POBLACIÓN Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XIX. VIDA COTIDIANA
SOCIEDAD
SOCIEDAD
A   partir de la Revolución Francesa, y a lo largo de todo el siglo, la   sociedad estamental del Antiguo Régimen se fue desintegrando para   formarse la estructura de clases que se conserva hoy. Desaparecen los   privilegios legales, y sobre todo fiscales, que habían disfrutado los   nobles y el clero, y asume el poder la nueva clase burguesa surgida de   la Revolución Industrial, que también precisó el nacimiento del   proletariado obrero. 
En  esta nueva situación motivada por el  desarrollo industrial, la lucha  de clases descrita por los marxistas  tuvo lugar en España con cierto  retraso respecto a Europa.
La nobleza vio   menguado su poder debido a la industrialización, que sustituyó a la   agricultura como base de la economía. El empeño en mantener su sistema   tradicional agrario como fuente de riqueza llevó a la ruina a muchas   casas nobiliarias, por lo que algunas de las cuales simpatizaron con el   carlismo. Mientras, otras se adaptaron a los nuevos tiempos invirtiendo   su capital en el incipiente mercado industrial, o emparentándose con   familias burguesas con más solvencia.
En política, los nobles se mantuvieron cercanos al trono y solían formar parte del Senado, ya que durante la mayor parte del siglo los liberales moderados, o bien los absolutistas, reservaron la Cámara alta a la llamada aristocracia social. Este nuevo grupo estaba formado por la vieja aristocracia en alianza con la alta burguesía. Surgió a partir de la década de los 30, y sus intereses eran defendidos por el partido moderado.
Este pacto social funcionó también en economía. Aparecieron   jefes de administración y altos cargos de empresa, que no tenían   capital suficiente para que les correspondiesen esos cargos, pero que   eran admitidos por la fama o las influencias que pudiera dar un apellido   aristocrático.
En lo social, fue la alta burguesía quien adoptó las costumbres y maneras de la nobleza. Tanto los nuevos como los viejos ricos acudían a banquetes, recepciones en palacios y casas solariegas, y sobre todo a sesiones de ópera, en donde los palcos reservados eran el lugar apropiado para la vida social más que para disfrutar de la música.
- La Iglesia vio menguado su poder desde los primeros años del siglo, cuando el Estatuto de Bayona prohibió la Inquisición de manera oficial. Posteriormente, las Cortes de Cádiz (1812), aun estando integradas en un 33% por clérigos, ratificaron la abolición del Santo Oficio, e intentaron llevar a cabo la desamortización de parte de los latifundios en propiedad de la Iglesia, concretamente ordenaron la expropiación de todos los conventos con menos de 12 profesos y de los que excediesen de dos por ciudad y orden. Durante los periodos absolutistas de Fernando VII, el clero mantuvo su posición en las Cortes estamentales. Sin embargo la Inquisición, que hasta ese siglo había acaparado prácticamente el poder judicial en España con escasas limitaciones, no volvió a recuperar la eficacia desde 1812, y en 1820 el gobierno liberal la suprimió definitivamente del último país en el que operaba.
 
