El S. XVI: el apogeo del imperio español.
Rebelión de las comunidades en Castilla que fracasó, pero a partir de entonces los castellanos ocuparon los principales puestos de gobierno.
El imperio de Carlos V estaba formado por una infinidad de territorios diferentes, con sus propias leyes e instituciones.
Carlos V no tenía un poder absoluto sobre todos sus territorios, algunas decisiones tenían que ser aprobadas por los Parlamentos de cada reino.
La corte era itinerante, ya que el rey se desplazaba personalmente a aquellos territorios en donde habían problemas. En cada territorio existía un virrey o un gobernador que gobernaba en nombre del rey durante su ausencia. También había una audiencia, encargada de administrar justicia.
Los ingresos del rey provenían del cobro de impuestos, pero no eran suficientes y el rey tuvo que pedir préstamos.
Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico
A los 55 años, el Rey de España y emperador Carlos de Alemania, desdentado y con la apariencia de un hombre de setenta años, decidió abdicar y retirarse a Cuacos de Yuste (Extremadura) en busca de su particular refugio del guerrero y de un clima propicio para la gota. Corría el año 1555.
Durante muchos meses, a Yuste acudieron personajes de la corte en busca de consejos e influencias. Además, Carlos V mantuvo correspondencia diaria con su hijo y trató de influir hasta sus últimos días en los asuntos de estado. Además, el emperador tuvo tiempo de conocer a un niño de 12 años llamado Jeromín, al que un año después le sería revelado su auténtica identidad: era el futuro don Juan de Austria, hijo natural del emperador, y a la postre héroe en la batalla de Lepanto.
La política de Felipe II tuvo dos objetivos principales:
Felipe II y su familia, en El Monasterio de El Escorial
POLÍTICA INTERIOR
Los problemas: Germanías, bandolerismo y amenaza corsaria
Comuneros
No fue una batalla de dimensiones épicas, pero marcó a fuego el devenir de España. Hace 492 años, la localidad vallisoletana de Villalar fue testigo de la sangrienta contienda en la que los soldados de Carlos Iaplastaron sin piedad al ejército comunero, contrario, entre otras cosas, a un rey que consideraban inexperto y que anteponía las necesidades alemanas a las españolas
De esta forma, la contienda supuso el principio del fin de la Guerra de las Comunidades de Castilla, un conflicto que, a base de pica y arcabuz, tuvo en jaque al ejército del rey durante más de un año. Sin embargo, todo acabaría con la decapitación de los principales líderes comuneros capturados en Villalar. En este caso, y tras la masacre de un millar de soldados revolucionarios, no hubo piedad para los considerados como traidores.
Para hallar los orígenes de la revolución comunera es necesario retroceder nada menos que hasta 1516. En este año, y con apenas 16 veranos a sus espaldas, Carlos I informó a España de que tenía intención de coronarse rey. No obstante, la llegada de este monarca –educado en Gante (Bélgica)- y sus posteriores medidas económicas encenderían la mecha de la revolución.
«La llegada de un bisoño monarca “extranjero”, que apenas sabía hablar español, generó gran inquietud en las ciudades castellanas. Ya por entonces, el ambiente político estaba demasiado enrarecido a los vaivenes sucesorios, capaces de minar considerablemente la lealtad de los súbditos»
A partir de ese momento, el joven rey comenzó a ser objeto de burlas. De hecho, y según se afirma en documentos de la época recogidos por Berzal, de él se decía que tenía «una mandíbula muy pronunciada» y que «miraba como un idiota». Al parecer, y ya en el SXVI, los españoles no perdían la oportunidad de hacer una buena broma.
España entera se siente comunera
Finalmente, la situación terminó explotando en 1520 en Toledo, donde cientos de ciudadanos se amotinaron contra las decisiones del Rey. De este territorio, la revolución se expandió hasta varias ciudades. No obstante, el mayor grado de violencia se alcanzó en Burgos y Segovia. De hecho, en esta última se llegó a asesinar a golpes y colgar de los pies a varios partidarios de Carlos I. Pronto, algunos núcleos de población como León y Ávila se unieron a los comuneros. La guerra acababa de comenzar.
Entre las pretensiones revolucionarias más destacadas, los revolucionarios pretendían «reservar cargos públicos y beneficios eclesiásticos a los castellanos, prohibir la salida de dinero y designar a un castellano para dirigir el reino en ausencia del rey», según determina el autor. Los comuneros, incluso, llegaron a tener varias entrevistas con la reina Juana, más conocida como “la loca”, quién ofreció en principio su apoyo a la causa.
La suerte estaba echada y, tras no obtener resultados políticos, los comuneros se decidieron a entablar batalla bajo la dirección de Juan de Padilla. No obstante, en poco tiempo el movimiento perdió varios territorios de vital importancia como, por ejemplo Burgos. Sin embargo, y a pesar de los reveses iniciales, Padilla logró dar un golpe de efecto y conquistar el castillo de Torrelobatón (en Valladolid), un enclave de gran importancia táctica y donde, para su desgracia, se iniciaría el declive de la revuelta.
La conquista del castillo de Torrelobatón hizo enfurecer a los realistas que, ávidos de venganza, comenzaron a reunir un gran ejército con el que sitiar la fortaleza. «La unión de los (…) ejércitos realistas era una amenazadora realidad para los acantonados en Torrelobatón. El condestable pasó revista a 6000 infantes y 2400 jinetes. En las tropas de Padilla no tardó en cundir la inquietud», señala el historiador en el texto.
Por su parte, Padilla contaba con 6000 soldados, entre ellos 400 lanzas y 1000 escopeteros, una cantidad que no consideraba adecuada para enfrentarse a los realistas, a los que el terreno ofrecía grandes ventajas. Por ello, y tras unos días de duda, decidió partir hacia la ciudad de Toro donde, con la población a su favor, pretendía resistir hasta la llegada de refuerzos.
No obstante, la tardanza en abandonar el lugar hizo que el ejército del Rey se terminara de formar e iniciara su persecución. Ahora, las tropas de Padilla trataban de huir a marchas forzadas a través de la campiña española mientras sus enemigos les pisaban los talones.
