PATRIMONIO CULTURAL: SEMANA SANTA
Hay arte e historia, hay patrimonio, hay una cuestión identitaria (son nuestras costumbres y las defendemos) y frecuentemente se hace geografía de lo cotidiano
Forman parte de la ruta Caminos de Pasión: Alcalá la Real en Jaén, Baena, Cabra, Lucena, Priego de Córdoba y Puente Genil en Córdoba; y Carmona, Écija Osuna y Utrera en Sevilla. También dentro de la geografía española también se incluyen Orihuela, en Alicante; Lorca, en Murcia; y Viveiro, en Lugo.
El objetivo de la misma es promocionar y difundir el patrimonio
cultural, tanto material como inmaterial, relacionado con las
celebraciones de la Semana Santa y Pascua
Majestuoso, a pesar de ir montado sobre un humilde pollino y no sobre brioso corcel, Jesús de Nazareth se aproxima a la Puerta Dorada de Jerusalén. Antes ha pasado por Betania donde cenó con Lázaro y sus hermanas, y desde allí pidió que le trajeran al joven burrito de una aldea cercana, que aún no había sido montado por hombre alguno.
El maestro florentino Giotto pinta al Hijo de Dios entrando a la ciudad amurallada con firme lentitud y sin oposición alguna. Así lo presentimos porque la multitud lo jalea y saluda con gozo y también porque en la disposición del cuadro lo hace de izquierda a derecha, que es lo más fácil o natural, según las leyes de la percepción de la Gstald.
Para acentuar la figura de Jesús y terminar de centrarla en la escena, el artista sitúa tras él a los apóstoles con los rostros enfrentados a los de los judíos que lo reciben delante. En un segundo plano, dos chavales se suben a sendos olivos para observar mejor la escena. La maestría del florentino se atreve a dibujar a uno de ellos casi de espaldas, terminando de subirse al árbol. Esto, junto a la pata adelantada del borrico, los personajes que sueltan sus mantos en el suelo o quien levanta a media altura la rama de laurel -u olivo- hace que haya demasiado movimiento para un fresco de los primeros años del Treccento.
Giotto es el punto de inflexión que deja atrás el
estático pasado iconográfico de Bizancio y adelanta el mareante futuro
del Renacimiento.
SEMANA SANTA
La Semana Santa es tiempo de recuerdos y tradiciones. A lo
largo de los siglos, paso a paso, se ha hecho acompañar de numerosas y
bien diversas costumbres que transcurren paralelas a las procesiones.
Tratan de ritos, de gastronomía o de vestimenta.
Domingo de Ramos
Ya lo dice el refranero español: «En Domingo de Ramos,
quien no estrena, no tiene manos». Es una de las tradiciones más
extendidas en nuestro país, en la que vale cualquier prenda o
complemento nuevo, de calcetines para arriba, para vestir por primera
vez en este día. Quien la cumple, reza la tradición, tendrá suerte a lo
largo de todo el año.
La conmemoración de la llegada de Jesucristo a Jerusalén
también se celebra llevando palmas y ramos de olivo a misa para que sean
bendecidos con agua. Muchos cristianos prefieren hacerse con pequeñas
cruces de palma que serán conservadas hasta el Domingo de Ramos del año
siguiente.
Lunes Santo
La particularidad del Lunes Santo es, precisamente, que no
tiene un hábito asentado: tanto los fieles como la propia Iglesia
celebran este día desde la normalidad. La tradición surge de la mano de
las cofradías. Son ellas las que recorren las calles con los pasos. En
Málaga, la Legión española visita el Cristo de la Buena Muerte en la
Iglesia de Santo Domingo: desde el día anterior y hasta el Miércoles
Santo, lo custodian con una guardia que cambia cada cinco minutos. Una
tradición que lleva celebrándose más de 50 años.