![[4DPict[3].jpg]](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjFCaJjcHLqqa7HRRQjhx8yr-VTSbPJkzhdjK6RmZPXwmx1yAgr1l1izaeodtkkrxqnewCKVP_1aCPy4zv6DCXVH5O01FT3wsm3ZLyQDldtBaXexE99jcf2AoHn98UwFgClLdVispKvDv1P/s640/4DPict%5B3%5D.jpg)
de Joaquín Sorolla 1863-1923. La Reliquia
Uno de los mayores golpes para la Iglesia española durante el siglo XIX fue la desamortización de sus bienes inmuebles ideada por Juan A. Mendizábal (político liberal progresista) en 1836 y ejecutada en los años posteriores. Esta ley permitía la expropiación de todas las propiedades eclesiásticas que no se dedicasen a escuelas u hospitales, para luego subastarlas públicamente. Esta medida fue motivada por la falta de fondos públicos durante la Guerra Carlista, pero tuvo muchas otras consecuencias en relación al clero: El deterioro o destrucción que sufrieron muchos monasterios e iglesias debido al nuevo uso como almacenes o establos, con la consecuente pérdida artística. Además se rompieron relaciones con el Vaticano, y no se volvieron a restaurar hasta el Concordato de la Década Moderada (1845), en el cual se otorgaba a la Iglesia una parte del presupuesto público.
La  Constitución  nonata de 1856 contemplaba una cierta tolerancia  religiosa, la del 68  proclamó la libertad de cultos, y finalmente la 1ª  República decretó la  separación total entre Iglesia y Estado, lo que  vino a significar el  cese de las ayudas económicas al clero y su salida  de la vida política.
Este   descenso en el poder político y económico provocó una gran disminución   en el censo de frailes y monjas (integrantes del clero regular): de   24.000 en 1837 a 8.000 en el 54, debido también a que los subsidios que   recibían no eran muy magnánimos. Se dice que llegaron a constituir un   proletariado religioso. Además esta situación ayudó a que la parte más   reaccionaria de la Iglesia, ya de por sí conservadora, apoyara al   carlismo.
A pesar de que durante la Restauración algunas órdenes como los jesuitas consiguieron reimplantarse en la enseñanza, habían perdido la importancia que antes tenían en las ciudades. En esa época ya sólo se observa influencia en las localidades medianas y pequeñas, y concretamente es el clero secular (los curas) quienes ejercen esa presencia, como se refleja en La Regenta de Clarín.
- La burguesía vivió en el siglo XIX su época de crecimiento y la instauración (al menos en España) del sistema liberal diseñado de acuerdo con sus intereses. Su primera acción política en ese siglo fue su colaboración en las Juntas Provinciales patrióticas surgidas durante la Guerra de Independencia, y después en las Cortes de Cádiz, en las que los nobles se vieron por primera vez en minoría respecto a los burgueses. Pero el concepto de burguesía evolucionó a lo largo del siglo:
 
La   extensa capa de población que se encontraba a finales del Antiguo   Régimen bajo la nobleza y el clero integraba una gran variedad de clases   sociales que con la Revolución Industrial se diversificó aún más.  Entre  ellas se diferencia a la burguesía (comerciantes e industriales),  de  las clases medias (profesiones liberales) y de las clases bajas   (proletariado, artesanado y campesinado). Una vez instaurado el Estado   liberal tras Fernando VII, la mayor parte de los grandes burgueses se   identificaron con el partido moderado, junto con los nobles más   moderados que no apoyasen al carlismo.
Por  lo tanto la burguesía  es la clase que surge del comercio, y que  durante los siglos XVIII y XIX  se enriquece debido a la  industrialización. Sin embargo en España la  industrialización fue un  proceso muy lento y algo tardío, y se  desarrolló sobre todo en las  regiones periféricas como Cataluña o el  País Vasco (caso de la familia  Güell). En el interior, las fortunas se  fraguaron en torno a la banca  (como la familia O'Shea), sobre todo a  partir de la Ley de Banca de  1855; adquiriendo contratos de servicios  públicos, o una de las  actividades más rentables: especulando con el  suelo urbano que  comenzaba a crecer con rapidez. Todas ellas son  actividades que no han  dejado de dar beneficios desde entonces.
- Las clases medias se desmarcaron inmediatamente de la alta burguesía en cuanto tuvieron ocasión en la política, en el Trienio liberal, y sus reivindicaciones eran expresadas por el partido progresista. Estas clases estaban constituidas por todas las profesiones liberales (trabajadores no manuales por cuenta propia), entre las que tuvieron especial importancia los abogados, periodistas, funcionarios, ingenieros, profesores y médicos.
 
Los abogados  constituían la profesión  con mayor influencia política, ya que de sus  bufetes salieron la mayoría  de los políticos del siglo. En las Cortes  era difícil encontrar un  diputado o senador que no fuera burgués, noble  (ya pocos), militar o  abogado.
Los periodistas nacieron con la libertad de prensa, a pesar de que ésta se vio cuestionada en varias ocasiones a lo largo del reinado de Isabel II. La difusión de los periódicos (llegó a haber 700 publicaciones en 1822) los convirtió en una herramienta de propaganda política, por lo que los periodistas solían estar significados con uno u otro partido. A través de sus escritos, personajes como Fernández de los Ríos (progresista) o Escobar (conservador) dirigían los ánimos de sus lectores hasta el punto de incitar revoluciones, como la de 1868.
Los profesores se dividían en dos grupos diferenciados según su nómina: Los catedráticos de institutos y universidades eran funcionarios del Estado, y desde sus cátedras ejercían cierta influencia en sus alumnos. Los maestros en cambio, eran mantenidos por los ayuntamientos.
Los funcionarios desempeñaban una función importante, pero un tanto precaria. A pesar de la reglamentación del puesto de funcionario de carrera bajo el mandato de Narváez, las plantillas enteras se renovaban en cada cambio de gobierno, y sus plazas eran sustituidas por los militantes del partido entrante. Las masas de funcionarios reemplazados, llamados cesantes, esperaban otra victoria de su partido para volver a ocupar los puestos vacantes.
Los ingenieros y arquitectos   fueron los planificadores del crecimiento urbano y de las obras   públicas llevadas a cabo en ese siglo, como el trazado del ferrocarril,   el abastecimiento de agua a las ciudades, los proyectos urbanísticos y   las plantas industriales. Cabe recordar a Cerdá, el diseñador del   ensanche de Barcelona, y a Arturo Soria, que trazó la Ciudad lineal de   Madrid.
Los médicos eran los miembros de las clases medias más comprometidos con las capas populares, particularmente aquellos que trabajaban en los hospitales de los barrios pobres o tenían contacto con el mundo obrero. De entre ellos surgieron políticos republicanos y socialistas, como el dr. Esquerdo o Jaime Vera.
- Las clases bajas formaban el grueso del la población, al igual que en todas las épocas. En el siglo XIX se distinguían varios grupos según su ocupación: campesinos, artesanos, obreros y criados. Las tres últimas clases, de extracción urbana, estuvieron representadas a partir de la década de 1840 por el partido demócrata
 