«Su salida a Toro resultó un desastre. Enterados por medio de los escuchas y corredores de campo, el condestable y el almirante (líderes realistas) no tardaron en abalanzarse sobre su ejército», explica Berzal. Para poder parar su avance, los seguidores de Carlos I enviaron a sus jinetes con órdenes de interceptar a las tropas de Padilla y detenerlas el tiempo suficiente hasta la llegada de la infantería.
«Les dieron alcance en una campa próxima a la localidad vallisoletana de Villalar, concretamente en el lugar denominado Puente de Fierro, sobre el arroyo de los Molinos, un terreno muy pegajoso y fangoso», añade el historiador. Para desgracia de Padilla, cuando la caballería realista les divisó el 23 de abril, sus tropas se encontraban extenuadas y entorpecidas por el barro.
Los jinetes del Rey, por su parte, no tuvieron piedad. Sabedores de su ventaja, no dudaron ni un minuto y cargaron contra la retaguardia de las tropas comuneras, que no tuvieron tiempo de formar para hacer frente a su nuevo enemigo y cayeron a cientos bajo estocadas y caballos encabritados. La contienda se había decidido antes de comenzar.
A su vez, y a sabiendas de que la derrota estaba asegurada, muchos soldados de Padilla destruyeron las cruces rojas que portaban (uno de los símbolos que les distinguían) para cambiarlas por otras similares, pero blancas (señal de que se habían pasado al bando realista).
A pesar de todo, varios oficiales combatieron hasta el último aliento. «Padilla desoyó las voces que le instaban a la retirada. “No permita Dios que las mujeres digan en Toledo que traje a sus hijos y esposos a la matanza y yo me salvé huyendo”, cuentan que dijo», explica el historiador.
Así, Padilla espoleó a su caballo y, acompañado de otros militares, hizo una última carga que provocaría su captura. «El apresamiento de Juan de Padilla aparece relatado de manera casi idéntica en las crónicas al uso: acompañado de 5 escuderos, se adentró al galope y con furia contra las tropas enemigas (…) al grito de ¡Santiago, libertad!», añade Berzal.
Finalmente, y tras pocas horas, llegó la infantería del ejército realista con la intención de entablar combate. Lo que desconocían era que el enemigo ya había sido derrotado por la avanzadilla, la cual había causado aproximadamente un millar de bajas y había capturado, además de a Padilla, a Juan Bravo y Pedro y Francisco Maldonado (tres conocidos líderes de la revuelta).
Tras la derrota, los prisioneros fueron trasladados a Villalar, donde se llevó a cabo un juicio en el que se les condenó a pena capital: morirían decapitados ese mismo día por ser capitanes comuneros. Sólo se salvó Pedro Maldonado que, sin embargo, fue ejecutado en Simancas algunos meses después.
Justo antes de ser ajusticiados, los líderes comuneros protagonizaron una última anécdota que quedaría grabada en la Historia. «Como Juan Bravo oyó decir (…) que los degollaban por traidores, volvióse al pregonero verdugo y díjole: “Mientes (…); traidores no, mas celosos del bien público sí, y defensores de la libertad del Reino. (…) Y entonces Juan de Padilla le dijo: Señor Juan Bravo, ayer era día de pelear como caballero, y hoy de morir como cristiano”», recoge en un texto de época el historiador.
Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo» ANTONIO GISBERT
Reyes de España: los Austrias o Habsburgos.
Los Austrias Mayores: Carlos I y Felipe II.
Árbol genealógico y dinastía de los Austrias de Madrid.
La historia de los Reyes de España de la Casa de Austria comienza a principios del siglo XVI. Tras la muerte de Isabel la Católica, el reino de Castilla pasa a Juana I “La Loca” y a su marido Felipe I “el Hermoso”, descendiente de la Casa de Habsburgo. Pero en realidad no llegaron a detentar el poder puesto que Felipe murió a los pocos meses y Juana fue declarada incapaz para gobernar.
El heredero del matrimonio de Juana I y Felipe I habría de ser su hijo Carlos pero por su corta edad no se haría con el trono hasta la muerte de su abuelo Fernando de Aragón (Fernando el Católico) en 1516. Él heredaría un vastísimo imperio de sus padres y abuelos. A su vez recibió los títulos de Emperador del Sacro Imperio Romano como Carlos V y de Carlos I de España.
La singular herencia de Carlos, nacido en Gante en 1500, vino propiciada por una cadena de infortunios; el príncipe don Juan murió en 1497, malográndose además el resultado del embarazo de su mujer Margarita que dio a luz una niña muerta, y al año siguiente, en 1498, murió la hija primogénita Isabel, y dos años más tarde, su hijo Miguel que había sido jurado como heredero por Castilla, Aragón y Portugal.
Desde 1502, en que son proclamados herederos Juana y Felipe el Hermoso, hasta el otoño de 1517, año en el que viene a Castilla el que va a ser emperador Carlos, primero la enfermedad de Juana y después la muerte de su marido, dejaron a Carlos como heredero de todos los Estados, y desde la muerte de su abuelo paterno Maximiliano, emperador del Sacro Imperio.
La llegada a este final no fue nada fácil; una complicada red de intereses, agravados por la muerte de Felipe el Hermoso, hizo muy dudosa la candidatura de Carlos al trono castellano, que realmente ocupaba su madre doña Juana.
Castilla y los Países Bajos se convirtieron en escenarios de estrategias dinásticas enfrentadas; por un lado, el emperador Maximiliano, a la muerte de Felipe el Hermoso, nombró a su hija Margarita regente de los Países Bajos, quien además de encargarse activamente de la educación de Carlos, sirvió con la oposición de la nobleza local y de los personajes que rodeaban al futuro emperador a los intereses antifranceses de Fernando el Católico.
Por otro lado, en Castilla, la incapacidad de la reina doña Juana dejó a Fernando el Católico con la libertad suficiente para desear que fuese Fernando quien le sucediese en Castilla, y antes, entre 1506 y 1511, a pensar en un heredero de sus reinos orientales en el fruto de su matrimonio con Germana de Foix.