Martes Santo
En algunas zonas de España, el Martes Santo se produce un
cambio en el calendario: la misa crismal del Jueves Santo se celebra
este segundo día de la semana. Ocurre en Oviedo. La liturgia que preside
el obispo y en donde se bendice el Crisma —aceite y bálsamo mezclados
que consagran los obispos para ungir a quienes se bautizan y se
confirman— se anticipó dos jornadas en Asturias porque lo costoso de
atravesar montes y valles podía impedir a los sacerdotes estar de vuelta
en su parroquia para la celebración vespertina de la misa principal del
día, la cena del Señor, el Jueves Santo.
Miércoles Santo
El día de la traición de Judas a Jesús por 30 monedas de
plata comienza en algunas partes de España ensordecido por los tambores.
En Mula (Murcia), desde el último minuto del Martes Santo el tronar de
los tambores inunda las calles: cualquiera que tenga una túnica negra —a
veces también se lleva un capirote— y el instrumento de percusión puede
participar. La tradición se remonta a mediados del siglo XIX y
establece que hasta las cuatro de la tarde del Miércoles Santo seguirán
clamando los tambores.
Jueves Santo
Es el día de peregrinación a los siete templos por parte de
los cristianos, en una rememoración de los siete recorridos que hizo
Jesús el Jueves Santo, desde el huerto de los olivos, donde fue
apresado, hasta el Calvario. Actualmente, en cada una de las iglesias
visitadas se realizan plegarias de perdón y agradecimientos. En
Valladolid o Toledo, son frecuentes las rutas por las iglesias e incluso
conventos que abren sus puertas a los peregrinos.
Viernes Santo
Es el día de gran dolor en la Semana Santa: el vía crucis y
muerte de Jesús. Por eso, es tradición todavía en algunas zonas
vestirse de luto, también el jueves. Las mujeres llevan un vestido negro
por debajo de la rodilla y una mantilla del mismo color. Los hombres
van con traje.
Sábado Santo
Este día acoge una celebración especialmente pintoresca en
algunos pueblos de Valencia. Como los cristianos no podían bañarse
durante la Semana Santa hasta el sábado, llegado este día se arrojaba
agua a la gente que pasaba por la calle. Esta costumbre, acompañada de
la de tirar vajilla vieja por la ventana, sigue viva en la Semana Santa
Marinera. La destrucción del menaje simboliza el cambio de lo viejo a lo
nuevo y da la bienvenida a la Resurrección de Jesucristo.
Domingo de Pascua
La resurrección de Jesús se celebra a lo largo del
territorio español de diversas formas: desde la tradición «pintahuevos»
de Jaén, en la que desde 1767 se pintan huevos de diferentes colores,
hasta la quema de monigotes de paja, en Badajoz, pasando por «las
Aleluyas» en la localidad riojana de Ezcaray, cuando tras la misa, las
autoridades y el párroco lanzan caramelos y dinero desde el balcón a los
fieles. Todo ello para celebrar el triunfo de Jesús sobre el pecado.
La tradición de los huevos de Pascua, aunque con variaciones locales, está presente en un gran número de países. En la cristiandad la tradición se impuso muy posiblemente como una consecuencia de la Cuaresma. Tras 40 días de ayuno, se produciría en la despensa una acumulación de huevos que convenía consumir después. Los más recientes se consumirían normalmente, pero los más antiguos se cocerían para conservarlos más tiempo, decorándolos a continuación.
La Semana Santa va precedida por la Cuaresma, que finaliza en la Semana de Pasión donde se celebra la eucarestía en el Jueves Santo, se conmemora la Crucifixión de Jesús el Viernes Santo y la Resurrección en la Vigilia Pascual durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección.
La última Cena
Lucas 23:20-26:
La crucifixión de Mantegna
También Pieter Bruegel, el Viejo, pintar la crucifixión como un fresco de los Países Bajos en 1564
¿A qué se deben los cambios de fecha de la Semana Santa?
