de adquirir otro buen paquete. No tenía dinero, pero, depositando sus acciones como garantía, pudo fácilmente obtener un crédito de 6.000 dólares, y así volver a comprar acciones en bolsa. En 1927 sus títulos valían 36.000 dólares. Lleno de confianza en el porvenir, decide no vender más que lo indispensable para pagar los intereses de sus créditos. ¿Para qué reembolsarlos?. Basta con comprar nuevas acciones. Tampoco ahorra ni un dólar, ya que las subidas de la bolsa le enriquecen día a día. Entonces decide comprarse un coche y una buena casa, a plazos ambos, más una hipoteca sobre ésta. Y sigue sus inversiones, siempre a crédito, naturalmente. Va a todas las ampliaciones que se le ofrecen. En 1928 posee ya un capital en acciones de 136.000 dólares, pero como dan muy poco beneficio, tiene que echar mano de su sueldo para amortizar sus crecientes cargas financieras. Impone en la casa una drástica reducción de gastos. ¿Vender acciones?. Sólo en último momento. Son un valor seguro y en alza. Al inicio de 1929 posee ya 285.000 dólares, pero necesita dinero efectivo de forma ineludible y urgente. Las letras del coche, los plazos de la hipoteca y los intereses de los préstamos se comen ya todos sus ingresos. Hay que vender acciones. Pero todos los Jones del país tienen que vender.
Los grandes especuladores hace ya tiempo que se pusieron a salvo, liquidando sus ganancias y tomando posición a la baja. En un mes, las acciones de Jones sólo valen 39.000 dólares. Su capital en títulos no cubre lo que debe, e innumerables Jones son apremiados por sus vendedores de coches, sus prestamistas y sus banqueros. Hay que vender la casa, el coche y parte de las acciones. Pierde dinero en todas las ventas pero aún confía en que el resto de sus acciones vuelva a subir. En 1930 no valen ya nada prácticamente. En el mismo año pierde su empleo por efecto de la crisis.
Esta es la historia de Jones; en definitiva, la historia del pueblo americano. En ellas se ilustran todos los componentes de una crisis. La orgía de la bolsa (el índice de cotización pasó de 79, en 1921, a 448, en 1929). Los préstamos para especulación, de 774 millones de dólares, a 6.800 en el mismo periodo. Las compras a plazos de Jones representan el desenfreno consumista, atizado constantemente por la necesidad de dar salida al exceso de producción. Es una prosperidad basada en el crédito y no en la solidez económica.” El País, 16 de abril de 1983
La gran depresión
“La producción agrícola se manifiesta con una violenta crisis de precios (su nivel medio baja en Estados Unidos en un 57% de junio de 1929 a diciembre de 1932) que es el resultado de la contracción del poder adquisitivo de las ciudades y arrastra consigo la pérdida de dicho poder adquisitivo en el campo y en consecuencia, el menor consumo de artículos que han de ser comprados. Por donde quiera que hay explotaciones agrícolas, éstas vuelven a la economía de subsistencia y viven de los productos de la propia finca sin cambiarlos con objetos manufacturados.
(...) los agricultores han reducido la adquisición de maquinaria, abonos, herramientas y también productos de consumo, agravando así el paro de los obreros industriales, que en los Estados Unidos se eleva a más de dos millones de obreros y empleados. Por otra parte, la imposibilidad de renovar el utillaje y de reparar los edificios supone la depreciación de las fincas.
En fin, al interrumpir el éxodo habitual de la población rural hacia las ciudades, la crisis incrementa la oferta de mano de obra agrícola e impone la disminución de los salarios, en la que colabora el desarrollo de la economía de subsistencia que anima a los explotadores a despedir a los obreros asalariados y a reemplazarlos por miembros de su familia. El paro urbano produce de esta manera el paro rural.
En los Estados Unidos, millares de fincas pasan a ser propiedad de los bancos acreedores. Durante la gran depresión la Metropolitan Life Insurance Co. se apodera de más de 7.300 haciendas{...} Este es el drama de los modestos propietarios de Oklahoma desposeídos por las bancas hipotecarias, convertidos en aparceros de sus propias tierras y luego expulsados cuando los bancos fusionan sus pequeñas explotaciones, drama descrito en Las uvas de la ira.{...} Todavía peor será la situación de los obreros agrícolas, en especial los temporeros y ambulantes.” Crouzet, Historia General de las Civilizaciones, 1973
“El verano de 1932 fue probablemente el punto más bajo de la Depresión. Todo era muy sencillo: nadie tenía dinero. El que sería el último gobierno republicano en el curso de dos décadas estaba a punto de recibir el finiquito, sin ideas, y para nosotros como si dijéramos en el cubo de la basura, falto incluso de la retórica de la esperanza. Los recuerdos que tengo de aquel año en particular me configuraban una ciudad fantasma que poco a poco se iba cubriendo de polvo, manzana tras manzana, cada vez con más rótulos de SE TRASPASA en sucios escaparates de tiendas y talleres abiertos muchos años antes y en la actualidad cerrados. Fue también el año de las colas en las panaderías, de hombres sanos y robustos que formaban en batallones de seis y ocho en fondo a lo largo del muro de algún almacén, en espera de que éste o aquel organismo municipal improvisado, o el Ejército de Salvación, o cualquier iglesia, les diese un tazón de caldo o un panecillo.”
