POLÍTICA EXTERIOR
1. Neutralidad formal durante la Guerra Mundial, aunque con cercanía ideológica a los fascismos y apoyo al ejército nazi con la División Azul.
2. Aislamiento, desde el fin del conflicto (1945) hasta comienzos de la década de los años cincuenta. La ONU recomendó la retirada de embajadores y Francia cerró su frontera con España; sólo se mantuvieron contactos internacionales con Argentina.
3. Los acuerdos con EE.UU. y la Santa Sede permitieron desde el acercamiento de 1951 anular la resolución de la ONU que imponía el aislamiento anterior, y el regreso de los embajadores, lo que culminó en 1953 con los acuerdos con EE.UU. y el concordato con la Santa Sede y en 1955 con la entrada de España en las Naciones Unidas. España se convertía en aliada de los Estados Unidos para frenar la expansión del comunismo.
4. Apertura a partir de los años sesenta. El régimen de Franco se acercó a los países árabes, concedió la independencia a Guinea Ecuatorial y pidió su entrada en la Comunidad Económica Europea, que aunque rechazó la petición por las características políticas del franquismo, firmó en 1970 un Acuerdo Preferencial que facilitaba los intercambios entre Europa y España.
En el período 1959-1975.
*.- Objetivo esencial: la normalización de la presencia española en la vida internacional.
*.- Desde 1964 la cuestión gibraltareña ocupó un importante lugar en la política exterior del Régimen (varias Resoluciones de la ONU a favor de la descolonización). La negativa inglesa llevó al cierre de la frontera entre España y el Peñón en 1968.
*.- No tuvieron éxito las negociaciones con la CEE, el carácter del Régimen lo hacían incompatible con los principios del Tratado de Roma de 1957. Sólo a partir de 1970 hubo un Acuerdo Preferencial de la CEE con España.
*.- En 1956 Marruecos obtuvo la independencia, quedando el territorio de Ifni bajo soberanía española. El incidente bélico (1957-1958) hizo que en 1959 fuera cedido a Marruecos.
*.- La descolonización de Guinea (1968) concluyó en una dictadura brutalmente antiespañola.
*.- Descolonización del Sáhara español (1975).
CONFLICTOS:
La Division Azul
El frio y el hambre dominan los testimonios de españoles y rusos. Desde Alemania, los españoles marcharon a pie por el oeste de la URSS en el verano de 1941. No tenían ropa de invierno y en los pueblos donde tomaron posiciones ya en otoño se dedicaron a robar prendas de abrigo que se echaban sobre los uniformes cada vez más harapientos. También se apoderaban de las válenki, las botas de fieltro rusas, que arrebataban a vivos y a muertos. Espoleados por el frío, prendían fuegos que amenazaban con incendiar las modestas viviendas campesinas donde se alojaban.
Sin haberse bañado desde que salieron de Alemania, piojosos y hambrientos, los divisionarios abandonaban su mugrienta ropa interior y se llevaban todo lo que encontraban a su paso
Los rusos calificaron a los españoles de “alegres”, “ruidosos” y ” ladrones”, a los alemanes de “exactos”,” severos”,” sentimentales” y “crueles”, y a los estonios y letones, de “asesinos”, “sádicos” e “indiferentes”.
La División Azul, la unidad española de voluntarios que partió hacia Rusia durante la II Guerra Mundial para combatir el comunismo. Protagonizaron algunos insólitos sucesos como caminar 1.000 kilómetros en pocas semanas para entrar en batalla.
La División Azul fue una unidad de voluntarios españoles, en total formada por cerca de 47.000 hombres, que combatió junto al Tercer Reich en el Frente Oriental. Pese a que las exigencias alemanas pasaban porque el contingente estuviera formado íntegramente por soldados profesionales, se acordó finalmente que el grueso estuviera alimentado por voluntarios civiles –muchos de ellos opositores al régimen que se alistaron ante la posibilidad de limpiar sus antecedentes,
Franco hizo
marchar a la División Azul hacia Baviera (Alemania), donde tendrían su
primer contacto con los nazis y llevarían a cabo su instrucción. «El
domingo 13 de julio, la División Azul comenzó el transporte escalonado
de sus hombres hacia Alemania, en 19 expediciones, y a lo largo de diez
días
La noticia de la invasión alemana de la Unión Soviética tuvo un gran impacto en España. En la mañana del 24 de junio de 1941, apenas transcurridos dos días desde que las tropas del Tercer Reich cruzaran las fronteras del antiguo Imperio Zarista, millares de personas se lanzaron a las calles de Madrid demandando el envío de voluntarios para combatir a la Rusia de Stalin. Los manifestantes se concentraron en la Plaza de Callao para iniciar una marcha hasta la confluencia de la Avenida de José Antonio con la Calle Alcalá donde se encontraba la sede de la Secretaría General del Movimiento. Desde uno de sus balcones Serrano Súñer, Ministro de Asuntos Exteriores y Presidente de la Junta Política de Falange, pronunció su famoso discurso contra Rusia:
"Camaradas, no es hora de discursos; pero si de que Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable!., culpable de nuestra Guerra Civil. Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador Y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la historia y del porvenir de Europa..."
