535 ISLAM. EL URBANISMO HISPANO MUSULMÁN


EL URBANISMO HISPANO MUSULMÁN 

El panorama urbanístico que encuentra el Islam en la península a su llegada es auténticamente desolador. Paulatinamente se había ido produciendo una inevitable decadencia de la ciudad, se había ido perdiendo la organización que regía a la ciudad visigoda, y los nuevos habitantes se encontraron el “campo libre” para crear sus ciudades, unas veces de nueva fundación y otras sobre terrenos romanos o godos. Frente a lo que se había realizado en ciudades como Bagdad, en las que se pretendía llegar a la perfección incluso creándose un concepto ideal del urbanismo, la ciudad hispanomusulmana adquiere otra concepción. La aglomeración de población hizo cambiar la imagen de ciudad romana que se tenía, los musulmanes impusieron una nueva forma de urbanismo desconocida hasta entonces en Occidente, una forma basada en la casi total ausencia de normas; la ciudad crece según los deseos de los habitantes sin más límite que el respeto al vecino. 

 Bagdad
 
El entramado urbano se convierte en una “tela de araña” en torno al centro comercial, el zoco, muy relacionado, por su proximidad, con la mezquita De él parten calles sin salida, angostas y laberínticas. La actividad de la ciudad giraba en torno a estos zocos, que con sus tiendas, talleres y almacenes creaban un conjunto arquitectónico pobre, una amalgama de construcciones todas ellas semejantes en forma y calidad. Los amplios espacios y grandes vías que encontrábamos en la ciudad romana desaparecen en favor de una organización por barrios en función de reunir en sitios concretos a los diversos artesanos, estos arrabales constituían la verdadera estructura urbana; la ciudad se convierte en un apretado entramado urbano que no deja hueco a espacios libres ni plazas. Sobre todo son las calles de segundo y tercer orden las de trazado más irregular al ir ramificándose entre las manzanas de casas con bastante indisciplina. Frente al urbanismo que seguían las ciudades romanas, en el que el sentido de la ortogonalidad era el que primaba, la ciudad hispanomusulmana sólo dejará ejemplos de rectitud y disciplina urbana en casos muy concretos y escasos, por ejemplo en Madinat al-Zahra, en el patio de los leones de la Alhambra, y en la distribución de algunos patios ajardinados. Además, en las ciudades árabes, el trazado anterior no desaparecía instantáneamente tras la conquista, algunos aspectos pervivían en el tiempo, así las vías principales de períodos anteriores que arrancaban de las puertas de las murallas seguirán existiendo en este nuevo trazado; por otra parte se ha de tener en cuenta otro factor más, el hecho, ya comentado, de que los nuevos edificios árabes se levantaban en el espacio que en épocas anteriores habían ocupado construcciones preislámicas, y que en éstas solían desembocar las principales calles, por tanto es lógico pensar que en algunos lugares se conservara la calle principal del período anterior, casos como Córdoba, Sevilla y Toledo.

A la angosta y laberíntica estructura de las calles árabes habría que añadir, en muchos casos, la presencia de jabalcones y saledizos, incluso pasadizos que unían ambos lados de la calle, lo que daba un aspecto aún más oscuro e irregular.

El motivo de la estrechez de las calles árabes no es otra que la de no ser necesaria su anchura, esto que puede parecer un galimatías, tiene su razón de ser. Por un lado la inexistencia de vehículos rodados y por otro el carácter de intimidad que caracterizaba al hombre musulmán, que no vivía prácticamente en la calle, sino más bien pasaba la mayor parte de su tiempo en la vivienda, no hacía necesario que las calles cumplieran una serie de requisitos y normativas que en otras culturas eran fundamentales.

Hay que añadir además los factores climáticos y tácticos que influyen en la configuración de la ciudad: había que defenderse de agentes atmosféricos, ejércitos invasores o revueltas interiores. Una de las premisas que había de tenerse en cuenta para la fundación de una ciudad era la de levantarla en la cumbre de una montaña, en una península o junto a un río con puente, todo ello por razones de defensa y protección, pero que influía en el aspecto urbano que presentaba. Idea por otra parte, la de la elección adecuada del lugar donde erigir la ciudad, de índole vitrubiana, que encontraba su antecedente en la Antigüedad.

