EUROPA S XVIII
La Paz de Westfalia (1648) marcó el punto de arranque de un período histórico conocido como el Sistema del “Equilibrio Europeo” . Tras la Reforma Protestante y la Guerra de los Treinta Años, se fijaron finalmente las fronteras religiosas definitivas entre católicos y protestantes en Europa.
FRANCIA
PRUSIA
INGLATERRA
Inglaterra es, como España, un país periférico dentro del contexto europeo y, en consecuencia, su salto organizativo tuvo más consecuencias fuera que dentro de la ecúmene. Desde este punto de vista su expansión naval conocerá un nuevo impulso, coincidiendo con los procesos revolucionarios que estaban teniendo lugar en Francia
Los inicios del parlamentarismo
SUECIA
La luterana Suecia había forjado un imperio desde mediados del XVI, cuando gracias a la debilidad política de sus vecinos arrebató territorios a Dinamarca, Polonia, Sajonia... y Rusia. Hartos de derrotas, los enemigos de Carlos XII firmaron a comienzos del XVIII una alianza antisueca. Así comenzó en 1700 la Gran Guerra del Norte. Precisamente en el otro extremo del tablero europeo comenzaba ese año otro conflicto, el de la Sucesión por la corona española. Así que el Viejo Continente luchaba por dilucidar cuales iban a ser las nuevas potencias. Daneses, polacos y sajones cayeron ante la Gran Suecia, la que aspiraba a dominar todo el mar Báltico. Cuando le llegó el turno al zar Pedro, este retrocedió. Los rusos practicaron la política de tierra quemada en su retirada, reagruparon tropas y hostigaron con escaramuzas al Ejército de Carlos XII.
La Batalla de Poltava puso fin al Imperio de la Gran Suecia y entregó el testigo al Imperio ruso.
ESPAÑA:
PARA SABER MÁS, VER:
RELACIONES INTERNACIONALES : CONFLICTOS S. XVIII
La Paz de Westfalia (1648) marcó el punto de arranque de un período histórico conocido como el Sistema del “Equilibrio Europeo” . Tras la Reforma Protestante y la Guerra de los Treinta Años, se fijaron finalmente las fronteras religiosas definitivas entre católicos y protestantes en Europa.
Ese orden sobrevivió hasta el estallido de la Revolución Francesa (1789).
FRANCIA
En este periodo,
Francia intentó imponerse a las demás naciones del continente y
constituyó el más claro ejemplo de las monarquías absolutas.
El reinado
de Luis XIV apoyó su autoridad en la idea de que gobernaba por mandato
divino y, por tanto, era el supremo soberano de toda la nación, lo que
le permitió ejercer todos los poderes sin limitación alguna: hacer
leyes, impartir justicia, controlar la religión del pueblo y promover la
cultura, siempre y cuando no afectara los intereses del Estado.
Sus
sucesores, Luis XV y Luis XVI, gobernaron con la misma idea durante el
siglo XVIII.
Hace unos trescientos
años se pensaba en Europa que las personas que no tenían instrucción
vivían en la ignorancia, como si vivieran a ciegas, en la oscuridad. En
cambio de una persona que tiene instrucción, que es culta y capaz de
razonar adecuadamente, se dice que es "ilustrada". La palabra
ilustración quiere decir "educación".
Las ideas de los
ilustrados ingleses se difundieron ampliamente en Francia. El barón de
Montesquieu, un escritor francés, publicó un libro llamado Del espíritu de las leyes. En él aseguraba que el pueblo, y no los reyes, es el único que tiene derecho a gobernar.
Otro pensador francés, Juan Jacobo Rosseau, escribió El contrato social,
libro en el que presenta una organización social basada en un contrato
entre las personas. Esto quiere decir que todas las personas que
vivieran en un determinado lugar debían llegar a un acuerdo o contrato
para definir qué estaba permitido y qué estaba prohibido en la
comunidad.
Rousseau y otros
escritores tuvieron la idea de reunir en una sola obra todo el conjunto
de conocimientos humanos, para apoyar su proyecto de educación.
A esta obra se le conoce como La Enciclopedia; algunos de sus autores son (además de Rousseau y Montesquieu) Diderot, D'Alembert y Voltaire, quien también escribió El siglo de Luis XIV, un libro en el que expone cuáles eran los problemas originados por el despotismo de los reyes franceses.
Del hecho de que todos
los seres humanos pertenezcamos a la misma especie, los pensadores de
la Ilustración concluyeron que todas las personas son iguales, y que
nadie tenía por qué imponer a otros formas injustas de gobierno.
