“LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL”
legión Cóndor desfilan ante Hitler tras la campaña realizada en España.
( hugo jaeger (time & life pictures / getty image)
Los miembros de la Cóndor regresaron a casa muy felices; al cabo fue la única guerra que ganaron los alemanes en todo el siglo. Pero en el 39 el país estaba ya más por el clima prebélico que posbélico. La mayor parte de los aviadores de la unidad que volvieron cayeron en la II Guerra Mundial (el 80%) y los que sobrevivieron se encontraron con la sorpresa de que en la posguerra estaba mal visto haber volado en España y la Cóndor era “mal afamada”, como si no fuera lo mismo que la Luftwaffe.
Los miembros de la Cóndor regresaron a casa muy felices; al cabo fue la única guerra que ganaron los alemanes en todo el siglo. Pero en el 39 el país estaba ya más por el clima prebélico que posbélico. La mayor parte de los aviadores de la unidad que volvieron cayeron en la II Guerra Mundial (el 80%) y los que sobrevivieron se encontraron con la sorpresa de que en la posguerra estaba mal visto haber volado en España y la Cóndor era “mal afamada”, como si no fuera lo mismo que la Luftwaffe.
La ocupación de Checoslovaquia marca un punto de inflexión en la política de apaciguamiento con Alemania. No se permitiría ninguna aventura expansionista nazi más. Sin embargo, la ocupación del puerto lituano de Memel en marzo de 1939 demuestra que la avidez de Hitler por incorporar territorios al Reich no tiene límite. A pesar de que en 1934 —con Hitler en el poder— Alemania y Polonia han firmado un tratado de buena vecindad, las presiones y la hostilidad del régimen nazi sobre Polonia no han dejado de incrementarse. Las reivindicaciones germanas, con eje en la ciudad de Danzig y los territorios de Silesia, con una amplia minoría alemana, dan paso a toda una serie de incidentes fronterizos y sabotajes. En mayo de 1939, Hitler planea ir a la guerra contra Polonia. En un clima prebélico, Francia y el Reino Unido ofrecen garantías a Polonia en caso de agresión alemana. Hitler menosprecia dicho soporte, no cree posible que las democracias occidentales vayan a la guerra por la «cuestión polaca» y, tras llegar a un pacto con Stalin, decide atacar.
Minutos después los cañones del antiguo acorazado «Schleswig-Holstein» bombardean desde el Báltico la fortaleza de Westerplatte, guardiana de la ciudad libre de Danzig (Gdansk), manzana de la discordia en el conflicto germano-polaco.
En pocas horas le sigue todo un torrente de tropas germanas: la Wehrmacht se ha puesto en movimiento. Sin previa declaración de guerra, el ejército alemán ejecuta la operación Fall Weiss (Plan Blanco) para la invasión de Polonia. Dos días más tarde, y en cumplimiento de las garantías dadas a Polonia por sus aliados, Francia y el Reino Unido declaran la guerra a Alemania.La clave del plan germano es la velocidad. El Alto Mando alemán (OK) emplea sus mejores unidades, dejando prácticamente desguarnecida la frontera con Francia. Las operaciones deben terminarse cuanto antes en previsión del tan temido contraataque francés y británico. Para la veloz ejecución del plan, se cuenta con dos factores: la orografía polaca, sin obstáculo natural insalvable, excepto los ríos Vístula, Narew, Bug y San, y sobre todo su nueva doctrina de combate, la Blitzkrieg o guerra relámpago.
Ante Varsovia
El desarrollo de los combates es desastroso para las armas polacas. Durante los primeros días, tiene lugar la Batalla de la Frontera, en Mlawa, Mokra, Pomerania... La resistencia polaca es muy fuerte, e incluso en algunos sectores se detiene el avance alemán, pero la flexibilidad de las novedosas tácticas de combate alemanas y la calidad y movilidad de sus unidades, unido al control del aire, con la Luftwaffe bombardeando las concentraciones de tropas y las comunicaciones polacas, hacen que la balanza se decante siempre del lado de los ejércitos del Reich.
Rota la resistencia en la frontera, las unidades acorazadas móviles alemanas (las Divisiones Panzer) se internan profundamente en territorio enemigo. El ejército polaco, siguiendo su plan operativo —Zachod u Oeste—, intenta replegarse hacia el interior en espera del contraataque francobritánico, pero su retirada es todo menos ordenada: refugiados, carreteras colapsadas, unidades dispersas, ataques aéreos alemanes...
