1.Conflicto en Indochina
2. Conflicto México
3. La Campaña de África, 1859 - 1860
La batalla de Tetuán, obra de Mariano Fortuny (1838 - 1874).
La Batalla de Tetuán o Expugnación del campamento marroquí por las tropas españolas el 4 de febrero de 1860, de Marià Fortuny i Marsal (Reus 1838-Roma 1874) es una obra inconclusa, que provocó más de un dolor de cabeza a su autor, que terminó incapaz de resolver el encargo. Después de 150 años, la enorme pintura de 9,72 por 3 metros sigue atrayendo al espectador con una extraña fascinación. El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC),
El conflicto bélico desató el entusiasmo popular y el fervor hacia los líderes militares como Prim y O'Donnell, lo que sirvió de fuente de inspiración y surtió de encargos oficiales a muchos pintores. Mariano Fortuny, por encargo de la Diputación de Barcelona, acompañó a los Voluntarios Catalanes como "reportero gráfico" y plasmó en sus cuadros diferentes batallas de la contienda (Tetuán, Castillejos, Wad-Ras) así como retratos de los mandos militares y escenas de la vida en Marruecos.
La pintura describe el dilatado escenario del enfrentamiento en el mismo escenario donde ocurrió, pudiéndose reconocer los accidentes geográficos del escenario bélico. El general O'Donnell, dirige la batalla, junto al grupo de voluntarios catalanes encabezados por el héroe de la batalla, Victoriano Sugranyes que murió en la jornada, mientras que a galope, el general Prim, lucha, sable en mano, en una imagen convertida en tópica e icónica del general. En la parte inferior los enemigos vencidos, entre ellos el príncipe marroquí Mulay Abbas.
FORTUNY
La Batalla de Tetuán o Expugnación del campamento marroquí por las tropas españolas el 4 de febrero de 1860, de Marià Fortuny i Marsal (Reus 1838-Roma 1874) es una obra inconclusa, que provocó más de un dolor de cabeza a su autor, que terminó incapaz de resolver el encargo. Después de 150 años, la enorme pintura de 9,72 por 3 metros sigue atrayendo al espectador con una extraña fascinación. El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC),
El conflicto bélico desató el entusiasmo popular y el fervor hacia los líderes militares como Prim y O'Donnell, lo que sirvió de fuente de inspiración y surtió de encargos oficiales a muchos pintores. Mariano Fortuny, por encargo de la Diputación de Barcelona, acompañó a los Voluntarios Catalanes como "reportero gráfico" y plasmó en sus cuadros diferentes batallas de la contienda (Tetuán, Castillejos, Wad-Ras) así como retratos de los mandos militares y escenas de la vida en Marruecos.
La pintura describe el dilatado escenario del enfrentamiento en el mismo escenario donde ocurrió, pudiéndose reconocer los accidentes geográficos del escenario bélico. El general O'Donnell, dirige la batalla, junto al grupo de voluntarios catalanes encabezados por el héroe de la batalla, Victoriano Sugranyes que murió en la jornada, mientras que a galope, el general Prim, lucha, sable en mano, en una imagen convertida en tópica e icónica del general. En la parte inferior los enemigos vencidos, entre ellos el príncipe marroquí Mulay Abbas.
La batalla de Tetuán, obra de Dionisio Fierros Alvarez (1827 - 1894).
En el centro de la imagen aparece O'Donnell, rodeado de su estado mayor. Aparecen igualmente otras unidades del ejército como los húsares de Pavía, a la izquierda, la Guardia Civil y la Infantería, a la derecha, y un integrante de los Voluntarios Catalanes, muerto a los pies de los caballos.
La Campaña de África, 1859 - 1860
A raíz del enorme desarrollo industrial que vivió Europa durante el S. XIX, el mundo asistió a la expansión colonialista europea en busca de nuevos mercados y nuevos territorios donde explotar materias primas. España, que había perdido ya la mayor parte de los territorios de su antiguo imperio, vio en Marruecos una gran oportunidad, no sólo económica, sino también de recuperación de prestigio internacional. Así, a mediados de siglo España inicia su expansión colonial en África y en 1848 el general Serrano desembarca en las islas Chafarinas; en respuesta, Marruecos presiona sobre Ceuta y Melilla iniciándose una serie de hostilidades que parecían culminar con la firma del Convenio de Tetuán en agosto de 1859.