Dos días antes el embajador alemán en España Von Stohrer se había entrevistado con Serrano Súñer para comunicarle los motivos que habían llevado a su Gobierno a tomar la decisión de invadir la Unión Soviética. Nada más conocer la noticia, el ministro español se trasladó al Palacio del Pardo para informar a Franco del nuevo giro que había tomado la guerra. El General captó inmediatamente las ventajas que el hecho ofrecía. Tras la visita Serrano Súñer informó a Stohrer de los deseos del Caudillo de enviar una fuerza expedicionaria a Rusia.
El rasgo más destacado de la política exterior española durante la Segunda Guerra Mundial fue su carácter vacilante.
El 4 de septiembre de 1939 el Gobierno decretaba la neutralidad del país ante el conflicto que acababa de estallar. "Constando oficialmente el estado de guerra que por desgracia, existe entre Inglaterra, Francia y Polonia de un lado, y Alemania, de otro, se ordena, por el presente decreto la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del derecho público internacional."
Sin embargo, esto no impediría que los medios de comunicación fueran decididamente proclives a las fuerzas del Eje o que las costas españolas sirvieran en casos excepcionales de refugio a los submarinos alemanes. Pocos meses después, el 12 de junio de 1940 la neutralidad era abandonada para adoptar una posición de "no beligerancia" fórmula jurídica también utilizada por Italia antes de su entrada en la guerra. Este cambio producido en la política exterior española venía determinado por el curso de los acontecimientos bélicos.
En pocas semanas el Ejército francés al que se consideraba el más poderoso del viejo continente había sucumbido ante la arrolladora fuerza de la Blizkrieg alemana. Ahora parecía más probable que nunca que la guerra se saldaría con el triunfo de las armas germanas. España tenía que buscar su lugar en la conferencia de paz al lado de los vencedores si quería participar en el reparto de final de guerra.
Por eso, días antes de la declaración de no beligerancia el 3 de junio de 1940 Franco había escrito una carta al Führer en la que afirmaba estar dispuesto a prestarle en cualquier momento los servicios que considerara más necesarios. Esta era la primera vez que se planteaba seriamente la posibilidad de intervención española en el conflicto, además no se debía a ninguna presión alemana o italiana, se trataba de una iniciativa del propio Franco.
En efecto, el interés de Alemania por España hasta ahora se había limitado al estricto carácter comercial. La Península Ibérica todavía no jugaba un papel destacado en los planes militares de Hitler. De momento los intereses del Führer se centraban en las islas británicas.
Tras la caída de Francia, a Hitler sólo le restaba acabar con la resistencia de los británicos para consolidar la posición de supremacía que había alcanzado en el viejo continente. Sin embargo, antes de continuar combatiendo contra ellos prefería alcanzar una paz negociada. El 19 de julio de 1940 el Führer planteó a los ingleses su oferta. Varios días antes, como supuesto gesto de buena voluntad, había ordenado la desmovilización de 35 divisiones. El recién nombrado Primer Ministro británico, Winston Churchill rechazó el ofrecimiento. Los ingleses estaban decididos a continuar la guerra hasta el fin.
La negativa de Churchill hizo que los alemanes pusieran en marcha su plan de invasión de las islas. La operación denominada "León Marino" se basaba en una acción conjunta entre la Aviación y la Marina de Guerra alemanas: tras el dominio del espacio aéreo inglés entraría en acción la kriegmarine cuyos efectivos se encontraban acantonados al sur del Canal de la Mancha. A inicios de julio de 1940 comenzaron las primeras incursiones de la Luftwaffe sobre las islas pero muy pronto los anglosajones demostraron que no eran una presa fácil. Antes de que acabara el mes el Alto Mando alemán decidió posponer la invasión. Es en este momento cuando España cobra un nuevo interés para Hitler.
Muy poco era lo que podían ofrecer las Fuerzas Armadas españolas. Más que un aliado el Ejército de Franco podía significar una carga para Alemania; estaba mal armado y equipado y necesitaba de varios años de preparación para ser operativo. No obstante, la extraordinaria situación estratégica de la Península Ibérica desempeñaba un papel importante en los planes del canciller alemán para acabar con Inglaterra. Sobre todo le interesaba Gibraltar, punto esencial en la estrategia del Imperio Británico que junto a Creta, Chipre y Alejandría aseguraba el aprovisionamiento marítimo de las posesiones británicas en África.
