1046 HISTORIA ESPAÑA MEDIEVAL

  HISTORIA ESPAÑA MEDIEVAL

COVADONGA


Con acero, valor, sangre y muerte. Así vencieron los 300 soldados al mando de Don Pelayo, el primer monarca del reino de Asturias, a los miles de musulmanes que osaron asediar Covadonga, el último enclave cristiano que aún resistía en la Península Ibérica tras la invasión árabe

Por aquel entonces, el año 722, una pequeña parte de Asturias era lo único que quedaba en el mapa de la tierra que un día habían dominado los visigodos. No obstante, en ella habitaba un ínfimo reducto de soldados que, tras derrotar y poner en huida al ejército musulmán, inició hacia el sur la Reconquista cristiana, aventura que acabaría ocho siglos después cuando los musulmanes fueran expulsados de Granada.

Covadonga fue el pistoletazo de salida del proceso que llevaría al nacimiento, en un futuro, de los diferentes reinos ibéricos a costa de la expulsión de los musulmanes. Sin embargo, fue también la reacción tardía de un pueblo que, en tan sólo diez años, había perdido a manos del invasor la mayoría del territorio en el que un día se había asentado.

Para conocer las causas por las que Don Pelayo tuvo que iniciar la Reconquista es necesario remontarse hasta el año 711. En aquel tiempo, el control de la Península Ibérica, Hispania, pertenecía a los visigodos, un pueblo cristiano al mando del cual se encontraba el rey Don Rodrigo. Este, se había hecho con el trono después de mantener una fuerte guerra civil con los partidarios del anterior y fallecido líder Witiza, la cual finalmente había vencido.

 No había pues, una autoridad suprema para todo el país capaz de aglutinar la resistencia o proponer la rendición frente al invasor, sino múltiples jefes supremos a los que era preciso ir sometiendo uno a uno. Por el contrario, la Hispania gobernada por los godos sí era una unidad política». De esta forma, con la desaparición de Don Rodrigo, el territorio entero se vino debajo de un solo golpe.
A  su vez, el pueblo hispano no opuso demasiada resistencia a los musulmanes, pues en un principio entendían que su llegada les libraría del abuso de los nobles godos, quienes solían exigir grandes tributos a la población. De esta forma, los invasores supieron ganarse la confianza de la sociedad eliminando varios impuestos.

Finalmente, una de las principales causas de la rápida conquista fue el sustento que los musulmanes tenían en la Península. «Los romanos no contaron con un apoyo interior significativo y los musulmanes sí. Además de los witizanos, los musulmanes contaron con el colaboracionismo de los judíos»

A pesar de la rápida conquista, los cristianos todavía guardaban una desagradable sorpresa a los musulmanes pues, en el norte, se empezó a gestar una resistencia en contra de la invasión. Concretamente, centenares de godos comenzaron a asentarse sobre las cordilleras cantábricas y pirenaicas.

«Bajo el hecho geográfico de la división de la franja cantábrico-pirenaica en cuatro zonas (…) podemos considerar que hubo cuatro núcleos de resistencia antimusulmana que, por simplificar, llamaremos el núcleo astur-cántabro y, en los Pirineos, el vasco-navarro, el aragonés y el catalán»,
Aunque estos pequeños grupos de cristianos todavía no podían plantar cara a los invasores, se decidieron a defender a ultranza sus territorios, de manera que los musulmanes no tuvieron más remedio que abandonar la idea de conquistarles. En contra, se limitaron a exigirles duros impuestos y establecer fortificaciones cerca de ellos para controlar su expansión.

Al fin, la primera resistencia se empezaba a gestar en todo el territorio montañoso, aunque sobre todo en el núcleo astur. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que este pequeño grupo del norte vio subir al poder a un líder que les llevaría a la victoria: Don Pelayo.

Este supuesto noble tomó el poder a finales del año 718 cuando, cansado de los fuertes tributos a los musulmanes, convenció a sus compatriotas para dejar de pagar los impuestos. «Pelayo les debió animar a no pagar con un argumento tan simple y poderoso como el de que, si los musulmanes querían dinero, que fueran a buscarlo allí, a la montaña»

No obstante, los musulmanes reaccionaron como cabía esperar: formaron un poderoso ejército y se dirigieron con decisión hasta el núcleo astur decididos a acabar de una vez con la rebelión. Por su parte, los cristianos, de manos de Don Pelayo, decidieron plantar cara al ejército musulmán. El enclave para resistir los ejércitos arábigos fue Covadonga, un paraje situado cerca de Cangas de Onís (al este de Asturias).

Concretamente, Don Pelayo protegió este territorio con los escasos soldados que pudo reunir. «Ante el acoso musulmán, Pelayo y sus hombres, unos 300, se refugiaron en Covadonga, una cueva del monte Auseba que está al fondo de un estrecho valle en los Picos de Europa».
En este punto la historia se diluye y varía dependiendo de si el cronista es cristiano o musulmán. Esto se debe a que los primeros trataron el suceso como una batalla de dimensiones épicas mientras que los segundos pasan por alto este suceso y lo consideran de escasa importancia.
Según los cronistas cristianos, antes de la batalla un antiguo obispo visigodo llamado don Oppas -comprado por los musulmanes- trató de convencer a Don Pelayo de rendirse. Sin embargo, este se mantuvo firme hasta el final.

«Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho obispo (el arzobispo don Oppas, hijo de Witiza) subió a un montículo situado ante a la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: (…) “Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos», explican las crónicas cristianas escritas en tiempo de Alfonso III.

Pelayo respondió: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?». El obispo no pudo más que contestar que así era. La decisión estaba tomada, don Oppas sabía que habría que combatir para expulsar a los astures y así se lo hizo saber a los invasores.

El oficial musulmán ordenó entonces que sus soldados armaran las catapultas y acabaran con la débil defensa cristina. «Se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas», narran los antiguos textos.

Sin embargo, y según los cronistas cristianos, en ese momento una fuerza divina se unió a Don Pelayo dándole la victoria frente a los 188.000 soldados del ejército musulmán. «Al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos (catapultas) y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos (musulmanes). (…) En el mismo lugar murieron 125.000 caldeos y los 63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Auseba», determinan las escrituras.
A continuación, y siempre según los escribanos de Alfonso III, Dios volvió a intervenir: «Ni estos escaparon a la venganza del Señor; cuando (los musulmanes) atravesaban por la cima del monte que está a orillas del río Deva (…) se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río a los 63.000 caldeos y los aplastó a todos».

¿Covadongas?, según los musulmanes

Por el contrario, las escrituras musulmanas guardan una visión mucho menos heroica. En ella, se afirma que unos pocos miles de soldados acudieron a Galicia para combatir contra «un asno salvaje llamado Pelayo». De hecho, en palabras de los islamistas, los soldados árabes cercaron a las tropas cristianas hasta que estas murieron casi en su totalidad de hambre.
«Los soldados (musulmanes) no cesaron de atacarle hasta que sus soldados (los de Pelayo) murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. (…) La situación de los musulmanes llegó a ser penosa y al cabo los despreciaron diciendo: “Treinta asnos salvajes. ¿Qué daño pueden hacernos?», afirman las crónicas traducidas por los españoles Alcántara y Albornoz.