Los campesinos   vivían de forma diferente según las regiones. En Andalucía eran en su   mayoría jornaleros, que sólo tenían trabajo por temporadas (siembra y   cosecha), recibían unas pagas mínimas y vivían miserablemente. No   tuvieron respaldo político de ningún partido hasta la llegada del   anarquismo en el Sexenio Democrático. En otras partes de España había   campesinos propietarios que cultivaban su pequeña finca, lo que les   permitía llevar una vida algo más desahogada siempre que la cosecha   fuese suficiente. En años de sequía, como la de 1867, sufrían peor   suerte los arrendatarios y los aparceros, que tenían como prioridad   entregar el canon en metálico (en el caso de arrendamiento) o el 80% de   la cosecha (aparcería) al burgués o noble dueño de la tierra. Los   campesinos no jornaleros apoyaban hasta bien entrado el siglo al   movimiento carlista, debido a que se veían perjudicados por el sistema   liberal, ideado para los burgueses.
 
 
 de José Benlliure y Gil (1855-1937). La granja
Los artesanos, un grupo profesional superviviente del los siglos pasados, desempañaba su trabajo en las ciudades en las que la industria aún no se había establecido. La lenta industrialización del país permitió a mucha gente vivir de la artesanía durante la mayor parte del siglo, a pesar de que habían perdido el apoyo de los gremios, que actuaban como reguladores del precio y la producción. Tras la abolición de los gremios, el artesanado entró en la economía de mercado y se vio en desventaja frente a las empresas industriales, que acabaron por acaparar la producción.
Los artesanos, un grupo profesional superviviente del los siglos pasados, desempañaba su trabajo en las ciudades en las que la industria aún no se había establecido. La lenta industrialización del país permitió a mucha gente vivir de la artesanía durante la mayor parte del siglo, a pesar de que habían perdido el apoyo de los gremios, que actuaban como reguladores del precio y la producción. Tras la abolición de los gremios, el artesanado entró en la economía de mercado y se vio en desventaja frente a las empresas industriales, que acabaron por acaparar la producción.
Los obreros no constituyeron en España la clase numerosa e insurgente que llegaron a ser en otros países de Europa, debido también a la inmadurez de la sociedad industrial. Hasta finales de siglo, con la fundación del PSOE (1879) constituyeron una fuerza política más bien débil, y sus barrios formaban grandes suburbios sólo en algunas ciudades, en provincias concretas como Barcelona o Vizcaya. Los bajos salarios obligaban a las familias obreras a tener varios de sus miembros trabajando, para poder hacer frente a las necesidades básicas y a los impuestos.
Los criados y dependientes acaparaban el resto de los oficios, siempre bajo la supervisión de un burgués o aristócrata, o bien un tendero de clase media. En el caso de Madrid, los numerosos criados de que disponían las familias pudientes sumaban 1/7 de la población en el censo de 1887. Se trataba de las doncellas, cocheros, mayordomos o lacayos; a mayor número de servidores mayor era el estatus de la familia. Tanto el amo de la casa como el tendero pagaba a su sirviente o dependiente con la manutención y el alojamiento, para complementar un sueldo que no permitiría a los empleados pagárselos por su cuenta.
- Los militares, aunque no constituían una clase social en sí, tuvieron un papel protagonista en la política del siglo XIX, con personajes como Riego, Espartero, Narváez, O'Donnell, Prim o Serrano. El recurso del pronunciamiento militar fue llevando al poder a sucesivos espadones, generales de diversa extracción social que irrumpían en la política después de una exitosa carrera militar. Aunque eran de tendencias políticas diferentes, todos los que duraron en el poder se caracterizaban por una tendencia a la dictadura que hacía su mandato inestable y aceleraba su caída, como es el caso de Espartero, Narváez o Serrano.
 
