LA ESPAÑA FRANQUISTA: ECONOMÍA. PRINCIPALES ETAPAS
La
economía española durante el franquismo tiene tres etapas bien
diferenciadas.
La primera es la etapa de la autarquía (1939-1950), caracterizada por la depresión, la dramática escasez de todo tipo de bienes y la interrupción drástica del proceso de modernización y crecimiento iniciado por el Gobierno de la República.
En la segunda etapa (1950-1960) se produce una vacilante liberación y apertura al exterior que genera un incipiente despegue económico, aunque muy alejado del ciclo de expansión que disfruta el resto de Europa debido a las políticas keynesianas.
Por último, entre los años 1960 y 1974 la economía española se ve favorecida por el desarrollo económico internacional, gracias al bajo precio de la energía, a la mano de obra barata, y a las divisas que proporcionan emigrantes y turistas
La primera es la etapa de la autarquía (1939-1950), caracterizada por la depresión, la dramática escasez de todo tipo de bienes y la interrupción drástica del proceso de modernización y crecimiento iniciado por el Gobierno de la República.
En la segunda etapa (1950-1960) se produce una vacilante liberación y apertura al exterior que genera un incipiente despegue económico, aunque muy alejado del ciclo de expansión que disfruta el resto de Europa debido a las políticas keynesianas.
Por último, entre los años 1960 y 1974 la economía española se ve favorecida por el desarrollo económico internacional, gracias al bajo precio de la energía, a la mano de obra barata, y a las divisas que proporcionan emigrantes y turistas
Un holding con una abeja
En aquel 1961se constituyó la sociedad Rumasa, que diez años después se conocería como el “holding de la abeja”, o de 1982, cuando se convertía en el primer grupo español con más de 700 empresas, aunque sólo 250 estaban operativas.
Entre ellas figuraban Galerías Preciados, Loewe, bancos como el Atlántico, Banco de Jerez y Banca Masavéu, la cadena hotelera Hotasa y algunos inmuebles singulares como las Torres de Colón (Madrid).
La expropiación de Rumasa en 1983 por el entonces gobierno socialista haría del ministro de Economía Miguel Boyer su enemigo, a quien llegó incluso a agredir en 1989 y espetarle la famosa frase “que te pego, leche”.
- Política económica.
· Dos etapas:
o Modelo fascista de autarquía y aislamiento (40/50)
o “Desarrollismo” y “democracia orgánica” (60/70)
LA AUTARQUÍA
§ Intervencionismo económico estatal
4.1. Causas
§ Ideología fascista, aislacionismo y dificultades económicas
4.2. Medidas
§ Ley de Protección y Fomento de la Industria Nacional (1939)
§ Creación del INI (41)
§ Restricción de las importaciones.
§ Servicio Nacional del Trigo
4.3. Consecuencias
§ Hambre y racionamiento. Mercado negro.
§ Descenso nivel de vida
§ Corrupción
§ Endeudamiento y déficit balanza de pagos
a) Coyuntura económica entre 1939-1950. Autarquía e intervencionismo.
- El Estado franquista intervino en la economía con afán controlador: fijó, de manera arbitraria, los precios, sin tener en cuenta la oferta y la demanda; racionó el consumo, estableció cupos de producción y determinó los salarios.
- El modelo económico que los jerarcas franquistas querían aplicar en España se inspiraba en el fascismo italiano: autosuficiencia económica e intervencionismo estatal que asegurase una economía nacional desligada de toda dependencia extranjera. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, el aislamiento internacional de España obligó a intensificar esta política autárquica.
- Consecuencias de esta política económica intervencionista:
- carencia de alimentos y productos básicos
- El hambre y la miseria afectan a la población
- racionamiento
- mercado negro y estraperlo.
- Desfase entre salarios y precios, con un bajo nivel de renta per cápita.
- Racionamiento:
- decreto del 14 de mayo de 1939. El gobierno promulga el racionamiento temporal de los productos básicos. En realidad, su vigencia perduró 12 años.
- los productores están obligados a vender la totalidad de la producción al Estado a un precio fijado por éste. Posteriormente, la Administración era la única que podía vender los productos a los consumidores a un precio regulado.
- Cada familia tenía dos cartillas de racionamiento, una para la carne y otra para el resto de los comestibles. En 1943, se sustituyeron las cartillas familiares por las individuales. El gobierno fijaba la cantidad de las raciones e incluso los días que se podían comprar ciertos alimentos.
- Además de los alimentos, el carbón y el petroleo estuvieron racionados. Esta escasez energética, muestra de la penuria económica, también se manifestó en las restricciones de electricidad que hubo hasta 1954.
- Mercado negro y estraperlo:
- los estraperlistas vendían alimentos y otros productos fuera del control estatal, en un mercado ilegal, donde sí regía la ley de la oferta y la demanda, de manera que los precios duplicaban o triplicaban los del mercado oficial.
- El acaparamiento de productos para destinarlos al mercado negro agravó los problemas de abastecimiento de la población.