A pesar de las múltiples versiones, Domené Sánchez expone una versión más realista y posible dentro del texto: Según el profesor, Al Qama y los suyos se vieron obligados a penetrar por un angosto valle para plantar cara a los astures. «La estrechez del terreno no les permitía desplegarse. Tenían pues que avanzar en fila. A los seguidores de Pelayo, situados en las laderas, les fue relativamente fácil hacerlos retroceder por un procedimiento tan simple como el de arrancar peñas y lanzarlas ladera abajo», afirma el experto.

su vez, determina que lo que las crónicas cristianas explican como un milagro, -el que la ladera y el río se tragaran a miles de musulmanes-, pudo haber sido más bien un afortunado desprendimiento de tierra. Finalmente, el profesor es bastante escéptico con respecto al gran número de soldados musulmanes fallecidos: «El cronista (….) fue excesivo al decir que el ejército musulmán tenía 188.000 soldados». Fuera como fuese, lo cierto es que la victoria de Covadonga supuso el inicio de la Reconquista cristiana, la cual duraría nada menos que ocho siglos.


ABC.ES, manuel P. villatoro /21/03/2013


LA FORMACIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS 

ermita románica de la Anunciada en primer plano. / FÉLIX GONZÁLEZ



El castillo de Urueña, levantado en el siglo XII sobre una fortaleza romana, hace honor al título de la villa y contiene en su historia muchas novelas. En él vivió Doña Urraca, y entre sus muros María de Padilla recibía a su amante Pedro I, pero también fue cárcel para el conde Pedro Vélez y la infanta Beatriz de Portugal. Desde el adarve de la muralla, la Tierra de Campos extiende al atardecer sus tapices ocres y verdes hasta la sierra de la Culebra. En el valle del lienzo sur brilla la ermita de la Anunciada, erigida en el siglo XI con piedra clara sobre un monasterio mozárabe. Aunque tiene algún añadido posterior, es un raro ejemplo en la zona del románico lombardo con su decoración de bandas y arquillos ciegos.

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      Tras la invasión musulmana en el 711 el reino visigodo de Toledo se desmorona en pocos meses, después de la batalla de Guadalete. La población cristiana se concentra en el norte, donde se resistirá a la invasión. Pero, también, enseguida comienza la Reconquista. El concepto de Reconquista, de la pérdida y recuperación de España, ya lo formuló en la época san Isidoro de Sevilla, y fue siempre una aspiración de los mozárabes. La idea de Reconquista aparece perfectamente estructurada en el siglo XIII, en la obra del arzobispo de Toledo Jiménez de Rada, pero ya se encuentra en el ciclo historiográfico de Alfonso III, en las Crónicas, redactadas en el reinado de Alfonso II, y hasta en el «Beato de Liébana» a finales del siglo VIII. 

     En la historiografía contemporánea se debaten dos posturas: la tradicional, abanderada por Claudio Sánchez Albornoz, que sostiene que la época islámica fue un paréntesis en la historia de España, plenamente cristiana, y que vendría determinada desde la Prehistoria (los auténticos españoles, herederos de la tradición hispanorromana y visigoda, son los que se refugiaron en el norte); y la interpretación  de Américo Castro, que integra la época musulmana dentro de la historia de España, y la Reconquista como un período de expansión de las monarquías feudales cristianas, análoga a la que está pasando en el resto de Europa; como las cruzadas o la contención de los infieles al este del río Elba, o al norte, en torno al río Neva y la frontera rusa. Para Castro, la historia de España, como nación, comienza con los Reyes Católicos. No en vano, la gente anterior a ellos se consideraban visigodos, romanos, celtas o íberos, que habitaban la provincia romana de Hispania, que no es lo mismo que la nación española. Hoy en día, esta interpretación tiene más partidarios, aunque no se pueden negar las contribuciones a la historia medieval de Sánchez Albornoz. 

La formación de los reinos cristianos del norte. Los siglos VIII al X

     Tras la invasión musulmana, la población cristiana, en general, se queda viviendo bajo dominio árabe. Pero una parte de ella, y parte de la nobleza visigoda, se asienta en el norte buscando la protección de las montañas. La población del país aumenta y se consolidan las relaciones feudales: al prestar vasallaje, los campesinos, para que se les defienda de los moros. 

El reino asturleonés

     El reino de Asturias es el primero en organizarse. Su origen se puede encontrar en la organización de los grupos cántabros y astures en torno al río Sella, poco después de la invasión musulmana. En el año 722 (según Sánchez Albornoz, en el 718 según la tradición) se produce la primera escaramuza entre los cristianos y los musulmanes, con victoria para los cristianos. Esta «batalla» tuvo lugar en Covadonga, en los Picos de Europa, acaudillados por Pelayo. Pelayo controlaba la zona, y consiguió formar una dinastía de reyes. Pero el auténtico artífice del reino de Asturias fue Alfonso I el Católico (739-757). Alfonso I el Católico aprovechará las rebeliones bereberes de al-Ándalus, desde el 741, y el hambre que azota la zona, para consolidar su reino en Asturias. En al-Ándalus se suceden una serie de guerras civiles entre beréberes y árabes y sirios. En el 748 al-Ándalus queda desconectado del califato de Damasco y comienza una guerra civil entre los Omeyas y los partidarios de los Abasíes. En el 756 Abderramán se proclama emir en Sevilla, pero la guerra no terminará hasta el 765. En el 753 Alfonso I el Católico ataca territorio musulmán, y conquista Galicia y Astorga, incluso llega hasta Coria y Mérida. El reino de Asturias comienza su expansión hasta controlar la zona marítima de Galicia, Asturias, Cantabria, Vizcaya y la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica.

     El territorio conquistado por Alfonso I el Católico era suficiente para las necesidades de la población del país, y sus sucesores tienen reinados de paz con los musulmanes. Fruela ha de consolidar las conquistas luchando contra los musulmanes, pero también tiene que hacer frente a la rebelión de los nobles vascos y gallegos. En el 774 Silo se convierte en rey de Asturias. Es un hijo de musulmanes que accede al trono por matrimonio, y comienza un periodo de paz con el Emirato.

     En el 791 Yusuf ibn Buit ataca el Bierzo y vence a Vermudo I, que abdica en Alfonso II el Casto, iniciándose otra vez las hostilidades. Las aceifas musulmanas se hacen anuales. La del 794 llega a saquear Oviedo. Pero no son campañas de conquista, sino de saqueo. Alfonso II el Casto terminará con las aceifas en territorio astur, e incluso protagonizará algunas espectaculares, como la razia de Lisboa en el 799. Alfonso II el Casto organiza el reino de Asturias al configurase con una entidad política heredera del reino visigodo, y por lo tanto legitimado para llevar adelante la reconquista de España. Establece la capital del reino en Oviedo y convierte su corte en un activo centro cultural y político, desde el que incluso se llega a mandar una embajada a Carlomagno en tiempos de Ramiro I.
   
  El reinado de Ramiro I es una época de paz, aunque tiene que hacer frente a los intentos de invasión normanda, en el 844, y a las aceifas musulmanas. Pero su labor fundamental es el afianzamiento del reino y la consolidación del territorio al norte de la meseta, que está muy poco poblada hasta el Duero. Es la época del esplendor cultural del reino astur.

     Ordoño I repoblará el sur de la Cordillera Cantábrica, tomará León en el 856 y repoblará Tuy, Astorga y Amaya, en el 860. Pero será con Alfonso III el Magno cuando se traspase definitivamente la cordillera y se establezca la frontera en el Duero. En esta expansión no se ocupan territorios musulmanes, sino despoblados. Además, las dificultades internas del Emirato son muy grandes, ya que tiene que hacer frente las rebeliones de muladíes y mozárabes, a la rebelión de los príncipes musulmanes de Zaragoza, etc. Alfonso III el Magno toma Castrojeriz en el 882, Zamora en el 893, Simancas en el 899, y Toro y Dueñas en el 900. La frontera se extendía por los ríos Mondego, Duero, Arlanza y Arlanzón. 