Si bien es cierto que los incidentes hostiles continuaron tras la firma del convenio, parece aceptado por los historiadores que la declaración de guerra del gobierno de Isabel II, a cuyo frente estaba D. Leopoldo O'Donnell, argumentando agravio e injurias contra el pabellón español estacionado en Ceuta, no fue sino un pretexto al calor de un fervor patriótico y nacionalista, dirigido por O'Donnell y la cúpula militar, que vieron en la posibilidad de una victoria fácil contra Marruecos una oportunidad para mitigar la crisis interna.
Tres cuerpos de Ejército, mandados por los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano, con otra división de reserva a las órdenes del general Prim y una de caballería a las órdenes del general Félix Alcalá Galiano, pasaron a Ceuta. D. Leopoldo O´Donnell se reservó el cargo de General en Jefe.
Mapa resumen de las operaciones de la Campaña de África.
(Plano: Las Novedades, 1860; Museo Nacional del Romanticismo)
Tras las victorias españolas en las batallas de Castillejos, Monte Negrón y la toma de Tetuán, la derrota en Wad-Ras movió al príncipe Muley-El-Abbas, califa del imperio de Marruecos y príncipe del Algarbe, a pedir la paz y el 26 de abril de 1860 (el 25 de abril según otras fuentes) se firmó el Tratado de Tetuán, por el que se ampliaban los límites de Ceuta y Melilla, se anexionaba Sidi-Ifni y se fijaba una indenmización monetaria al tiempo que España se comprometía a abandonar Tetuán. Por su parte, al final de la campaña D. Leopoldo O’Donnell fue recompensado con el título de Duque de Tetuán y el general Prim con el de Marqués de Castillejos.
Desde el punto de vista político, la opinión pública quedó un tanto decepcionada tras la firma de la paz. El resultado conseguido no estaba en proporción con las expectativas generadas por el montaje que se había organizado alrededor de la guerra. Sin embargo, en el orden militar el entusiasmo era unánime y la adhesión popular al ejército, multitudinaria y fervorosa. De hecho, el fin de la campaña fue celebrado como un triunfo resonante con grandes repiques de campanas y manifestaciones de entusiasmo en toda la nación con grandes recibimientos en Barcelona, Bilbao, Alicante, Sevilla, Granada, Córdoba, Vic, Reus... y, por lo que a nosotros concierne, Madrid, donde previamente a la entrada en la ciudad las tropas acamparon en la Dehesa de Amaniel los días 10 y 11 de mayo.
El Campamento de Amaniel 10-mayo-1860.
El Ayuntamiento nombró una Comisión especial para que se ocupase de proponer lo conveniente acerca de la manera de celebrar los faustos sucesos de la guerra de África. Aprobaron la cantidad de 435.000 reales de vellón para los festejos, entre los que se incluyó una función en el Teatro Real; corrida de toros en la plaza de extramuros de la Puerta de Alcalá; auxilio a las clases menesterosas; música en la Casa Consistorial de la Panadería y en la Plazuela de la Villa donde actuarían las bandas de música de Ingenieros, del Regimiento de Infantería de América; iluminación de edificios y plazas... e incluso se decretó fiesta en los centros de instrucción pública los días 11 y 12.
En un principio, se pensó levantar el campamento en la Dehesa de los Carabancheles, lo que creó cierta confusión e incluso en algún periódico de la época llegó a anunciarse que estaría "en la dehesa de Amaniel, término de los Carabancheles". Posteriormente fue corregido y se dio la ubicación exacta: "a cinco kilómetros de distancia en la dehesa de Amaniel, que está situada entre las tapias de la Moncloa y las obras del canal de Lozoya, a la izquierda del camino de Francia".
Plano del campamento de las tropas del ejército de África en la Dehesa de Amaniel.
Además de indicar la posición de los distintos Regimientos y Generales tiene un enorme interés porque permite ubicar los límites y situación de la Dehesa en la época, así como otros topónimos de la zona.
(Plano: Depósito de la Guerra, 1860; Biblioteca Nacional)
El día 10 de mayo, a las 11 de la mañana, quedó levantado el campamento. Durante los días anteriores e incluso durante el mismo día 10 fueron llegando por ferrocarril las tropas a Madrid, provenientes en su mayor parte de Valencia y Alicante.