Sólo a partir de 1515, con el fin de la regencia de Margarita de Austria en los Países Bajos y el triunfo diplomático de los consejeros de Carlos ante Fernando y Cisneros, inclinó definitivamente la balanza en beneficio de Carlos. Medio siglo separa la última voluntad de Isabel la Católica de la de su nieto, y cuando Carlos V hace su testamento en 1554, casi triplica el número de títulos que heredó de sus abuelos
PARA SABER MÁS, VER:
HIS-ESP-MEDIEVAL-RRCC
La singular herencia de Carlos, nacido en Gante en 1500, vino propiciada por una cadena de infortunios; el príncipe don Juan murió en 1497, malográndose además el resultado del embarazo de su mujer Margarita que dio a luz una niña muerta, y al año siguiente, en 1498, murió la hija primogénita Isabel, y dos años más tarde, su hijo Miguel que había sido jurado como heredero por Castilla, Aragón y Portugal.
Desde 1502, en que son proclamados herederos Juana y Felipe el Hermoso, hasta el otoño de 1517, año en el que viene a Castilla el que va a ser emperador Carlos, primero la enfermedad de Juana y después la muerte de su marido, dejaron a Carlos como heredero de todos los Estados, y desde la muerte de su abuelo paterno Maximiliano, emperador del Sacro Imperio.
La llegada a este final no fue nada fácil; una complicada red de intereses, agravados por la muerte de Felipe el Hermoso, hizo muy dudosa la candidatura de Carlos al trono castellano, que realmente ocupaba su madre doña Juana.
Castilla y los Países Bajos se convirtieron en escenarios de estrategias dinásticas enfrentadas; por un lado, el emperador Maximiliano, a la muerte de Felipe el Hermoso, nombró a su hija Margarita regente de los Países Bajos, quien además de encargarse activamente de la educación de Carlos, sirvió con la oposición de la nobleza local y de los personajes que rodeaban al futuro emperador a los intereses antifranceses de Fernando el Católico.
Por otro lado, en Castilla, la incapacidad de la reina doña Juana dejó a Fernando el Católico con la libertad suficiente para desear que fuese Fernando quien le sucediese en Castilla, y antes, entre 1506 y 1511, a pensar en un heredero de sus reinos orientales en el fruto de su matrimonio con Germana de Foix.
Sólo a partir de 1515, con el fin de la regencia de Margarita de Austria en los Países Bajos y el triunfo diplomático de los consejeros de Carlos ante Fernando y Cisneros, inclinó definitivamente la balanza en beneficio de Carlos. Medio siglo separa la última voluntad de Isabel la Católica de la de su nieto, y cuando Carlos V hace su testamento en 1554, casi triplica el número de títulos que heredó de sus abuelos
PARA SABER MÁS, VER:
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¿Estaba Juana "La Loca" verdaderamente loca?
¿Envenenó Fernando «el Católico» a su yerno Felipe «el Hermoso»?
La llegada al trono de Felipe I fue vista con recelo por parte de la nobleza castellana a causa de su condición de extranjero. El apodado como Felipe «el Hermoso» procedía de los lejanos Países Bajos y, desde el principio, se hizo rodear de una corte de consejeros que solo hablaban en francés, salvo alguna excepción como el enigmático señor de Belmonte. Dos meses después del nombramiento de Felipe y Juana como Reyes de Castilla, el hombre que dio dos emperados al mundo (Carlos V y Fernando I de Alemania) cayó enfermo en extrañas circunstancias tras beber agua fría mientras jugaba al juego de la pelota. En pocos días desarrolló un cuadro de neumonía y falleció súbitamente. Las investigaciones posteriores han apuntado a que pudo ser víctima de algún tipo de envenenamiento o, lo más probable, de la peste.
Los historiadores ven en los beneficios que consiguió Fernando «el Católico» de la muerte de su yerno un elemento altamente sospechoso. Cuando la nobleza castellana todavía estaba sopesando entre si era menos malo un rey extranjero o uno aragonésaconteció la repentina muerte de Felipe I. En pocos meses, el entonces Rey de Aragón aprovechó la supuesta locura de su hija Juana para recluirla en Tordesillas y proclamarseregente de Castilla con plenos poderes.
Juana era obsesiva en lo referente a su marido y mostró episodios de ira Con la intención de aislar políticamente a Francia, los Habsburgo cerraron una serie de alianzas con los Reyes Católicos que incluían el matrimonio de Felipe I de Austria, llamado «el Hermoso», con la Infanta Juana. Curiosamente, el apelativo de «el Hermoso» se lo dio el Rey Luis XII de Francia cuando la pareja viajaba hacía España para ser coronados y se detuvieron en Blois. Allí el rey los recibió y al verle exclamó: «He aquí un hermoso príncipe».
En 1496, Juana de Castilla contrajo matrimonio a los 17 años. Daba comienzo una vida conyugal marcada por las infidelidades de Felipe «el Hermoso» y por la absoluta soledad. Como respuesta, la hija de los Reyes Católicos mostró un carácter obsesivo en lo referente a su marido y dejó distintos episodios de ira. Un carácter que la muerte de su hermano Juan, heredero al trono, y de su hermana mayor Isabel en 1497 hizo todavía más inestable.
El cortejo fúnebre de Felipe I, el breve
No mucho tiempo después, en 1504, el fallecimiento de Isabel «la Católica» inició una disputa entre Fernando «el Católico» y Felipe «el Hermoso» por hacerse con el control de Castilla, donde Juana quedó atrapada entre el fuego cruzado. Para rematar una década minada de muertes de gente cercana a ella, Felipe I –que llegó a ser Rey de Castilla por dos meses– falleció súbitamente en 1506. Según las fuentes de la época, «se encontraba Felipe en Burgos jugando a pelota cuando, tras el juego, sudando todavía, bebió abundante agua fría, por lo cual cayó enfermo con alta fiebre y murió unos días después».
La actitud de la Reina durante el cortejo fúnebre que llevó el cuerpo de su marido por buena parte de Castilla extendió entre la población la creencia de que tenía graves problemas mentales. Sea como fuere el grado y naturaleza de locura de la Reina, su padre no estaba dispuesto a dejar pasar otra vez la ocasión de hacerse con la Corona de Castilla y recluyó rápidamente a su hija en Tordesillas, donde residiría hasta su muerte.
