El interés del 23-f sigue estando presente. Está cercano en el tiempo; algunos de sus protagonistas viven; es un acontecimiento irrepetible, transcurrió en un escenario teatral (el Congreso de los Diputados); provocó disparos aún visibles en el techo del hemiciclo, pudo provocar muertes inocentes; pudo provocar una guerra civil; el entonces joven Rey fue el héroe que se enfrentó a los golpistas, algunos de los cuales eran sus colaboradores desde niño y, al abortar la intentona, obtuvo su consagración como monarca democrático, un talismán que mantiene hasta hoy. Al golpe le siguió un juicio mediático transmitido en directo. Hubo grandes penas de cárcel; hubo muchos libros; corrió la tinta en los medios escritos (aún no había televisión privada). En el drama (la mayoría de cuyos actores, todos hombres, maduros, de uniforme, armados, cargados de testosterona cuartelera y con aroma en muchos casos a sacristía, se sentían por encima del bien y del mal), había aristócratas, agentes secretos, espadones con apellido compuesto, fascistas de pistolón y franquistas resentidos, que secuestraron a tres centenares de diputados indefensos hasta rozar la tragedia. Y entre los buenos, como estrellas estelares que ya figuran en las páginas de la historia, tres que le echaron mucho valor a esas 14 horas: el joven y desclasado presidente Adolfo Suárez, el viejo vicepresidente militar franquista reconvertido en demócrata, Manuel Gutiérrez Mellado, y el carismático líder comunista, Santiago Carrillo. Y un cuarto, Sabino Fernández Campo, otro militar atípico proviniente del régimen anterior, pero que sirvió de lazarillo al monarca para indicarle por dónde iban los tiros y que no errara en ningún momento en su elección del bando adecuado.
PROTAGONISTAS
Alfonso Armada, el cerebro político de golpe. El hombre que tenía que ser el nuevo presidente del Gobierno de esa democracia descafeinada. Condenado a 30 años de reclusión por un delito de Rebelión Militar, de los que sólo cumpliría ocho antes de ser indultado por motivos de salud. El hombre que perdería sus preciadas estrellas de general. Era el hombre del Rey, junto al que había pasado más de 20 años a su servicio, desde que llegó como su mero ayudante hasta convertirse en su secretario para todo y en poderoso secretario general de la Casa del Rey tras la muerte de Franco y ser apartado de su lado a finales de 1976 por el presidente Suárez, que olfateaba como nadie sus veleidades golpistas. Armada nunca perdonó ese desplante del Rey por persona interpuesta.
El general Armada acompañado por un escoltra junto al Congreso en la madrugada del 24-f.
El exgeneral Alfonso Armada Comyn, fallecido este domingo 1-XII-2013 en Madrid a los 93 años, fue uno de los principales artífices de la intentona golpista del 23 de febrero de 1981, y al mismo tiempo, la gran víctima de su fracaso. Armada pretendía hacerse con la presidencia del Gobierno ante un Congreso capturado por los guardias civiles al mando del entonces teniente coronel Antonio Tejero. El golpe estaba tan mal preparado que Tejero, ignorante de esa parte del plan, se negó rotundamente a permitírselo. Arrestado tras el fracaso del golpe, Armada fue juzgado y condenado. Indultado en 1988, ha llevado una vida discreta hasta su fallecimiento, ocurrido ayer en Madrid.
Nació el 12 de febrero de 1920, en el seno de una familia monárquica militante. Se sumó como voluntario a los militares sublevados contra la República y participó después en la División Azul. En España formó parte del grupo encargado de dar clases al príncipe don Juan Carlos, traído a Madrid por voluntad del general Francisco Franco para ser educado bajo sus reglas. Armada pasó varios años (dos en la Escuela Superior de Guerra en París, otros posteriores en las secretarías de varios ministros militares) hasta el reencuentro con don Juan Carlos, de quien comenzó a ser ayudante en 1965. Diez años después, cuando el entonces príncipe de España fue proclamado Rey, Armada fue designado secretario general de la Casa del Rey.