     En el siglo X los problemas internos de los reinos se agudizan. En el 910 los hijos de Alfonso III el Magno conspiran contra él y se reparten el reino: 

Asturias para Fruela, 
 Galicia para Ordoño y 
León para García. 

Desde el 914 Ordoño II será rey de Galicia y de León, traslada la capital del reino a León y continúa la Reconquista. Aunque también ataca Navarra. Además, los cristianos se aliarán con los musulmanes enfrentados a Córdoba, como los Banú Qasí de Zaragoza. El reino se volverá a unir con Ramiro II, que señala el periodo de máximo esplendor de la monarquía. 


La muerte de Ordoño II supuso la ascensión al trono leonés de su hermano Fruela, tercer hijo de Alfonso III, el Magno, último rey de la dinastía ovetense. La pronta muerte de Fruela originó una guerra civil por la sucesión entre los partidarios de su hijo Alfonso Froilaz y los partidarios de los hijos de Ordoño: Sancho, Alfonso y Ramiro. Alfonso Froilaz tuvo el apoyo de la nobleza asturiana, mientras que los hijos de Ordoño contaron con el de los magnates leoneses y galaico-portugueses. En la lucha resultó decisiva la intervención de Sancho I Garcés de Navarra a favor de Alfonso Ordóñez, que devendría Alfonso IV de León.

Mientras Sancho se quedaba con el reino de Galicia, Ramiro se hacía cargo del gobierno autónomo de la zona portuguesa entre los ríos Miño y Montego, con capitalidad en Viseu. A la muerte de Sancho, Alfonso incorporó Galicia a su corona, pero afligido por la muerte de su esposa Onega, cedió el reino a su otro hermano Ramiro y se retiró al monasterio de Sahagún. Inadaptado a la vida monacal, Alfonso, apodado el Monje, colgó los hábitos y se sublevó contra su hermano Ramiro. Merced a la ayuda del conde castellano Fernán González, Ramiro apresó a Alfonso junto a los tres hijos rebeldes de Fruela y ordenó que les sacasen los ojos. Todos ellos murieron en el olvido en el monasterio de San Julián de Ruiforcos.


Ramiro II (931-951) casó en primeras nupcias con la gallega Adosinda, de la que tuvo dos hijos, Vermudo que murió de niño y su sucesor al trono Ordoño III. De Adosinda hubo de separarse por motivos de parentesco y contrajo nuevas nupcias con la navarra Urraca Sánchez. El comportamiento público de Ramiro como gobernador del territorio portugalense fue de verdadero rey, adquiriendo tal fama y carisma, que sobre su figura se construyó una leyenda muy conocida en el occidente peninsular, la Leyenda de Gaia, una mezcla de verdad y fantasía sobre la perfidia de las mujeres y el propósito de evidenciar los maleficios de la pasión amorosa que provoca en los hombres. Con resultado, además, fatal para la evolución histórica del reino de León.


     Con Ramiro II se consolida un espacio de tierra de nadie entre el Duero y el Sistema Central, los Extrema Durii. En el 940 Fernán González repobló Sepúlveda. Las luchas internas en el reino leonés son cada vez más intensas. En el 943 Fernán González, conde de Castilla, de la casa de Lara, se rebela contra Ramiro II y este le priva de su condado. La feudalización de la sociedad menoscaba el poder del rey. En el 951 Ordoño III asume la corona. 


Fue RAMIRO II quien en 932, tras vencer y cegar a su hermano Alfonso el Monje, decidió solventar la inestabilidad de los microcondados castellanos, agrupando a todos bajo una entidad superior. Al frente de ésta, el rey de León situó a un joven miembro de una de las grandes familias castellanas: Fernán González.

La decisión de concentrar todo el poder de Castilla en una sola mano se revelaría nefasta años después para la esencia y el ser del reino leonés. González acrisoló los diferentes territorios y les dotó de una gestión y operatividad eficaz que le permitió hacer frente a la amenaza islámica. Tras su muerte en 970, sus herederos combatieron duramente contra Almanzor, cuyas incursiones provocaron una profunda crisis del poder regio leonés. Un siglo después, el condado de Castilla alcanzaba la categoría  de reino.

Elevado a la categoría de mito por la posterior tradición, la leyenda convirtió a Fernán González a partir del siglo XII en una especie de héroe nacional, creador de una Castilla engrandecida e independiente . Numerosos hagiógrafos falsificaron documentos con los que trataron de unir su destino al del Cid

     Ordoño III hace una razia en Lisboa en el 955 y al año siguiente firma una tregua con Córdoba. Pero ese mismo año García I derroca a su hermano y no ratifica la tregua. 
Fernán González continúa afianzándose en Castilla, luchando contra los moros y haciendo de su condado una entidad política cada vez más independiente. Fernán González lleva adelante la Reconquista, por su cuenta, y tomará parte en las guerras civiles por el trono, según sus intereses. Se desata una contienda civil entre García I y Ordoño IV. Los condes vascos atacan Castilla, en el 960. En el 965 se rebelan los condes gallegos. 

En el 966 Ramiro III asume el trono. Debe hacer frente a los ataques vikingos que durante esos años atacan Galicia. En el 976 Hisam II es califa en Córdoba, y nombra lugarteniente a Almanzor, que todos los años realizará aceifas por los reinos de la península. En el 982 se rebelan contra Ramiro III los condes gallegos, que eligen rey a Vermudo II. Se desata una guerra civil por el trono, que gana Vermudo II en el 984. Las dificultades internas del reino le debilitan. En el 988 Almanzor ataca León. El reino de León paga parias a Córdoba. Pero en el año 1002 muere Almanzor, y el Califato entrará en un proceso de descomposición que le llevará a su desaparición, en el 1031.


Fernando I de León, llamado el Magno o el Grande (c. 1016–León, 27 de diciembre de 1065), fue conde de Castilla desde1029 y rey de León desde el año 1037 hasta su muerte, siendo ungido como tal el 22 de junio de 1038. Se convirtió en rey de León por su matrimonio con Sancha, hermana de su rey y señor, Bermudo III, contra el que se levantó en armas, el cual murió sin dejar descendencia luchando contra Fernando en la batalla de Tamarón

Sancho II de Castilla, llamado el Fuerte (1038/391 –Zamora, 7 de octubre de 1072). Primer rey de Castilla (1065-1072) y, por conquista, de Galicia (1071-1072) y de León (1072). Consiguió reunificar la herencia de su padre Fernando I. Sin embargo, no disfrutó mucho tiempo de ello, puesto que murió meses después en el asedio a la ciudad de Zamora, heredando los tres reinos unidos su hermano Alfonso.Zamora no se ganó en una hora, ni en siete meses de asedio

Este es uno de los más antiguos proverbios españoles», alude al cerco de Zamora, «uno de los acontecimientos más dramáticos y dramatizados de la historia medieval hispana», LaCrónica de Pelayo de Oviedo, la «Historia Silense», la «Crónica Najerense», el «Chronicon Mundi» de Lucas de Tuy y la «Primera Crónica General» de Alfonso X recogen este episodio crucial en la Historia de España.

«La muerte de Sancho II ante los muros de Zamora incuestionablemente "cambió la Historia", como a veces se dice, porque introdujo un quiebro espectacular y decisivo en la marcha de los acontecimientos», explica.

Sancho II de Castilla había rechazado el testamento de su padre Fernando I, que repartía los territorios entre sus hijos dejando León en manos de su hermano Alfonso VI y Galicia a Garcés. Despojó a éste de Galicia y se apoderó de León gracias en gran parte al valor que demostró en batalla Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, desterrando a Alfonso a Toledo.