Del carácter defensivo de la ciudad se deriva el que las primeras concentraciones humanas fueran a modo de campamentos, con una finalidad militar, que desarrollaba en torno al castillo un núcleo preurbano llamado alcazaba, “una ciudad miniatura que ejercía como fortaleza y palacio residencia”. Este recinto solía situarse en una zona montañosa, y las distintas instalaciones o dependencias: palacios, casas, aljibes, baños,..., se distribuían escalonadamente. Eran verdaderas ciudades palatinas autosuficientes en todos los sentidos, eran el símbolo del poder e iban unidas, casi siempre a ciudades de relevancia: Málaga, Almería, Toledo,... Una idea candente entre los especialistas es si las alcazabas precedieron al plano urbano o se forman simultáneamente.



Damasco  
Otro elemento que integra la ciudad árabe es el alcázar, un complejo recinto palatino residencial que incluía varias dependencias: palacios, edificios administrativos, alcazabas y cementerio, como era el caso del alcázar de Córdoba, junto a la mezquita aljama, o el del Generalife en Granada.

Estos dos elementos, alcazaba y alcázar, aun formando parte de la ciudad, deben considerarse al margen, aunque dependiente del núcleo central amurallado del que constan todas las ciudades hispanomusulmanas, llamado madina. La ciudad se completa con unos barrios exteriores con sus propias murallas, denominados arrabales, que según iban creciendo en proporción a la población, podían llegar a ser tan importantes como la madina.


 Damasco
  
Dentro de ésta se encontraba la mezquita mayor de la ciudad, y en torno suyo varias mezquitillas u oratorios de carácter público o privado. Éstos eran una referencia ineludible dentro del entramado urbano, y próximos a ellos se encontraban los zocos, entre los cuales destacaba la alcaicería, mercado especializado en artículos de lujo, generalmente de pertenencia real. Otro edificio muy común en el paisaje urbano árabe era el de los baños, hammam, de todo género: reales, públicos y privados; interesantes edificios tanto formal como funcionalmente, ya que se trataba de auténticos centros sociales, en torno a los cuales se desarrollaba gran parte de la vida del hombre musulmán.

Otros espacios con los que contaba la ciudad hispanomusulmana, situados a las afueras de la madina eran los morabitos, una especie de monasterios, los cementerios, maqbarat, las musallas, oratorios al aire libre de amplia extensión y casi siempre rodeados de murallas, la almuzara, gran superficie para paradas militares y otras manifestaciones públicas. Estos dos últimos espacios compensaban o sustituían la ausencia de espacios amplios libres dentro de la madina.

De todas las ciudades hispanomusulmanas: Almería, Málaga, Granada, Sevilla, Cuenca, Jaén, Úbeda, Toledo, Zaragoza, etc., Córdoba fue la más importante, alcanzando su máxima población, medio millón de habitantes, en tiempos de Almanzor, y de ella volveremos a hablar por albergar, aunque a las afueras de la ciudad, uno de los complejos palaciegos más interesantes de época califal, Madinat al-Zahra.

Qurtuba

 PARAQ SABER MÁS VER:
 CÓRDOBA ISLÁMICA


LA VIVIENDA ISLÁMICA

Debido a la expansión del Islam y, como consecuencia, a su heterogeneidad cultural, la casa árabe puede resultar muy diversa, sin seguir un modelo tipo en su estructura, lo que sí permanece invariable en ellas son dos principios sociales básicos: el concepto de la vivienda como lugar de reclusión, donde prima el derecho a la intimidad, y la separación de la mujer en dependencias distintas a las del resto de la familia.

La unidad urbana básica que encontramos en la ciudad islámica es la casa -dar-, conjunto de habitaciones que forman la vivienda familiar. El concepto de protección que comentábamos respecto a la ciudad, se traslada también a la vivienda, protegiéndolas con unos muros romanos de hormigón con encofrado de madera, procedimiento muy utilizado en la península ibérica.

La tipología era la de un patio central rodeado de habitaciones siguiendo el esquema de la casa romana. A este patio daban todas las ventanas de las habitaciones, la vivienda árabe nunca se abría directamente a la calle, basándose en ese secretismo del que ya hemos hecho mención anteriormente.

La mayoría de las casas árabes eran de escasas dimensiones pero siempre debían estar preparadas para ser agrandadas en función de las necesidades que surgieran. El acceso a la vivienda se realizaba a través de un pasadizo desde el adarve, con el fin de ocultar a la mirada del transeúnte el modo de vivir de los habitantes. Éste desembocaba en el patio que podía tener varios pórticos o galerías de columnas o pilares. En este patio, la mayoría de ellas tenían un estanque o alberca con pozo o aljibe.