- Desfase entre precios y salarios.
- Mientras los precios no cesaban de aumentar, los salarios se mantuvieron en niveles de miseria. La desarticulación del movimiento obrero y la dura represión política permitía a la burguesía, industrial y financiera, obtener enormes beneficios e, incluso, una minoría pudo amasar inmensas fortunas.
- Al no existir los impuestos directos, el Estado financió el aumento del gasto público mediante la emisión de Deuda Pública, de obligada compra para los bancos. Este endeudamiento también repercutió en el alza de los precios.
- Esta situación supuso que la renta per cápita española fuera muy baja, inferior a los niveles anteriores a la guerra hasta 1953.
El hambre hacía estragos en la población y el problema del abastecimiento se convirtió en el tema estrella de las memorias de los órganos del Franquismo durante la segunda mitad de los años 40.
Para hacer frente a esta situación, el Régimen estableció la famosa cartilla de racionamiento
Ccolas-cartilla-racionamiento, SEVILLA, 1940 CECILIO SANCHEZ DEL PANDO.
El sistema de racionamiento de artículos de primera necesidad se estableció en España, el 14 de mayo de 1939, mediante una orden del Ministerio de Industria y Comercio, para asegurar el abastecimiento de las familias. Poco después, otra orden fijó las cantidades que debían ser entregadas a precio de tasa, las cuales variaban si se trataba de un hombre adulto, una mujer adulta, una persona de más de 60 años (el 80% de lo que recibía un hombre adulto) o un menor de 14 (el 60% del mismo).
ALBERT-LOUIS DESCHAMPS. Racionamiento en Salamanca (1939)
Las cartillas estaban clasificadas en tres categorías que iban desde la que correspondía a los que más recursos tenían, hasta la de los más pobres. Sin embargo, las cantidades establecidas oficialmente por el decreto del Gobierno –un hombre adulto, por ejemplo, debía recibir 400 gramos de pan, 250 de patatas, 200 de pescado fresco, 100 de legumbres, 125 de carne, 30 de azúcar, 25 de tocino y 10 de café al día–, nada tenían que ver con las que finalmente se entregaban a cada ciudadano. El racionamiento no cumplió su función casi nunca.
En estas condiciones, la única opción para asegurar la supervivencia era comprar en el mercado negro, donde los precios eran, por lo general, desorbitados para la mayoría de la población. Variaban de una ciudad a otra, y de un día al siguiente. En 1946, el estraperlo alcanzó cotas excepcionales, costando la mayoría de los productos tres veces más de media de lo que indicaba la tasa.
En 1943 entraba en vigor la cartilla individual, en sustitución de la familiar, con el objetivo de llevar un control más exhaustivo del reparto. Pero aquello tampoco hizo que la situación mejorara. El racionamiento siguió siendo insuficiente durante la mayor parte de la década de los 40 y los alimentos distribuidos eran de muy mala calidad y llegaban con cuentagotas. La corrupción y el mercado negro siguieron creciendo, y el malestar de la población se hizo evidente a pesar del régimen dictatorial, según reflejaban los distintos informes oficiales.En estas condiciones, la única opción para asegurar la supervivencia era comprar en el mercado negro, donde los precios eran, por lo general, desorbitados para la mayoría de la población. Variaban de una ciudad a otra, y de un día al siguiente. En 1946, el estraperlo alcanzó cotas excepcionales, costando la mayoría de los productos tres veces más de media de lo que indicaba la tasa.
Fueron 13 años de hambre y miseria con la cartilla de racionamiento en funcionamiento, que oficialmente estuvo vigente hasta abril de 1952
b) Líneas maestras de la autarquía y el intervencionismo estatal.
La política de autosuficiencia económica siguió dos ejes principales: la reglamentación de las relaciones económicas con el exterior y el fomento estatal de la industria.
- Reglamentación del comercio exterior.
- Importaciones y exportaciones necesitaban una autorización administrativa para realizarlas.
- Objetivo: el Estado determina qué productos son superfluos o necesarios para la economía española.
- También afectó al cambio de la peseta, que se estableció por encima de su valor de mercado.
- Consecuencias: encarecimiento de los productos importados, en especial, el petróleo, agravando la escasez de bienes imprescindibles.
- Fomento industrial.
- El Estado fomentó industrias de interés militar con el fin de asegurar la independencia militar y política del nuevo Estado.
- Las industrias de bienes de equipo recibieron numerosas y cuantiosas ayudas estatales, generando un elevado gasto público con efectos inflacionistas.
- creación del INI (Instituto Nacional de Industria, 1941). El Estado se convierte en empresario, aglutinando en el INI un conjunto de industrias de variados sectores, unholding cuya gestión sólo busca la máxima producción sin importar el coste. Destacan las grandes empresas Iberia (aviación), ENDESA (energía eléctrica), SEAT (automóvil).
La década de los cuarenta del siglo XX
Consecuencias económicas:
- El hundimiento económico: Desaparecen las reservas de oro y divisas, gastadas por ambos bandos en la financiación del conflicto.