Contraofensiva
En efecto, los polacos, a pesar del terrible impacto militar y psicológico de la Blitzkrieg, luchan con una determinación desesperada. El día 9 tiene lugar la contraofensiva de Bzura, que coge desprevenidos a los alemanes. Pero el éxito es un espejismo…, el Alto Mando alemán reacciona con rapidez: es la oportunidad de cercar y derrotar al grueso del ejército polaco. Entre los días 13 y 14, la contraofensiva es aplastada y los polacos ya sólo pueden luchar para sobrevivir.
Con Varsovia cercada y sus fuerzas derrotadas, el Alto Mando polaco pone en marcha su último plan defensivo: el Saliente Rumano. Todas las unidades que pueden se retiran hacia el borde de la frontera con Rumanía donde intentarán resistir hasta que se produzca el todavíaesperado contraataque aliado en la frontera francesa. Éste no llegará. En su lugar, el día 17 las tropas del Ejército Rojo inician la invasión de Polonia por el este, cogiendo desprevenidas a las escasas fuerzas que guarecen la frontera. La sorpresa polaca es total. La campaña queda definitivamente decidida.
En el resto de Europa se considera que Stalin deja las manos libres a Hitler para su siguiente aventura expansionista, como antes hicieran las democracias occidentales en Múnich. Pero tres semanas más tarde, el 17 de septiembre, con Polonia virtualmente derrotada, empieza a vislumbrarse el alcance del pacto entre ambos dictadores.
Ese día el Ejército Rojo invade Polonia Oriental con la excusa de «proteger a la fraternal población de Bielorrusia y Ucrania». Dos ejércitos soviéticos con gran número de fuerzas acorazadas penetran en Polonia en sendos frentes. La confusión polaca es total; en algunas zonas, de población mayoritaría ucraniana o bielorrusa, se piensa que los soviéticos penetran en el país para ayudar en la lucha contra los nazis.
Volcado en su resistencia frente a los alemanes, el ejército polaco sólo cuenta con unas pocas unidades militares y con la guardia fronteriza, el KOP, para resistir a las vanguardias del Ejército Rojo, por lo que, impotente ante esta nueva situación, abandona el plan Saliente Rumano y se decide a concentrar todos los recursos contra los alemanes a fin de lograr que el mayor número de unidades posibles pueda escapar hacia la frontera con Hungría y Rumanía y pasar de allí a Francia, donde proseguirán la lucha.
Entre el 18 y el 25, tiene lugar la Batalla de Tomaszow-Lubelsk; los polacos combaten para escapar del cerco y romper el frente en dirección a Rumanía, pero son aplastados por los alemanes. Mientras, en Grodno y en Vilna, se intenta inútilmente detener la invasión soviética.
La resistencia continúa, si bien ya no son unidades cohesionadas las que luchan, sino restos de divisiones aisladas, que combaten para escapar y unirse al resto de las fuerzas supervivientes. Soldados germanos y rusos se encuentran en diversos puntos de la línea de demarcación fijada entre Ribbentrop y Molotov. Francia y el Reino Unido, inactivos frente a la frontera alemana, permanecen ahora callados ante esta nueva violación de la soberanía polaca.
Varsovia se rinde a los alemanes el 28 de septiembre, y el 6 de octubre la campaña se da por concluida. Una nueva partición de Polonia tiene lugar y su población pronto se va a ver inmersa en el terror de dos tiranías. Pero, aunque derrotados en combate, los polacos se niegan a firmar la paz y a capitular. Reunidos en el exilio, continuarán la lucha junto a los ejércitos aliados.
El Ejército Rojo penetró en Polonia inmediatamente después de habervencido a los japoneses en las riberas del río Khalka, entre Mongolia y Manchuria, en ese mismo mes de septiembre de 1939. Fue una guerra muy corta, pero sangrienta y contundente, a cau-sa de una disputa fronteriza.
Absortas en sus propios problemas, las potencias europeas apenas le prestaron atención. Sus consecuencias, sin embargo serían enormes avanzada la Segunda Guerra Mundial. Japón, firmante del Pacto Antikomintern y aliada de Alemania, pero escarmentada por la experiencia de Khalkyn Gol, no osaría declarar la guerra a la URSS cuando esta fue invadida por la Wehrmacht... Y la estrategia y tácticas empleadas en Extremo Oriente serían repetidas con igual éxito en Stalingrado, por el mismo general que había alcanzado la victoria en Manchuria, Georgy Zhukov.
