Amadeo de Saboya (1871 - 1873). El rey efímero.
¿Quién podría querer ser rey de España?
Había una seríe de posibilidades. Ante todo, la dinastía del aspirante debía tener un perfil liberal, lo que significaba que aceptara un régimen constitucional monárquico. Tenía que ser católico, aunque no necesariamente vaticanista –en Roma estaba Pío IX, enemigo declarado del liberalismo–,
No debía identificarse con partido alguno, lo que excluía directamente a Antonio de Orleans, cuñado de Isabel II, inductor de la revolución, intrigante sin tregua, que mostraba su simpatía hacia la Unión Liberal del general Serrano (el duque de Montpensier, príncipe que había aspirado a casarse con la que luego fue Isabel II, pero tuvo que conformarse con la hermana menor. Antonio María de Orleans organizó junto a María Luisa Fernanda de Borbón una corte paralela en Sevilla..
La deseada unión ibérica fue descartada por el propio Coburgo. La designación había que respetar el delicado statu quo europeo, y tener muy en cuenta la susceptibilidad de Napoleón III lo que invalidó al candidato prusiano.
El hijo de Victor Manuel susciptaba también inquietudes en el sector aristocrático que cerrará los balcones de sus palacios al nuevo Rey,ya que aquel acabó con los Estados Poncicios en la unificación de Italia, pero será el elegido.
No debía identificarse con partido alguno, lo que excluía directamente a Antonio de Orleans, cuñado de Isabel II, inductor de la revolución, intrigante sin tregua, que mostraba su simpatía hacia la Unión Liberal del general Serrano (el duque de Montpensier, príncipe que había aspirado a casarse con la que luego fue Isabel II, pero tuvo que conformarse con la hermana menor. Antonio María de Orleans organizó junto a María Luisa Fernanda de Borbón una corte paralela en Sevilla..
La deseada unión ibérica fue descartada por el propio Coburgo. La designación había que respetar el delicado statu quo europeo, y tener muy en cuenta la susceptibilidad de Napoleón III lo que invalidó al candidato prusiano.
El hijo de Victor Manuel susciptaba también inquietudes en el sector aristocrático que cerrará los balcones de sus palacios al nuevo Rey,ya que aquel acabó con los Estados Poncicios en la unificación de Italia, pero será el elegido.
¿Por qué no la República? Prim lo dijo con claridad: España no era republicana y la rivalidad entre los líderes políticos creaba el temor al golpe militar.
Reinado de AMADEO I DE SABOYA.
Aunque parece efímero y lo es, dura más que otras etapas.
Tras el triunfo de
la revolución española, se convocaron elecciones y las
nuevas Cortes decidieron establecer el régimen monárquico
-María Victoria dal Pozzo
Los revolucionarios de 1868 quisieron superar esos problemas con la fórmula de la Monarquía democrática, con un rey sancionador que llevara a la práctica las mayorías parlamentarias y firmara las propuestas gubernamentales pero con los poderes de un monarca constitucional a la vieja usanza. A esto se le sumaban la formación democrática de las instituciones representativas, en especial las Cortes y los ayuntamientos, y el reconocimiento y garantía de los derechos individuales. El buen funcionamiento de este sistema, con independencia de su coherencia, exigía la condición básica de todo régimen representativo: un sistema de partidos basado en la lealtad, en la legalidad y en la propagación de costumbres cívicas –en este caso, liberales y democráticas–.
Amadeo
I, Duque de Aosta y rey de España, nació el 30 de
mayo de 1845 en Turín. Perteneciente a la casa de Saboya,
segundo hijo de Víctor Manuel II (Rey de Saboya-Piamonte
y, posteriormente, primer Rey de Italia) y de María
Adelaida de Austria.
La
subida del nuevo rey al trono coincidió con el
asesinato de Juan Prim (ver infra), su principal valedor.
Merced al apoyo del sector progresista de las Cortes, Amadeo I fue elegido rey el 16 de noviembre de 1870, y aceptada por él formalmente la Corona, juró la Constitución en Madrid el 2 de enero de 1871.
Fue Amadeo el primer rey de España elegido en un Parlamento, lo que para los monárquicos de siempre suponía una grave afrenta.
El 16 de noviembre de 1870 votaron los diputados:
- 191 a favor de Amadeo de Saboya,
- 60 por la República federal,
- 27 por el duque de Montpensier,
- 8 por el anciano general Espartero,
- 2 por la República unitaria,
- 2 por Alfonso de Borbón,
- 1 por una República indefinida y
- 1 por la duquesa de Montpensier, la infanta María Luisa Fernanda, hermana de Isabel II;
- hubo 19 papeletas en blanco.