La importancia que los alemanes ahora atribuían a España llevaría a Ribbentrop, siempre bajo las directrices de Adolf Hitler, a telegrafiar al embajador alemán en Madrid a fin de que éste preparara las conversaciones que posibilitaran el pronto ingreso de España en la guerras. A partir de ese momento los contactos entre ambas partes se intensificaron.
El 16 de septiembre Serrano Súñer, Ministro de la Gobernación, llegó a Berlín para negociar con Ribbentrop las condiciones de entrada de España en la guerra. A cambio se pedían importantes concesiones. Los españoles no sólo solicitaban armas, gasolina y alimentos en grandes cantidades; también demandaban Gibraltar y una serie de territorios situados al norte de los Pirineos (el Rosellón) y en África en particular estaban interesados en el Marruecos francés.
Peticiones tan desorbitadas no sorprendieron a los alemanes pues ya les habían sido expuestas en anteriores contactos. Hitler en modo alguno estaba dispuesto a aceptarlas Alemania también necesitaba gasolina y armas para su esfuerzo de guerra; este material se podría entregar a los españoles pero no en las cantidades solicitadas. Por otro lado, el plan de toma de Gibraltar no justificaba la cantidad de recursos que Franco solicitaba a través de su Ministro de la Gobernación. Asimismo, los alemanas no podían comprometerse a la entrega del Marruecos Francés si contar con Vichy. Las autoridades de la Francia ocupada habían demostrado ser un buen aliado del Reich y Hitler no estaba dispuesto a lesionar su amistad.
La falta de entendimiento entre las partes llevó a un encuentro directo entre el Caudillo español y el Canciller alemán. El 23 de octubre de 1940 ambos mandatarios se reunían en Hendaya. La entrevista que mantuvieron por espacio de nueve horas era una continuación de las posturas adoptadas en Berlín, por lo que, como señala Tussel, al viaje de Serrano a Alemania en septiembre de 1940 hay "que atribuirle una importancia mucho mayor que a la conversación de Hendaya sobre la que pesa un exceso de mitificación". En la reunión pese a que Franco mantuvo sus demandas, el Fhürer consiguió arrancar de éste la firma de un protocolo secreto.
Dicho documento suponía para España el abandono de la no beligerancia, puesto que el Caudillo se comprometía a entrar en la guerra al lado de Alemania si bien, no se precisaba la fecha exacta. En los meses siguientes los alemanes trataron de convertir en efectivo el compromiso español hostigando a Franco para que aceptara el 10 de enero de 1941 como fecha viable para la entrada de España en la conflagración mundial. Pero el Gobierno español siempre respondió con evasivas que provocaron la indignación de Hitler, quien decidió situar a Franco ante la tesitura de lo que algunos consideran un ultimátum.
Llegados a este punto conviene que reflexionemos sobre la actitud mostrada por España en todo este asunto.
Según algunos historiadores, hostiles en su mayoría a la figura del Caudillo; a mediados de 1940 Franco estaba decidido a intervenir en la guerra, "pero quería hacerlo en el momento oportuno y obtener a cambio jugosas contrapartidas. Implicar a la Península Ibérica en el conflicto en el momento adecuado significa que el Caudillo no quería arriesgarse a entrar en el conflicto hasta que éste estuviese decidido, es decir hasta que los alemanes dieran claras muestras de que podían derrotar a los ingleses". Tras la caída de Francia y el inicio de las acciones contra las islas británicas Hitler parecía controlar la situación lo que inmediatamente aprovecharon las autoridades españolas para plantear su oferta de entrada en la guerra. Sin embargo las dificultades derivadas de la puesta en marcha de la "Operación León Marino" demostraron que la resistencia anglosajona era difícil de vencer, lo que llevó al autócrata a permanecer a la espera.
Por otro lado Franco quería, en caso de intervenir, convertir la entrada en la guerra en algo rentable para España. Esperaba poner bajo el control de España el norte de África gracias a la ayuda alemana. En este sentido el Protocolo de Hendaya no aportaba unas contrapartidas claras puesto que la cesión de los territorios africanos, principal demanda española, quedaba supeditada a un futuro acuerdo que se firmaría tras la derrota británica y en el que también intervendría Francia. Franco esperaba la rectificación alemana en este punto.
Existían igualmente problemas de orden interno. El pueblo español estaba hambriento y la Armada Real británica "controlaba los mares por los que pasaban los cereales y el petróleo vitales para la economía española". Mientras Alemania no garantizara estos suministros difícilmente podía entrar el país en guerra. Además, la opinión publica española, en la que se incluían buena parte de los generales no veía con buenos ojos la entrada del país en una nueva guerra.