Dado que el gobierno
requiere necesariamente de leyes, los ilustrados afirmaron que estas
leyes debían establecerlas el pueblo de acuerdo con principios
completamente democráticos.
Muchos se oponían a
las ideas de los pensadores de la Ilustración, sobre todo en Francia,
donde los reyes afirmaban que el propio Dios los había autorizado para
gobernar, y que –en consecuencia– nadie debía interferir en su gobierno.
A esta forma de gobernar se le conoce como despotismo.
Los reyes franceses
cometían muchas injusticias contra el pueblo: a muchos los mantenían en
la esclavitud, y muchísimos más no tenían lo suficiente para comer.
Cuando Luis XVI subió
al trono, en 1774, el país estaba en pésimas condiciones económicas. Las
causas de esta situación fueron el despilfarro de la corte, los gastos
de la guerra de los Siete Años y el apoyo que se le dio a los Estados
Unidos de Norteamérica para lograr su independencia.
Luis XVI intentó
resolver el problema nombrando a nuevos ministros de Hacienda, pero las
medidas que propusieron afectaban a las clases privilegiadas y por ello
fueron destituidos.
Para 1789 la situación
del pueblo francés era intolerable, ya que una racha de malas cosechas y
un invierno muy duro sumió aún más en la miseria a la población, ya de
por sí empobrecida.
Comienza la Revolución francesa. Ver: HIS-CON-XIX-rev.francesa
Algunos países europeos se aliaron contra la
revolución. La Convención, dirigida por el partido de los jacobinos,
tuvo que establecer un gobierno duro para contrarrestar los peligros y
se desató una época llamada de "terror", en la que se persiguió a mucha
gente que era enemiga de la revolución, pero también afectó a personas
inocentes.
A pesar de tantos
obstáculos, la revolución logró muchas mejoras, entre ellas: se
modernizó la administración pública, el cobro de los impuestos se hizo
más justo, mejoró la planeación del gasto público, se crearon muchas
escuelas y la educación dejó de ser privilegio de unos cuantos, se
abolió la esclavitud y todos los hombres fueron iguales ante la ley, y
se estableció el sistema métrico decimal de pesas y medidas que facilitó
el comercio en todo el país.
Las ideas y logros de
la Revolución francesa se extendieron en Europa e influyeron en los
pueblos de América para buscar su independencia de los países europeos,
como España.
Este acontecimiento
cambió la manera de vivir, pensar y organizarse de los hombres en Europa
y América, e inició la llamada época contemporánea.
Durante casi todos los
15 años de su gobierno, Francia estuvo en guerra y llegó a dominar casi
media Europa, desde España hasta Rusia, con la cual firmó una alianza.
Inglaterra fue su principal enemigo.
PRUSIA
Federico II de Prusia representa, quizá mejor que cualquier otro
monarca, el modelo de rey ilustrado. Gran intérprete de flauta
travesera, poeta notable, filósofo atento, erudito y amante de las
letras, encarnó durante el siglo XVIII ese tipo de monarquía y de
gobierno que tanto preconizaban los filósofos del Siglo de las Luces.
Voltaire lo llamó el «Salomón del Norte», y le dedicó versos
entusiastas, contraponiéndolo al monarca francés, el frívolo Luis XV.
Federico II era todo lo contrario a su progenitor, Federico Guillermo I, apodado el Rey Sargento por su marcial severidad. Apuesto, alto, delgado, con una mirada viva y penetrante, proveniente de unos ojos azules grandes y sensuales, y con la nariz algo arqueada, durante su juventud transmitía cierta inseguridad, a la que contribuía sin duda el carácter autoritario de su padre, que desaprobaba las aficiones artísticas del hijo y lo tildaba de afeminado. Harto de la disciplina y hasta de los malos tratos de su padre, cuando tenía 18 años el príncipe heredero quiso escapar a Inglaterra con varios oficiales, pero fue descubierto y encarcelado durante varios meses. El implacable Federico Guillermo ordenó decapitar al principal cómplice de su hijo, Katte, y obligó a éste a asistir a la ejecución.
Gracias a una gobernanta y un preceptor emigrados de Francia, durante su infancia Federico aprendió francés a la perfección, hasta el punto de que se comunicaba en esa lengua con su hermana mayor. Federico hizo que en su corte tan sólo se hablara en francés, el idioma de la sociedad elegante y de la cultura avanzada en la época, mientras que despreciaba todo lo escrito en alemán. Compuso varios libros en la lengua de Molière, como su tratado juvenil Anti-Maquiavelo, en el que criticaba con dureza las intrigas y estrategias del autor italiano, así como numerosos opúsculos y prefacios en los que desarrollaba las ideas anticlericales y libertinas de la Ilustración. Por todo ello, en cuanto fue proclamado rey, Federico II se empeñó en atraer a su corte de Berlín a sabios y escritores franceses.