De este modo el presidente de las Cortes, Manuel Ruiz Zorrilla, declaró:
«Queda elegido Rey de los españoles el señor duque de Aosta».
Inmediatamente, una comisión parlamentaria se dirigió a Florencia para dar parte al duque; el 4 de diciembre acepta oficialmente esta elección, embarcando poco después rumbo a España. Mientras Amadeo I viajaba a Madrid para tomar posesión de su cargo, el general Juan Prim, su principal valedor, murió el 30 de diciembre por las heridas sufridas en un atentado tres días antes en la calle del Turco en Madrid.
Amadeo desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre, para llegar a Madrid el 2 de enero de 1871. Allí se dirigió a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha para rezar ante el cadáver de Prim.
Tras este amargo trago se trasladó a las Cortes, donde realizó el preceptivo juramento:
«Acepto la Constitución y juro guardar y hacer guardar las Leyes del Reino»,
Terminando el acto con la solemne declaración por parte del presidente de las Cortes:
«Las Cortes han presenciado y oído la aceptación y juramento que el Rey acaba de prestar a la Constitución de la Nación española y a las leyes. Queda proclamado Rey de España don Amadeo I».
Amadeo tuvo grandes dificultades debido a la inestabilidad política española.
Amadeo se ver áa limitando a firmar leyes y decretos,y va comprobando que cada vez se desestabilizaba más la situación y que su presencia es inútil.El problema de Amadeo I era que lo que le señalaban esos personajes no tenía por objeto asentar el régimen sobre el consenso, sino el aprovechamiento partidista.
Sólo contó con el apoyo del partido progresista, cuyos jefes se sucedieron en el gobierno y obtuvieron la mayoría parlamentaria gracias al fraude electoral. Los progresistas se escindieron en constitucionales y radicales, con lo que la inestabilidad aumentó, y en 1872 las actuaciones violentas llegaron al límite. La coalición de gobierno que había levantado Juan Prim se había fraccionado tras su muerte. La Unión Liberal, salvo Francisco Serrano y un pequeño sector, abrazó la aún expectante causa borbónica. Los progresistas se habían escindido en radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla, y constitucionalistas, encabezados por Sagasta.
Sólo contó con el apoyo del partido progresista, cuyos jefes se sucedieron en el gobierno y obtuvieron la mayoría parlamentaria gracias al fraude electoral. Los progresistas se escindieron en constitucionales y radicales, con lo que la inestabilidad aumentó, y en 1872 las actuaciones violentas llegaron al límite. La coalición de gobierno que había levantado Juan Prim se había fraccionado tras su muerte. La Unión Liberal, salvo Francisco Serrano y un pequeño sector, abrazó la aún expectante causa borbónica. Los progresistas se habían escindido en radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla, y constitucionalistas, encabezados por Sagasta.
Contó con el sistemático rechazo de carlistas y republicanos, cada uno por razones inherentes a sus intereses; pero también de la aristocracia borbónica, que lo veía como un extranjero advenedizo, de la Iglesia, por apoyar las desamortizaciones y por ser el hijo del monarca que había clausurado los Estados Pontificios; y también del pueblo, por su escaso don de gentes y dificultad para aprender el idioma español.
Frecuentemente era objeto de vejaciones. En una ocasión su coche fue detenido y zarandeado en la calle Alcalá por unos vendedores ambulantes que a la sazón andaban manifestándose. Un día, cerca del Retiro, un hombre se le acercó y le insultó gravemente. Otra persona se introdujo, armada, en el Palacio Real para matarlo. La nobleza tampoco se cortaba: las aristócratas sacaron un día las mantillas para reivindicar el casticismo de Isabel II frente a la italiana María Victoria. Los Reyes saboyanos eran desairados hasta en los palcos de los teatros; por cierto, llegó a representarse una comedia titulada Macarroni I.
Los motivos de su inestabilidad son:
- No sólo que es extranjero y que la aristocracia isabelina le hace el vacío y el pueblo se le mofa,
- sino que además es miembro de una dinastía excomulgada por haberse adueñado de los Estados Pontificios y de las propiedades de la Iglesia en el proceso de la unificación de Italia..
- Su única base sólida, el apoyo de Prim, desaparece desde antes de empezar, porque éste es asesinado a finales de 1870, mientras llegaba Amadeo a España.