Por tanto, En junio de 1941 Franco se encontraba en una difícil situación, por eso cuando Serrano Súñer le informó de la invasión alemana de la Unión soviética captó inmediatamente las ventajas que el hecho podía aportarle. El envío de una fuerza expedicionaria a Rusia serviría para ganar tiempo y aligerar la presión que los alemanes ejercían sobre España. De hecho éstos vieron en la División Azul el primer paso en una entrada gradual de la Península Ibérica en el conflicto. No tardarían en percibir que estaban equivocados.
División Azul en el frente del Voljov, 1942 .FERRER DALMAU
A miles de kilómetros de su tierra, en una guerra que en realidad nada tenía que ver con ellos, armados con fusiles ligeros incapaces de hacer más que rasguños a los tanques soviéticos, e intimidados por un frio intenso
vestidos con uniformes nazis reducidos a harapos, los 4.500 españoles pertenecientes a la 250ª División de Infantería de la Wehrmacht (conocida popularmente como la División Azul) resistieron honrosamente la ofensiva de 45.000 hombres y 80 tanques enviados por el Ejército Rojo a Krasni Bor.
El nombre oficial de la unidad era Division Española de voluntarios y recibió el Numero 250 entre las divisiones de la Wehrmacht, pero fue conocida como Division Azul por el color de las camisas de los falangistas que formaban la mayor parte de los voluntarios.
Su primer Jefe fue el General Agustín Muñoz Grandes. En 1939, Muñoz Grandes fue nombrado Secretario General del Partido Unico. En su condición de militar Franco le tenía más confianza a él que a ningun civil, pero ocupó ese cargo sólo hasta 1940. En 1940 fue colocado al mando de la 22 División de Infanteria estacionada frente a Gibraltar. Fue allí donde le alcanzó el nombramiento como Jefe de la nueva unidad recien formada.
La unidad fue compuesta a partir de voluntarios procedentes de las milicias de Falange, el estudiantado, los veteranos y encuadrada por oficiales de carrera que habían combatido en la Guerra Civil.
Debido al exceso de voluntarios, se presentaron sólo en Madrid diez veces más personas que las necesarias para cubrir las plazas previstas, se estableció un sistema de relevos que permitiera a la mayor cantidad posible de voluntarios servir en el frente.
Adoptada la decisión de enviar una fuerza expedicionaria a Rusia el siguiente paso lo constituyó su recluta. Los efectivos del contingente debían cubrir el equivalente a una división de infantería que recibiría el nombre de División Española de Voluntarios. El compromiso de los que se alistaran duraría mientras se sostuviera la "campaña contra el comunismo".
Al principio la Falange intentó convertir el hecho en una empresa propia, llegando incluso a plantear que los militares que desearan formar parte de expedición se alistaran en cualquiera de los Banderines de Enganche que la Secretaría General del Movimiento había ordenado abrir en distintos lugares de la geografía española a fin de reclutar contingente de voluntarios.
No obstante las autoridades castrenses reaccionaron inmediatamente prohibiendo a los militares que se alistaran en organismos ajenos al Ejército. Sólo los voluntarios civiles, que en su mayor parte procedían de las Milicias de Falange, podrían alistarse en los Banderines de Enganche.
El anuncio del reclutamiento desbordó las previsiones. A los pocos días de su puesta en marcha, el embajador alemán comunicó a su gobierno que el número de los que habían acudido al alistamiento era cuarenta veces superior al requerido. Aún así, no todos los que se presentaron consiguieron ser aceptados. El candidato debía tener entre veinte y veintiocho años, reunir las condiciones físicas necesarias y demostrar su "solvencia política y social" con el fin de evitar posibles deserciones.
Finalizada la fase de reclutamiento los efectivos de la fuerza reclutada superaban los diecisiete mil hombres. El mando de la División se encontraba completamente en manos del Ejército. La jefatura se entregó al General Muñoz Grandes. Todos los Jefes eran militares profesionales. El 75% de los Oficiales y Suboficiales procedían del Ejército o de las academias militares, el resto venían de las Milicias de Falange. El personal del C.A.S.E., es decir, los especialistas, eran todos militares. Sólo en el caso de la tropa era donde la presencia de civiles constituía la nota dominante.
La 250. Einheit spanischer Freiwilliger llegaría al sector de Krasny Bor
en otoño de 1942. En enero del siguiente año, mientras caía el kessel
alemán de Stalingrado, el ejército soviético logró conquistar un pequeño
corredor por tierra hasta Leningrado. La operación 'Estrella Polar',
continuación de la 'operación Chispa', debía ampliar este camino y
romper rápidamente las líneas de la División Azul para envolver al 18
Ejército alemán. La 'Blau division' lo evitó
El 10 de febrero de 1943, unos 5.600 hombres de la División Azul hicieron frente a 44.000 soldados,
casi un centenar de tanques e innumerables piezas de artillería del 55
Ejército de la Unión Soviética. Fue la batalla de Krasny Bor, el combate
más duro de los españoles en el 'Ostfront'.