Después de dominar los Balcanes con la invasión de Yugoslavia y Grecia
el 6 de abril de 1941, Alemania invadió la Unión Soviética el 22 de
junio de 1941, en una violación directa del pacto alemán-soviético. En
junio y julio de 1941, los alemanes también ocuparon los estados del
Báltico. Stalin, el líder soviético, se convirtió en un líder importante
del grupo aliado, junto con el presidente de los EE.UU., Franklin
Delano Roosevelt, y el primer ministro de Gran Bretaña, Winston
Churchill.
El 7 de diciembre de 1941, Japón (uno de las potencias del
Eje) bombardeó Pearl Harbor, Hawai. Los Estados Unidos inmediatamente
declararon la guerra a Japón. El 11 de diciembre, Alemania y Italia
declararon la guerra a los Estados Unidos.
Empezando con la llegada en 1942 de las tropas americanas a África
del norte, los Aliados obtuvieron una cantidad de victorias militares.
El 2 de febrero de 1943, el 6º Ejército alemán se rindió a los
soviéticos en Stalingrado.
En septiembre, los Aliados invadieron Italia,
que se rindió el 8 de septiembre, pero Mussolini estableció un régimen
fascista en Italia del norte. Las fuerzas alemanas luego invadieron
Italia del norte, y avanzaron hacia el sur para encontrarse con las
fuerzas aliadas. Las tropas alemanas mantuvieron Italia del norte hasta
mayo de 1945.
El 6 de junio de 1944 (el día D), doscientos cincuenta mil soldados
aliados llegaron a Francia, que fue liberada para fin de agosto.
Las
fuerzas aéreas aliadas atacaron las fabricas industriales nazis, tales
como la del campo de Auschwitz
(aunque las cámaras de gas nunca fueron un blanco).
Los soviéticos
empezaron una ofensiva el 12 de enero de 1945, y liberaron Polonia y
Hungría. A mediados de febrero de 1945, los Aliados bombardearon
Dresden, y casi cien mil civiles fueron muertos.
El 29 de abril, Hitler se suicidó. Berlín fue capturada por las
fuerzas soviéticas en mayo de 1945, y los alemanes se rindieron el 7 de
mayo de 1945. En agosto, la guerra en el Pacifico terminó, poco después
de que los EE.UU. usaran bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y
Nagasaki, matando instantáneamente ciento veinte mil civiles. Japón se
rindió formalmente el 2 de septiembre.
El bombardero «Enola Gay». Hiroshima tras la bomba / AFP FUENTE: AFP
El bombardero «Enola Gay». Hiroshima tras la bomba / AFP FUENTE: AFP
Tras lanzar sobre Hiroshima la primera bomba atómica que se utilizó en un conflicto armado, el Gobierno estadounidense impuso una estricta censura fotográfica sobre la ciudad. Tras una explosión que aniquiló en el acto a más de 140.000 seres humanos y destruyó el 70% de las estructuras físicas de la ciudad, Estados Unidos tuvo muy claro que cuanto menos viera el mundo de aquello, mucho mejor.
GALERÍA DE IMÁGENES
París, Roma, Londres, Praga, Budapest, el infierno de Dachau…con Europa en ruinas viajamos a través del caos mental y material de la Europa coventrizada y hambrienta que, curiosamente, a pesar de tantos y tantos bombardeos, no será convertida en un todo homogéneo con la reconstrucción.
2 gm Habitantes de Dresde suben a un tranvía en 1945 . Corbis
Imágenes de “LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL”
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BATALLAS
| La invasión alemana de la Unión Soviética
Stalin conocía la 'operación Barbarroja'
La 'operación Barbarroja', la invasión alemana de Rusia que se saldaría con 25 millones de muertos, pudo haber sido evitada.
Eso al menos se desprende de los documentos secretos que salen a la luz coincidiendo con el 70º aniversario de la invasión y
que demuestran que Stalin recibió decenas de informes de sus servicios
secretos (SVR) en los que advertían que Alemania estaba a punto de
violar el pacto de no agresión firmado por Von Ribbentrop y Molotov el 23 de agosto de 1939. El líder soviético, sin embargo, ignoró las advertencias.
Tal día como hoy, hace 70 años, mientras la radio alemana emitía por expresa orden del Führer los Preludios de Listz, tres millones de soldados con
70.000 cañones a lo largo de un frente de 1.600 kilómetros y apoyados
por 2.700 bombarderos de la Luftwaffe, hicieron realidad un infierno
que llevaba por nombre 'operación Barbarroja'.