«Zamora interesaba a Sancho como parte de la herencia paterna que se creía con derecho a ocupar en su totalidad, y como ciudad del reino de León que, a raíz de la batalla de Golpejera, le había ganado a su hermano Alfonso», La ciudad, «la bien cercada», ocupaba además «una posición defensiva clave en la línea misma del Duero

A la muerte a los 34 años de Sancho II de Castilla, su hermano Alfonso VI regresó de Toledo para hacerse cargo de la herencia aunque antes de tomar posesión del reino se vio obligado a prestar juramento de no haber participado en la muerte de su hermano. Así lo cuenta la «Historia de España» de Modesto Lafuente: «Llamado don Alfonso a Burgos, reuniéronse todos con él en el templo de Santa Gadea para la proclamación. Llegado el solemne instante de jurar, ninguno de los presentes osaba interpelar al rey, hasta que el más audaz de los nobles, don Rodrigo Díaz de Vivar, exclamó en alta y segura voz:«¿Juráis, Alfonso, no haber tenido participación, ni aun remota, en la muerte de vuestro hermano Sancho, rey de Castilla?». «Lo juro», contestó el rey. Y los allí reunidos aclamaron a Alfonso, quien reunió entonces las coronas de Castilla, León y Galicia» . El Cid Campeador fue desterrado tras la Jura de Santa Gadea.


Antes de la llegada de los fanáticos Almohades a la Península ibérica –cuyo expansión fue frenada en la  batalla de Navas de Tolosa (1212)–, los territorios cristianos habían padecido otra oleada de extremistas del Islam un siglo antes, los almorávides. El Imperio almorávide estaba vertebrado por unos monjes-soldado procedentes degrupos nómadas del Sáhara, que abrazaron una interpretación rigorista del Islam y consiguieron trasladar su guerra santa al otro lado del Mediterráneo en el siglo XI. Viéndose cada vez más acorralados por los reinos cristianos, que en 1085 tomaron Toledo, los musulmanes andalusíes decidieron pedir auxilio a los curtidos guerreros almorávides, bajo el mando de su jefe Yusuf ibn Tasufin. Aquella decisión fue la perdición de los andalusíes moderados, y supuso para los cristianos un nuevo derrumbe de sus fronteras.

Alfonso VI de León fue derrotado en la batalla de Sagrajas, cerca de Badajoz, el 23 de octubre de 1086, a manos de ese grupo de fanáticos que vestían con piel de oveja y se alimentaba con dátiles y leche de cabra como los legendarios fundadores del Islam. Después de esta batalla, los almorávides se alzaron como dueños y señores del sur de la Península, obligando de nuevo a los cristianos a asumir una posición defensiva. 
En 1094, la conquista de Valencia por el Cid Campeador dio un respiro a los territorios próximos a lo que hoy es Aragón, pero la muerte de éste provocó que en 1102 numerosas plazas pasaran de golpe al dominio islámico. La amenaza se cernía de nuevo sobre toda la franja mediterránea.
Vestían con piel de oveja y se alimentaba con dátiles y leche de cabra como los legendarios fundadores del Islam

El reino taifa de Zaragoza se subordinó a los líderes almorávides cuando vio comprometidas sus tierras por el rey aragonés Alfonso «El Batallador»,


Sancho IV había contraido matrimonio con María de Molina, con la que tenía lazos familiares, sin el necesario permiso papal. Ya como Rey, el Papa dio por bueno el matrimonio a pesar de que Sancho IV ya estaba muerto.



Grabado realizado en torno a 1800 que recrea la batalla de Las Navas de Tolosa, de 1212.  GETTY

Armados y a caballo, numerosos guerreros recorrieron miles de kilómetros, sobre todo entre los siglos XI y XIII, para luchar en la península Ibérica contra un enemigo al que no habían visto: los musulmanes. Caballeros, escuderos y peones llegados desde Francia, ciudades alemanas, repúblicas italianas, Inglaterra, territorios flamencos, incluso países nórdicos, ayudaron a los reyes cristianos en la Reconquista de al-Ándalus.

Los que vinieron en busca de batalla siguieron dos caminos: "Unos llegaban de paso hacia Tierra Santa, con el objetivo de luchar en el Mediterráneo Oriental, y bordeaban las costas de la Península, deteniéndose en algunos puntos". La razón de este rodeo era que la ruta terrestre era lenta y había que atravesar el Imperio Bizantino. El otro modelo fue el de quienes acudieron en cruzadas bendecidas por los papas: "La Península se consideraba otro frente, como Tierra Santa, y la cruzada era una guerra en la que se les concedían indulgencias".
, los cruzados resultaron claves, por ejemplo, en la conquista de Zaragoza, en 1118, cuando reforzaron a Alfonso I el Batallador; en la toma de Lisboa, en 1147, año en que también se sumaron a la conquista de Tortosa, y en el cerco de Algeciras (1342). Es imposible calcular el número de los que pelearon contra los seguidores de Alá. "Las fuentes hablan de decenas de miles llegados para la batalla de Las Navas de Tolosa [1212]


Su hijo Fernando IV «El Emplazado» (1285-1312)  enterrado en Sab hipólito de Córdoba
Su reinado fue un auténtico fragor en la configuración de las fronteras con las coronas de Castilla y Aragón más la nobleza de la época pugnando por territorios que se iban conquistando sobre lo que fue Al Andalus. El Rey pactó el reparto de Murcia, protagonizó una de las interminables escaramuzas sobre el Señorío de Vizcaya (el independentismo vasco no es nada original), sitió Algeciras y tomó Gibraltar. Murió en plena guerra con el Reino de Granada. Bien por una maldición, bien por un problema coronario.
S. XIV

 Su hijo, Alfonso XI «El Justiciero»(1311-1350), enterrado en San hipólito de Córdoba

Fue decisión suya ser enterrado por su padre en Córdoba. A aquel Rey se le llama El Justiciero, al parecer, por su mano dura con la nobleza de la época. Tuvo dos matrimonios (con Constanza Manuel y con su prima, María de Portugal), aunque tuvo más resonancia su amante, Leonor de Guzmán, una mujer muy importante durante su época, con la que tuvo varios hijos y que supone el inicio de la dinastía de los Trastámara. Uno de sus vástagos, Enrique, reformó la Torre de la Calahorra (hasta darle la configuración actual) y realizó uno de los arcos del Puente Romano, en la orilla Sur, que lleva incluso su nombre.

Si Alfonso XI es relevante es porque fue uno de los primeros monarcas que puso bajo vigilancia el Estrecho de Gibraltar. Allí fue donde tuvo lugar la Batalla del Salado, donde sus tropas frenaron la última intentona de invasión llegada desde el Norte de África, lo que fue una enorme historia propagandística. En agradecimiento por la victoria, Alfonso XI creó la colegiata de San Hipólito con el propósito de que fuese panteón real para los restos de su padre y para su propio cadáver. El monarca falleció durante el sitio de Gibraltar por peste negra.

Pedro I, Rey de Castilla en el siglo XIV, ¿«El Cruel» o «El Justiciero»? fue llamado a la posteridad «el Fratricida».

 La muerte del Rey en 1350 a causa de la peste, cuando solo contaba 40 años, entregó la Corona de Castilla a un imberbe Pedro I. Hasta entonces, el joven príncipe había estado aislado lejos de la Corte, donde sí estaban sus hermanos bastardos. La herencia envenenada de su padre, que también había tenido un gobierno convulso, consistía en su poderosa amante y en sus diez hijos bastardos, que acaparaban la mayor parte de los cargos y títulos de Castilla.