Envueltos en cierta aureola de inexpugnabilidad a ojos de la Wehrmacht –lo que casaba difícilmente con los postulados racistas del nazismo–, la División Azul alcanzó en 1943 su tercer y último año de existencia. De la defensa en la región de Voljov pasaron al asedio de Leningrado. Allí, las tropas españolas fueron desplegadasal sur del lago Ladoga, desde donde hicieron frente a «la Operación Iskra», enésima ofensiva para liberar Leningrado del cerco nazi.
Pasadas las seis de la mañana de aquel 10 de febrero de 1943, la
artillería soviética comenzó su descarga sobre las posiciones del
regimiento 262 de la División Azul. No pararía hasta un par de horas
después. Acto seguido, cuatro divisiones del Ejército Rojo, acompañadas
por carros KV-1 y T-34, se lanzaron sobre las castigadas líneas españolas.
El objetivo soviético era romper el frente en poco tiempo y envolver a
los alemanes. El invierno en Leningrado es muy frío y anochece
prontísimo. Sin embargo, la Stavka fracasó: el barrizal provocado por el
fuego artillero sobre la nieve atrapó a los carros de combate y los
supervivientes del regimiento opusieron una fiera resistencia hasta el
final.
Los soldados españoles se reagruparon como pudieron para defenderse,
incluso se desplegaron en los cráteres abiertos por la artillería rusa.
Entre las hazañas que se recuerdan está, por ejemplo, la del divisionario al que explotó la mina que colocó en un carro pesado.
A pesar del ataque, dos divisiones alemanas situadas en el flanco
derecho de la División Azul no acudieron al rescate porque esperaban un
ataque que nunca tuvo lugar. Entre ellas estaba la 4 Polizei Division de
las Waffen SS.
Pasado el mediodía, el Ejército Rojo logró romper las líneas por tres zonas
y tomar casi entera Krasny Bor. Sin embargo, los restos de la División
Azul aún resistían al sureste del pueblo y en los aledaños del río
Ishora.
Aunque las tropas soviéticas lograron penetrar tres kilómetros, su
cuartel general ordenó parar el avance al anochecer. Los alemanes habían
enviado refuerzos y la rotura del frente era inviable tan tarde. El
Ejército Rojo había tomado Krasny Bor, pero fue una victoria pírrica.
Los 11.000 fallecidos en la operación 'Estrella Polar' se sumaría al
millón de soldados soviéticos muertos en toda la batalla de Leningrado y
el frente seguiría estable un año más.
Durante la Guerra Civil, al igual que la República recibió ayuda de la Union Soviética, Inglaterra y Francia; la España Nacional recibió ayuda material y humana del Tercer Reich con el fin de contrarrestar la que los soviéticos le prestaron a la República a gran escala. Sin embargo, no se trató de una ayuda desinteresada; el envío de la "Legión Cóndor" a la guerra de España iba a servir a los alemanes para probar sus nuevas armas y ensayar algunas de las tácticas que más tarde emplearían en la Guerra Mundial. Por otro lado, el coste del material bélico que Alemania entregó a los Nacionales debía ser reintegrado. Al término de la guerra el Gobierno del Reich intentó en varias ocasiones cobrar la deuda de guerra que con él había contraído España. Pero la lamentable situación económica en la que estaba sumida la nación lo hacía prácticamente imposible. La creación de la División Azul se convertiría muy pronto en una buena fórmula para saldar aunque de forma indirecta parte de la deuda.
PARA SABER MÁS:
467 La Division Azul
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BASES AMERICANAS EN ESPAÑA 1953
Aunque Washington había respaldado, a través de los organismos económicos internacionales, la nueva política de liberalización económica del régimen de Franco no estaba dispuesto a aumentar la ayuda económica directa y la cesión de material militar ni a prescindir de bases cercanas a grandes núcleos urbanos, como la de Torrejón.
En este contexto la visita de Eisenhower a Madrid en diciembre de 1959 fue, además de propaganda e imagen para el Régimen, el colofón de la firma de los pactos bilaterales pero no trajo consigo una mejora del nivel de ayuda como esperaban el Gobierno de Franco y los militares. La llegada al poder de la administración demócrata de Kennedy no ayudó, desde luego, a mejorar las expectativas franquistas. Además de la falta de apoyo en Marruecos, el Gobierno norteamericano pareció en un primer momento dar alas a la oposición franquista, presionando para que España se desmarcara de posiciones colonialistas como las que mantenía Portugal. Para colmo, Kennedy recibió con gran indignación la posición independiente de Franco respecto al régimen revolucionario cubano.
