609 ALFONSO XIII Y EL REGENERACIONISMO

 Alfonso XIII


Ángel Ganivet diría que España se diferenciaba de Europa, y hasta era su polo opuesto, por su ética estoica, su religiosidad intolerante, su creatividad poética, su incompatibilidad con “objetivos materialistas” y su “individualismo enérgico y sentimental”.

Joaquín Sorolla Alfonso XIII, con uniforme de húsar, en los jardines de La Granja, 1907


Regeneracionismo y revisionismo político

El período que se inicia en 1902, con el ascenso al trono de Alfonso XIII, y concluye en 1923, con el establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera, se caracterizó por una permanente crisis política. Diversos factores explican esta situación:
  • Intervencionismo político de Alfonso XIII sin respetar el papel de árbitro que teóricamente debía jugar. Su apoyo a los sectores más conservadores del ejército culminó con el apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera. Elemento clave en el desprestigio de la monarquía.
  • División de los partidos del "turno", provocada por la desaparición de los líderes históricos y las disensiones internas.
  • Debilitamiento del caciquismo, paralelo al desarrollo urbano del país.
  • Desarrollo de la oposición política y social al régimen de la Restauración: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarquistas.
Así desde 1917 se sucedieron los gobiernos de coalición, sujetos a alianzas y continuos cambios. Ni liberales ni conservadores consiguieron mayorías suficientes para conformar gabinetes sólidos.
 
Los principales problemas del reinado de Alfonso XIII
 
Los problemas alcanzaron una especial gravedad en el reinado de Alfonso XIII. Sus gobiernos no encontraron una solución, aunque inspiraron proyectos, provocaron polémicas y oposiciones y derribaron gabinetes.


Cuatro son los principales problemas.


-La cuestión constitucional


Con el fin de adecuar la Constitución de 1876 a la nueva realidad social y política de España, había que reformarla profundamente. Se tenía que eliminar lo falso y lo anacrónico (caciquismo y farsa electoral) e introducir modificaciones capaces de integrar en el sistema a otras fuerzas políticas como regionalismos, nacionalismos, socialismo o republicanismo.


La acción política del Estado, un Estado muy centralizado, intentó “nacionalizar” a los españoles, imbuirles de una ideología nacionalista identitaria. La influencia del nacionalismo español fue, entonces, muy predominante.

En la derecha conservadora, desde los tiempos de Cánovas y, especialmente, debido a la potente influencia de Menéndez Pelayo, el nacionalismo español se basaba en la religión católica, en la monarquía y en una determinada versión de la historia. Es el vulgarmente llamado nacional-catolicismo. Esta tendencia, con muchas variantes, seguirá predominando hasta el final del franquismo. Maura, Vázquez de Mella, la CEDA, el segundo Maeztu, Acción Española o Calvo Serer son, entre muchos otros, prueba de ello.

Por otro lado, las corrientes liberales y progresistas también serán nacionalistas: en versiones laicas, republicanas y románticas, pero todas muy preocupadas por determinar la esencia de España, su origen histórico o el carácter de los españoles: Giner de los Ríos, la generación del 98, Altamira, Menéndez Pidal, Madariaga, Américo Castro, Sánchez de Albornoz o el Laín Entralgo posfalangista, estarían en esa línea, también muy diversa y en general empeñada en reducir España a Castilla. Ortega y Azaña pasan por etapas varias, todas ellas, en mayor o menor medida, con ese mismo sesgo. También muchos socialistas (De los Ríos, Araquistain, Prieto) pueden incluirse en este grupo.

Resultado: España, la idea nacionalista identitaria de España, dominaba el debate y el Estado centralista —con la relativa excepción de la II República— permanecía incólume.

-La cuestión religiosa


El problema religioso se planteó como consecuencia del antagonismo entre el anticlericalismo y el clericalismo. El partido liberal abrazó el anticlericalismo como bandera política. Se sucedieron hechos lamentables, como agresiones a obispos y sacerdotes.
El choque se hizo especialmente virulento porque la oleada de descristianización encontró una gran resistencia en la jerarquía de la Iglesia y en amplios sectores de la burguesía y de las clases medias.
La polémica se centró en la libertad de culto, en la cuestión de las asociaciones religiosas, en la reducción de diócesis y cargos eclesiásticos y en la polémica en torno a la enseðanza religiosa.