A. Miller, Vueltas al tiempo
“Padre tuvo que pedir prestado. Entonces, el banco se apropió de la tierra, pero nos quedamos y conservamos una pequeña parte de la cosecha.
El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crean, pero no lo pueden controlar.
Y ahora, los hombres de los propietarios se encolerizaron.
Os tendréis que ir
Pero es nuestra, -gritaron los arrendatarios-. Nosotros.
No. El banco, el monstruo es el propietario. Os tenéis que ir. Lo sentimos-dijeron los enviados-. El banco, el propietario de cincuenta mil acres no se hace responsable. Estáis en una tierra que no os pertenece. Quizá podáis vivir del auxilio social. ¿Por qué no os váis hacia el oeste, a California?. Allí hay trabajo y nunca hace frío.
Y los representantes de los propietarios arrancaron los coches y se alejaron.
Los campos eran fértiles, y los hombres, muertos de hambres, avanzaban por los caminos. Los graneros estaban repletos, y los niños de los pobres crecían raquíticos{...}
La descomposición invade toda California {...}. El trabajo del hombre y la naturaleza, el producto de las cepas y de los árboles, debe ser destruido para que se mantenga el curso de los precios, lo que significa una abominación que sobrepasa a cualquier otra. Cargamentos de naranjas arrojados en cualquier parte. Las gentes vienen desde lejos para cogerlos, pero no lo consiguen. Se envian a hombres encargados de rociar con petróleo los montones de naranjas{...}. Un millón de muertos de hambre necesita fruta y, sin embargo, se riegan de petróleo las montañas doradas de naranja.{...}. Y los niños atacados por la pelagra mueren porque cada naranja debe rendir un beneficio. Y como causa del fallecimiento se escribe en el registro: muerte por subnutrición. Y todo eso porque los alimentos se pudren, porque se les fuerza a que se pudran{...} En el alma de las gentes engordan y maduran las uvas de la ira anuciando las próximas vendimias.” J. Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939
La extensión de la crisis
“Finalmente, cuando fue imposible ignorar durante más tiempo los hechos, hubo que buscar excusas. Washington descubrió que la crisis venía del extranjero. En el mes de octubre del año pasado la política oficial se presentó ante nosotros en la forma siguiente: la depresión se ha visto agravada por los acontecimientos producidos en el extranjero, que escapan tanto al control de nuestros conciudadanos como al de nuestro Gobierno. Una excusa, no lo perdáis de vista, amigos míos, que el presidente ha repetido en el discurso de aceptación de la nominación, la pasada semana{...}
Los informes realizados por las naciones civilizadas de la tierra prueban dos hechos: en primer lugar, que la estructura económica de las otras naciones se ha visto afectada por la creciente ola de especulación en los Estados Unidos y que la disminución de nuestros préstamos al extranjero ha contribuido a generar un estado de miseria: en segundo lugar, que la burbuja de las quimeras estalló en primer lugar en su país de origen los Estados Unidos.
El gran derrumbamiento en los otros países no ha hecho más que continuar el nuestro. No se produce al mismo tiempo que el nuestro.”
F.D. Roosevelt, candidato demócrata a la presidencia de EE.UU, agosto de 1932
Las soluciones a la crisis
“Nuestra mayor tarea, la primera, es volver a dar trabajo al pueblo. Esto no es un problema insoluble si nosotros lo afrontamos con prudencia y valentía.
Ello puede realizarse, en parte, mediante una contrata directa por parte del Gobierno, como en caso de guerra, pero, al mismo tiempo, llevando a cabo mediante esta contrata los trabajos más necesarios para estimular y reorganizar el uso de nuestros recursos naturales. Paralelamente a esta acción debemos reconocer francamente que nuestros centros industriales están superpoblados, y comprometiéndonos a una nueva distribución a escala nacional, esforzarnos para que se haga un mejor uso de la tierra y por parte de aquellos que son los más aptos para ello.” F.D. Roosevelt, Discurso ante el Congreso, 4 de marzo de 1933
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