La regla que se suele utilizar para calcular la fecha de la Semana Santa es la siguiente: el domingo de la Pascua de Resurrección es el siguiente a la primera luna llena que sigue al equinoccio de la primavera boreal (es decir, del hemisferio norte).
Muchas fechas religiosas (en particular las católicas) tienen su origen en la adaptación de celebraciones paganas con raíz astronómica y están relacionadas a menudo con los cambios de estación. El caso de la Semana Santa es particularmente importante pues de su fecha dependen otras celebraciones religiosas (como el Pentecostés y la Ascensión). Fijar la fecha de la Pascua de Resurrección también es importante para la sociedad civil pues algunas de estas celebraciones religiosas tienen reflejo en el calendario laboral.
Hasta el principio del siglo VI, en el cristianismo reinaba una gran confusión sobre la fecha adecuada para celebrar esta Pascua y diferentes grupos tenían sus criterios propios y diferenciados para fijarla. Aunque en el Concilio de Arlés (año 314) ya se reconoció la necesidad de fijar una fecha común de celebración para toda la cristiandad, el embrollo se prolongó hasta el año 525, cuando Dionisio el Exiguo adoptó unos criterios claros (que procedían de la iglesia de Alejandría) y emitió una normativa desde Roma.
La norma era aproximadamente la expresada más arriba. Pero así enunciada, planteaba importantes problemas a la hora de ponerla en práctica.
Un poco más complicado
Por ejemplo, el equinoccio de la primavera boreal no tiene una fecha fija, sino que puede oscilar entre el 20 y 22 de marzo y, de no calcularlo con criterios astronómicos, ello podía introducir confusiones a la hora de calcular el primer plenilunio. Por otro lado, la fecha local del plenilunio puede cambiar de un día de acuerdo con el emplazamiento geográfico. Además, para diferenciar muy claramente la Pascua cristiana de la Pascua judía, no se deseaba que ambas coincidiesen nunca en la misma fecha.
Teniendo todos estos elementos en cuenta, se estableció la regla completa (y correcta) para la determinación de la Pascua:
El domingo de Pascua es el siguiente a la primera Luna llena 'eclesiástica' (un plenilunio ficticio definido por la Iglesia mediante unas tablas numéricas) que se da en o tras el 21 de marzo.
Esta regla lleva implícito que cuando el plenilunio eclesiástico cae en domingo, la Pascua se celebra el domingo siguiente, lo cual impide que la Pascua cristiana coincida con la judía.
Afortunadamente no hay que recurrir a esta regla completa y exacta más que en contadas ocasiones y la regla simple suele funcionar para un elevadísimo número de años.
De esta regla se desprende que la Pascua de Resurrección nunca puede ser antes del 22 de marzo (cuando el plenilunio sucede un 21 de marzo que además es sábado) ni después del 25 de abril (cuando hay plenilunio el 20 de marzo y, además, el 18 de abril –fecha del siguiente plenilunio- es un domingo, lo que hace retrasar la Pascua de una semana).
Algoritmos
Durante el Renacimiento se compilaron tablas para calcular la fecha de la Pascua, algunas de ellas en función del número áureo (un irracional con muchas propiedades interesantes al que se le atribuye importancia estética e incluso mística). Pero pronto se desarrollaron diferentes algoritmos algebraicos. El más popular es el algoritmo de Gauss que permite calcular la fecha de la Pascua mediante cinco operaciones aritméticas sencillas.
El 19 de abril es la fecha más frecuente del domingo de Pascua (cae en esa fecha casi 4 veces cada cien años: el 3,87 %). Lo menos frecuente es que caiga el 22 de Marzo (solo 5 veces cada milenio) o el 25 de Abril (solo unas 8 veces por milenio).