La historia la
recogido como un ataque por sorpresa, pero ahora sabemos que el
Servicio de Inteligencia Exterior venía informando puntualmente de los
preparativos del Tercer Reich desde 1938 y que meses antes del inicio de la invasión había pedido que el ejército ruso pasase a estado de alerta.
"Stalin
desconfiaba enormemente de todos los que le rodeaban y eso le llevaba a
poner en cuarentena todas las informaciones que recibía. Consideraba
que querían envenenarle y sabía que el peor veneno que se puede
inocular a un jefe de Gobierno es información falsa, por lo que
tendía a no creer ninguno de los informes que le hacían llegar sus
propios equipos", relata Lev Sotskov, ex agente secreto y general en
retiro del SVR.
"La URSS estaba informada sobre los procesos que ocurrían en Europa. Los archivos evidencian cómo los servicios secretos cumplían
con su función de avisar oportunamente al Gobierno sobre diversos
procesos y cambios en el escenario internacional. Toda esta información
sobre los preparativos de la invasión se remitía desde hacía tiempo a
Stalin personalmente, pero no tomó medidas, pese a que estaba informado y
al tanto de todo lo que pasaba", recuerda el ex agente.
Stalin
accedió a poner el ejército en alerta máxima sólo en vísperas de la
invasión, la noche del 21 de junio de 1941, y debido a las presiones
del mando militar soviético y del jefe del Estado Mayor, Konstantín Zhúkov, pero la medida llegó tarde. La URSS no estuvo preparada en el momento de la invasión.
Pocas batallas han sido tan crueles como Stalingrado. Entre finales de agosto de 1942 y principios de febrero de 1943, más de un millón de soldados de la URSS y Alemania perecieron. A la dureza de los combates se le añadió el intenso frío, el hambre y las enfermedades.
La ciudad, que había sido reducida a escombros con intensos bombardeos desde el comienzo, era una ratonera plagada de minas, fracontiradores y
peligros. Sólo es posible entender aquella sanguinaria debacle, aquel
esfuerzo bélico desomunal y casi suicida, desde la óptica de las
dictaduras totalitarias de Adolf Hitler y Josif Stalin.
Los dos líderes exigieron la vida de
cientos de miles de sus compatriotas sin miramientos. Stalin prohibió a
soldados y civiles abandonar la ciudad en el verano del 42. Su orden Ni un paso atrás, que conllevaba la ejecución en caso de desoirla, era su voluntad férrea de no ceder jamás la ciudad que llevaba su nombre.
Hitler, por su parte, aún sabiendo que el
objetivo de los campos petrolíferos del Caúcaso era ya inalcanzable,
mantuvo una ofensiva cada vez más suicida sólo por el orgullo de
derrotar al soviético. Al final, Stalingrado resistió, aunque con un
coste humano demoledor: cerca de medio millón de hombres. Las bajas del
Tercer Reich serían aún mayores. No en vano, cuando los soviéticos
cercaron al VI ejército de Friedrich Paulus, en la llamada Bolsa de Stalingrado, todo estaba perdido.
Hitler ambicionaba el petróleo del Cáucaso para relanzar su campaña militar. Quería además dominar el Volga y de paso acabar con la industria que nutría al gigante soviético. Así lanzó sus fuerzas contra Stalingrado, en un ataque feroz que comenzó oficialmente en agosto de 1942.
La batalla costó casi dos millones de muertos entre soldados del Eje y fuerzas soviéticas hasta que sonó el último tiro el 2 de febrero de 1942. Fueron meses de infarto en los que Hitler llegó incluso a anunciar la victoria. ¿Cómo se salvó la ciudad?
Una "picadora de carne", según recuerdan los soldados alemanes. Las balas rebotaban en cualquier parte, y los rusos se desenvolvieron mejor en ese nuevo escenario, una "guerra de ratas" como la calificó un oficial del VI Ejército, y un Western europeo del siglo XX para algunos historiadores. Rusos y alemanes lucharon calle a calle. Casa por casa. El 90% de la ciudad quedó en ruinas.
Stalin emitió el 28 de julio de 1942 su famosa orden "Ni un paso atrás" en calidad de comisario de Defensa. Esto significaba que ningún soldado, ni mando militar, tenía derecho a retroceder sin una orden superior. Cualquiera que lo hiciese sería juzgado por un tribunal militar. En la práctica provocó que se formaran destacamentos de hasta 200 personas que permanecían en segunda fila esperando a los que se diesen la vuelta. Eran las temidas 'strafoty', compañías de castigo.