- Esos cuantiosos gastos tendrán graves repercusiones para el país, a la hora de iniciar la reconstrucción económica, obligando a forzadas exportaciones, y a la dificultad de importar.
- Colapso de la economía, en todos los sectores, especialmente en los sectores primarios, y secundario, debido al abandono de tierras, la destrucción del ganado, de fábricas y maquinaria, etc.
- Reducción de la población trabajadora, a causa de las detenciones, exilio, paro, etc.
- Aumento de los desequilibrios sociales. La derrota en la Guerra Civil afecta sobre todo a las clases medias y bajas de la sociedad española. Los desequilibrios irán aumentando en los años sucesivos: El reparto de rentas se ha agravado, racionamiento de alimentos, contrarreforma agraria, control de salarios, etc.
Franco creía que el modelo liberal era responsable del fracaso de España
El propio Estado asumió la tarea de industrializar el país
La fijación de precios por parte del Gobierno causó grandes daños
Con el mercado negro nació una nueva clase: los estraperlistas
El significado de estos resultados durante la etapa inicial del franquismo tiene una doble dimensión: Por una parte, supone el final del proceso de crecimiento moderado pero mantenido que se prolonga en España durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX; por otra parte, ocasiona el ensanchamiento de la brecha que separa la trayectoria de España respecto a la de otros países europeos; una diferencia que, en ritmos de crecimiento y de producto real por habitante, se amplía enormemente durante esos años. La opción autárquico e intervencionista comportó el estancamiento de la economía. En consecuencia el nivel de vida de la mayoría de los españoles era inferior al de la preguerra y la renta per cápita española no alcanzó los niveles anteriores a 1936 hasta el año 1953. Este decenio es uno de los pasajes más negativos de nuestra historia económica contemporánea. El fracaso económico corrió paralelo a la regresión política y social.
"Los años del hambre"
España vivió una larga y dura posguerra. La autarquía, fruto del nacionalismo exagerado del régimen de Franco, tuvo efectos devastadores en la economía. Hasta 1952 el país no empezó a recuperar los niveles de vida de 1935.
Los resultados de las investigaciones en la historia económica del franquismo son unánimes y coinciden en señalar la profundidad y duración de la depresión que sufrió la economía española durante los años cuarenta. Basta echar un vistazo a la evolución de las macromagnitudes más significativas -producción agraria e industrial, comercio exterior, inversión, PIB o PIB per cápita- para hacerse una idea de la magnitud del desastre.
Para la mayor parte de los españoles fueron, sencillamente, los años del hambre, del estraperlo, de la escasez de los productos más necesarios, del racionamiento, de las enfermedades, de la falta de agua, de los cortes en el suministro de energía, del hundimiento de los salarios, del empeoramiento de las condiciones laborales, del frío y los sabañones.
La otra cara de la moneda fue la restauración de la propiedad privada, la recuperación de los beneficios de las empresas y de la banca, el desvergonzado enriquecimiento de los grandes estraperlistas protegidos del Régimen y el restablecimiento de los privilegios de la Iglesia y el Ejército.
Además de su intensidad, el otro rasgo característico de la depresión de los cuarenta fue su larga duración: hasta 1951 y 1952 no se recuperaron los índices del PIB y PIB per cápita, respectivamente, de 1935 (gráfico 1). No obstante, debe señalarse que la recuperación de los niveles de bienestar fue más tardía, como consecuencia de la apuesta del Régimen por la industria pesada, a costa del abandono de la agricultura y las industrias de consumo. Así, el nivel de consumo alimenticio de preguerra, en términos de calorías totales, solo se alcanzó a mediados de los años cincuenta y el consumo de algunos productos alimenticios de calidad se retrasó hasta entrados ya los sesenta. Comparativamente, la depresión posbélica española fue mucho más intensa y larga que la de los países europeos afectados por la Segunda Guerra Mundial.
Para el Régimen, la grave y prolongada depresión fue debida a los daños causados por la Guerra Civil, al aislamiento internacional y a las adversas condiciones climáticas.
Las destrucciones de la guerra deben ser, sin embargo, matizadas: fueron limitadas sectorial y territorialmente. Tan solo fueron verdaderamente importantes en los transportes y las infraestructuras. A ello hay que añadir la pérdida de las reservas internacionales, el endeudamiento, la desarticulación económica y los problemas monetarios. Los daños fueron pequeños en la agricultura, aunque algo mayores en la ganadería, muy escasos en la industria y la minería, limitados y muy localizados en la vivienda. En todo caso, fueron muy inferiores a los que sufrieron los países afectados por la Segunda Guerra Mundial.