"El público había leído descripciones de campamentos... y ya era hora de que pudiera formarse una idea exacta de esas ciudades ambulantes que el ingenio de la guerra levanta y abate en breves minutos; de esas calles tiradas a cordel con sus casas de lona...". Así pues, el campamento se montó a semejanza de los de campaña, aunque con alguna que otra licencia festiva (como curiosidad, el rancho se componía de "una libra de carne y un chorizo por individuo, pan, vino y cigarros", rancho que distaba mucho del que se repartía en tiempos de guerra), y se realizaban desfiles y simulacros de maniobras similares a los de campaña.
"El campamento era digno de verse. Los cuerpos estaban acampados como en África: la primera tienda era la del General Prim, como gefe (sic) de la vanguardia, cuyo cuerpo estaba a su alrededor; después seguía el campamento del segundo cuerpo, al mando del general Ros de Olano, y el centro lo ocupaba el cuartel general, corriéndose a su izquierda el campo de la artillería". El campamento estaba compuesto "por las tiendas de todas clases que han guarnecido a nuestros valientes en el territorio africano: los sacos-tiendas, que no dejan más espacio que el preciso para dormir, las marquesinas, cómodas y hasta elegantes algunas, las tiendas cónicas, las propias de los generales..." La histórica tienda donde se firmó la paz, cónica y de reducidas dimensiones, llamaba la atención en primer término y, cerca de ella, estaba dispuesta otra grande para el general en jefe que no era la que había usado en campaña sino una regalada por el ayuntamiento de la Corte para la ocasión.
El general O'Donnell, Duque de Tetuán, llegó hacia la una y cuarto de la tarde a Madrid, a la estación de Atocha, donde "una concurrencia de todas las clases de la sociedad llenaba los andenes y las avenidas de la estación, ansiosa de saludar al héroe de la gloriosa campaña de África". Apenas bajó del vagón, se dirigió al campamento montado a caballo.
Por la tarde, las principales autoridades, incluyendo todos los ministros, así como lo más distinguido de la sociedad madrileña visitaron el campamento. Es imposible calcular la cantidad de personas que durante el día 10 visitó el campamento de Amaniel. Según algunos periódicos, más de 40.000; según otros, más de 80.000 y según otros, "hasta la quinta parte de la capital, al menos". En lo que todos coinciden es que en Madrid no quedó medio de transporte alguno que no se ocupara en el traslado a la Dehesa y en que durante todo el día hubo un enorme trasiego de personas y carruajes, además de oficiales y soldados que iban a incorporarse con sus respectivos cuerpos.
Por la noche, se celebró un banquete en obsequio a los generales, en el que "más de 60 personas se sentaron a la mesa, que estaba espléndidamente adornada y que fue servida con una profusión esquisita (sic)"; como curiosidad, el banquete fue servido por "el fondista L'Hardy, el cubierto estaba ajustado a 250 reales".
La animación duró hasta bien entrada la noche; "los ecos de las bandas de música, la perspectiva de las fogatas y la inmensa muchedumbre que se dispone a pasar allí la noche formaron tan magnífico cuadro...que difícilmente se borrarán de la memoria".
Visita de la reina Isabel II al campamento de Amaniel y entrada de las tropas a Madrid, 11-mayo-1860.
El día 11 amaneció de nuevo con el campamento repleto de personas que asistieron al toque de diana. Hacia las nueve de la mañana, la reina Isabel II llegaba a la estación de Atocha procedente de Aranjuez y se dirigió al campamento en una carretela descubierta, acompañándola a caballo su S.M. el Rey, el infante D. Sebastián y un gran número de generales. Media hora después llegaba al campamento de Amaniel, donde fueron recibidos con gran entusiasmo, tanto por parte de la tropa como del pueblo.
Tras pasar revista a las tropas y visitar el campamento, la reina renunció al almuerzo que se le había preparado, "por no prolongar demasiado la fiesta y no molestar a las tropas que tenían que partir para entrar en Madrid".
Una vez retirada la reina y tras haberse repartido el rancho, un cañonazo indicó el momento de batir las tiendas y las tropas se dispusieron para hacer su entrada triunfal en Madrid.