Los comuneros se dirigieron a Tordesillas a liberar a Juana y a pedirle su apoyoLa Reina Juana permaneció cuarenta y seis años en Tordesillas (Valladolid) y ni siquiera la llegada al trono de su hijo Carlos I rebajó las condiciones de su cautiverio. En 1520, el movimiento comunero que exigía a Carlos I más respeto por las instituciones castellanas se dirigió a Tordesillas a liberar a Juana y a pedirle su ayuda. Y aunque la todavía Reina rehusó apoyar el movimiento, la mujer que hallaron los cabecillas comuneros estaba lejos de la figura trágica que Fernando «el Católico» y Carlos I habían difundido entre la población, su conversación era inteligente y su mente era clara. De hecho, la descripción que hicieron los comuneros de la Reina ha llevado a que en la actualidad muchos historiadores pongan bajo sospecha su hipotética locura, que bien pudo ser solamente de carácter transitorio a causa de la muerte de muchos seres queridos en poco tiempo.
Pero la expansión territorial y las campañas militares tuvieron sus consecuencias negativas. La administración de un imperio tan extenso implicó la delegación en virreyes y consejos, dificultando la consolidación del poder central. La presión económica era tanta que no la cubrían las extraordinarias riquezas que llegaban de América.¿Envenenó Fernando «el Católico» a su yerno Felipe «el Hermoso»?
La llegada al trono de Felipe I fue vista con recelo por parte de la nobleza castellana a causa de su condición de extranjero. El apodado como Felipe «el Hermoso» procedía de los lejanos Países Bajos y, desde el principio, se hizo rodear de una corte de consejeros que solo hablaban en francés, salvo alguna excepción como el enigmático señor de Belmonte. Dos meses después del nombramiento de Felipe y Juana como Reyes de Castilla, el hombre que dio dos emperados al mundo (Carlos V y Fernando I de Alemania) cayó enfermo en extrañas circunstancias tras beber agua fría mientras jugaba al juego de la pelota. En pocos días desarrolló un cuadro de neumonía y falleció súbitamente. Las investigaciones posteriores han apuntado a que pudo ser víctima de algún tipo de envenenamiento o, lo más probable, de la peste.
Los historiadores ven en los beneficios que consiguió Fernando «el Católico» de la muerte de su yerno un elemento altamente sospechoso. Cuando la nobleza castellana todavía estaba sopesando entre si era menos malo un rey extranjero o uno aragonésaconteció la repentina muerte de Felipe I. En pocos meses, el entonces Rey de Aragón aprovechó la supuesta locura de su hija Juana para recluirla en Tordesillas y proclamarseregente de Castilla con plenos poderes.
A la muerte de su esposo Felipe «el Hermoso», la Reina Juana de Castilla inició una larga procesión por todo el reino con el ataúd del Rey a la cabeza. Durante ocho meses, Juana caminó pegada al catafalco de su esposo en un cortejo fúnebre que despertó asombro e incluso miedo entre la población. Este supuesto arranque de locura provocó la reclusión de la Reina en Tordesillas (Valladolid) hasta su muerte cuarenta y seis años después. En la actualidad, los historiadores se plantean si Fernando «el Católico» –padre de Juana y responsable de su «cautiverio»– aprovechó la enajenación transitoria de su hija para apartarla bruscamente de la Corona.
Juana de Castilla, Nacida en Toledo el 6 de noviembre de 1479, Juana de Castilla recibió una educación esmerada de orientación humanista por empeño de su madre, Isabel «la Católica», quien bien sabía lo complicado que era para una mujer progresar en una sociedad dominada por los hombres. Pronto, la Infanta castellana destacó en el dominio de las lenguas romances y el latín, en interpretación musical y en danza. Era, en consecuencia, la educación típica de un miembro secundario de la Familia Real. No en vano, Juana de Castilla fue una niña normal que no dio prueba de sufrir ningún tipo de trastorno mental hasta la madurez.
Juana era obsesiva en lo referente a su marido y mostró episodios de ira Con la intención de aislar políticamente a Francia, los Habsburgo cerraron una serie de alianzas con los Reyes Católicos que incluían el matrimonio de Felipe I de Austria, llamado «el Hermoso», con la Infanta Juana. Curiosamente, el apelativo de «el Hermoso» se lo dio el Rey Luis XII de Francia cuando la pareja viajaba hacía España para ser coronados y se detuvieron en Blois. Allí el rey los recibió y al verle exclamó: «He aquí un hermoso príncipe».
En 1496, Juana de Castilla contrajo matrimonio a los 17 años. Daba comienzo una vida conyugal marcada por las infidelidades de Felipe «el Hermoso» y por la absoluta soledad. Como respuesta, la hija de los Reyes Católicos mostró un carácter obsesivo en lo referente a su marido y dejó distintos episodios de ira. Un carácter que la muerte de su hermano Juan, heredero al trono, y de su hermana mayor Isabel en 1497 hizo todavía más inestable.
El cortejo fúnebre de Felipe I, el breve
No mucho tiempo después, en 1504, el fallecimiento de Isabel «la Católica» inició una disputa entre Fernando «el Católico» y Felipe «el Hermoso» por hacerse con el control de Castilla, donde Juana quedó atrapada entre el fuego cruzado. Para rematar una década minada de muertes de gente cercana a ella, Felipe I –que llegó a ser Rey de Castilla por dos meses– falleció súbitamente en 1506. Según las fuentes de la época, «se encontraba Felipe en Burgos jugando a pelota cuando, tras el juego, sudando todavía, bebió abundante agua fría, por lo cual cayó enfermo con alta fiebre y murió unos días después».
La actitud de la Reina durante el cortejo fúnebre que llevó el cuerpo de su marido por buena parte de Castilla extendió entre la población la creencia de que tenía graves problemas mentales. Sea como fuere el grado y naturaleza de locura de la Reina, su padre no estaba dispuesto a dejar pasar otra vez la ocasión de hacerse con la Corona de Castilla y recluyó rápidamente a su hija en Tordesillas, donde residiría hasta su muerte.
Los comuneros se dirigieron a Tordesillas a liberar a Juana y a pedirle su apoyoLa Reina Juana permaneció cuarenta y seis años en Tordesillas (Valladolid) y ni siquiera la llegada al trono de su hijo Carlos I rebajó las condiciones de su cautiverio. En 1520, el movimiento comunero que exigía a Carlos I más respeto por las instituciones castellanas se dirigió a Tordesillas a liberar a Juana y a pedirle su ayuda. Y aunque la todavía Reina rehusó apoyar el movimiento, la mujer que hallaron los cabecillas comuneros estaba lejos de la figura trágica que Fernando «el Católico» y Carlos I habían difundido entre la población, su conversación era inteligente y su mente era clara. De hecho, la descripción que hicieron los comuneros de la Reina ha llevado a que en la actualidad muchos historiadores pongan bajo sospecha su hipotética locura, que bien pudo ser solamente de carácter transitorio a causa de la muerte de muchos seres queridos en poco tiempo.