Las pérdidas más graves, curiosamente olvidadas por el Régimen, fueron las de vidas humanas. Los cientos de miles de muertos en los frentes de batalla y en las retaguardias; las miles de víctimas de la represión tras el final de la guerra; los fallecidos por hambre, privaciones y enfermedades. Pero no solo fueron los muertos. Cientos de miles de españoles fueron víctimas de variados tipos de represalias y depuraciones, y la población penitenciaria alcanzó cifras extraordinarias. Finalmente, hay que tener en cuenta el capítulo de los exiliados, particularmente importante desde el punto de vista del capital humano. Resulta muy llamativo que incluso un personaje como Himmler aconsejara a Franco, durante su visita a Madrid, una política de menor rigor represivo y más favorable a la integración de la clase obrera en las estructuras del "Nuevo Estado". La depuración ideológica y el retorno del fundamentalismo religioso fueron una pesada losa que impidió el desarrollo de la libertad y la iniciativa. La sociedad española fue una sociedad, además de empobrecida, temerosa. Para colmo de males, el lugar que dejaron vacío los científicos, intelectuales y maestros republicanos fue ocupado por elementos del Régimen que, generalmente, carecían de las cualidades y la preparación técnica necesaria.
El aislamiento internacional de España también debe matizarse. En primer lugar, hay que decir que fue más espectacular, por la retirada de embajadores y la condena de la ONU, que efectivo en términos económicos. Franco había contado con las simpatías de Churchill, de las grandes empresas americanas y de las finanzas internacionales; el comercio con Reino Unido y otros países europeos nunca se interrumpió, y la ayuda de Argentina fue fundamental para la supervivencia del Régimen.
Lo cierto es que, por encima de cualquier circunstancia, la duración y profundidad de la crisis no puede ser entendida sin situar en un primer plano la esencia política del Régimen, sus fundamentos y objetivos y la propia política económica desarrollada. Un Régimen nacido del apoyo directo de las potencias totalitarias y que se alineó de manera entusiasta con ellas hasta casi el final de la guerra. La situación de España en 1945 fue el resultado de una opción voluntaria de Franco que resultó equivocada.
El denominado bando nacional estaba conformado por una abigarrada mezcla de fuerzas conservadoras (burguesía y grandes propietarios agrarios), reaccionarias, como los tradicionalistas, el Ejército y la Iglesia e, incluso, algunas autoproclamadas revolucionarias, como Falange y las JONS. Estaban unidas por su oposición al progresismo de la República y por una serie de principios: nacionalismo, autoritarismo, corporativismo, ansias imperiales y rechazo del liberalismo, del socialismo y de las influencias culturales exteriores. Eran viejas ideas. Lo original en el Movimiento Nacional fue el carácter extremado de estos planteamientos.
Algunos dirigentes, entre los que podemos señalar al propio Franco y a su gran amigo el ingeniero naval militar Juan Antonio Suanzes, tenían ideas propias sobre economía y sobre la historia económica de España. Franco llegó a afirmar que las concepciones económicas del Nuevo Estado provocarían cambios en las teorías económicas vigentes. Sobre la situación del país, consideraban que el modelo liberal había sido el responsable del fracaso de España durante el siglo XIX, por lo que correspondía al Estado la tarea de industrializar el país. Un Estado fuerte, totalitario, capaz de imponer sus designios. Y no hablamos de personajes secundarios. Recordemos que Suanzes desempeñó la presidencia del INI desde su creación hasta 1963 y que ocupó la cartera de Industria y Comercio y la presidencia del Instituto Español de Moneda Extranjera entre 1945 y 1951.
El nacionalismo y el rechazo a lo extranjero culminaron en el ideal de la autarquía. Con el tiempo, y a la vista del fracaso, los dirigentes del Régimen intentaron cambiar la historia, afirmando que la autarquía había sido impuesta desde el exterior. Lo cierto es que las bibliotecas están llenas de libros y revistas donde se pueden encontrar centenares de textos de los más destacados dirigentes y economistas franquistas defendiendo el proyecto autárquico. El propio general no dejó dudas al respecto: "España es un país privilegiado que puede bastarse a sí mismo. Tenemos todo lo que hace falta para vivir y nuestra producción es lo suficientemente abundante para asegurar nuestra propia subsistencia. No tenemos necesidad de importar nada".
Desgraciadamente para el país, el objetivo autárquico era una quimera y partía de la ignorancia de la teoría económica vigente. Para España, un país pequeño y atrasado, con un mercado interior pobre, con insuficiente ahorro, subdesarrollado científica y tecnológicamente, con un alto nivel de analfabetismo, con grave escasez de materias primas y bienes intermedios, mal dotado de productos energéticos y carente absolutamente de petróleo, era un suicidio.
El logro de la autarquía exigía el control estricto del comercio exterior. Los aranceles quedaron arrumbados ante instrumentos más poderosos de intervención como el comercio de Estado, las licencias y contingentes, los acuerdos bilaterales y, sobre todo, el control de cambios y el monopolio del comercio de divisas. En definitiva, las decisiones sobre lo que se podía o no importar se sustraían del ámbito empresarial y quedaban en manos de las autoridades. Para colmo de males, Franco, como otros dictadores, consideraba el tipo de cambio como un símbolo del prestigio internacional del país. El tipo de cambio de la peseta estuvo permanentemente sobrevalorado, agudizando los problemas de la balanza de pagos.