Al mismo tiempo que se pedía la apertura de negociaciones con el Mercado Común, el Gobierno decidió el envío del abogado liberal Antonio Garieges a la embajada en Washington, dadas sus relaciones personales con la familia Kennedy, con el objeto de mejorar el nivel económico de contrapartidas por las bases militares. Aunque enseguida quedó claro que las dificultades presupuestarias norteamericanas limitaban la posibilidad de una mejora de la ayuda económica y militar, Garrigues recomendó la negociación de una contrapartida política. Se pretendía sustituir los pactos bilaterales por un tratado de cooperación o seguridad, que implicaba un difícil refrendo por las cámaras legislativas norteamericanas, así como de conseguir un apoyo decidido en los organismos internacionales y en las candidaturas españolas hacia la OTAN y la CEE.
En septiembre de 1962, una vez que las expectativas europeas habían recibido un jarro de agua fría, por lo que el apoyo estadounidense cobraba mayor relieve, se iniciaron las conversaciones para la renegociación de los pactos. Además de las contrapartidas políticas, los militares españoles realizaron unas peticiones exorbitantes de suministros. La administración Kennedy rechazó ambas peticiones, por lo que al régimen de Franco sólo le quedaba la posibilidad de la denuncia de los pactos para posteriormente negociar una prórroga de los mismos. Esfumada la posibilidad de sumarse a un eje militar entre Francia y Alemania, el Gobierno de Franco tuvo que contentarse con la renovación de los convenios con Estados Unidos como fuera. Finalmente, el 26 de septiembre de 1963 los pactos recibían una prórroga por otros cinco años sin apenas cambios. Desde una perspectiva simbólica el texto reconocía la importancia de España en Occidente, obligándose los americanos a negociar cualquier ampliación de la utilización de las bases y a apoyar a España en los organismos internacionales. Los 1.000 millones de dólares que habían esperado inicialmente los militares españoles se quedaron en la modesta cifra de 150 millones. La cláusula secreta de activación automática de las bases permanecía como en 1953. Los norteamericanos podían utilizar Rota para los submarinos nucleares sin contrapartida alguna y ni siquiera la declaración conjunta establecía un compromiso claro con la defensa de España.
GUINEA ECUATORIAL
El imperio tropical de Franco
La colonia se
independizó de España en 1968, tras un tenso pulso diplomático que acabó
con una salida apresurada del reciente país que quedaba en manos de un
sádico, Macías Nguema.
Cuando Marruecos se independizó de la
tutela de Francia y España, en 1956, al régimen dictatorial del general
Franco no le quedó más patio trasero en África que el desértico Sáhara
Occidental y una diminuta huella en el golfo de Guinea, compuesta por la
isla de Fernando Poo (hoy Bioko) y una franja de terreno continental,
apenas una cuña entre Camerún y Gabón
Ese modesto imperio tropical de Franco fue
destino de unas decenas de miles de colonos españoles que encontraron
en el cacao y la madera fuentes de inversión y medio de vida, gracias al
trabajo indígena local o importado de otros puntos de la costa africana
cercanos, como Nigeria, o lejanos, como Liberia.
Tras el fin de la Guerra Civil,
que en Guinea se decantó casi de inmediato por los sublevados, este
territorio se convirtió en una colonia similar a las francesas, inglesas
o portuguesas de la época, una sociedad con un apartheid de facto en
las que el europeo llevaba una vida de cierto privilegio y el nativo
esta legalmente sujeto a un gobierno extranjero.
En 1968, Franco no quiso retrasar más la hora de la independencia,
a la vista de lo que estaba sucediendo en el resto de África negra, y
su mano derecha, el almirante Carrero Blanco, fue encargado de diseñar
una transición en la que los españoles mantuvieran sus inversiones. Pero
en poco tiempo se desató el caos y la metrópoli hubo de proceder a
repatriar a los antiguos colonos, en previsión de un baño de sangre.
GUERRA DE IFNI
Ifni sería sinónimo de «guerra olvidada» ¿El enemigo? El recién independizado Reino de Marruecos que anhelaba controlar la zona norte del Sahara Occidental. 23 de noviembre de 1957-30 de junio de 1958.
Antes de adentrarnos en la contienda, recordemos que
aquellos territorios de Ifni fueron concedidos a España por el sultán de
Marruecos Mohamed IV en 1860, en virtud del Tratado de Wad-Ras,
para colmo francés. No fue hasta el Gobierno de la II República cuando,
entre abril y mayo de 1934, la fuerza expedicionaria española hizo
efectiva esa presencia en la que era «la última aventura colonial
española»,
Pero, ¿por qué se originó la guerra de Sidi Ifni?