Esta frialdad despiadada de Stalin también se aplicó a la hora de solventar la escasez de armas. En algunos distritos del norte de la ciudad los soldados eran enviados a la batalla con un rifle para cada dos. Cuando el de delante moría, el que iba detrás de él agachado recogía el arma y seguía disparando. También pensó Stalin que le resultaría útil prohibir la evacuación de los civiles de Stalingrado. De este modo, los soldados rusos pelearían con más determinación sabiendo que sus mujeres e hijos estaban justo a sus espaldas.
Cuando perdieron las últimas zonas para recibir abastecimientos, los hombres de Paulus supieron que había llegado el fin. Tal como deseaba Stalin, los alemanes encerrados en el 'kessel' de Stalingrado duraron mucho menos que los soviéticos, también desmoralizados, que se arrastraban entre las ruinas.
Hitler ambicionaba el petróleo del Cáucaso para relanzar su campaña militar. Quería además dominar el Volga y de paso acabar con la industria que nutría al gigante soviético. Así lanzó sus fuerzas contra Stalingrado, en un ataque feroz que comenzó oficialmente en agosto de 1942.
La batalla costó casi dos millones de muertos entre soldados del Eje y fuerzas soviéticas hasta que sonó el último tiro el 2 de febrero de 1942. Fueron meses de infarto en los que Hitler llegó incluso a anunciar la victoria. ¿Cómo se salvó la ciudad?
La principal clave tal vez sea que la ciudad no se salvó. Fue derruida casi totalmente hasta el punto que a día de hoy los edificios anteriores a la reconstrucción son solo monumentos amputados de ladrillo ametrallado para ilustrar a los turistas. Los alemanes trituraron la ciudad, de cerca de medio millón de habitantes, reduciéndola a hierros y cascotes. Esto convirtió a Stalingrado en una jungla de hielo, muros semiderruidos y cloacas a cielo abierto.
Una "picadora de carne", según recuerdan los soldados alemanes. Las balas rebotaban en cualquier parte, y los rusos se desenvolvieron mejor en ese nuevo escenario, una "guerra de ratas" como la calificó un oficial del VI Ejército, y un Western europeo del siglo XX para algunos historiadores. Rusos y alemanes lucharon calle a calle. Casa por casa. El 90% de la ciudad quedó en ruinas.
Stalin emitió el 28 de julio de 1942 su famosa orden "Ni un paso atrás" en calidad de comisario de Defensa. Esto significaba que ningún soldado, ni mando militar, tenía derecho a retroceder sin una orden superior. Cualquiera que lo hiciese sería juzgado por un tribunal militar. En la práctica provocó que se formaran destacamentos de hasta 200 personas que permanecían en segunda fila esperando a los que se diesen la vuelta. Eran las temidas 'strafoty', compañías de castigo.
Esta frialdad despiadada de Stalin también se aplicó a la hora de solventar la escasez de armas. En algunos distritos del norte de la ciudad los soldados eran enviados a la batalla con un rifle para cada dos. Cuando el de delante moría, el que iba detrás de él agachado recogía el arma y seguía disparando. También pensó Stalin que le resultaría útil prohibir la evacuación de los civiles de Stalingrado. De este modo, los soldados rusos pelearían con más determinación sabiendo que sus mujeres e hijos estaban justo a sus espaldas.
La clave final de la victoria fue la capacidad soviética de reponer tropas. De este modo los soviéticos consiguieron, con la ayuda del duro invierno ruso, rodear desde fuera a los soldados alemanes que asediaban la ciudad junto a inexpertos reclutas rumanos. El 19 de noviembre de 1942 más 3.000 cañones rusos comenzaron a triturar las líneas enemigas más débiles entre Serafimovih y Klestkaya. Los alemanes todavía tenían margen para escapar pero Hitler exigió a Paulus y a sus hombres mantenerse en la ciudad que tenían –o creían tener- conquistada. Una urbe que pronto se convirtió en una jungla impregnada de olor a cadáver.
Cuando perdieron las últimas zonas para recibir abastecimientos, los hombres de Paulus supieron que había llegado el fin. Tal como deseaba Stalin, los alemanes encerrados en el 'kessel' de Stalingrado duraron mucho menos que los soviéticos, también desmoralizados, que se arrastraban entre las ruinas.
PARA SABER MÁS, VER:
Stalingrado
En suelo ruso, una de las batallas decisivas, con 3 millones de muertos
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