España se había beneficiado de manera extraordinaria de su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial. Los países que permanecieron neutrales durante la Segunda Guerra lograron, igualmente, importantes beneficios. De manera inversa, la autarquía y la posición favorable al Eje perjudicaron gravemente al país.
La confianza del Régimen en que la autoridad, ejercida sin vacilaciones y acompañada de sanciones (incluida la pena de muerte), podía conseguir un orden económico más eficiente que el del mercado se consagró, incluso, como ley fundamental del Nuevo Estado. El Fuero del Trabajo proclamaba, en uno de sus puntos, de manera rotunda y castrense: "Se disciplinarán los precios". La idea de que los precios podían "disciplinarse", que podían someterse a las órdenes de la autoridad, muestra ignorancia y desprecio de los más elementales mecanismos económicos. Para desgracia de la mayor parte de los españoles, los precios, indisciplinados y maliciosos, se burlaron de las normas que pretendían sujetarlos bajo montañas de papel del BOE y se escaparon de las férreas, pero incompetentes, manos de los interventores, elevándose de forma incontenible.
La fijación de precios, el establecimiento de cupos y el racionamiento, así como la larga vigencia de estos mecanismos -que pueden tener un cierto éxito temporal en momentos de excepcionalidad-, tuvo efectos devastadores, aunque perfectamente esperables conforme a la teoría económica (previa a la revolución nacional-sindicalista, claro). Fijar precios oficiales por debajo de los que se alcanzarían en el mercado tiende a reducir la oferta, provoca un mayor deseo de consumo y genera un mercado negro. Los productores tenderán a producir bienes alternativos no sometidos a intervención y, por lo tanto, de precios libres, e intentarán reducir los costes, utilizando menos y peores insumos. En último extremo, preferirán dedicar sus productos a usos alternativos antes de entregarlos a los organismos de intervención a los bajos precios oficiales. En cualquiera de los casos, el resultado será el mismo: reducción de la oferta y precios más altos en el mercado negro. Estos efectos depresivos fueron particularmente graves en sectores como el energético y el de la construcción y rehabilitación de viviendas, consecuencia de la fijación de bajas tarifas y la congelación de los alquileres.
El establecimiento de racionamientos y cupos tuvo efectos similares. Resultaba imposible hacer coincidir los deseos de consumidores y productores con las cantidades asignadas y los precios que estaban dispuestos a pagar. Era frecuente el caso de un industrial cuyo cupo de una materia prima fuera insuficiente y estuviera dispuesto a adquirir cantidades adicionales a precios más altos. O el de un consumidor que tuviera derecho al racionamiento de un producto que para él carecía de valor, pero cuya cotización en el mercado fuera muy elevada. En todos estos casos de desajuste entre la demanda y los cupos o racionamientos asignados, el equilibrio solo podía conseguirse acudiendo a transacciones ilegales. Paradójicamente, el mercado negro sirvió para resolver, aunque fuera con extraordinarios costes, algunas de estas ineficiencias.
Evidentemente, había otra solución más barata y segura de conseguir cupos más elevados: acudir directamente a los organismos interventores. Si se contaba con las influencias políticas adecuadas, se podían conseguir pingües beneficios. La corrupción se convirtió así en otro de los rasgos característicos de la posguerra.
Socialmente, el mercado negro tuvo dos caras. Por un lado, la de los estraperlistas, una clase de nuevos ricos con hábitos de consumo y ostentación de riqueza que se hicieron célebres. Por otra parte, las clases populares de las grandes ciudades industriales, de mayoritaria filiación republicana.
Desde un punto de vista económico, el Nuevo Estado mostró una debilidad extrema. El raquitismo del presupuesto, consecuencia de un sistema fiscal insuficiente, anticuado, inflexible, ineficaz, injusto y minado por el fraude, dificultó la reconstrucción del país. Las elevadas exigencias de los gastos militares y de los cuerpos de seguridad y las necesidades del servicio de la deuda dejaban exhausto el presupuesto. Los gastos que podían mejorar las infraestructuras, el nivel educativo y la salud de los ciudadanos quedaron bajo mínimos. Acabar con aquella situación exigía una reforma fiscal que, necesariamente, tendría que haber afectado a los poderosos, y eso era, dada la esencia del Régimen, imposible.
Sin recursos y sin capacidad de aumentar los ingresos, el déficit de la hacienda resultaba inevitable. Los gobernantes optaron por una solución fácil a corto plazo, pero con efectos letales a medio y largo plazo. Se procedió a la emisión de deuda que, adquirida por los bancos, era monetizada mediante su pignoración en el Banco de España.
La monetización del déficit fue una fuente permanente de inflación y un saneado negocio para la banca que consolidó su poder sobre la economía española. Además, aumentó la injusticia fiscal ya que la inflación golpeó más duramente a las capas más desfavorecidas de la sociedad.