Dionisio el Exiguo (c. 470 – c. 544), llamado así por su escasa estatura, fue un monje escita con buenos conocimientos de matemáticas que vivió gran parte de su vida en Roma donde fue miembro de la Curia Romana. Fue el encargado de establecer como año primero el del nacimiento de Cristo, ideando así el Anno Domini ("año del Señor") fundamento de las siglas AD que se añaden a los años de nuestra era (p. ej. 2011 AD, que equivale a 2011 d.C.). El Exiguo, sin embargo, cometió un error en el establecimiento del año 1, lo que lleva a la aparente contradicción de que en realidad Cristo nació en el año 7 ó 6 'antes de Cristo'.
La regla que se suele utilizar para calcular la fecha de la Semana Santa es la siguiente: el domingo de la Pascua de Resurrección es el siguiente a la primera luna llena que sigue al equinoccio de la primavera boreal (es decir, del hemisferio norte).
Muchas fechas religiosas (en particular las católicas) tienen su origen en la adaptación de celebraciones paganas con raíz astronómica y están relacionadas a menudo con los cambios de estación. El caso de la Semana Santa es particularmente importante pues de su fecha dependen otras celebraciones religiosas (como el Pentecostés y la Ascensión). Fijar la fecha de la Pascua de Resurrección también es importante para la sociedad civil pues algunas de estas celebraciones religiosas tienen reflejo en el calendario laboral.
Hasta el principio del siglo VI, en el cristianismo reinaba una gran confusión sobre la fecha adecuada para celebrar esta Pascua y diferentes grupos tenían sus criterios propios y diferenciados para fijarla. Aunque en el Concilio de Arlés (año 314) ya se reconoció la necesidad de fijar una fecha común de celebración para toda la cristiandad, el embrollo se prolongó hasta el año 525, cuando Dionisio el Exiguo adoptó unos criterios claros (que procedían de la iglesia de Alejandría) y emitió una normativa desde Roma.
La norma era aproximadamente la expresada más arriba. Pero así enunciada, planteaba importantes problemas a la hora de ponerla en práctica.
Un poco más complicado
Por ejemplo, el equinoccio de la primavera boreal no tiene una fecha fija, sino que puede oscilar entre el 20 y 22 de marzo y, de no calcularlo con criterios astronómicos, ello podía introducir confusiones a la hora de calcular el primer plenilunio. Por otro lado, la fecha local del plenilunio puede cambiar de un día de acuerdo con el emplazamiento geográfico. Además, para diferenciar muy claramente la Pascua cristiana de la Pascua judía, no se deseaba que ambas coincidiesen nunca en la misma fecha.
Teniendo todos estos elementos en cuenta, se estableció la regla completa (y correcta) para la determinación de la Pascua:
El domingo de Pascua es el siguiente a la primera Luna llena 'eclesiástica' (un plenilunio ficticio definido por la Iglesia mediante unas tablas numéricas) que se da en o tras el 21 de marzo.
Esta regla lleva implícito que cuando el plenilunio eclesiástico cae en domingo, la Pascua se celebra el domingo siguiente, lo cual impide que la Pascua cristiana coincida con la judía.
Afortunadamente no hay que recurrir a esta regla completa y exacta más que en contadas ocasiones y la regla simple suele funcionar para un elevadísimo número de años.
De esta regla se desprende que la Pascua de Resurrección nunca puede ser antes del 22 de marzo (cuando el plenilunio sucede un 21 de marzo que además es sábado) ni después del 25 de abril (cuando hay plenilunio el 20 de marzo y, además, el 18 de abril –fecha del siguiente plenilunio- es un domingo, lo que hace retrasar la Pascua de una semana).
Algoritmos
Durante el Renacimiento se compilaron tablas para calcular la fecha de la Pascua, algunas de ellas en función del número áureo (un irracional con muchas propiedades interesantes al que se le atribuye importancia estética e incluso mística). Pero pronto se desarrollaron diferentes algoritmos algebraicos. El más popular es el algoritmo de Gauss que permite calcular la fecha de la Pascua mediante cinco operaciones aritméticas sencillas.