No obstante, al inicio del reinado fue su madre, María de Portugal, y el favorito de ésta, Juan Alfonso de Alburquerque, quienes ejercieron el poder efectivo. Y su primera decisión fue encerrar a la amante de su marido, la hermosa e influyente Leonor de Guzmán, cuando viajaba a Sevilla en el cortejo fúnebre del Rey. Desde su cautiverio, Leonor conspiró para convertir en Rey a su hijo Enrique, a la postre fundador de la Casa Trastámara.

Cuando Leonor de Guzmán concertó en secreto un matrimonio entre Enrique y la hija de Don Juan Manuel, un poderoso noble y autor de «El conde Lucanor», el Rey ordenó recluirla en el Castillo de Carmona, y poco después ejecutarla en Talavera de la Reina. Fue el primer acto señalado como cruel de su reinado

Sin el apoyo de los grandes nobles pero sí de la prominente comunidad judía y de ramas nobiliarias emergentes, como la Casa de Alba, Pedro I aumentó el comercio de Castilla con Flandes, reorganizó la administración de la justicia, fomentó la agricultura y la ganadería, y buscó soluciones a las dificultades para encontrar mano de obra como consecuencia de la Peste Negra. Tras superar en 1350 una grave enfermedad que estuvo a punto de acabar con su vida, Pedro convocólas polémicas Cortes de Valladolid, donde tomó medidas en contra de los privilegios de los nobles castellanos. Aquellas cortes iban a ser el germen de una rebelión masiva por parte de la nobleza.

Para apagar aquella rebelión, el Rey no pudo contar con Juan Alfonso de Alburquerque, o al menos no en su bando. El Rey marginó al noble a raíz de su «malograda» boda con Blanca de Borbón. Tan solo dos días después de casarse, Pedro I abandonó a su esposa a causa del incumplimiento de las exigencias económicas de Francia –el pago de 300.000 florines– y el desinterés mutuo entre los contrayentes. Además, la influencia de la amante del Monarca, María de Padilla, hija de un noble castellano de baja alcurnia, jugó a favor de la decisión de renegar de la francesa.

El encierro de Blanca de Borbón en el Alcázar de Toledo provocó la ruptura de las relaciones con Francia, el acercamiento con Inglaterra, la caída de Alburquerque y una rebelión en Toledo, que pronto se extendió a otras ciudades con la ayuda de los hermanastros del Rey. Sin embargo, Pedro I terminó en 1356 con estos primeros levantamientos y ejecutó a muchos de los líderes rebeldes. Su antiguo valido, Juan Alfonso de Alburquerque, falleció poco después de tomar Medina del Campo para su bando, probablemente envenenado por orden del Pedro I. Fue entonces cuando las crónicas afines le titularon «El Justiciero», mientras que las de su adversario y hermanastro, Enrique de Trastámara, empezaron a usar el apodo de «El Cruel».

Las luchas lejos de extinguirse ahí volvieron en forma de feroz guerra civil. La alta nobleza tomó partido por parte de Enrique, frente a las oligarquías municipales que lo hicieron por el Rey. Además, el enfrentamiento entre Pedro y su hermano Enrique cobró dimensión internacional con la intervención de fuerzas militares de Inglaterra y Francia, que todavía mantenían abierta la célebre Guerra de los Cien años.

Fadrique Alfonso, hermano gemelo de Enrique, fue asesinado por el Rey La guerra se trasladó al Reino de Aragón en 1357, a causa del apoyo de estos a Francia en la Guerra de los Cien años. Enrique, junto con otros castellanos, tomaron partido a favor del Rey aragonés Pedro IV; yel Infante Fernando, hermano del aragonés, ayudó a Pedro I. Durante el choche entre los reinos hispánicos, que se inició con la conquista castellana del Castillo de Bijuesca y de Tarazona, la fama de cruel de Pedro I creció junto a la senda de ejecuciones que dejaba a su espalda.

Con la ayuda de mercenarios ingleses, el Rey arrebató a Aragón  importantes ciudades como Teruel, Caudete o Alicante y sembró de odio el conflicto con más muertes de nobles.


Gran dobla de oro de Pedrio I El Cruel.  MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
En plena guerra civil con su hermanastro, el futuro Enrique II, el rey Pedro I de Castilla y León ordenó acuñar en Sevilla una serie limitada de monedas de gran tamaño destinadas a obsequiar a los nobles que le habían apoyado en la batalla de Nájera. 


En 1358 a Sevilla  donde fue prendido por sorpresa Fadrique Alfonso –hermano gemelo de Enrique de Trastámara– . Fadrique Alfonso logró huir hasta el patio del Alcázar, donde se alojaba, pero allí fue alcanzado por los soldados del Rey, quien, según algunas crónicas, dio muerte a su hermanastro con sus propias manos. Poco después quitó la vida al Infante Juan de Aragón y Castilla –hijo de Alfonso IV de Aragón–, y, como venganza contra otro Infante de Aragón, Fernando, por desertar de su bando, hizo matar a su madre, doña Leonor de Castilla en el Castillo de Castrojeriz.

Así y todo, la guerra pareció cambiar de color con la llegada de Bertrand du Guesclin, uno de los mayores estrategas de Europa, y la contratación de mercenarios franceses, las llamadas «Compañías blancas», en apoyo de Enrique de Trastámara. 

El nuevo rumbo de la guerra quedó patente con la proclamación de Enrique como Rey de Castilla en Calahorra (1366) frente a la fuga de Pedro a Guyena, entonces una posesión inglesa al sur de Francia. Allí, Pedro obtuvo el auxilio del Príncipe Negro –el primogénito del Rey Eduardo III de Inglaterra– que se comprometió a pagar los gastos de la campaña a cambio del señorío de Vizcaya y la villa de Castro Urdiales, y el del Rey de Navarra, también a cambio de territorios castellanos.
El cruel final del Rey: duelo fratricida

El 3 de abril de 1367, el Príncipe Negro ganó la batalla de Nájera, en la que cayó prisionero Bertrand du Guesclin, y Enrique tuvo que huir hacia Aragón. Con el ajusticiamiento de muchos de sus enemigos y la derrota de su hermanastro, el final de la guerra parecía por fin cercano. Nada mas lejos de la realidad, el Príncipe Negro, viendo que el Rey no cumplía sus promesas de pagos, salió de la Península Ibérica en agosto de ese mismo año. El avance militar de las tropas reales perdió empuje poco a poco.

«Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor»
, afirmó Bertrand du GuesclinEn 1369, cuando la guerra volvía a favorecer al bando de Enrique, las tropas de Pedro I fueron sorprendidas en las cercanías del castillo de Montiel por las de su hermano, a quien acompañaban Bertrand du Guesclin y sus «Compañías Blancas». Tras ser derrotado, Pedro se encerró en la fortaleza. Y durante un intento de fuga, donde fue engañado por Bertrand du Guesclin, el Rey de Castilla acabó frente a la tienda de Enrique. Según la leyenda, el encuentro entre aquellos hermanos irreconciliables tuvo tintes de una obra de Shakespeare, pero sin dejar de lado la franqueza castellana:

Se dice que habiendo desarmado Pedro a Enrique, Bertrand du Guesclin intervino sujetando al Rey por la pierna y haciéndolo girar, momento que aprovechó el bastardo para asestarle una estocada mortal. Después de la lucha, el caballero francés se justificó con su cita más conocida: «Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». A continuación, la cabeza del Monarca fue clavada en una pica y exhibida entre las tropas. Con la muerte de Pedro I terminó el reinado de la Casa de Borgoña en Castilla y empezó el de la Casa de Trastámara, que casi dos siglos después llegaría a su final con la muerte de Fernando «el Católico».