 Un tema crucial en las ciudades islámicas es el del agua, a parte de situarse en lugares bien suministrados de este elemento, la ciudad contaba con perfectos sistemas de traídas de agua, dotándose de grandes estanques o cisternas a las afueras donde llegaba el agua, que luego era repartida a cisternas de intramuros y fuentes. Estos aljibes o cisternas se convirtieron en verdaderos sistemas arquitectónicos, heredados de la Roma antigua. Divididos en naves abovedadas, algunos de ellos fueron fácilmente confundidos con pequeñas mezquitas si no fuera por el revestimiento de paredes y solerías y las lumbreras de las claves de las bóvedas. Eran numerosas las cisternas que podía reunir una ciudad, alcanzando el número de treinta por ejemplo, sólo en el Albaicín (Granada); lo ordinario era que cada casa contara con una de ellas. Pasados los pórticos del patio se encontraban las habitaciones, reservando las de la planta superior a las mujeres, también estas galerías daban entrada a otras dependencias, cocina y letrinas. En cuanto a mobiliario, las casas árabes carecían prácticamente de él, las diferentes dependencias, que podían asumir distintas funciones, de dormitorio, de estancia o de comedor, según la ocasión y la época del año, se dotaban de ligeros bártulos, fácilmente transportados: alfombras, esteras, arcas, etc.

En la península ibérica son muy conocidas las casas almohades de Siyasa en Cieza (Murcia), que siguen prácticamente en su totalidad este esquema.


LA CASA ISLÁMICA


 MUSEO MEDINA AZAHARA

 
La palabra casa en la lengua árabe es maskan y deriva de la raíz sakina que significa paz y tranquilidad. El interior de la casa está abierto al cielo, a la serenidad. Es el único lugar donde la familia musulmana puede encontrar su serenidad y la mujer puede moverse sin poner el hijab y sin ser expuesta a las miradas de extraños. La casa musulmana está organizada alrededor de un patio interior, presenta al mundo exterior altos muros que carecen de ventanas, interrumpidos sólo por una única puerta de poca altura y algunas veces por unos ajimeces (ventanas o balcones volados, de madera, cerrados por espesas celosías, en los que las mujeres podían estar al aire libre en una agradable penumbra y, contemplar la calle sin ser vistas).

La puerta exterior daba paso a un zaguán, más o menos grande según la importancia de

la vivienda, desde el que por otra puerta, descentrada respecto de la primera, se penetraba en el patio, directamente o a través de un paso acodado. Así se evitaba el que, al estar la puerta de la calle abierta, cualquiera que por ella pasase, pudiese ver el patio (54). La estricta vida privada e íntima de la familia islámica y el respeto al deber religioso del hiyab de las mujeres fomentaron el desarrollo de un sistema de "doble circulación" o de la división de la casa en dos zonas: una reservada a la recepción de los invitados hombres (selamlik) y otra reservada a las mujeres y miembros de la familia (haremlik) (28). Esta división estaba claramente definida en las grandes casas donde se encuentran dos patios, uno para el haremlik y otro para el selamlik.

Sin embargo, la mayoría de las casas tenían un sólo patio. Así el espacio estaba organizado verticalmente por lo que el primer piso era para los hombres y el segundo para la mujer y la familia. En otros casos, las habitaciones cercanas a la entrada eran destinadas a recibir los invitados varones, y las habitaciones internas a las mujeres y los miembros de la familia (ver fig.15).

Aunque el patio central está cerrado en sus inmediaciones, esta abierto al cielo

proporcionando a sus habitantes una visión clara del infinito. El patio, en este caso, actúa como una conexión simbólica entre el microcosmos de la familia y el microcosmos del exterior. El uso activo del tejado protegido con una pared contribuye también al incremento de la sensación de vitalidad en el interior y proporciona especialmente a las mujeres un espacio abierto en el que se sienten libres de moverse. Con el calor y la cruel sequedad se ha necesitado un enorme esfuerzo humano para dar un soplo de vida a las casas de las ciudades islámicas. Así en los centros de los patios, bellamente cubiertos de mármol se colocan fuentes con agua fluyendo, que no sólo crean una sensación de tranquilidad sino funcionan también para refrescar el aire.

Árboles de cítricos y jazmines son las plantas típicas en el patio por sus bellas flores y sus agradables fragancias. La presencia del agua y árboles da un significado simbólico. creando una sensación de paraíso en la tierra.