Uno de los primeros en llegar fue el matemático Pierre-Louis Maupertuis, a quien puso al mando de la Academia de Berlín. Maupertuis se había hecho famoso por haber demostrado que la tierra se achataba por los polos, como Newton había previsto en sus cálculos. Era un hombre de talla mediana, muy atildado, que vestía con extravagantes pelucas, y con un timbre de voz muy agudo. No obstante, a pesar de su coquetería, hizo una gran labor en la Academia y facilitó la llegada del pensamiento moderno científico a Prusia, en especial de las ideas de Isaac Newton.
También acudió a la llamada de Federico de Prusia el médico Julien Offray de La Mettrie, famoso por su libro El hombre-máquina, en el que defendía una concepción materialista del ser humano que muchos tildaron de atea. La Mettrie era deslenguado, ingenioso, locuaz e irreverente, y pronto encontró en aquel ambiente de Prusia un espacio inmejorable para llevar a cabo todos sus excesos, ganándose así la simpatía del rey, que escribió a su muerte un caluroso elogio del filósofo. Otro autor atrevido que se presentó en la corte prusiana fue el marqués d’Argens, autor de un libro de contenido pornográfico titulado Teresa filósofa. El marqués, que era un hombre muy robusto y de casi dos metros de altura, era reticente a viajar a Prusia, por miedo a ser enrolado en la guardia personal del rey, compuesta de gigantes reclutados en medio mundo.
Pero la joya más preciada de aquella colección de sabios convocados en Berlín por el rey Federico de Prusia fue Voltaire, quien a mediados del siglo XVIII era el escritor más famoso de Francia y de toda Europa. Voltaire llegó a Prusia en 1750, tras la muerte de su amante, la marquesa Du Châtelet, y estuvo en la corte durante tres años. «Es un loco más en la corte de Prusia, y uno menos en la mía», declaró el rey de Francia, Luis XV, satisfecho de librarse de aquel incómodo autor.
Voltaire se convirtió en el chambelán de Federico, y durante aquellos años asesoró literariamente al «Salomón del Norte». En realidad, le hizo de corrector, pulió sus versos, los mejoró y le propuso temas sobre los que versificar y mostrar su talento literario. Pero aquella relación idílica duró poco. Un día Voltaire se quejó ante La Mettrie: «El rey me envía su ropa sucia para que la lave», en referencia a que lo único que le pedía es que arreglara sus ejercicios literarios en francés. La Mettrie corrió a contárselo al rey y este replicó: «Lo necesitaré un año más. Se exprime la naranja y se tiran las mondas». Finalmente, no llegó a permanecer ese año que necesitaba el rey ilustrado: tras muchas dificultades, algunas de ellas muy traumáticas, Voltaire consiguió abandonar Prusia. A Federico II no le gustaba perder piezas de su colección, pero el filósofo francés estaba cansado de la vida de palacio y de las rivalidades con todos aquellos filósofos, especialmente con Maupertuis, con el que Voltaire mantuvo una agria y encendida polémica.
A partir de la marcha de Voltaire, Federico II perdió parte de su interés en sus philosophes y se consagró a la carrera militar. En realidad, el rey nunca había olvidado esta faceta, todo lo contrario.
En 1740, nada más acceder al trono, invadió por sorpresa la rica región de Silesia, hasta entonces en manos de Austria. La acción dio inicio a la guerra de la Sucesión de Austria, que se prolongaría durante ocho años y que permitiría a Federico revelar tanto sus dotes diplomáticas como su capacidad militar. La paz de Aquisgrán, que puso fin al conflicto en 1748, fue un triunfo para Prusia, que conservó la posesión de Silesia.
En la posterior guerra de los Siete Años, entre 1756 y 1763, provocada por el intento de María Teresa de Austria de recuperar Silesia, Federico volvió a obtener resonantes victorias en el campo de batalla: en Rossbach (5 de noviembre de 1757) derrotó a las tropas coaligadas de Francia y Austria, mientras que en Leuthen, justo un mes más tarde, doblegó al ejército austríaco en condiciones especialmente difíciles. Sin embargo, la contienda se volvió en contra del soberano prusiano, que vio cómo el ejército ruso, aliado de Austria y Francia, llegaba a ocupar Berlín, aunque finalmente Federico logró conservar su más preciada adquisición, Silesia.