La inversión privada se mostró sumamente débil como consecuencia de las grandes incertidumbres generadas por la intervención y el futuro del Régimen. Por su parte, muchos de los recursos (tan escasos y valiosos) canalizados en inversiones públicas terminaron en grandiosos fracasos. Así sucedió con ENCASO, el buque insignia del INI, incapaz de suministrar los productos nacionales sustitutivos del petróleo.
En 1951 se produjo un cambio de Gobierno que incluía algunos ministros -Cavestany, Arburúa y Gómez de Llano- más o menos críticos con la política autárquica y partidarios de introducir reformas de signo liberalizador. Este cambio se había venido gestando desde hacía bastante tiempo. Los españoles, víctimas de tantas penalidades, empezaron a manifestar abiertamente su malestar, desencadenándose las primeras huelgas y protestas. También comenzaron a expresarse opiniones, dentro del propio Régimen, favorables a un cambio de rumbo.
Pero los cambios vinieron impulsados, fundamentalmente, desde el exterior, desde Estados Unidos, la gran potencia dominante en el mundo occidental. El estallido de la guerra fría, la caída de China en manos del Partido Comunista, la fabricación de la bomba atómica por la URSS y la guerra de Corea impulsaron el proceso de acercamiento hacia España. La ayuda americana, vital para el Régimen, tuvo, sin embargo, limitaciones cuantitativas y cualitativas; fue condicionada; exigió importantes contrapartidas y se mantuvo en un ámbito estrictamente bilateral.
Nuestro país estaba fuera de los organismos creados en Bretton Woods y del GATT; excluido del Plan Marshall y de la OECE; al margen de la UEP, de la CECA, del Acuerdo Monetario Europeo y del Tratado de Roma. La dictadura y la persistencia de planteamientos autárquicos e intervencionistas impidieron que España se beneficiase plenamente de la época dorada del capitalismo (gráfico 1). A finales de los años cincuenta, la virtual quiebra exterior obligó a adoptar un programa de excepción, de nuevo gestado en el exterior: el Plan de Estabilización de 1959.
Tras el éxito del Plan, los años sesenta fueron, finalmente, los del desarrollo. Las causas no hay que buscarlas en la política económica interna, sino en el efecto de arrastre de una economía mundial en la mejor década de la historia. Sin embargo, el modelo de industrialización ocultaba problemas y carencias que se manifestarían al acabar la etapa de prosperidad: la economía seguía intervenida y fuertemente protegida, la hacienda mantenía todos sus defectos, el sistema financiero continuaba gozando de su posición oligopolista, persistía el atraso tecnológico, científico y educativo y se había levantado un sector industrial basado en tecnologías maduras y de elevados consumos energéticos.
ELPAIS.COM, CARLOS BARCIELA, 5-2-2012
Política económica: primeras medidas liberalizadoras (1951-1957)Los años cincuenta: el decenio bisagra.La guerra fría polariza al mundo. Comienza la tímida apertura de España con el mundo. España entra en la ONU en 1955. En 1953 EEUU y España firman un acuerdo para el establecimiento de las bases militares de la OTAN en España. Hay una cierta apertura del régimen que pierde su retórica fascista y hay intentos de una renovación cultural a través del Ministerio de Educación. Continúa la represión política. Huelgas en Cataluña y Asturias en 1956.
Los nuevos dirigentes políticos iniciaron un proceso de liberación económica que permitiese la vinculación de España a la economía capitalista occidental y estimulase el crecimiento económico. Con la voluntad de poner fin a la autarquía, se puso en marcha en Plan de Estabilización (1959). Este plan pretendía pasar de una economía cerrada, y con fuerte control estatal, a una economía de libre mercado, mas relacionada con el exterior y con un mayor peso de la iniciativa privada.
Así, se quitaron obstáculos al comercio internacional y se promulgaron una serie de medidas para favorecer la inversión de capital extranjero.
La aprobación de dicho plan, junto a la incorporación a la CE, constituye la operación más importante que ha vivido la economía española en el siglo XX.
Con todo, lo que más importa señalar es que, a diferencia de lo que se ha evidenciado en los años precedentes, el ritmo de crecimiento español sigue de manera muy uniforme la pauta de otros países europeos, muy particularmente los del sur de Europa, en los que, por encima de diferencias institucionales, juega un papel semejante, ya en los años cincuenta, el conjunto de las relaciones exteriores (transacciones comerciales, remesas de emigrantes, flujos de capital y divisas por turismo).
- Características:
- cosechas cerealísticas importantes, que permitieron acabar con el racionamiento.
- Plan de Estabilización (1959).
- nueva paridad de la peseta (=cotización real, de 11,2 ptas bajó a 40 ptas/dólar).
- levantamiento del proteccionismo.
- aceptación del capital extranjero, en especial los créditos norteamericanos.
- Aumento del peso de la industria y descenso de la agricultura en la economía nacional.
Motivos:
- desequilibrio económico por la autarquía.
- caída de la cotización de la peseta.
- agotamiento de divisas.