- Llega a haber hasta tres guerras civiles superpuestas:
- La primera guerra secesionista de Cuba (1868-1878), que había comenzado nada más triunfar la Gloriosa, y que no conseguían dominarla.Los problemas, en primer lugar, derivaban del hecho de que entre la sociedad cubana y la española las diferencias eran crecientes. Los productores de azúcar y tabaco concedían cada vez más importancia a Estados Unidos como mercado natural, mientras que se agudizaban las tensiones entre criollos y peninsulares. Había también una cuestión político–administrativa. El Capitán General, autoridad suprema en Cuba, tenía unos poderes que equivalían a los de un monarca absoluto. La distancia y la inestabilidad política en la Península impedían que desde ésta se ejerciera el poder con decisión y coherencia. De hecho, el Capitán General en el momento, Francisco Lersundi, adoptó una política de dura represión que fue ya irreversible al poco tiempo. La sublevación aconteció muy poco después de la revolución, tras el llamado gritó de Yara (octubre, 1868). Su foco principal se sitúo en el oeste de la isla y tenía como principales líderes a Maceo y Gómez. La “guerra larga”, en realidad, no fue más que una interminable guerrilla que tardó diez años en ser erradicada. Una buena parte de los dirigentes republicanos y alguno de los intelectuales más conocidos formó parte de la sociedad abolicionista de la esclavitud, cuestión que estaba planteada en la política española en torno a 1872–1873.
- La 3ª Guerra Carlista (1872-1876), que empieza ahora el nuevo pretendiente carlista, Carlos VII, el cual irá consiguiendo crecientes apoyos populares, que le dan el control de las zonas rurales de Navarra y Vascongadas y en parte de las de Aragón, Cataluña, el Maestrazgo, y de algunas en Galicia y Castilla.También se unirán al carlismo toda una serie de personajes del bando isabelino, ahora asustados por la revolución y disgustados por el destronamiento de Isabel II.La inestabilidad creciente del bando liberal dará posibilidades de triunfo al carlismo.
- Las insurrecciones republicanas, preludio del cantonalismo.
- Las actividades de la I Internacional se inician en España desde 1868, nada más iniciarse el sexenio. Consisten por ahora en la captación de seguidores por el enviado de la Internacional, Fanelli, anarquista, cosa que va logrando en gran medida. Los seguidores de Marx apenas se reducen a Pablo Iglesias y su pequeño grupo. Hay ya algunas convocatorias de huelga por los internacionalistas en Alcoy y Barcelona, pero más que sus acciones revolucionarias, aún inexistentes casi, es la impresión de las noticias que llegan de las que realizan en el extrajnero, como la revolución de la Comuna de París en 1871, lo que hace inquietante la presencia de la Internacional en España para los políticos del sexenio, que no pasaban de liberales.
Tras un intento de asesinato contra su persona el 19 de julio de 1872, Amadeo I declaraba su angustia ante las complicaciones de la política española «Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi — No entiendo nada, esto es una jaula de locos».
La guinda la puso un conflicto entre Ruiz Zorrilla y el Cuerpo de Artilleros. El presidente había manifestado su decisión firme de disolver dicho organismo militar, bajo amenaza de dimitir, y el ejército propuso a Amadeo I que prescindiera de las Cortes y gobernara de manera autoritaria
Abdica tras firmar la disolución del arma de artillería con la que está disconforme.
La tradición madrileña asegura que al mediodía del 11 de febrero de 1873 al rey Amadeo I le comunicaron su «despido» mientras esperaba su comida en el restaurante del Café de Fornos; de inmediato, anuló el pedido, pidió una grappa, recogió a su familia, renunció al trono y, sin esperar la autorización de los diputados (según exigía el artículo 74.4 de la Constitución de 1869), se refugió en la embajada italiana. Decía en su discurso de renuncia:
Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no los he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Ese mismo día, Congreso y Senado se unieron juntos a deliberar (contraviniendo el artículo 47 de la Constitución) y, a pesar de los intentos de Ruiz Zorrilla por pedir tiempo para convencer al monarca de que regresara, una alianza entre republicanos y parte de los radicales (mayoría) dio por válida la renuncia al trono y se proclamó la Primera República Española.
De regreso a Italia, Amadeo asumió el título de Duque de Aosta. Tras la muerte de su primera esposa María Victoria dal Pozzo della Cisterna se casó de nuevo el 11 de septiembre de 1888, en Turín, con la princesa francesa María Leticia Bonaparte (París, 20 de noviembre de 1866 – Moncalieri, 25 de octubre de 1926),
Allí pasaría el resto de sus días hasta
que falleció, víctima de una bronconeumonía, el 18 de
enero de 1890 en la ciudad que le vio nacer. Su cuerpo
fue sepultado en la iglesia de Superga, el panteón real de
Turín.
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