«Tras la Independencia de Marruecos, forzada por Francia, el reino
alauita se lanzó a una campaña de recuperación de territorios dentro de
la idea del mítico Gran Marruecos.
Campaña, por otra parte, que a Mohamed V le venía muy bien para desviar
hacia el exterior los ardores de las fuerzas comunistas que lideraban
gran parte del "Ejército de Liberación"; estos combatientes se habían
alzado, fundamentalmente, contra los franceses».
Dentro del Protectorado de Marruecos no estaba el
territorio de Ifni (cedido por el tratado de 1860), aunque sí la franja
norte de la denominada África Occidental Española: zona sur del
Protectorado que incluía Tarfaya o Cabo Juby, al Norte del Sahara y
lindante con él por encima del paralelo 27º 40' límite de la frontera
Norte de España en aquellas tierras africanas.
«Es decir, Marruecos se lanzó a expansionarse a expensas de
España (en Ifni y el Sahara) y, luego, de Argelia, además de a
neutralizar el veneno del socialismo inoculado en muchos de los que
habían combatido contra Francia». Por esto último también contó desde el principio con el apoyo de EE.UU. tanto en materiales supuestamente abandonados en las bases americanas, como en el campo diplomático.
Hay que recordar que «Mr. Marshall» no pasó finalmente por España y el presidente Dwight D. Eisenhower
no lo hizo hasta diciembre de 1959, precisamente un año después de la
guerra de Sidi Ifni tras la cual España comprendió que no podía
mantenerse aislada.
En octubre de 1957 la situación estaba cada vez más tensa en Sidi Ifni. El día
23 las tropas marroquíes ocuparían dos pueblos en los alrededores:
Goulimine y Bou Izarguem. El cerco a Ifni comenzó. El 23 de noviembre
Marruecos se decidió a lanzar un ataque sobre Sidi Ifni que fue
rechazado por las tropas españolas, lo que obligó a Marruecos a
centrarse en el asedio de las cercanas poblaciones de Tiliuin, Telata y Tagragra.
Hasta la primera semana de diciembre fuerzas paracaidistas
españoles no rompen el cerco sobre estas poblaciones y trasladan a su
población civil y militar hacia Ifni. Comienzan a producirse las
primeras bajas y nombres como el del soldado Joaquín Fandos Martínez, el
teniente Ortiz de Zárate o el capitán Niceto Llorente Sanz actúan con
valentía. Sidi Ifni se convierte en el fortín español. El asedio final espera.
«La guerra apenas encubierta sorprendió al mando militar
español en general. Y, aun peor, fue que los norteamericanos negaron el
empleo del Material de Ayuda (AYAN), por lo que la mayor parte de los
materiales de la Aviación, la Marina y el Ejército de Tierra quedaban
inutilizados de un plumazo. El veto dejó maniatado a los Ejércitos Españoles»
Sidi Ifni es abastecida por mar por tres buques de la
Marina y rápidamente los marroquíes también comprenden que será un
fortín inexpugnable protegido por posiciones defensivas en un perímetro
de unos 30 kilómetros y a unos diez kilómetros del centro de la capital.
7.500 defensores españoles resistieron a las fuerzas marroquíes. El asedio duraría hasta junio de 1958 pero antes los escenarios de la guerra se centrarían en Edchera y el Sahara español.
«Hasta la acumulación de los necesarios refuerzos, las
guarniciones en la zona lo pasaron bastante mal. Posteriormente, con
gran esfuerzo, se barrió al enemigo (en el Sáhara con la colaboración francesa).
No se le pudo destruir porque, tanto Francia como EE.UU. se opusieron a
que nuestras fuerzas entraran en Marruecos», explica el autor del libro
«Ifni 1958. Sangriento combate en Edchera».
Finalmente España y Marruecos firmarían la paz con los acuerdos de Angra de Cintra, una
bahía situada al sur de Villa Cisneros, actual Dajla. En virtud de ese
acuerdo se entregaba a Marruecos Cabo Juby, entre el río Draa y el
paralelo 27º 40', excluyéndose del dominio alauí Sidi Ifni y el resto
del Sahara español.
«El apresurado tratado de paz supuso un mal precedente con Marruecos, además de la ignominia de no obligar a esta nación a que devolviera los prisioneros españoles
que las "bandas" habían hecho, liberación que tuvo que esperar su
tiempo», recuerda el coronel retirado.
Guerra de Ifni. , Villa Bens,10-1-1958.- tropas españolas en las proximidades de Cabo Juby. EFE.