El de Federico el Grande nunca fue el reino que preconizaba la Ilustración pero hay que reconocer que fue quizás el que más se le acercó. Nos queda para la memoria ese monarca que fichó a las mentes más lúcidas de Europa; que componía e interpretaba la música más refinada de su tiempo (en especial de su compositor de cámara Johann Joachim Quantz, autor de bellas sonatas y conciertos), y que construyó un palacio en Potsdam para disfrute de las artes, que llamó Sanssouci («Sin preocupaciones»). Una figura inmensa, con luces y sombras, que sin duda hizo inmortal su reino, por lo que es recordado con el nombre de Federico el Grande.
Federico II era todo lo contrario a su progenitor, Federico Guillermo I, apodado el Rey Sargento por su marcial severidad. Apuesto, alto, delgado, con una mirada viva y penetrante, proveniente de unos ojos azules grandes y sensuales, y con la nariz algo arqueada, durante su juventud transmitía cierta inseguridad, a la que contribuía sin duda el carácter autoritario de su padre, que desaprobaba las aficiones artísticas del hijo y lo tildaba de afeminado. Harto de la disciplina y hasta de los malos tratos de su padre, cuando tenía 18 años el príncipe heredero quiso escapar a Inglaterra con varios oficiales, pero fue descubierto y encarcelado durante varios meses. El implacable Federico Guillermo ordenó decapitar al principal cómplice de su hijo, Katte, y obligó a éste a asistir a la ejecución.
Gracias a una gobernanta y un preceptor emigrados de Francia, durante su infancia Federico aprendió francés a la perfección, hasta el punto de que se comunicaba en esa lengua con su hermana mayor. Federico hizo que en su corte tan sólo se hablara en francés, el idioma de la sociedad elegante y de la cultura avanzada en la época, mientras que despreciaba todo lo escrito en alemán. Compuso varios libros en la lengua de Molière, como su tratado juvenil Anti-Maquiavelo, en el que criticaba con dureza las intrigas y estrategias del autor italiano, así como numerosos opúsculos y prefacios en los que desarrollaba las ideas anticlericales y libertinas de la Ilustración. Por todo ello, en cuanto fue proclamado rey, Federico II se empeñó en atraer a su corte de Berlín a sabios y escritores franceses.
Uno de los primeros en llegar fue el matemático Pierre-Louis Maupertuis, a quien puso al mando de la Academia de Berlín. Maupertuis se había hecho famoso por haber demostrado que la tierra se achataba por los polos, como Newton había previsto en sus cálculos. Era un hombre de talla mediana, muy atildado, que vestía con extravagantes pelucas, y con un timbre de voz muy agudo. No obstante, a pesar de su coquetería, hizo una gran labor en la Academia y facilitó la llegada del pensamiento moderno científico a Prusia, en especial de las ideas de Isaac Newton.
También acudió a la llamada de Federico de Prusia el médico Julien Offray de La Mettrie, famoso por su libro El hombre-máquina, en el que defendía una concepción materialista del ser humano que muchos tildaron de atea. La Mettrie era deslenguado, ingenioso, locuaz e irreverente, y pronto encontró en aquel ambiente de Prusia un espacio inmejorable para llevar a cabo todos sus excesos, ganándose así la simpatía del rey, que escribió a su muerte un caluroso elogio del filósofo. Otro autor atrevido que se presentó en la corte prusiana fue el marqués d’Argens, autor de un libro de contenido pornográfico titulado Teresa filósofa. El marqués, que era un hombre muy robusto y de casi dos metros de altura, era reticente a viajar a Prusia, por miedo a ser enrolado en la guardia personal del rey, compuesta de gigantes reclutados en medio mundo.
Pero la joya más preciada de aquella colección de sabios convocados en Berlín por el rey Federico de Prusia fue Voltaire, quien a mediados del siglo XVIII era el escritor más famoso de Francia y de toda Europa. Voltaire llegó a Prusia en 1750, tras la muerte de su amante, la marquesa Du Châtelet, y estuvo en la corte durante tres años. «Es un loco más en la corte de Prusia, y uno menos en la mía», declaró el rey de Francia, Luis XV, satisfecho de librarse de aquel incómodo autor.