El Rey más controvertido: Pedro I de Castilla, ¿«El Cruel» o «El Justiciero»?, ABC.ES, . 03/02/2015 


concesión de privilegios a nobles y clero: “mercedes enrriqueñas”

Enrique II de Castilla


también conocido como Enrique II de Trastámara (Sevilla, 13 de enero de 1333 o a principios de 1334-Santo Domingo de la Calzada, 29 de mayo de 1379), rey de Castilla, primero de la Casa de Trastámara, llamado el Fratricida o el de las Mercedes.

Antes de verse consolidado en su trono y poder transmitírselo a su hijo Juan, Enrique tuvo que derrotar a Fernando I de Portugal, al que hubo de derrotar en dos de las llamadas Guerras Fernandinas, y después a Juan de Gante, duque de Lancaster, casado con la infanta Constanza de Castilla, hija de Pedro I. En su conflicto con los ingleses, Enrique II fue aliado de Carlos V de Francia, a cuya disposición puso la flota castellana, pieza fundamental en el asedio de la Rochelle, en cuya primera fase el almiranteBocanegra derrotó completamente a la escuadra inglesa.

Cornado de Enrique II de la ceca de Toledo.

Enrique II recompensó a sus aliados, pero supo también defender los intereses del reino de Castilla y León. Así, negó al rey de Aragóntodas las cesiones territoriales que le había prometido en los tiempos difíciles. En política interior, inició la reconstrucción del reino; protegió a los judíos, a los que él mismo había perseguido en la guerra civil; aceleró la transformación de la administración real; y convocó numerosas Cortes. Asimismo incorporó definitivamente al patrimonio real el señorío de Vizcaya tras la muerte de su hermano Tello de Castilla. En política exterior, fue favorable a Francia frente a Inglaterra.

Enrique II de Castilla falleció el día 29 de mayo de 1379 en Santo Domingo de la Calzada. Fue sucedido en el trono castellano por su hijo,Juan I de Castilla.

Sepulcro de Enrique II de Castilla en la Catedral de Toledo


  • Juan (1358–1390), sucesor de su padre con el nombre de Juan I.

CRISIS BAJOMEDIEVAL.  S. XV

Juan II, época de graves tensiones internas.
Enrique IV Conflicto sucesorio entre su hermana Isabel y su hija Juana (la Beltraneja)
Isabel I casada con Fernando de Aragón (RRCC)
Conquista de Granada
Blanca de Navarra casada con Juan II de Aragón., conflicto sucesorio con su hijo Carlos de Viana (guerra)
Trono pasa a Gaston de Foix, un noble francés.
Anexión 1516 a Castilla
Alfonso I el Magnánimo conquista Nápoles.
Martín I el Humano: Compromiso de Caspe, los Trastámara gobiernan en Aragón (Fernando I).
Juan II: guerra civil catalana y conflicto de los payeses de remensa.
Fernando II casado con Isabel de Castilla (RR CC)



El 20 de julio de 1454 falleció Juan II y al día siguiente Enrique fue proclamado Rey de Castilla. Una de sus primeras preocupaciones fue sellar la alianza con Portugal, que se materializó en 1455 casándose en segundas nupcias con Juana de Portugal. Las dos décadas de su reinado (1454-1474), donde muchos nobles hicieron y deshicieron a sus anchas, fueron cantadas por los cronistas como uno de los más calamitosos de todos los que el reino español sufrió a lo largo de su historia. La ausencia de autoridad y justicia en Castilla, puesto que la mayoría de nobles no reconocía ni respetaba a los privados del Monarca –seleccionados de entre los escalones de la nobleza media– provocó el levantamiento de ejércitos privados por todo el territorio.

hoy en día los historiadores consideran que la mayoría de los textos del periodo exageraron los sucesos y gran parte de la leyenda negra sobre Enrique IV es fruto de una campaña contra su imagen auspiciada por los Reyes Católicos. No así los rumores sobre su impotencia. Los problemas médicos son reales, y el completo diagnosticó de Gregorio Marañón en 1931 y de otros posteriormente planteaban una posible respuesta: una «displásico eunucoide con reacción acromegálica» de carácter hereditario,

el principal síntoma urológico de su afección –la impotencia– fue el principal argumento usado por los partidarios y seguidores de los Reyes Católicos para lograr sus propósitos en torno a la sucesión. Puesto que el Rey había tenido graves dificultades para engendrar un hijo a su primera esposa –e iba por el mismo camino en el séptimo año de su segundo matrimonio–, el nacimiento de una heredera el 28 de febrero de 1462 Juana «la Beltraneja despertó toda clase de suspicacias. La niña nacida fue considerada como el fruto de una relación extraconyugal de la Reina con Beltrán de la Cueva, el favorito del Rey, el cual no solo estaba enterado del asunto sino que supuestamente lo había incentivado para acallar por fin las acusaciones sobre su impotencia.

La ausencia de autoridad y justicia en Castilla, puesto que la mayoría de nobles no reconocía ni respetaba a los privados del Monarca –seleccionados de entre los escalones de la nobleza media– provocó el levantamiento de ejércitos privados por todo el territorio. Desafió una y otra vez la paciencia del Rey Enrique «El Impotente», quien, incapaz de hacer valer su autoridad y de defender la legitimidad de su única hija, Juana la Beltraneja, se convirtió por momentos en un pelele al servicio de los pocos nobles que permanecieron de su lado en pro del beneficio de sus bolsillos. El 5 de junio de 1465, al pie de las murallas de Ávila, el Rey castellano hizo las veces literalmente de pelele, cuando un grupo de grandes nobles depusieron a Enrique IV de Castilla escenificando a través de un muñeco la humillación. La nobleza proclamó Rey en su lugar a su medio-hermano el Infante Alfonso, el cual, sin embargo, no llegó a cumplir la mayoría de edad al fallecer en extrañas circunstancias pocos años después. El testigo de su causa fue recogido por su hermana Isabel «La Católica», que se caracterizó precisamente por rebajar el poder de la aristocracia castellana para evitar desafíos tan gruesos como el ocurrido en «La Farsa de Ávila».

El propio Rey debía tener dudas sobre la paternidad pues, tras enormes vacilaciones a la hora de defender los derechos dinásticos de Juana «la Beltraneja», su firma en el pacto de Guisando (1468)desheredaba definitivamente a su hija a favor de su hermana Isabel «la Católica»

Y aunque el pacto fue posteriormente incumplido por ambas partes, las dudas del Monarca dividieron aún más a la nobleza castellana, que a la muerte de «El Impotente» se pusieron de forma mayoritaria del lado de Isabel y Fernando durante la Guerra de Sucesión Castellana, acaecida entre 1475 y 1479. La alta nobleza decidieron tomar partido por los hermanastros del Rey, el Infante Alfonso y la futura Isabel «La Católica». Ambos eran fruto del segundo matrimonio del padre de Enrique «El Impotente», Juan II de Castilla.
Motivó que el Rey los alejara de la Corte para no ver cuestionada su autoridad. Tras pasar su infancia en la villa de Arévalo, donde ambos niños tuvieron que presenciar los ataques de locura de su madre Isabel de Portugal, fueron requeridos a trasladarse a Segovia en 1461. Ahora, el Rey no quería perder de vista a sus hermanastros hasta que naciera un heredero capaz de sepultar las especulaciones.


El conflicto concluyó en 1479 con la firma del Tratado de Alcáçovas, que reconocía a Isabel y Fernando como Reyes de Castilla y obligaba a Juana a renunciar a sus derechos al trono y permanecer en Portugal hasta su muerte.