Guerra de Ifni. , Villa Bens,10-1-1958.- tropas españolas en las proximidades de Cabo Juby. EFE.
¿Qué sucedió aquel 13 de enero de 1958? ¿Por qué? El día antes una columna de las fuerzas irregulares del autodenominado Ejército de Liberación Sahariano, muy leal al futuro rey Hassan II,
atacó sin éxito el El Aaiún español. Retirados se centraron en el
cercano paso de Edchera donde dos compañías de la XIII Bandera de la
Legión llevaban a cabo una misión de reconocimiento.
En 1969, y acorde a la resolución 2072 de Naciones Unidas, España descolonizó Sidi Ifni y el Sahara Occidental, este último territorio en poder español hasta la «Marcha Verde» de 1975.
«La entrega de Sidi Ifni a Marruecos fue un acto de
realismo político. Sin el apoyo norteamericano y francés, aquel enclave
era antieconómico defenderlo, salvo que se fuera a la guerra abierta con Marruecos. Y
ya se había visto que ello sería sin el material americano. Puede que
por ello se lanzara nuestra Patria a continuar y ampliar la política de
ser lo más autárquicos en medios militares de todo tipo, incluidos los
nucleares y sus vectores de lanzamiento. Y hablando de enclaves
antieconómicos, Ifni lo era y Gibraltar lo fue, como bien saben los
ingleses, mientras estuvo cerrada la Verja»
503 Sidi Ifni, en pie de guerra
Adaptación. ABC.ES, ESTEBAN VILLAREJO/MANUEL VILLATORO, 17/01/2013
Una patrulla de la Legión en el territorio de Ifni durante la guerra 1957-1958 ARCHIVO ABC,
La Marcha Verde
La marcha fue organizada en secreto y anunciada el 6 de noviembre en un discurso televisado de Hassan II. El discurso lo pronunció horas después de que el Tribunal de Justicia de La Haya pronunciase su veredicto sobre si el Sáhara Occidental era en el momento de la colonización por parte de España un territorio sin propietarios. A pesar de que el veredicto solo reconoció "vínculos jurídicos de sumisión entre el sultán de Marruecos y algunas de las tribus que vivían allí" y a pesar de que el tribunal reconocía el derecho a la "autodeterminación" de la población del territorio, Hassan II aprovechó la debilidad del régimen de Franco y convocó la Marcha Verde
los diplomáticos españoles en la ONU levaban tiempo buscando apoyos para que la salida del Sáhara se hiciera bajo el paraguas de la legalidad internacional, con una descolonización ordenada que dejara el destino del país en manos de los lugareños. Pero cuando las cosas se terminaron de torcer con la ocupación de 350.000 marroquíes a finales de 1975 con el rey Juan Carlos recién llegado a la jefatura del Estado y la guerrilla del Frente Polisario determinada a resistir, España simplemente se marchó, dejando su excolonia en manos de Marruecos. Ese fue el resultado de una lucha interna entre una parte del Ministerio de Exteriores y la Diplomacia española, partidaria de la solución descolonizadora, y la Presidencia del Gobierno encabezada por Carlos Arias Navarro, más sensible a las pretensiones marroquíes.
Marcha Verde en el Sáhara Occidental en 1975. UPI - EFE
La Marcha Verde
La marcha fue organizada en secreto y anunciada el 6 de noviembre en un discurso televisado de Hassan II. El discurso lo pronunció horas después de que el Tribunal de Justicia de La Haya pronunciase su veredicto sobre si el Sáhara Occidental era en el momento de la colonización por parte de España un territorio sin propietarios. A pesar de que el veredicto solo reconoció "vínculos jurídicos de sumisión entre el sultán de Marruecos y algunas de las tribus que vivían allí" y a pesar de que el tribunal reconocía el derecho a la "autodeterminación" de la población del territorio, Hassan II aprovechó la debilidad del régimen de Franco y convocó la Marcha Verde
los diplomáticos españoles en la ONU levaban tiempo buscando apoyos para que la salida del Sáhara se hiciera bajo el paraguas de la legalidad internacional, con una descolonización ordenada que dejara el destino del país en manos de los lugareños. Pero cuando las cosas se terminaron de torcer con la ocupación de 350.000 marroquíes a finales de 1975 con el rey Juan Carlos recién llegado a la jefatura del Estado y la guerrilla del Frente Polisario determinada a resistir, España simplemente se marchó, dejando su excolonia en manos de Marruecos. Ese fue el resultado de una lucha interna entre una parte del Ministerio de Exteriores y la Diplomacia española, partidaria de la solución descolonizadora, y la Presidencia del Gobierno encabezada por Carlos Arias Navarro, más sensible a las pretensiones marroquíes.
Marcha Verde en el Sáhara Occidental en 1975. UPI - EFE
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