De esta manera, Federico II fue reuniendo poco a poco en torno suyo a un sorprendente, variado y heteróclito conjunto de filósofos, matemáticos, poetas y escritores perseguidos. El soberano y sus sabios a menudo cenaban juntos y departían durante largas sobremesas, en un ambiente en el que todo estaba permitido. Todo, salvo las mujeres: el género femenino no tenía entrada en palacio, y no porque, como decía Madame de Geoffrin (que dirigía un célebre salón mundano en París), las damas trivializasen la conversación, sino sencillamente porque al monarca prusiano no le interesaban. Voltaire lo explica en sus memorias: «Nunca entraban en palacio ni mujeres ni sacerdotes. En una palabra, Federico vivía sin corte, sin consejo y sin culto». En cambio, el rey sentía una sospechosa predilección por los jóvenes oficiales de la corte: «Cuando Su Majestad estaba vestido y calzado, mandaba llamar a dos o tres favoritos, bien lugartenientes de su regimiento, pajes, heiducos [soldados húngaros de infantería] o jóvenes cadetes. Tomaban café. Aquel a quien arrojaba el pañuelo se quedaba a solas con él medio cuarto de hora». Voltaire aclara sobre estos tête à tête: «Las cosas no llegaban hasta sus últimas consecuencias».
Voltaire se convirtió en el chambelán de Federico, y durante aquellos años asesoró literariamente al «Salomón del Norte». En realidad, le hizo de corrector, pulió sus versos, los mejoró y le propuso temas sobre los que versificar y mostrar su talento literario. Pero aquella relación idílica duró poco. Un día Voltaire se quejó ante La Mettrie: «El rey me envía su ropa sucia para que la lave», en referencia a que lo único que le pedía es que arreglara sus ejercicios literarios en francés. La Mettrie corrió a contárselo al rey y este replicó: «Lo necesitaré un año más. Se exprime la naranja y se tiran las mondas». Finalmente, no llegó a permanecer ese año que necesitaba el rey ilustrado: tras muchas dificultades, algunas de ellas muy traumáticas, Voltaire consiguió abandonar Prusia. A Federico II no le gustaba perder piezas de su colección, pero el filósofo francés estaba cansado de la vida de palacio y de las rivalidades con todos aquellos filósofos, especialmente con Maupertuis, con el que Voltaire mantuvo una agria y encendida polémica.
Voltaire huyó entonces de Berlín y se propuso hacer un diccionario para uso de reyes: en ese texto «Mi amigo» significa «Mi esclavo», «Ven a cenar conmigo esta noche» hay que interpretarlo como «Me reiré de ti esta noche»… Más tarde Voltaire le escribiría unos versos desengañados: «Oh, Salomón del Norte, / Oh, rey filósofo, / cuya sabiduría contempla el universo entero…». No obstante, al poco tiempo el escritor francés recuperó la correspondencia con el monarca, una de las más ricas del filósofo, con un total de setecientas cartas intercambiadas.
A partir de la marcha de Voltaire, Federico II perdió parte de su interés en sus philosophes y se consagró a la carrera militar. En realidad, el rey nunca había olvidado esta faceta, todo lo contrario.
En 1740, nada más acceder al trono, invadió por sorpresa la rica región de Silesia, hasta entonces en manos de Austria. La acción dio inicio a la guerra de la Sucesión de Austria, que se prolongaría durante ocho años y que permitiría a Federico revelar tanto sus dotes diplomáticas como su capacidad militar. La paz de Aquisgrán, que puso fin al conflicto en 1748, fue un triunfo para Prusia, que conservó la posesión de Silesia.
En la posterior guerra de los Siete Años, entre 1756 y 1763, provocada por el intento de María Teresa de Austria de recuperar Silesia, Federico volvió a obtener resonantes victorias en el campo de batalla: en Rossbach (5 de noviembre de 1757) derrotó a las tropas coaligadas de Francia y Austria, mientras que en Leuthen, justo un mes más tarde, doblegó al ejército austríaco en condiciones especialmente difíciles. Sin embargo, la contienda se volvió en contra del soberano prusiano, que vio cómo el ejército ruso, aliado de Austria y Francia, llegaba a ocupar Berlín, aunque finalmente Federico logró conservar su más preciada adquisición, Silesia.
El autor del Anti-Maquiavelo, el libro pacifista e ilustrado de su juventud, se presentó así ante el mundo como un Maquiavelo redimido y sin complejos: un diplomático calculador y un comandante obsesionado con conquistar territorio. Pero no por ello dejó de ser, durante los 46 años de su reinado, un verdadero modelo del despotismo ilustrado en Europa. Expuso su filosofía en obras como Ensayo sobre las formas de gobierno (1777), en el que planteaba un Estado regido por un príncipe «que sea a la sociedad lo que la cabeza es al cuerpo». Federico fue también un partidario de la tolerancia religiosa: dio acogida a artesanos protestantes de Bohemia que huían de imposición de catolicismo por Austria, y permitió a los judíos gozar de libertad de enseñanza. Asimismo, el rey se interesó por el fomento de la economía y auspició numerosas experiencias de colonización agrícola y de repoblación, así como la industria textil. Sin embargo, no puso nunca en cuestión los intereses de los grandes terratenientes prusianos, los junkers, y tampoco olvidó que su prioridad era el poder militar: en 1786 Prusia, con apenas seis millones de habitantes, tenía un ejército de 195.000 hombres.