Isabel «La Católica» no quiso proclamarse Reina mientras Enrique IV estuviera vivo fue lo que realmente enfrió el conflicto. Por el contrario, consiguió que su hermanastro le otorgase el título de Princesa de Asturias, en una discutida ceremonia que tuvo lugar en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel se constituyó así como heredera a la Corona, por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo.
RRCC PARA SABER MÁS, VER:
HIS-ESP-MEDIEVAL-RRCC


REINOS ORIENTALES

     Tras la invasión musulmana la población cristiana también encuentra refugio en los valles del sur de los Pirineos, tan inaccesibles como los de la Cordillera Cantábrica. Sobre todo se hace fuertes en aquellos valles que no son imprescindibles para pasar a Francia: los cuales son controlados por los musulmanes. Tras la victoria de Poitiers, en el 732, el Imperio carolingio recupera el territorio hasta los Pirineos y favorece la creación de la marca hispánica al sur de la cordillera.

     La islamización del valle del Ebro, un territorio muy poblado y con una tupida red de ciudades, fue muy rápida, e impidió que los reinos surgidos al amparo de los valles pirenaicos se extendiesen más allá del prepirineo.

     La marca hispánica tiene su carta de nacimiento en el año 778, con la campaña de Carlomagno por el valle del Ebro; que aunque termina en la emboscada de Roncesvalles, consolida el territorio en la vertiente sur. Tras la derrota en Roncesvalles el Imperio intenta establecer relaciones feudales con la nobleza cristiana del sur. En el 785 Gerona, Urgel y Cerdeña prestan vasallaje a Carlomagno, y desde este año están perfectamente definidos los límites de la marca. En el 798 Luis de Aquitania conquista Pallars y Ribagorza. El reino de Asturias ya se ha consolidado y han pasado los años difíciles del Emirato. En el 801 conquista Barcelona. El Imperio trata de extender su dominio hacia el sur, pero se ve frenado en el valle del Ebro. La nobleza carolingia se asienta en esta zona. La marca hispánica es un territorio que presta vasallaje al Imperio y por lo tanto forma parte de él, pero está compuesto por condados independientes, que pueden unirse circunstancialmente, e incluso aliarse con los musulmanes para luchar contra los carolingios; como la alianza de Barcelona con los musulmanes en el 824. La máxima autoridad la ostenta el emperador, sin embargo, todos los condes tratarán de hacer su cargo hereditario, y se proclamarán reyes tras la desintegración del Imperio. Serán condados de la marca hispánica: Pamplona, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Pallars, Urgel, Cerdaña, Berga, Osona, Barcelona, Gerona, Besalú, Ampurias, Perelada, Rosellón, Vallespir y Conflent; todos en la parte sur del Pirineo.

     En el 803 aparece en Pamplona la familia de los Arista, que tiene lazos parentales con los Banú Qasí de Zaragoza: gobernadores del valle del Ebro relativamente independientes de Córdoba. La solidaridad entre ambas familias les permitió mantener la independencia frente al Imperio y al Emirato. El emir al-Hakam I llegó a un acuerdo con Carlomagno para repartirse el territorio. En él es reconocía al Imperio su derecho sobre Aragón y Pamplona. Pero tras la muerte de Carlomagno, en el 814, y el reparto de Verdún en el 843, el Imperio se descompone y los reinos cristianos del sur afianzan sus dominios.

CATALUÑA

     En el año 834 el conde aragonés Aznar Galindo se afirma en las comarcas de Pallars y Ribagorza. Con el debilitamiento del Imperio se crean en los Pirineos tres territorios más o menos unificados: los condados de Pallars, Ribagorza, Urgel y Cerdaña; la zona marítima de Ampurias y Rosellón; y una zona de frontera en el condado de Barcelona. En la segunda mitad del siglo IX se consuma la independencia de los condados catalanes, tras la desintegración del Imperio. Pero también comienza una tendencia hacia la unificación entorno a la casa condal de Barcelona.

 Será Vifredo I el Velloso quien controle Barcelona, Urgel, Cerdaña, Gerona y Besalú. Con esta base territorial inicia la expansión hacia el sur, ocupando la plana de Vich, en el 879, tierra de nadie, pero importante para la unificación de sus dominios. Pero la marca superior islámica, en el valle del Ebro, estaba muy consolidada. El avance hacia el sur es mucho más difícil que en el oeste. 

A la muerte de Vifredo I el Velloso, Vifredo II Borrell (897-914) vuelve a prestar vasallaje al emperador, será el último que lo haga. 

Con Suñer (914-947) el condado de Barcelona será totalmente independiente. 

Borrell II envía una embajada a Córdoba en el 950, y es posible que en el 974 prestase vasallaje a al-Hakam II. Esta paz no impediría la aceifa de Barcelona del 985 por Almanzor, siendo califa Hisam II.

 La “Cort General de Catalunya” fue el órgano legislativo catalán. Vigentes desde el siglo XIII, en concreto desde 1382, hasta 1714, cuando fueron suprimidas por los Decretos de Nueva Planta.
Presididas por el Rey, estaban compuestas por los llamados Tres Brazos: el eclesiástico, el militar y el real o popular. Se profundizará sobre los Tres Brazos en sendas entradas previstas para los próximos días.

Las Cortes, tienen su origen en las llamadas “Assamblees de Pau i Treva de Déu”, Asambleas de Paz y Tregua de Dios. Estas asambleas surgen tras la revolución feudal, en que la que una violencia sin freno entre nobles y condes se extendía por el Principado. La necesidad de crear una autoridad comúnmente aceptada por todos y en todo el territorio propicia el nacimiento de estos foros.

La primera “Assamblea de Pau i Treva” tuvo lugar en Toluges (Rosellón), en el año 1027, bajo la presindencia del mítico Abad Oliva, en representación del Obispo.
Hasta el año 1192, el Brazo Popular no se integra en estas asambleas.

Estas asambleas, que, a lo largo de los años iban adquiriendo más influencia, quedan finalmente institucionalizadas bajo el reinado de Pedro el Grande, que en las Cortes convocadas en Barcelona en 1283 se compromete a celebrar “Cort General”, una vez al año.

En las Cortes de Monzón, en 1289, se designó una Diputación General, con el objetivo de recaudar el tributo que los Brazos concedían a Rey.

Durante la Guerra de los dos Pedros, de 1356 a 1369, debido a los grandes gastos que generaba la contienda, hizo que las Cortes designasen a doce diputados , cuatro por cada Brazo, a los que concedieron atribuciones ejecutivas en materia fiscal y administrativa que habrían de encargarse de la recaudación de los donativos necesarios para el desarrollo de la guerra. Con el paso del tiempo, esta diputación se convierte en permanente, y acaba convirtiéndose en lo que es hoy en día: la Generalitat de Catalunya.

El auge del autoritarismo, hacía que los Reyes cada vez convoquen menos Cortes, ya que las consideraban un freno a su poder.
Las última Cortes se celebraron en 1705 y 1706 en Barcelona, convocadas por el Archiduque Carlos.
Finalmente fueron suprimidas en 1714 a raíz de la promulgación de los Decretos de Nueva Planta.

NAVARRA

     El precedente del reino de Navarra está en el de Pamplona. Desde el 770 hasta mediados del siglo IX la familia Arista ocupa el trono de Pamplona, extiende su influencia a Aragón y tiene relaciones, por cuestiones familiares, con los Banú Qasí de Zaragoza. 

Pero en el 858 una flota vikinga remonta el Ebro hasta Pamplona y cae preso García I Íñiguez. Lo que supone una ruptura de relaciones, y un acercamiento de Pamplona a León. 

En el 859, tras la batalla de Albelda, llegan al acuerdo de repartirse los dominios de los Banú Qasí. 