La carrera que desde el campamento llevó al ejército para hacer su entrada en Madrid fue como sigue: "carretera de Francia, la Ronda, puerta de Atocha, salón del Prado, calle de Alcalá, Puerta del Sol, calle del Arenal, plaza de Palacio, de la Armería, calle Mayor, carrera de S. Gerónimo, a sus cantones".
A lo largo del recorrido, diferentes calles y edificios, tanto oficiales como de particulares (Congreso, Ministerio de Fomento, Casino, Casa de la Villa, Banco de España, etc.) se engalanaron con juegos de luces, trofeos militares...
En las calles, el gentío vitoreaba y arrojaba flores y coronas al paso del ejército.
En las calles, el gentío vitoreaba y arrojaba flores y coronas al paso del ejército.
Paso de las tropas de África por la calle de Alcalá.
(Foto: Museo de Historia de Madrid, 1860; Oronoz)
Hacia las tres de la tarde, llegaron al Palacio Real, donde los reyes presenciaron el desfile desde los balcones ante los ojos del público que abarrotaba la Plaza de Armas.
Desfile de los cuerpos del ejército de África por delante de SS. MM.
(Grabado: El Mundo Militar, 1860; Hemeroteca BNE)
Hacia las cinco de la tarde, al regreso del desfile, pasó el ejército por la Carrera de S. Jerónimo y allí tuvo lugar la ovación del Casino y la entrega al general Prim de dos coronas de plata, para él y para O'Donnell.
Al llegar al Prado, los cuerpos desfilaron por delante de sus generales y se retiraron a sus cantones. Las celebraciones populares, música, corridas de toros, continuaron durante el fin de semana.
De tan sonados acontecimientos ha quedado huella en Madrid, especialmente en el distrito de Tetuán. No en vano, su nacimiento como Tetuán de las Victorias se vincula al establecimiento del campamento de Amaniel y su callejero aún refleja numerosos topónimos de la campaña de África (calles de Castillejos, Sierra Bullones, Wad-Ras, Voluntarios Catalanes, Serrallo...).
LA CONCHICHINA
LA CONCHICHINA
Durante el reinado de Isabel II, España tenía una presencia escasa en Asia, con excepción de Filipinas, colonia muy activa en la que los comerciantes españoles tenían puesto «el punto de mira» y la actividad misionera estaba en pleno auge. Esta activa vida en pro de la «cristianización» de los lugareños y expansión de la cultura , hizo que poco a poco estos se fueran desplazando hacia la Conchinchina, actual Vietnam.
El aislamiento de los misioneros y lo aventurado de su labor, canalizó en una serie de revueltas que poco a poco se convirtieron en el caldo de cultivo para el detonante de la misión española en la Conchinchina: el asesinato de monjes misioneros españoles y franceses. Iglesias quemadas, colegios destruídos y misiones saqueadas incendiaron el ardor patriótico natural de nuestros antepasados. Sentimiento desbordado con el asesinato del obispo español José María Díaz Sanjurjo. Le cortaron la cabeza.
Este derramamiento de sangre española puso en jaque al Ministro de Asuntos Exteriores español, que fugazmente se comunicó con su homólogo francés. Este le anunció que Napoleón III ya había dado órdenes a la escuadra francesa para dirigirse a la zona y solicitaba la participación de la flota española instalada en Filipinas, a lo que el gobierno accedió inmediatamente embriagados de pasión española y en defensa de la fe. Pero Francia, no tenía tan nobles intenciones, y viendo que no poseía territorio alguno en la zona, la situación se les antojó perfecta como legitimación para sus ansias expansionistas, que se vieron tremendamente favorecidas por esta posición golosa de España en Filipinas.
España envió desde Filipinas un contingente de 1.650 soldadosque se hicieron a la mar a las órdenes del Coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote, uniéndose a las tropas francesas, lideradas por el Contraalmirante Rigault de Genouilly. Más tarde, en 1860, la misión española fue reforzada por un cuerpo de expedición al mando del Coronel Carlos Palanca. El ejército español incorporaba a la causa el vapor de Guerra Jorge Juan, a la que se unió más tarde la Corbeta Narváez y la Goleta Constancia en 1860. Un regimiento de Infantería, dos compañías de Cazadores, tres secciones de artillería y la fuerza auxiliar reforzaron el contingente y completaban la decidida y noble causa española.
A pesar de que el Coronel Palanca se encontró un cuadro dramático de la campaña militar franco-española, finalmente la acción punitiva conjunta venció
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