Esquemas compositivo de la vivienda islámica

    - Protección de la radiación solar.
    - Incorporación de mucha masa térmica.
    - Enfrimiento evaporativo.
    - Enfrimiento radiante.

Estrategias de caracter urbano:
    - La presencia de patios autosombreados por el edificio.
    - Calles estrechas autosombreadas por los edificios que las conforman y por los complementos (toldos, cañizos, celosías, etc.) que se coloquen sobre ella.
    - Voladizos que sombreen las calles.
    - Calles con un trazado irregular que dificulte la circulación del aire diurno caliente.
    - Presencia de vegetación que permita el enfriamiento evaporativo.

Estrategias edificatorias:
    - Voladizos que sombreen los huecos y las fachadas.
    - Huecos pequeños y protegidos con celosías, contraventanas, cortinajes, etc.
    - Colores de las fachadas claros para reflejar la radiación solar.
    - Muros gruesos y pesados para dotar al edificio de mucha masa térmica y asegurar en el interior una temperatura estable cercana a la media del día.
    - Presencia de patios que permitan la presencia de vegetación (enfriamiento evaporativo) y la reirradación nocturna (enfriamiento radiante).
    - Presencia de agua en forma de fuentes, estanques, recipientes, albes, etc.
La casa islámica es una construcción de aspecto pobre al exterior, diseñada para ser mirada y vivida desde el interior. La puerta de entrada nos muestra un pasillo o zaguán oscuro, seguido de un recodo antes de acceder al patio. A este patio, fuente de frescor, se abren el resto de habitaciones de la casa, al exterior se muestran los muros ciegos.
El patio musulmán también es muy diferente a la idea de jardín occidental. Para él, su jardín del eden es un lugar fresco, sombrío, con agua por el suelo... Un paraiso diferente, debido a las diferentes condiciones geográficas, la baja pluviosidad, el máximo soleamiento, y las enormes diferencias de temperaturas, que provocan vientos muy fuertes.
Ante esto, el hombre se aisla del exterior para conseguir sombra, y evitar los vientos. Aquí surge el PATIO, como una habitación más de la casa, la más importante.  Además de reducir el impacto climático, permite al aren de la familia que no pueda salir al exterior, estar al aire libre.
En la cultura islámica no se buscaba lo unfinito, sino lo mensurado, la escala humana. Para lograrlo utilizan pantallas de columnas, celosías, que dividen espacios, y los ejes quebrados, que dan lugar a construcciones sin un orden externo, pero si interno, que pueden crecer sin que desaparezca el tipo.


-ALMUNIA
Huerto, granja.



Del árabe hispánico almúnya, quinta, y este del árabe clásico munyah, deseo.
Almunia era el nombre dado por los árabes a una villa o casa de campo en las proximidades de una ciudad: una explotación agrícola que a veces también desempeñaba funciones defensivas...
La típica almunia siempre trataba de aprovechar al máximo los recursos naturales disponibles: los cultivos intensivos eran respetuosos con el ecosistema, y se buscaba un equilibrio sostenible en el que se entremezclaban los árboles frutales, plantas exóticas y plantas aromáticas. En la almunia el agua era imprescindible, y estaba presente en forma de estanques, acequias o fuentes.

Es notable que todavía hoy persisten nombres de pueblos en España que aluden a las almunias, por ejemplo: La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), Rafol de Almunia (Alicante), Almunia de San Juan (Huesca)...

- Al-Rusafa
Las almunias eran residencias campestres, a veces verdaderos palacios, situados a las afueras de la ciudad. No eran sólo grandes fincas de recreo rodeadas de extensos jardines bien irrigados, sino también importantes explotaciones agrícolas o ganaderas que producían cuantiosos beneficios al propietario. Una de las más antiguas de Córdoba era la almunia al-Rusafa, edificada por el emir Abd al-Rahman I (756-788) al norte de la capital. En ella, según las fuentes, se plantaron plantas exóticas y árboles traídos de Siria y otras regiones por los agentes del emir, entre ellos una palmera y unos granados que daban gruesos frutos, variedad que fue conocida desde entonces como granada rusafí, por proceder de la Rusafa siria, o granada safarí, en recuerdo de Safar, la persona que, al parecer, la introdujo en la provincia de Málaga. Esas nuevas especies, incluida dicha granada, se aclimataron en esta almunia y después se expandieron por la Península.



PARA SABER MÁS VER: 
 ITINERARIO POR QURTUBA
ART-ISLAM
CÓRDOBA ISLÁMICA
 

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