El 19 de abril es la fecha más frecuente del domingo de Pascua (cae en esa fecha casi 4 veces cada cien años: el 3,87 %). Lo menos frecuente es que caiga el 22 de Marzo (solo 5 veces cada milenio) o el 25 de Abril (solo unas 8 veces por milenio).
Dionisio el Exiguo (c. 470 – c. 544), llamado así por su escasa estatura, fue un monje escita con buenos conocimientos de matemáticas que vivió gran parte de su vida en Roma donde fue miembro de la Curia Romana. Fue el encargado de establecer como año primero el del nacimiento de Cristo, ideando así el Anno Domini ("año del Señor") fundamento de las siglas AD que se añaden a los años de nuestra era (p. ej. 2011 AD, que equivale a 2011 d.C.). El Exiguo, sin embargo, cometió un error en el establecimiento del año 1, lo que lleva a la aparente contradicción de que en realidad Cristo nació en el año 7 ó 6 'antes de Cristo'.
La tradición de los huevos de Pascua, aunque con variaciones locales, está presente en un gran número de países. En la cristiandad la tradición se impuso muy posiblemente como una consecuencia de la Cuaresma. Tras 40 días de ayuno, se produciría en la despensa una acumulación de huevos que convenía consumir después. Los más recientes se consumirían normalmente, pero los más antiguos se cocerían para conservarlos más tiempo, decorándolos a continuación.
La Semana Santa va precedida por la Cuaresma, que finaliza en la Semana de Pasión donde se celebra la eucarestía en el Jueves Santo, se conmemora la Crucifixión de Jesús el Viernes Santo y la Resurrección en la Vigilia Pascual durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección.
La última Cena
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo «Yo tenía gran deseo de comer esta pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios, porque uno de vosotros me traicionará»La afirmación de Jesús «uno de vosotros me traicionará» causa consternación en los doce seguidores de Jesús, y ese es el momento que Leonardo representa, intentando reflejar "los movimientos del alma", las distintas reacciones individualizadas de cada uno de los doce apóstoles: unos se asombran, otros se levantan porque no han oído bien, otros se espantan y, finalmente, Judas retrocede al sentirse aludido.
Leonardo da Vinci (1452-1519) -
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado».
Ningún historiador serio duda hoy de la veracidad de la muerte de Jesucristo que recogen los cuatro evangelios y mencionan textos de autores no cristianos como el historiador judío Flavio Josefo que afirmó en sus escritos a finales del siglo I que Pilato «lo condenó en la cruz» (Antigüedades Judías 18,63) o el romano Tácito que informa poco después en sus Anales que «había sido condenado a la pena capital por orden de Poncio Pilato durante el principado de Tiberio»
La Última Cena, de Salvador Dalí, está en una pared de la
National Gallery de Washington.
Jesús imberbe, explica a los apostoles abatidos. Frente a él, sobre la mesa iluminada por
el sol del amanecer la
cena fruga´.
La estancia parece estar en medio de un dodecaedro
símbolo platónico del universo, la fórmula de la belleza y,
como sospechábamos, una especie de ecuación religiosa.
En la Historia del Arte, la representación de la Última Cena
ha discurrido por tres temas principales: el anuncio de la traición y
la discusión de los apóstoles; el melancólico adiós al líder cercano y,
la que elige Dalí: la mística institución del sacramento.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado».
Ningún historiador serio duda hoy de la veracidad de la muerte de Jesucristo que recogen los cuatro evangelios y mencionan textos de autores no cristianos como el historiador judío Flavio Josefo que afirmó en sus escritos a finales del siglo I que Pilato «lo condenó en la cruz» (Antigüedades Judías 18,63) o el romano Tácito que informa poco después en sus Anales que «había sido condenado a la pena capital por orden de Poncio Pilato durante el principado de Tiberio»
Marcos 15:16-21:Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la compañía. 17 Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, 18 comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! 19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. 20 Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle. 21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.