La cercanía a don Juan Carlos se rompió en 1977, cuando el general Armada abandonó La Zarzuela en pleno desarrollo de la transición de España a la democracia. Era contrario a muchos de los planes de Adolfo Suárez, en aquel tiempo el jefe del Gobierno que conducía el proceso de transición a la democracia. Armada aseguró públicamente que Suárez no le había echado de La Zarzuela, sino que su apartamiento fue voluntario, con la finalidad de proseguir la carrera militar; pero las divergencias existieron claramente.
A finales de 1980, con varias intentonas de golpes de Estado en marcha, el rey don Juan Carlos tuvo interés en que Armada regresara a un cargo en Madrid. Pretendía volver a tener cerca a quien podía estar en el seguimiento de los elementos militares más peligrosos. Adolfo Suárez, como presidente del Gobierno, se opuso rotundamente a esa sugerencia
Solamente la dimisión de Suárez, a finales de enero de 1981, desbloqueó el nombramiento de Armada como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, lo cual le permitió volver a Madrid cuando faltaban pocas semanas para el intento golpista del 23-F.
Armada ya era conocedor de los planes del teniente general Jaime Milans del Bosch, que quería dar un golpe de fuerza al estilo de los pronunciamientos militares del siglo XIX. La dimisión de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno le cogió con el golpe a medio preparar. Él no era el hombre mejor conectado con los sectores influyentes que deseaban revertir la democracia: el general Armada sí lo era, además de tener fama de haber recuperado la relación con el rey don Juan Carlos. En la tarde del 23-F, poco antes de la ocupación del Congreso por las fuerzas de Tejero, otro pequeño grupo de leales a Milans del Bosch intentó sublevar a la división acorazada Brunete; de hecho, diferentes acuartelamientos se entregaron a febriles preparativos para armar y municionar a las tropas que debían ocupar Madrid.Si eso no llegó a ocurrir, fue por la actitud de Sabino Fernández Campo, que, a preguntas del jefe de la Acorazada, de si estaba Armada en La Zarzuela, le contestó: “Ni está ni se le espera”. Al tiempo, Fernández Campo advertía al Rey contra las intenciones de Armada de presentarse en palacio y la invocación que se hacía de su nombre entre los golpistas.
Horas más tarde, Armada intentó ofrecerse para presidir un Gobierno de salvación, al tiempo que ponía aviones a disposición de los guardias civiles sublevados para abandonar España. Tejero se negó rotundamente a ambas cosas —él no había asaltado el Congreso para eso— y frustró la última posibilidad de poner en marcha una versión improvisada de la solución Armada que tanto había acariciado su autor y los elementos de la sociedad civil que le apoyaban.
Armada todavía regresó a la mañana siguiente al Congreso, esta vez para negociar la rendición de los sublevados. Él se ocupó de resaltar esa actitud como su verdadera contribución al 23-F y de ahí la incomprensión pública que manifestó siempre hacia el hecho de ser arrestado, juzgado y condenado
Nació el 12 de febrero de 1920, en el seno de una familia monárquica militante. Se sumó como voluntario a los militares sublevados contra la República y participó después en la División Azul. En España formó parte del grupo encargado de dar clases al príncipe don Juan Carlos, traído a Madrid por voluntad del general Francisco Franco para ser educado bajo sus reglas. Armada pasó varios años (dos en la Escuela Superior de Guerra en París, otros posteriores en las secretarías de varios ministros militares) hasta el reencuentro con don Juan Carlos, de quien comenzó a ser ayudante en 1965. Diez años después, cuando el entonces príncipe de España fue proclamado Rey, Armada fue designado secretario general de la Casa del Rey.
La cercanía a don Juan Carlos se rompió en 1977, cuando el general Armada abandonó La Zarzuela en pleno desarrollo de la transición de España a la democracia. Era contrario a muchos de los planes de Adolfo Suárez, en aquel tiempo el jefe del Gobierno que conducía el proceso de transición a la democracia. Armada aseguró públicamente que Suárez no le había echado de La Zarzuela, sino que su apartamiento fue voluntario, con la finalidad de proseguir la carrera militar; pero las divergencias existieron claramente.