- aumento de la inflación.
Problemas:
- rebrote de la inflación y reaparición de la conflictividad social (protestas obreras).
- éxodo rural y emigración a Europa.
El verano en la España de Franco
III. LA ÉPOCA DEL DESARROLLISMO (1962-1973).
2. EL DESARROLLISMO
2.1. Plan de Estabilización (1959):
· Obra de los tecnócratas del Opus (López Rodó, Navarro Rubio y Ullastres)
· Medidas Previas (1957) para frenar la inflación y abrirse al exterior: devaluación, congelación salarial, y control del gasto público
· Resultados:
§ Inmediato ►recesiónr(educción de la renta, paro y emigración)
§ Desde 1961: relanzamiento económico (“milagro español”)
2.2. Bases del crecimiento económico
· Inversión extranjera, turismo y remesas de divisas enviadas por los emigrantes
· Planes de Desarrollo (1964/75) y Polos de Desarrollo. No cumplieron el objetivo de reducir los desequilibrios regionales al potenciar la inversión en las zonas más desarrolladas
2.3. Sectores
· Industria: Gran crecimiento de las exportaciones. Automóvil, siderurgia e industria química. Desequilibrios
· Servicios: Turismo. Balanza de pagos positiva.
· Agricultura: la emigración obligó a mecanizar e incrementar los rendimientos (“revolución agraria”)
Economía.
La expansión de los sesenta:
Cambio de orientación económica con la entrada de los llamados "tecnócratas" en el poder (próximos a la organización religiosa OPUS DEI) desarrollo económico a través de los planes de desarrollo. Fuerte entrada del turismo (principal fuente de riqueza). La ley de Prensa de 1966 elimina la censura previa y la vigilancia de lo que se dice en medios de comunicación reside en sus directores. El Concilio Vaticano II (1966) reforma el dogma católico: El Estado debe reconocer la libertad religiosa para no entrar en colisión con Roma aunque sogue siendo confesional. En 1966 se promulga la Ley Orgánica del Estado que establece unas Cortes que no son de elección popular. La aparición de la organización ETA a principio de los sesenta es fundamental en la lucha contra el régimen franquista. En 1968 son juzgados unos etarras acusados del asesinato del comisario Melitón Manzanas, seis son condenados a muerte (el famoso proceso de Burgos). Este proceso moviliza a la opinión internacional contra Franco. En 1969 Don Juan Carlos es designado sucesor de Franco. Se separan las funciones de Jefe de Estado y Jefe del Gobierno, éstas recaen en el almirante Carrero Blanco que muere en un atentado perpetrado en Madrid por ETA. Entre 1973 y 1975 crece la oposición. Los sectores más reaccionarios del régimen se oponen a cualquier tipo de cambio (el "búnker"). El 20 de Noviembre de 1975 muere Franco y Juan Carlos I es proclamado Rey de España.
El Plan de estabilización y liberalización de 1959 abre, en todo caso, la tercera gran etapa de la economía española durante el franquismo: la que abarca todo el decenio de los años sesenta y se prolonga hasta 1973.
El proceso de acumulación y crecimiento se va a ajustar, hasta el comienzo de los años sesenta, al esquema dominante en la escena de los países de la OCDE: energía barata en términos absolutos y crecientemente barata en términos relativos; favorables precios relativos también en materias primas y de los alimentos; ampliadas posibilidades de financiación exterior; adquisisción de un mercado internacional expansivo de la tecnología y de los productos necesarios para asimilar los cambios que el propio crecimiento impone en los patrones dominantes de la demanda, y abuandantes disponibilidades de una mano de obra(las dos grandes reservas son la población agraria y la femenina potencialmente activa), con la válvula de seguridad adicional de la fácil exportación de la mayor parte de la fuerza de trabajo excedente.
Desde los años sesenta, los españoles entramos rápidamente dentro del modelo de la sociedad de consumo, categoría ya vigente en los países más desarrollados del continente, a los que llegó desde USA.
Mayor peso de la mujer en la sociedad. Esta circunstancia está, en relación con su creciente independencia económica y social, a medida que el aumento de la oferta de empleos favorece su incorporación a la vida laboral fuera del ámbito familiar.
La expansión de los sesenta:
Cambio de orientación económica con la entrada de los llamados "tecnócratas" en el poder (próximos a la organización religiosa OPUS DEI) desarrollo económico a través de los planes de desarrollo. Fuerte entrada del turismo (principal fuente de riqueza). La ley de Prensa de 1966 elimina la censura previa y la vigilancia de lo que se dice en medios de comunicación reside en sus directores. El Concilio Vaticano II (1966) reforma el dogma católico: El Estado debe reconocer la libertad religiosa para no entrar en colisión con Roma aunque sogue siendo confesional. En 1966 se promulga la Ley Orgánica del Estado que establece unas Cortes que no son de elección popular. La aparición de la organización ETA a principio de los sesenta es fundamental en la lucha contra el régimen franquista. En 1968 son juzgados unos etarras acusados del asesinato del comisario Melitón Manzanas, seis son condenados a muerte (el famoso proceso de Burgos). Este proceso moviliza a la opinión internacional contra Franco. En 1969 Don Juan Carlos es designado sucesor de Franco. Se separan las funciones de Jefe de Estado y Jefe del Gobierno, éstas recaen en el almirante Carrero Blanco que muere en un atentado perpetrado en Madrid por ETA. Entre 1973 y 1975 crece la oposición. Los sectores más reaccionarios del régimen se oponen a cualquier tipo de cambio (el "búnker"). El 20 de Noviembre de 1975 muere Franco y Juan Carlos I es proclamado Rey de España.