El de Federico el Grande nunca fue el reino que preconizaba la Ilustración pero hay que reconocer que fue quizás el que más se le acercó. Nos queda para la memoria ese monarca que fichó a las mentes más lúcidas de Europa; que componía e interpretaba la música más refinada de su tiempo (en especial de su compositor de cámara Johann Joachim Quantz, autor de bellas sonatas y conciertos), y que construyó un palacio en Potsdam para disfrute de las artes, que llamó Sanssouci («Sin preocupaciones»). Una figura inmensa, con luces y sombras, que sin duda hizo inmortal su reino, por lo que es recordado con el nombre de Federico el Grande.
PARA SABER MÁS, VER :
Federico el Grande de Prusia. Pedro Voltes. Palabra, Madrid, 2006.
Historia de Alemania. Mary Fulbrook. Akal, Madrid, 2009.
nationalgeographic.com.es/federico_grande_rey_que_asombro_europa.html
INGLATERRA
Inglaterra es, como España, un país periférico dentro del contexto europeo y, en consecuencia, su salto organizativo tuvo más consecuencias fuera que dentro de la ecúmene. Desde este punto de vista su expansión naval conocerá un nuevo impulso, coincidiendo con los procesos revolucionarios que estaban teniendo lugar en Francia
Los inicios del parlamentarismo
En
el siglo XVIII sólo en Gran Bretaña la monarquía estaba controlada por
un Parlamento. En Holanda también existía un régimen parlamentario.
En Inglaterra dos revoluciones acabaron con la monarquía de los Estuardo.
En 1649 Carlos I fue derrocado y ejecutado por no querer someterse al Parlamento
En
1689 los Estuardo fueron destronados y el Parlamento eligió a Guillermo
de Orange que tuvo que jurar la Declaración de Derechos que limitaba
los poderes del monarca o Inglaterra se convirtió en una monarquía
parlamentaria con limitaciones ya que sólo el 15% de la población tenía
derecho a voto. Los poderes ejecutivo y legislativo estaban separados y
el Parlamento votaba las leyes y controlaba al gobierno.
SUECIA
La luterana Suecia había forjado un imperio desde mediados del XVI, cuando gracias a la debilidad política de sus vecinos arrebató territorios a Dinamarca, Polonia, Sajonia... y Rusia. Hartos de derrotas, los enemigos de Carlos XII firmaron a comienzos del XVIII una alianza antisueca. Así comenzó en 1700 la Gran Guerra del Norte. Precisamente en el otro extremo del tablero europeo comenzaba ese año otro conflicto, el de la Sucesión por la corona española. Así que el Viejo Continente luchaba por dilucidar cuales iban a ser las nuevas potencias. Daneses, polacos y sajones cayeron ante la Gran Suecia, la que aspiraba a dominar todo el mar Báltico. Cuando le llegó el turno al zar Pedro, este retrocedió. Los rusos practicaron la política de tierra quemada en su retirada, reagruparon tropas y hostigaron con escaramuzas al Ejército de Carlos XII.
La Batalla de Poltava puso fin al Imperio de la Gran Suecia y entregó el testigo al Imperio ruso.
Batalla de Poltava. A la derecha, con la espada en mano, el zar ruso. Getty.
ESPAÑA:
PARA SABER MÁS, VER:
RELACIONES INTERNACIONALES : CONFLICTOS S. XVIII
Se caracterizan por el equilibrio europeo entre las potencias continentales (Austria, Prusia, Rusia, Francia y España) y el inicio, a finales de siglo, de la hegemonía marítima de Inglaterra. Persiste la importancia de otras potencias intermedias gracias a sus imperios coloniales (Portugal y Holanda). El Imperio chino y Japón continúan ajenos a la expansión europea, mientras que India comienza a ser repartida colonialmente. En América surge paulatinamente una conciencia de identidad e intereses alternativos a los de las metrópolis entre los colonos blancos (criollos) que producirá desde finales de siglo a movimientos independentistas y posteriormente a la independencia americana. Simultáneamente se reactiva la exploración y colonización de algunos territorios, como la costa noroccidental del Océano Pacífico (de California a Alaska), en una carrera de exploraciones entre España, Inglaterra y Rusia. Algunos grupos indígenas se extinguen (como el pericú, en la península de Baja California). El Pacífico central y meridional es objeto de las exploraciones de James Cook o Alejandro Malaspina, y comienza la colonización inglesa de Australia.