Antecedentes de locura en la familia
El carácter de Juana «la Loca» oscilaba rápidamente entre la euforia y la melancolía. Los expertos se inclinan por pensar que pudiera sufrir algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo o incluso una bipolaridad, nada lo bastante grave como para ser privada del trono. Sin embargo, la dinastía de los Trastámara tiene un antecedente directo de alguien con problemas mentales en la figura de Isabel de Portugal, madre de Isabel «la Católica».
Muerto Juan II y tras la ascensión al trono de Enrique, Isabel sintió tanto su pérdida que fue supuestamente acometida de una enajenación mental, por lo cual fue confinada junto a sus dos hijos, su madre y un pequeño número de sirvientes, al castillo de la villa de Arévalo. Muy similar al caso de Juana la Loca, su abuela Isabel de Portugal también presentaba un clínico de depresiones y actitud melancólica. Y de la misma forma, también es complicado saber si existió realmente algún tipo de trastorno mental tras su súbita reclusión.
Carlos V. El gobierno de un extenso imperio.
Carlos V heredó un inmenso imperio y se convirtió en el rey más poderoso de su tiempo.
En el mapa podemos observar las posesiones europeas de Carlos I y a ellas se sumaban las colonias americanas. Su objetivo fue el de recomponer el Imperio Universal Cristiano, motor para buscar nuevas anexiones de tierras bajo la premisa de la defensa de la religión católica, en el contexto de la Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica.
Carlos I falleció en 1558, pero en 1556 ya había abdicado el trono de España en favor de su hijo Felipe II y el del Sacro Imperio Romano Germánico a su hermano Maximiliano. Esto marcá la división de la Casa de Austria en dos líneas: los Austrias de Madrid y los Austrias Viena.
Carlos V nació en Flandes. Cuando llegó a España, en 1516, era un rey extranjero que trajo consigo a muchos nobles flamencos a los que dio los principales cargos de gobierno. Además, gastó grandes cantidades de dinero castellano para conseguir el nombramiento como emperador del Sacro Imperio. Estos hechos provocaron la
Rebelión de las comunidades en Castilla que fracasó, pero a partir de entonces los castellanos ocuparon los principales puestos de gobierno.
Carlos V no tenía un poder absoluto sobre todos sus territorios, algunas decisiones tenían que ser aprobadas por los Parlamentos de cada reino.
La corte era itinerante, ya que el rey se desplazaba personalmente a aquellos territorios en donde habían problemas. En cada territorio existía un virrey o un gobernador que gobernaba en nombre del rey durante su ausencia. También había una audiencia, encargada de administrar justicia.
Los ingresos del rey provenían del cobro de impuestos, pero no eran suficientes y el rey tuvo que pedir préstamos.
Retrato de Carlos V y su familia, óleo sobre lienzo de Juan Pantoja de La Cruz.
PARA SABER MÁS, VER:
Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico
INDICE
Introducción - Nacimiento e Infancia - La Europa del 1500 - Los padres del Emperador -
Carlos, Gobernador de los Paises Bajos - La Administración del Estado y los Tercios -
La lucha por el Imperio - Carlos Emperador - Las campañas del Emperador -
Sucesión, abdicación y retiro a Yuste.
diomedes.com/carlosV
Durante muchos meses, a Yuste acudieron personajes de la corte en busca de consejos e influencias. Además, Carlos V mantuvo correspondencia diaria con su hijo y trató de influir hasta sus últimos días en los asuntos de estado. Además, el emperador tuvo tiempo de conocer a un niño de 12 años llamado Jeromín, al que un año después le sería revelado su auténtica identidad: era el futuro don Juan de Austria, hijo natural del emperador, y a la postre héroe en la batalla de Lepanto.
El joven don Juan de Austria es recibido por el emperador Carlos V en Yuste
Decidió dejar las cosas del imperio en manos de su hermano Fernando, archiduque de Austria, y «la Corona de las Españas» a su hijo
Felipe II. EL REY PRUDENTE
El Monarca, absorto en los detalles e incapaz de delegar en otras personas, se encargó de tareas consideradas mínimas para alguien destinado a asuntos de estado. «Su Majestad quiere hacerlo todo y verlo todo, sin confiar en nadie más, ocupándose él mismo de tantos detalles nimios que no le queda tiempo para resolver lo que más importa», observó con acierto uno de sus más fieles consejeros, el cardenal Granvela.
En su libro «Felipe II: la biografía definitiva», el hispanista Geoffrey Parker recuerda que personalidad obsesiva se desarrolla a causa de una educación muy severa que crea mentes inseguras y temerosas. Con una personalidad «obsesiva compulsiva». Así, su visión mesiánica del mundo y su capacidad para sacar fuerzas de los fracasos, como ocurrió tras la Empresa inglesa de 1588, tendría su origen en el carácter obstinado y riguroso que desarrolló desde la infancia. el Monarca dejaba muchos factores a la suerte y a la asistencia divina. Dentro del primer imperio global de la historia, los fracasos solían ser compensados por victoriasCriado por la Reina y por sus hermanas mayores, Felipe II creció sin la presencia de su padre Carlos V, un rey que permanecía poco tiempo en un mismo reino, lo que pudo marcar profundamente su carácter. Una de los atributos que desarrolló el Rey a consecuencia de esta severa educación fue la exagerada adoración por la rutina, el orden y la puntualidad. Su detallismo era tan meticuloso que le conducía a incurrir en la prolijidad, o sea en la confusión de los esencial con lo accesorioA la Emperatriz Isabel le entraba pánico cada vez que alguno de sus hijos contraía la menor enfermedad, pues ya había perdido a varios niños, y mantuvo un estricto control sobre el pequeño. No obstante, cuando murió la Emperatriz, el ayo Juan de Zúñiga mantuvo el duro régimen donde quedaba estipulado hasta el más mínimo detalle de lo que podía hacer o no el Príncipe.La timidez, en ocasiones identificada como frialdad e insensibilidad, sirvió al Rey para ocultar sus inseguridades. En 1566, cuando contaba con 38 años, Felipe II fue avisado de que debía encargarse de presentar a su primera hija en la pila bautismal y, presa de los nervios, dedicó varios días a «pasearse con un gran muñeco en brazos de un lado a otro de la habitación». El Rey prudente» sentía aversión por los escenarios bélicos y prefería ser quien enviaba a los soldados y no el que combatía,.«era por naturaleza el hombre más limpio, aseado, cuidadoso para con su persona que jamás ha habido en la tierra, y lo era en tal extremo que no podía tolerar una sola pequeña mancha en la pared o en el techo de sus habitaciones»
Felipe II, retratado por Antonio Moro.