-La cuestión militar

 
El Ejército necesitaba una reforma profunda. Su excesivo cuadro de mandos absorbía la mayor parte de su presupuesto en sueldos, imposibilitando la modernización del material de guerra. Se operó un deslizamiento hacia posiciones políticas conservadoras.
La guerra de Marruecos puso de manifiesto y agravó los defectos. Ante las críticas, los militares actuaron con espíritu de cuerpo, es decir, aislándose del resto de la sociedad; ante los problemas internos y externos se crean las Juntas de Defensa. Empezaba a resquebrajarse la meritoria armonía conseguida por Cánovas y Alfonso XII entre el poder civil (civilismo) y el poder del Ejército (militarismo). 


PARA SABER MÁS, VER : 
532 EJÉRCITO

-La cuestión social 


El movimiento obrero representó un problema permanente, extremando sus actitudes hasta desembocar en la huelga general de la gran crisis de 1917. La huelga y la violencia pasaron a formar parte de su metodología.
Aunque el sindicato socialista (UGT) va ganando posiciones y el anarquista (CNT) alcanza gran extensión en Andalucía y Cataluña, no se opera una integración de estas fuerzas sociales en el sistema. El PSOE se mantuvo fiel a su vocación republicana y adoptó siempre una actitud ambigua con el régimen monárquico. Se planteó al PSOE la posibilidad de adherirse o no a la III Internacional. La negativa de Fernando de los Ríos provocó la escisión de los que mantenían un criterio favorable: surgía así el Partido Comunista Español (PCE), en 1921.
Para resolver los problemas, los distintos gobiernos adoptaron tímidas medidas, como el descanso dominical o la regulación del derecho de huelga.

Los intentos de reforma y regeneración

 
-La labor de Silvela y Maura (1902-1909) 

 
Los intentos de regeneración y modernización del gobierno liberal de Francisco Silvela se ven abortados por la incompatibilidad entre el ministro de la Guerra, el general Polavieja, audaz y deseoso de grandes reformas, y el ministro de Hacienda, Fernández Villaverde, partidario de introducir las más severas economías en los presupuestos del Estado.
El programa de Polavieja resultó imposible de realizar, por lo que hubo de presentar la dimisión.
Silvela, defraudado, se retiró de la política.

Antonio Maura (maurismo)


Entonces, Antonio Maura inicia un programa de renovación interna. Gobernó en dos ocasiones, pero su influencia llenó el período comprendido entre 1903 y 1909.


Antonio Maura Antonio Maura en su despacho   

Su idea fundamental consistía en resolver el problema político mediante una revolución desde arriba, es decir, realizar una reforma sustancial del Estado. Los partidos debían salir de los pueblos y conectar con sus necesidades mediante una política activa y eficaz.

Dispuso Antonio Maura de un amplio programa político basado en el regeneracionismo del sistema de la Restauración fuera ficticio. Su reforma consistía en ampliar considerablemente la autonomía municipal introduciendo fórmulas de representación corporativa, entonces bastante frecuentes, y la posibilidad de una cierta descentralización regionalista a través de las mancomunidades provinciales.

 
Como consecuencia de la aprobación de la ley de Jurisdicciones de 1906 se formó el movimiento Solidaritat Catalana, que en las elecciones del año siguiente obtuvo un rotundo triunfo en esta región, a pesar de los iniciales esfuerzos de Maura para evitarlo. El gran animador en las Cortes de Solidaritat fue Francesc Cambó, con el que el político conservador tuvo coincidencias y discrepancias. Mientras que Maura quería revivir la España oficial, Cambó quería hacerla desaparecer ante la nueva que él representaba, lo que no impidió que se diera un acercamiento entre ambos que produjo las suspicacias de los izquierdistas catalanes, que veían con malos ojos el monopolio del catalanismo por Cambó. Pronto la Solidaritat se desgarró por enfrentamientos internos y el proyecto de ley de Administración se eternizó en las Cortes. Los liberales y las izquierdas temían que el proyecto tuviera como consecuencia el predominio nacional de los conservadores. El proyecto finalmente no fue aprobado pero es dudoso que, de haberlo sido, hubiera tenido el resultado que se le atribuyó. 