- Guerra de Sucesión Española (1700-1714): Francia se enfrenta a una coalición europea encabezada por Austria e Inglaterra, para resolver la sucesión Borbón o Habsburgo a Carlos II de España el Hechizado, muerto sin descendencia en 1700. Aunque el conflicto armado es ganado por los Habsburgo, su pretendiente, el Archiduque Carlos, se ve forzado a renunciar al trono de España al heredar el trono de Austria y del Sacro Imperio. Así, por los tratados de Utrecht y Rastadt Felipe V de Borbón obtiene el trono de España, con las colonias americanas; Prusia el estatus de reino; Austria, los territorios españoles en Flandes e Italia; Inglaterra, Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales en América (se asienta como gran potencia). Entre Francia y España comienzan a funcionar los Pactos de Familia.
- Gran Guerra del Norte (1700-1721): es una serie de conflictos por la supremacía en el mar Báltico, en el que se enfrentan principalmente Suecia y Rusia. El conflicto es famoso por ser una suerte de epopeya del Rey de Suecia Carlos XII, visto como un Alejandro renacido. Hasta el momento, el Imperio Sueco había controlado buena parte de los territorios del mar Báltico, pero desde la llegada al trono del zar Pedro I, Rusia comienza a presionar e invadir territorios suecos (Livonia, Estonia, Finlandia,...), aprovechando que el rey Carlos XII había decidido invadir Polonia. Tras hacerse con el control del país, Carlos XII ataca en respuesta a Rusia. En un primer momento sale victorioso, pero es derrotado decisivamente en Poltava (1709). Aislado de la costa, se ve forzado a retirarse hacia el suroeste (Ucrania,...), y entra en territorio Otomano. El Imperio otomano lo ayuda militarmente, pero Carlos XII se ve forzado a regresar apresuradamente, y de incógnito, a Suecia, pues los nobles planeaban destronarlo. Aunque no lo logran, el conflicto continúa con múltiples ramificaciones en Alemania (entre suecos y sajones), en Noruega, en el sur de Suecia (daneses contra suecos), en Finlandia (rusos contra suecos),... Suecia, agotada por el conflicto, capitula en 1721, y cede a Rusia Livonia y Estonia, entre otros. Suecia pierde su relevancia como potencia europea en el báltico, y cede el testigo a Rusia, que emerge entonces como superpotencia. Comienza la decadencia de Polonia.
- Guerra de sucesión de Polonia (1733-1735), con el descrédito de la débil monarquía electiva de Polonia, a la muerte de Augusto II de Polonia (también elector de Sajonia), las potencias europeas proponen varios candidatos al trono. El candidato francés, Estanislao I Leszczynski (cuñado del rey Luis XV, y que ya había sido Rey de Polonia, aunque había sido derrocado), se presenta en oposición del de las potencias alemanas, el elector de Sajonia e hijo de Augusto II, Augusto III de Polonia. La escalada de conflictos entre boyardos polacos conduce a una guerra civil polaca, en la que además continúan los enfrentamientos entre Borbones y Habsburgos, esta vez por el dominio de Italia. Polonia pierde toda su influencia, y se sientan las bases para el posterior reparto del país entre Austria, Prusia y Rusia.
- Guerra de sucesión austriaca (1740-1748): Se trata de una guerra de gran complejidad. El conflicto comienza en realidad en 1739, con la Guerra de la oreja de Jenkins (1739-1741), cuando Inglaterra decide invadir las colonias caribeñas de España. Para ello, fleta la mayor armada conocida hasta el desembarco de Normandía, y decide atacar Cartagena de Indias, donde España le infringe una humillante derrota al enfrentarse unos 3000 defensores a 25000 invasores de la armada inglesa. Jorge II se convierte en el hazmerreir de Europa, y el gobierno inglés, encabezado por el primer ministro Robert Walpole, no tarda en caer (1740); con él se derrumba la alianza entre Austria e Inglaterra y Hanover (posesión personal del Rey Jorge II), que había sido propuganada por Walpole en contra de los deseos del país, que no veía con buenos ojos una alianza con una potencia católica. Sin embargo, tal y como sabía Walpole, esta alianza era de vital importancia para el equilibrio de poder europeo, pues refrenaba los deseos expansionistas de Prusia en centroeuropa, deseos que iban en contra de los intereses de Austria. Así, en 1740, a la muerte del emperador austríaco Carlos VI sin descendencia masculina, su hija María Teresa pretende hacer valer sus derechos al trono en virtud de la Pragmática Sanción promulgada por su padre en 1713, que Jorge II de Inglaterra decía respaldar. Sin embargo, Prusia deseosa de acabar con el podería de la Casa de Habsburgo, decide invadir la Silesia aprovechando el fin de la alianza anglo-austríaca y la confusión reinante en Austria. Los electorados de Baviera, Brandemburgo (posesión de Prusia) y Sajonia, deseosos de sacar provecho de la situación, y aduciendo que no reconocen a María Teresa como legítima heredera al trono de su padre, no tardan en sumarse al conflicto apoyando a Prusia, y los reinos borbones de Francia, España y Cerdeña se suman a la guerra pensando en debilitar a la Casa de Austria. Ante semejante ataque, Gran Bretaña teme la rotura del equilibrio de poder en Europa, y decide al fin volver a aliarse con Austria, que también será apoyada por las Provincias Unidas y el electorado de Hanóver, a la sazón posesión personal de Jorge II de Inglaterra. El conflicto termina en tablas, con María Teresa I en el trono austríaco, (que se separa del Sacro Imperio), aunque Austria debe renunciar a la Silesia a favor de Prusia, que se confirma como potencia en centroeuropa. El Sacro Imperio, que se había enfrentado intestinamente por enésima vez, pasa a ser visto como algo meramente ceremonial. España logra reafirmarse como potencia atlántica frente a las pretensiones inglesas. El resto de potencias sólo obtiene compensaciones económicas.