El   panorama social en 1900 había cambiado notablemente desde 1800. Aunque   en el campo los cambios no fueron muy perceptibles, en las ciudades,  sin  embargo, la vida se transformó en gran medida, sobre todo a partir  de  la década de 1830. Los viejos conventos y palacios señoriales fueron   sustituidos por las mansiones burguesas de los ensanches, y crecieron   los barrios populares. Se hicieron sitio las estaciones del  ferrocarril,  los tranvías, los mercados cubiertos y los centros de  administración.
Los  barrios se clasificaron según la renta, y  sus viviendas eran un fiel  reflejo de la distribución de la riqueza en  la sociedad capitalista.  Desde las zonas residenciales, hasta las  barriadas obreras; pasando por  los centros urbanos donde tenían su sede  la Administración, los  bancos, las compañías financieras o los bufetes.  Esto cambió  considerablemente el aspecto de las urbes, aunque los  adelantos  tardarían aún muchos años en llegar al campo.
Otra  de  las características de este siglo es la aparición de los centros de   ocio, que variaban según las clases sociales. La alta burguesía y la   aristocracia se reunían el los salones de sus palacios, en donde   se solían celebrar tertulias artísticas o literarias (como las de  Emilia  Pardo Bazán) además de fiestas particulares. Los profesionales  de clase  media se reunían en los cafés (como La Fontana de Oro),   para sus charlas cotidianas o políticas. Estos lugares era donde a   menudo se fraguaban las revueltas, tradición fundada por las Sociedades   Patrióticas de 1820. Los ateneos (como el Ateneo de Madrid)   tenían una finalidad más elitista y cultural, y en ellos se iniciaban   los futuros políticos y se discutían temas literarios o sociales. A las   clases populares no les quedaba otro lugar que las tabernas  para  desahogarse, o la ópera, en donde solían ocupar el gallinero y  cruzarse  con las familias de la alta sociedad, que tenían reservado su  propio  palco.
En  el siglo XIX se desarrolló políticamente el ideal de  la Ilustración.  El convencimiento de Jovellanos de que ninguna sociedad  puede avanzar  con su población sumida en la ignorancia y el  analfabetismo, fue  olvidado por Carlos IV y Fernando VII, pero revivió  con el nacimiento  del Estado liberal. Los políticos, incluidos los espadones,   tuvieron presente esta condición para el desarrollo del país, y ya en   la Constitución de 1812 se recoge el derecho a la educación básica. A lo   largo del siglo la tasa de analfabetismo fue decreciendo del casi 100%   de 1800 al 75% de 1850 y 50% de 1910. En la carrera por la   alfabetización España quedó por detrás de Italia, Bélgica, Francia, e   Inglaterra, país que alcanzó un mínimo del 2% de analfabetos en 1910.   Por detrás quedaban los países del Este, como Rusia, que ostentaba la   mayor tasa de analfabetos.
Otro  proyecto educativo importante fue  la instauración de los institutos de  enseñanza media en 1845, bajo el  mando de los liberales moderados. En  principio se fundó uno por  provincia, pero no pudieron expandirse mucho  debido a la mala situación  económica del país. Esto, junto con la  recuperación de las órdenes  religiosas durante la Restauración,  permitió a los colegios privados  ganar terreno en la enseñanza media.  Así lo refleja el hecho de que en  1890 hubiese sólo 59 institutos  frente a 511 colegios. 
PARA SABER MÁS, VER:
HIS-ESP-XIX-cultura
PARA SABER MÁS, VER:
HIS-ESP-XIX-cultura
Además,   la presencia de la prensa como único medio de comunicación de masas en   ese siglo, sirvió de soporte a escritores y poetas como Larra o  Bécquer,  además de serlo también para los partidos políticos. Al ser un  medio de  comunicación escrito, la prensa ayudó en la misión de  alfabetizar a la  población.
GÓMEZ-MORENO.La lectura de la carta' (1876), Diputación de Granada. Una escena de costumbres, un motivo recurrente en la pintura del artista.
- La población española en la primera mitad del siglo XIX
 - La población española en la segunda mitad del siglo XIX
 


No hay comentarios:
Publicar un comentario