A finales de 1980, con varias intentonas de golpes de Estado en marcha, el rey don Juan Carlos tuvo interés en que Armada regresara a un cargo en Madrid. Pretendía volver a tener cerca a quien podía estar en el seguimiento de los elementos militares más peligrosos. Adolfo Suárez, como presidente del Gobierno, se opuso rotundamente a esa sugerencia
Solamente la dimisión de Suárez, a finales de enero de 1981, desbloqueó el nombramiento de Armada como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, lo cual le permitió volver a Madrid cuando faltaban pocas semanas para el intento golpista del 23-F.
Armada ya era conocedor de los planes del teniente general Jaime Milans del Bosch, que quería dar un golpe de fuerza al estilo de los pronunciamientos militares del siglo XIX. La dimisión de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno le cogió con el golpe a medio preparar. Él no era el hombre mejor conectado con los sectores influyentes que deseaban revertir la democracia: el general Armada sí lo era, además de tener fama de haber recuperado la relación con el rey don Juan Carlos. En la tarde del 23-F, poco antes de la ocupación del Congreso por las fuerzas de Tejero, otro pequeño grupo de leales a Milans del Bosch intentó sublevar a la división acorazada Brunete; de hecho, diferentes acuartelamientos se entregaron a febriles preparativos para armar y municionar a las tropas que debían ocupar Madrid.Si eso no llegó a ocurrir, fue por la actitud de Sabino Fernández Campo, que, a preguntas del jefe de la Acorazada, de si estaba Armada en La Zarzuela, le contestó: “Ni está ni se le espera”. Al tiempo, Fernández Campo advertía al Rey contra las intenciones de Armada de presentarse en palacio y la invocación que se hacía de su nombre entre los golpistas.
Horas más tarde, Armada intentó ofrecerse para presidir un Gobierno de salvación, al tiempo que ponía aviones a disposición de los guardias civiles sublevados para abandonar España. Tejero se negó rotundamente a ambas cosas —él no había asaltado el Congreso para eso— y frustró la última posibilidad de poner en marcha una versión improvisada de la solución Armada que tanto había acariciado su autor y los elementos de la sociedad civil que le apoyaban.
Armada todavía regresó a la mañana siguiente al Congreso, esta vez para negociar la rendición de los sublevados. Él se ocupó de resaltar esa actitud como su verdadera contribución al 23-F y de ahí la incomprensión pública que manifestó siempre hacia el hecho de ser arrestado, juzgado y condenado
Jaime Milans del Bosch.: "El balance de la transición no ofrece un saldo positivo: terrorismo, inseguridad, inflación, crisis económica, paro, pornografía y, sobre todo, crisis de autoridad. Los militares hemos contemplado esa situación con actitud expectante y serena pero con profunda preocupación". Menos mal que ante ese panorama Don Jaime, y sus amigos para solucionarlo.
Rey y el general Milans del Bosch durante unas maniobras en 1977.
Antonio Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil, que evitó que Armada se propusiera como candidato a la Presidencia a los diputados secuestrados (porque le pareció demasiado tibio con la izquierda) y con el que también compartía un amor a España de manual del Frente de Juventudes y un catolicismo preconciliar.
PARA SABER MÁS, VER:
GOLPE DE ESTADO. ¿FIN DE LA TRANSICIÓN?
23-F: 25 años de la intentona golpista
http://www.ideal.es/apoyos/especiales/23f/pages/foto01.htm
Galería fotográfico con los principales momentos del golpe frustrado de Tejero.
505 ANIVERSARIO DEL 23-F
- Golpe del 23 - F. Imagenes de la ocupación del Congreso de los Diputados por el Teniente Coronel Tejero
- 20 años del Golpe
- El 23-F
- 505 ANIVERSARIO DEL 23-F
Madrugada del 24-f. Pardo Zancada llega al Congreso con 113 hombres.
noche del 23-f en Valencia, con los tanques de Milans en la calle.
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