Lucas 23:20-26:
Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; 21 pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! 22 El les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré. 23 Más ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron. 24 Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; 25 y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos. 26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
La crucifixión de Mantegna
La expresividad excesiva de algunas de las figuras y en la minuciosidad "fotográfica" de los ropajes. Las tres cruces son el elemento principal de la composición, partiendo de la cruz ocupada por Cristo un camino que asciende hacia la ciudad de Jerusalén que observamos al fondo, junto a una montaña de gigantescas proporciones. Las Santas Mujeres expresan su dolor de forma dramática mientras que, a la izquierda de Cristo, los soldados se entretienen jugando a los dados. Un oficial a caballo eleva su mirada para contemplar el sufrimiento de uno de los ladrones mientras en la zona de primer plano un soldado hace guardia. Las figuras están dotadas de un aspecto escultórico sensacional, acentuando la anatomía desnuda de Cristo y sus compañeros de martirio gracias a la iluminación empleada. Ese aspecto escultórico también se extiende a las rocas y al paisaje, denominado por algunos autores el "estilo pétreo". La perspectiva es otra de las preocupaciones del maestro, creando unos efectos de profundidad soberbios, con un punto de vista bajo que otorga mayor grandiosidad a los personajes.
También Pieter Bruegel, el Viejo, pintar la crucifixión como un fresco de los Países Bajos en 1564
Hay dos focos de luz en esta lección de teatro. Uno, más abajo y más a
la izquierda del propio vértice inferior izquierdo del cuadro. Otro,
también a la izquierda, pero su haz ataca desde un punto perdido más
allá del vértice superior. Éste último, aunque venga de arriba, debe ser
luz natural porque dicen que Caravaggio pintaba con “luz de sótano”.
Por lo tanto, la luminosa diagonal que asciende desde el vértice
inferior izquierdo al superior derecho y se detiene sobre el cerúleo
cadáver y su sábana ha de ser la luz sobrenatural. Al fondo y hacia la
derecha todo es tiniebla.
Seis son los actores que componen la escena. La elección de los dramatis personae
es la adecuada. De las tres marías, la mayor y una de las jóvenes no
pueden dejar de fijar la mirada en el finado, conscientes de que de poco
sirve ya cualquier lamento. La otra levanta las manos hacia la nada
negra del cielo, pero tampoco espera cosa alguna porque su mirada está
perdida y su llanto ahogado. Sin embargo, las palmas de esas manos
elevadas le sirven al pintor para que rebote la luz y caiga hacia el
pecho de Jesús: Caravaggio es un gran escenógrafo.
Los dos hombres depositan el cuerpo del Redentor con una tensa mezcla
de mimo y esfuerzo. Juan se ocupa de sujetarlo por el torso; su mano
derecha le rodea la espalda hasta tocarle la llaga del costado que ya no
sangra, que no dolerá más. Nicodemo, barbudo y algo patibulario, baja a
Jesús sosteniéndole por las corvas de sus piernas flexionadas y nos
mira. Sí, este actor mira al público y parece pedirle que participe, que
interactúe. Caravaggio, el dramaturgo, se adelanta unos siglos a
Bertold Brecht, a Antonin Artaud o al mismísimo Peter Brook.
De hecho, la piedra, la tarima donde se desarrolla la acción, es un
escenario cercano, rectangular y movido hacia un lado, con el vértice en
nuestras narices. A nosotros -espectadores- nos han colocado en la
primera fila del patio de butacas, más abajo de la escena, muy cerca…
más, casi en la fosa de la orquesta, más aún: en la concha del
apuntador…
…o en la tumba a donde irá a parar el muerto.
Hay vivos desolados en este cuadro y un cadáver de venas y músculos
inútiles con la boca entreabierta por donde se ha escapado el aire. Poca
santidad o divinidad reflejan estos personajes. Menos mal que conocemos
su historia. La Iglesia de la Contrarreforma debió ver en esta
naturalista manera de pintar una buena lección para los fieles dudosos y
así la guarda en los Museos Vaticanos por si queremos ir y pasar miedo.
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