Los objetivos de Felipe II
Al asumir Felipe II como Rey de España continúo con las campañas militares de Carlos I y con la defensa de la iglesia Católica. En el territorio de los Países Bajos debió enfrentar la rebelión de Holanda que se oponía a la ingerecia del rey español en su política. Este fue el inicio de una guerra que duró de 1566 a 1598 tras la cual una parte de este territorio (las Provincias Unidas u Holanda) se independizó. Este significó un duro golpe económico para la Corona española.
Al mismo tiempo llegaban extraordinarias riquezas provenientes de la explotación de la plata y el oro de las colonias de América.
PARA SABER MÁS, VER: HIS-ESP-MODERNA-AMERICA
Pero paradójicamente esto repercutió en forma negativa sobre la economía, que atravesó momentos tan críticos que Felipe II debió declarar en distintas oportunidades la bancarrota del Estado.
PARA SABER MÁS, VER: HIS-ESP-MODERNA-AMERICA
Pero paradójicamente esto repercutió en forma negativa sobre la economía, que atravesó momentos tan críticos que Felipe II debió declarar en distintas oportunidades la bancarrota del Estado.
Por un lado parte de estas riquezas se desviaron a las importaciones de textiles ingleses y holandeses, lo que frenó el desarrollo la manufactura local. Por otro los metales preciosos fueron utilizados para financiar la guerra por intermedio de préstamos y créditos, generando el endeudamiento de la Corona Española.
- La conservación de su herencia patrimonial. Tenía la obligación de mantener todos los territorios que había heredado y de transmitírselos a sus sucesores.
- La defensa del catolicismo. Para Felipe
II, la Monarquía Hispánica era la gran defensora del catolicismo
frente al islam y frente a la expansión del protestantismo.
Felipe II fue coronado rey de Portugal el 16 de abril de 1581 en lasCortes de Tomar. Antes de agregar la corona portuguesa a la castellana tuvo que ganarse el apoyo de los nobles lusos después de acabar con las opciones al trono de otro de los aspirantes, Antonio Prior de Castro, en la batalla de Alcántara (agosto 1580) comandada por el duque de Alba. Felipe pasó de Badajoz a Elvas el 5 de diciembre de 1580 y se marchó de Lisboa el 11 de febrero de 1583. Durante ese tiempo se comportó como un portugués más, por su forma de vestir, de comer, los horarios y tuvo siempre presente los intereses de Portugal, tierra natal de su madre, la emperatriz Isabel.
Felipe II reinó hasta 1598, año de su muerte, legando el Trono a su hijo Felipe III. Así se cerraba el período conocido como de los Austrias Mayores, y comenzaba el de los Austrias Menores llamados así por haber reinado durante un período de decadencia española en el que el país acusó graves problemas políticos, económicos y sociales.12 al 13 de septiembre, Felipe II entró en mortal paroxismo después de más de 50 días de agonía. Antes del amanecer volvió en sí y exclamó: «¡Ya es hora!». Le dieron entonces la cruz y los cirios con los que habían muerto doña Isabel de Portugal y el Rey Carlos I. Tras la muerte del Monarca más poderoso de su tiempo a los 71 años, el cronista Sepúlveda cuenta que Felipe II dejó escrito que se fabricara un ataúd con los restos de la quilla de un barco desguazado, cuya madera era incorrupta, y pidió que le enterrasen con un hábito de tela holandesa empapada en bálsamo y en una caja de cinc que «se construyera bien apretada para evitar todo mal olor».
Felipe II quedó viudo cuatro veces, perdió a seis hijos y vivió la muerte de la mayoría de sus hermanos, incluido su hermanastro Juan de Austria al que sacaba 20 años. La tragedia golpeó al Monarca más poderoso de su tiempo con insistencia. De una personalidad obsesivo compulsiva, que, entre otras rarezas, le convertía en un hombre enfermizamente minucioso con su higiene personal, Felipe II sufrió una lenta agonía que duró 53 días y le dejó postrado en la cama sin poder cuidar su aseo
Felipe II quedó viudo cuatro veces, perdió a seis hijos y vivió la muerte de la mayoría de sus hermanos, incluido su hermanastro Juan de Austria al que sacaba 20 años. La tragedia golpeó al Monarca más poderoso de su tiempo con insistencia. De una personalidad obsesivo compulsiva, que, entre otras rarezas, le convertía en un hombre enfermizamente minucioso con su higiene personal, Felipe II sufrió una lenta agonía que duró 53 días y le dejó postrado en la cama sin poder cuidar su aseo
Felipe II por Alonso Sánchez Coello
La salud de Felipe II fue durante la mayor parte de su vida muy delicada, sin advertir tampoco dolencias graves hasta los cuarenta años cuando registró asma, artritis, cálculos biliares e incluso fuertes dolores de cabeza, quizá ocasionados por una sífilis congénita. Además, Felipe II fue víctima de una serie de fiebres intermitentes, cada vez más frecuentes con el transcurso de los años, que le provocaban una sed que no calmaba por más que bebiera agua. Así, fue probablemente la malaria que sufrió en el pasado y el alto nivel de consanguinidad del que era fruto –sus padres eran primos hermanos– el origen de su quebradiza salud.