El Plan de estabilización y liberalización de 1959 abre, en todo caso, la tercera gran etapa de la economía española durante el franquismo: la que abarca todo el decenio de los años sesenta y se prolonga hasta 1973.
El proceso de acumulación y crecimiento se va a ajustar, hasta el comienzo de los años sesenta, al esquema dominante en la escena de los países de la OCDE: energía barata en términos absolutos y crecientemente barata en términos relativos; favorables precios relativos también en materias primas y de los alimentos; ampliadas posibilidades de financiación exterior; adquisisción de un mercado internacional expansivo de la tecnología y de los productos necesarios para asimilar los cambios que el propio crecimiento impone en los patrones dominantes de la demanda, y abuandantes disponibilidades de una mano de obra(las dos grandes reservas son la población agraria y la femenina potencialmente activa), con la válvula de seguridad adicional de la fácil exportación de la mayor parte de la fuerza de trabajo excedente.
Desde los años sesenta, los españoles entramos rápidamente dentro del modelo de la sociedad de consumo, categoría ya vigente en los países más desarrollados del continente, a los que llegó desde USA.
Mayor peso de la mujer en la sociedad. Esta circunstancia está, en relación con su creciente independencia económica y social, a medida que el aumento de la oferta de empleos favorece su incorporación a la vida laboral fuera del ámbito familiar.
a) Los planes de desarrollo.
Características:
- definición de la planificación indicativa.
- 1er Plan
- reestructuración de la industria.
- mejora de la agricultura.
- fomento del desarrollo industrial.
- 2º Plan
- devaluación de 1967.
- prioridad de las zonas urbanas.
- señales de alerta.
Motivos:
- estimular el desarrollo económico.
- racionalización y eficacia técnica.
- intento de entrada en el Mercado Comùn.
Problemas:
- incumplimiento de parte de los Planes.
- avance de algunos sectores más que otros.
- incremento de la emigración a Europa.
El legado del franquismo desde la perspectiva de la evolución económica:
Un legado ambivalente en más de un sentido. Durante los dos últimos largos decenios del franquismo, el crecimiento económico fue importante tanto en términos absolutos como en términos comparados con cualquier período precedente del proceso de industrialización: y sin embargo, no fue absoluto excepcional en el mapa de las economías occidentales de postguerra y, y particularmente, en el marco de las economías del sur de Europa. Además de no haberse prolongado tanto tiempo aquí la situación de autarquía y generalizado intervencionismo, la recuperación de la economía española hubiera podido iniciarse antes, y antes haberse acompasado el pulso interno del proceso productivo al ritmo de las condiciones de la economía internacional. Sin olvidar que el régimen franquista acababa imponiendo por su propia naturaleza y entidad límites insuperables para determinados cambios económicos institucionales (en el campo del sector público, en el de las relaciones laborales, en el del sector exterior, entre otros); cambios institucionales sin cuya plena consecución se frenaba el alcance de aquellas transformaciones en la estructura productiva y el impulso del preceso de crecimiento.
PARA SABER MÁS, VER:
La economía española durante el franquismo, por José Luis García Delgado
La economía española, del franquismo al euro, por Joaquín Estefanía
Un legado ambivalente en más de un sentido. Durante los dos últimos largos decenios del franquismo, el crecimiento económico fue importante tanto en términos absolutos como en términos comparados con cualquier período precedente del proceso de industrialización: y sin embargo, no fue absoluto excepcional en el mapa de las economías occidentales de postguerra y, y particularmente, en el marco de las economías del sur de Europa. Además de no haberse prolongado tanto tiempo aquí la situación de autarquía y generalizado intervencionismo, la recuperación de la economía española hubiera podido iniciarse antes, y antes haberse acompasado el pulso interno del proceso productivo al ritmo de las condiciones de la economía internacional. Sin olvidar que el régimen franquista acababa imponiendo por su propia naturaleza y entidad límites insuperables para determinados cambios económicos institucionales (en el campo del sector público, en el de las relaciones laborales, en el del sector exterior, entre otros); cambios institucionales sin cuya plena consecución se frenaba el alcance de aquellas transformaciones en la estructura productiva y el impulso del preceso de crecimiento.
PARA SABER MÁS, VER:
La economía española durante el franquismo, por José Luis García Delgado
La economía española, del franquismo al euro, por Joaquín Estefanía
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