Se favoreció el entronizamiento de los Jimena, con Sancho I Garcés, en el 905. 
Sancho I Garcés creó un reino feudal al estilo astur, y como los que estaban surgiendo en el Imperio: lejos de las tradiciones vasconas. Es el auténtico creador del reino de Navarra. Repobló el interior y aseguró su control sobre los valles del Pirineo.

 Sus sucesores entroncaron con el reino aragonés.

Sancho II Garcés Abarca será conde de Aragón en el 970. 
 Sancho Garcés III el Mayor convirtió a Navarra en un bastión contra los musulmanes, y amplió su territorio con los condados de Sobrarbe, Ribagorza, Álava, Vizcaya y Castilla. 

Y en el 1063 Sancho IV Garcés será rey de Aragón.

   ARAGÓN 

  El condado, luego reino, de Aragón está ligado a la presencia de los francos en tierras pirenaicas desde el siglo VIII, pero sus orígenes son obscuros. 

 En 824 nos encontramos a Aznar Galindo I al frente del condado. Sus descendientes gobernarán Aragón hasta el 974 año en el que entran en la órbita de Navarra con Sancho II Garcés Abarca.

 Pero en el 1035 Aragón se independiza de Navarra y se convierte en reino con Ramiro I. 

En 1170 Alfonso II se convierte en rey de Aragón y Cataluña formando la Corona de Aragón.



alfonso el batallador

     Al final del milenio habrá tres reinos en los Pirineos: Navarra, Aragón y los condados catalanes. 



Rey Monje, de Casado del Alisal. Cuadro pintado en 1880 que se exhibe en el Ayuntamiento de Huesca y que se ha convertido en icono de la leyenda. 

Rey Monje o Rey Cogulla (1134-1137) Tercer y último de los hijos de Sancho Ramírez y Felicia de Roucy, nada hacía prever que Ramiro llegaría a gobernar. El suyo era un destino eclesiástico.

Cuenta un romance que el Rey Monje o Rey Cogulla, como fue llamado, encontró una Corte de intrigas en la que los nobles le despreciaban: «Don Ramiro de Aragón, el Rey Monje que llamaban, caballeros de su Reino asaz lo menospreciaban, que era muy sobrado manso y no sabidor en armas: por lo que no le obedecen, por lo que le desacatan».

Los nobles «fazían guerras entre si mismos en el regno et matavan et robavan las gentes del regno», según la «Crónica de San Juan de la Peña», escrita en el s. XIV

Ramiro II convocó a las Cortes en Huesca haciendo llegar a los nobles su deseo de contar con una gran campana cuyo sonido se escuchase por todo el reino. «Vayamos a ver aquella locura que nuestro Reye quier fazer (sic)», dice la Crónica de San Juan de la Peña que pensaron los nobles y caballeros.

A los quince más influyentes les hizo bajar a un lugar del palacio donde, uno a uno, fueron decapitados. La tradición refiere que sus cabezas fueron colgadas en semicírculo de forma que formasen una campana y después se hizo entrar al obispo Ordás de Zaragoza y se le preguntó si la obra le parecía completa. Éste, lleno de terror y temiendo la suerte que le aguardaba, respondió al monarca que ningún requisitivo faltaba, pero el Rey Monje le dijo: «Sí que le falta algo, y esto es el badajo, y para suplirlo destino tu cabeza». Así se ejecutó, según la leyenda relatada por Gregorio García-Arista y Rivera, de las Reales Academias Española y de la Historia, en ABC en 1926.

Una vez ejecutados los desleales, el monarca invitó a bajar con él al resto de los nobles para ver la gran campana de la que les había hablado. «¡Váis a ver la campana que he hecho fundir en los subterráneos para repique a mayor gloria y fortaleza de Ramiro II! Estoy cierto que su tañido os hará comedidos, solícitos y obedientes a mis mandatos», pone Concepción Masiá Vericat en boca de Ramiro II en su libro sobre «Mitos y leyendas universales» (2007).


Petronila Ramírez y Ramón Berenguer IV

La expansión mediterránea de la Corona de Aragón a finales de la Edad Media.

Así, a comienzos de siglo XII, el Reino de Aragón se unió con el condado de Barcelona a través del matrimonio de Berenguer IV y Petronila de Aragón, formando una confederación de reinos en lo que más tarde se llamaría la Corona de Aragón. 

En esta entidad política, donde cada parte conservaba sus propias instituciones pero tenían un único soberano, los catalanes fueron el elemento más emprendedor, influenciados por una potente burguesía mercantil, y quienes llevaron originalmente la iniciativa durante la expansión aragonesa en el Mediterráneo.

En 1282, los sicilianos se rebelaron contra el rey francés, Carlos de Anjou, que el Papa Inocencio III les había impuesto.

Pedro III de Aragón aprovechó la coyuntura histórica para conquistar Sicilia con la ayuda de los almogávares, mercenarios de élite encabezados durante esta campaña por Roger de Flor. Para ello, no escatimó en violencia.

En los siglos XIV y XV, el comercio catalán adquirió extraordinaria importancia y se acentuó la rivalidad entre Barcelona y las ciudades italianas, que se quejaban de los privilegios que la Corona de Aragón otorgaba a los comerciantes catalanes en Sicilia. Cuando una comitiva de catalanes se presentó en Nápoles para entregar a Jaime de Aragón como esposa a la princesa Constanza, hija de Manfredo I de Sicilia, dejaron la impresión de miserables y recelosos, siendo descritos en «El Decamerón» de Boccaccio, a través del personaje de don Diego Della Ratte, como un pueblo avaro.

En 1297, el Papa Bonifacio VIII atribuyó Cerdeña al rey Jaime II, que la conquistó en 1324.

Asimismo, Alfonso «El Magnánimo» tomó en 1443 el Reino de Nápoles, aunque lo consideró una posesión personal y lo legó a su muerte a su hijo bastardo Ferrante. El litigio por decidir al fallecimiento de este último quién debía seguir al frente de Nápoles, que de facto pertenecía a Aragón, causó un conflicto entre los Reyes Católicos y Francia, donde el Gran Capitán resolvió en favor español con la ayuda de tropas castellanas.

Los Borgia

Un vaso de vino con César Borgia», de John Collier

En medio de toda esta hostilidad contra los españoles, en general, y los catalanes, en particular, la designación del valenciano Calixto III como Papa en 1455 levantó una ola de indignación por toda la península. «¡Un Papa bárbaro y catalán!

Rodrigo de Borja nació en Játiva, Valencia, en el seno de una importante familia de nobles que habían participado de forma destacada durante la conquista cristiana del territorio valenciano a los musulmanes. Con el ascenso al papado de su tío, Rodrigo Llançol i Borja le acompañó a Roma, donde se produjo la adopción de la grafía italiana por la que serían mundialmente conocidos, pasando de «Borja» al italianizado «Borgia». A la muerte de Inocencio VIII, Rodrigo Borgia. Pese a que su condición de no italiano reducía en gran medida sus posibilidades, el cardenal valenciano fue el que finalmente fue reconocido como nuevo pontífice Alejandro VI era calificado de forma despectiva como catalán por los italianos y odiado como a uno de ellos. Así y todo, los crímenes de los Borgia (abusos en el poder, nepotismo, tráfico de influencias, etc) fueron idénticos a los de otros Papas. La muerte de Rodrigo Borgia, posiblemente a causa de un envenenamiento, y la caída en desgracia de sus familiares y seguidores fue celebrada por toda Italia. Sin embargo, la mala fama de los españoles no terminó con el Papa español y su leyenda negra


BIBLIO/WEBGRAFÍA:
José Luis Corral, La Corona de Aragón: manipulación, mito e historia (Editorial Doce Robles, 2014)

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