Felipe II y su familia, en El Monasterio de El Escorial
POLÍTICA INTERIOR
Los problemas: Germanías, bandolerismo y amenaza corsaria
Comuneros
No fue una batalla de dimensiones épicas, pero marcó a fuego el devenir de España. Hace 492 años, la localidad vallisoletana de Villalar fue testigo de la sangrienta contienda en la que los soldados de Carlos Iaplastaron sin piedad al ejército comunero, contrario, entre otras cosas, a un rey que consideraban inexperto y que anteponía las necesidades alemanas a las españolas
De esta forma, la contienda supuso el principio del fin de la Guerra de las Comunidades de Castilla, un conflicto que, a base de pica y arcabuz, tuvo en jaque al ejército del rey durante más de un año. Sin embargo, todo acabaría con la decapitación de los principales líderes comuneros capturados en Villalar. En este caso, y tras la masacre de un millar de soldados revolucionarios, no hubo piedad para los considerados como traidores.
Para hallar los orígenes de la revolución comunera es necesario retroceder nada menos que hasta 1516. En este año, y con apenas 16 veranos a sus espaldas, Carlos I informó a España de que tenía intención de coronarse rey. No obstante, la llegada de este monarca –educado en Gante (Bélgica)- y sus posteriores medidas económicas encenderían la mecha de la revolución.
«La llegada de un bisoño monarca “extranjero”, que apenas sabía hablar español, generó gran inquietud en las ciudades castellanas. Ya por entonces, el ambiente político estaba demasiado enrarecido a los vaivenes sucesorios, capaces de minar considerablemente la lealtad de los súbditos»
A partir de ese momento, el joven rey comenzó a ser objeto de burlas. De hecho, y según se afirma en documentos de la época recogidos por Berzal, de él se decía que tenía «una mandíbula muy pronunciada» y que «miraba como un idiota». Al parecer, y ya en el SXVI, los españoles no perdían la oportunidad de hacer una buena broma.
España entera se siente comunera
Finalmente, la situación terminó explotando en 1520 en Toledo, donde cientos de ciudadanos se amotinaron contra las decisiones del Rey. De este territorio, la revolución se expandió hasta varias ciudades. No obstante, el mayor grado de violencia se alcanzó en Burgos y Segovia. De hecho, en esta última se llegó a asesinar a golpes y colgar de los pies a varios partidarios de Carlos I. Pronto, algunos núcleos de población como León y Ávila se unieron a los comuneros. La guerra acababa de comenzar.
Entre las pretensiones revolucionarias más destacadas, los revolucionarios pretendían «reservar cargos públicos y beneficios eclesiásticos a los castellanos, prohibir la salida de dinero y designar a un castellano para dirigir el reino en ausencia del rey», según determina el autor. Los comuneros, incluso, llegaron a tener varias entrevistas con la reina Juana, más conocida como “la loca”, quién ofreció en principio su apoyo a la causa.
La suerte estaba echada y, tras no obtener resultados políticos, los comuneros se decidieron a entablar batalla bajo la dirección de Juan de Padilla. No obstante, en poco tiempo el movimiento perdió varios territorios de vital importancia como, por ejemplo Burgos. Sin embargo, y a pesar de los reveses iniciales, Padilla logró dar un golpe de efecto y conquistar el castillo de Torrelobatón (en Valladolid), un enclave de gran importancia táctica y donde, para su desgracia, se iniciaría el declive de la revuelta.
La conquista del castillo de Torrelobatón hizo enfurecer a los realistas que, ávidos de venganza, comenzaron a reunir un gran ejército con el que sitiar la fortaleza. «La unión de los (…) ejércitos realistas era una amenazadora realidad para los acantonados en Torrelobatón. El condestable pasó revista a 6000 infantes y 2400 jinetes. En las tropas de Padilla no tardó en cundir la inquietud», señala el historiador en el texto.
Por su parte, Padilla contaba con 6000 soldados, entre ellos 400 lanzas y 1000 escopeteros, una cantidad que no consideraba adecuada para enfrentarse a los realistas, a los que el terreno ofrecía grandes ventajas. Por ello, y tras unos días de duda, decidió partir hacia la ciudad de Toro donde, con la población a su favor, pretendía resistir hasta la llegada de refuerzos.
No obstante, la tardanza en abandonar el lugar hizo que el ejército del Rey se terminara de formar e iniciara su persecución. Ahora, las tropas de Padilla trataban de huir a marchas forzadas a través de la campiña española mientras sus enemigos les pisaban los talones.
«Su salida a Toro resultó un desastre. Enterados por medio de los escuchas y corredores de campo, el condestable y el almirante (líderes realistas) no tardaron en abalanzarse sobre su ejército», explica Berzal. Para poder parar su avance, los seguidores de Carlos I enviaron a sus jinetes con órdenes de interceptar a las tropas de Padilla y detenerlas el tiempo suficiente hasta la llegada de la infantería.
«Les dieron alcance en una campa próxima a la localidad vallisoletana de Villalar, concretamente en el lugar denominado Puente de Fierro, sobre el arroyo de los Molinos, un terreno muy pegajoso y fangoso», añade el historiador. Para desgracia de Padilla, cuando la caballería realista les divisó el 23 de abril, sus tropas se encontraban extenuadas y entorpecidas por el barro.
Los jinetes del Rey, por su parte, no tuvieron piedad. Sabedores de su ventaja, no dudaron ni un minuto y cargaron contra la retaguardia de las tropas comuneras, que no tuvieron tiempo de formar para hacer frente a su nuevo enemigo y cayeron a cientos bajo estocadas y caballos encabritados. La contienda se había decidido antes de comenzar.
A su vez, y a sabiendas de que la derrota estaba asegurada, muchos soldados de Padilla destruyeron las cruces rojas que portaban (uno de los símbolos que les distinguían) para cambiarlas por otras similares, pero blancas (señal de que se habían pasado al bando realista).
A pesar de todo, varios oficiales combatieron hasta el último aliento. «Padilla desoyó las voces que le instaban a la retirada. “No permita Dios que las mujeres digan en Toledo que traje a sus hijos y esposos a la matanza y yo me salvé huyendo”, cuentan que dijo», explica el historiador.
Así, Padilla espoleó a su caballo y, acompañado de otros militares, hizo una última carga que provocaría su captura. «El apresamiento de Juan de Padilla aparece relatado de manera casi idéntica en las crónicas al uso: acompañado de 5 escuderos, se adentró al galope y con furia contra las tropas enemigas (…) al grito de ¡Santiago, libertad!», añade Berzal.