- Guerra de los siete años (1756-1763). El conflicto tiene sus raíces en el equilibrio surgido del conflicto anterior. Básicamente, Francia y Austria, temerosas de una Prusia cada vez más poderosa, se enfrentran contra Inglaterra y Prusia. Sin embargo, la guerra adquiere una dimensión colonial, pues se inicia en Norteamérica al entrar en conflicto las colonias francesas del Quebéc francés con las colonias inglesas del Canadá superior y las Trece Colonias; ambas potencias emplearán a nativos americanos en contra unos de otros. Al tiempo, Prusia y Austria entran en guerra (Austria ataca a Prusia para recuperar la Silesia), y Francia, temerosa de una Prusia cada vez más fuerte, se alía con Austria en su contra. Inglaterra, aunque no tenía gran interés en el conflicto europeo, ve a Prusia como un aliado natural (es un país protestante, enemigo de Francia), y la apoya. Francia centra su lucha en Europa, y desatiende la guerra colonial, que se extiende a sus colonias en la India, atacadas por Inglaterra. En las colonias, Inglaterra vence a Francia, obteniendo la mayor parte de las colonias francesas en América (salvo la Luisiana, que había quedado prácticamente al margen del conflicto, y Francia se la cede a España para evitar que caiga en manos inglesas) y la India (comenzando así la conquista inglesa del subcontinente), y se convierte en superpotencia. Francia deja de ser una potencia colonial. El conflicto europea acaba en tablas, con Austria cada vez más alejada de Alemania y sin recuperar la Silesia. Prusia afianza su predominio en centroeuropa.
- Guerra Independencia de las Trece Colonias Americanas (1775-1783): las Trece Colonias (colonias americanas costeras de Inglaterra en el Atlántico norte), ante su negativa a pagar impuestos a Inglaterra por su propia defensa durante el conflicto de la guerra de los siete años, se declaran en rebeldía. Inglaterra envía tropas para acabar con la rebelión, y comienza un conflicto armado en el que los rebeldes son ayudados económica y militarmente por Francia, España y los Países Bajos. En 1776, proclaman su independencia de Inglaterra. La ayuda de las potencias extranjeras, sobre todo de Francia, consigue ir derrotando a las tropas inglesas. El conflicto termina cuando en 1783 el Parlamento inglés, presionado por una opinión pública poco favorable al conflicto y deseosa de acabar con un conflicto que la estaba humillando, decide ceder a las exigencias de los secesionistas, y reconoce la Independencia.
- Revolución francesa (1789): ante el descontento popular, con un Rey débil y una corte corrupta, ineficaz y ajena a los problemas del pueblo, Francia se rebela contra su Rey y lo toma preso. Se colapsa la sociedad del Antiguo Régimen, y en una escalada de rebeldías, se ejecuta a Luis XVI. Las monarquías europeas, temerosas de que el conflicto se extienda, declaran la guerra a Francia en la llamada Guerra de la Convención, que desde finales de siglo enlaza con las Guerras napoleónicas.
PARA SABER MÁS, VER:
Absolutismo e ilustración en el siglo XVIII pdf.
Edad moderna economía y sociedad pdf
Del feudalismo al Antiguo Régimen.
Despotismo Ilustrado
No hay comentarios:
Publicar un comentario