Finalmente, y tras pocas horas, llegó la infantería del ejército realista con la intención de entablar combate. Lo que desconocían era que el enemigo ya había sido derrotado por la avanzadilla, la cual había causado aproximadamente un millar de bajas y había capturado, además de a Padilla, a Juan Bravo y Pedro y Francisco Maldonado (tres conocidos líderes de la revuelta).
Tras la derrota, los prisioneros fueron trasladados a Villalar, donde se llevó a cabo un juicio en el que se les condenó a pena capital: morirían decapitados ese mismo día por ser capitanes comuneros. Sólo se salvó Pedro Maldonado que, sin embargo, fue ejecutado en Simancas algunos meses después.
Justo antes de ser ajusticiados, los líderes comuneros protagonizaron una última anécdota que quedaría grabada en la Historia. «Como Juan Bravo oyó decir (…) que los degollaban por traidores, volvióse al pregonero verdugo y díjole: “Mientes (…); traidores no, mas celosos del bien público sí, y defensores de la libertad del Reino. (…) Y entonces Juan de Padilla le dijo: Señor Juan Bravo, ayer era día de pelear como caballero, y hoy de morir como cristiano”», recoge en un texto de época el historiador.
Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo» ANTONIO GISBERT
fuente: abc.es,23/04/2013
Enrique Berzal de la Rosa en su libro «Los comuneros. De la realidad al mito».
Las Germanías
Tuvo una significación compleja. En ella se unieron tres revueltas paralelas: el pueblo se levantó contra la oligarquía que controlaba las ciudades, los campesinos contra los señores feudales, y los partidarios del uniformismo religioso contra los musulmanes (moriscos).
La crisis se desencadenó en 1519, cuando una epidemia de peste dejó sin gobierno a la ciudad de Valencia. Además el desembarco de piratas berbericos provocó que los gremios de las ciudades se armasen. Estos formaron la Junta de los Trece para dirigir la ciudad. De esta manera, la oligarquía fue desalojada del poder municipal.
En junio de 1521 estalló la guerra. Se enfrentaban los agermanados (burgusía, artesanos y campesinos ricos) y el bando antiagermanado (formado por la nobleza, y sus vasallos moriscos).
En 1522 los agermanados fueron derrotados por las tropas de los nobles y el rey.
Para poder instaurar una verdadera monarquía en España,"la Corona debía tener presencia social, económica y cultural en el reino de Granada y para ello necesitaban que los moriscos desapareciesen de España. La monarquía que instauraron los Reyes Católicos para la creación de un Estado moderno implicaba la existencia de una única ley, de una única religión muy ligada al sistema legal y de una sola cultura".
un país rico y abierto al mundo a través de sus huertos y de los mercados de la seda, pero que acabó convertido en un campo de batalla por culpa de la guerra de la Alpujarra (1568-1571), que conllevó, tras tres años de asedio, la definitiva expulsión de los moriscos"
La Corona tenía a los moriscos de la Alpujarra como rehenes que "pagaban por mantener su manera de vestir, de comer, de disfrutar de sus fiestas y de sus ritos, aunque solo fuese en el espacio de su familia.
"la sublevación morisca fue una guerra determinada por las características del territorio, que se extiende por la vertiente sur de Sierra Nevada y las faldas de las sierras costeras hasta el Mediterráneo, entre los ríos Guadalfeo y Andarax
esa zona de España era una fuente de riqueza importante por la seda "los ovillos que hilaban los moriscos era una fuente de ingresos muy importante que aportaba el reino de Granada a la Corona. Cada familia podía recoger entre 40.000 y 50.000 capullos de seda". ¿Qué provocaba todo ello? "Que esta actividad era motivo de rivalidad económica entre los cristianos nuevos del reino de Granada y las ciudades que se dedicaban a esa misma tarea en otras zonas de Castilla
El aumento de la pobreza y la bajada de los salarios.
Porque la nobleza contaba con ejercitos formados por vasallos moriscos, criados y delincuentes y no dudaba en usarlos para mantener su poder.
Este fenómeno alcanzó su apogeo a finales del siglo XVI gracias a la difusión de armas de fuego. Los intentos para pacificar el territorio fracasaron.
Porque la nobleza contaba con ejercitos formados por vasallos moriscos, criados y delincuentes y no dudaba en usarlos para mantener su poder.
Este fenómeno alcanzó su apogeo a finales del siglo XVI gracias a la difusión de armas de fuego. Los intentos para pacificar el territorio fracasaron.
La amenaza corsaria
La situación geográfica del reino de Valencia, lo convertía en objetivo de los piratas berberiscos que realizaban incursiones desde el norte de África. Además, existía el miedo a la posible conexión entre estos corsarios y la población musulmana que todavía residía en nuestro territorio.
La frecuencia de los asaltos se explica por la carencia de un sistema defensivo eficaz, ya que la defensa costera dependía de los recursos de cada población. Hasta mediados de siglo no se inició la construcción de una serie de torres a lo largo de la costa. Pero, fue la derrota del imperio turco en Lepanto (1571) la que logró reducir los ataques.
Economía
Demasiado para la maquinaria imperial. La Monarquía hispánica pasaba por ser la mayor potencia de Europa, en parte por la infantería y los recursos económicos que el Reino de Castilla puso a su alcance. A diferencia de otros reinos que conformaban el imperio que, como Aragón, mantenían cierta independencia económica, Castilla estaba indefensa ante las presiones de los Habsburgo. Felipe II heredó una deuda de su padre de unos veinte millones de ducados, y dejó a su sucesor una cantidad que quintuplicaba esta deuda. Durante su reinado, la Hacienda Real se declaró en bancarrota tres veces en 1557, en 1575 y en 1596, un año antes de terminar las obras del templo, aunque técnicamente se trataban de suspensiones de pagos. Por supuesto, el máximo damnificado del progresivo endeudamiento de la Corona –especialmente con banqueros alemanes y genoveses– fue Castilla, cuya población vio como la carga fiscal aumentó dramáticamente en pocas décadas.
FELIPE II:
Felipe II El Prudente - Felipe II y su amplio Imperio
Tras 21 años, las obras terminaron de forma oficial en septiembre de 1584 con la apertura de la basílica, aunque se alargaron por diez años más en otras estancias. A la vista de todos, Felipe II lloró mientras asistía a la consagración de la basílica, después de la cual los obreros empezaron a desmantelar los andamios y las grúas de madera.
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