Hasta junio de 1909 Antonio Maura apenas había tenido que afrontar dificultades importantes en su gestión de gobierno, pero a partir de ese verano la situación cambió rápidamente a causa de los acontecimientos de la Semana Trágica de Barcelona, que en buena medida determinarían el cambio de rumbo de la política española. En esta capital la situación era explosiva desde hacía bastante tiempo por el entrecruzamiento del problema catalanista con el social. Un incidente con los marroquíes cerca de Melilla obligó a enviar tropas desde la Península y Maura, quizá pensando que la mejor forma de que los catalanes se sintieran unidos al resto del país era que entraran en un conflicto bélico en el Norte de África, recurrió a la tercera brigada, que estaba formada por reservistas catalanes casados. En general, la guerra de Marruecos fue siempre impopular entre las clases bajas pero ahora también lo fue en las clases altas y todos los partidos pidieron a Antonio Maura que se retractara de su decisión. Se produjeron penosas escenas y enfrentamientos muy duros en el embarque de las tropas para Marruecos. 


Como la protesta era general pronto se convirtió en un movimiento urbano que tuvo al frente un comité de huelga integrado por los grupos políticos de izquierda. El 26 de julio estalló la huelga general, que fue pacífica en un principio y aceptada por las clases medias. El gobernador civil, Ossorio, quiso evitar la entrega del poder a los militares y acabó finalmente dimitiendo. El Ministro de la Gobernación, La Cierva, declaró que el movimiento tenía carácter nacionalista y aisló Cataluña. Pronto surgieron incidentes violentos cuando los huelguistas atacaron los tranvías y los jóvenes radicales incendiaron edificios religiosos. Los sectores políticos más moderados pasaron entonces de la aceptación de la protesta al terror y, por otro lado, los participantes en los sucesos demostraron con su actuación que protagonizaban una revolución que no tenía un objetivo preciso. No sólo no hubo programas sino tampoco proclamas o panfletos que explicaran lo que pretendían los revoltosos. 


El movimiento se colapsó en sí mismo sin llegar a ser propiamente dominado por las armas. En una semana de disturbios hubo un centenar de muertos y se quemaron 63 edificios. La represión fue de gran dureza: hubo 17 condenas a muerte (sólo se ejecutaron 5) y más de un millar de personas fueron arrestadas. La figura más conocida fue Francisco Ferrer Guardia, cuya ejecución levantó oleadas de indignación no sólo en España sino también en toda Europa. Había tenido en el pasado contactos con anarquistas pero en este caso, bien a su pesar, no llegó a dirigir en absoluto los incidentes. 


El gobierno Maura cometió graves errores al enfrentarse a los sucesos de Barcelona. No sólo había hecho mal recurriendo a los reservistas sino que había dejado la ciudad baja de moral y con una escasa guarnición. La ejecución de Ferrer Guardia fue un error no sólo jurídico sino político y le convirtió en el nuevo mártir de la Inquisición. Después de la dura represión, los liberales exigieron su caída del poder. La actitud del rey fue de apoyo a Maura, hasta que pudo apreciar la violencia de la oposición liberal y en consecuencia acabó por aceptar a Maura una dimisión que éste no había presentado. El político conservador dimitió indignado y quizá agravios como éste fueron deteriorando poco a poco la imagen del monarca. La herencia de Maura fue recogida por Segismundo Moret en octubre del año 1909, pero sólo por unos meses, ya que el jefe liberal fue incapaz de enfrentarse a los acontecimientos y a la oposición de la mayoría de los políticos, incluidos los propios liberales. La crisis, por tanto, no tardó en estallar.

  El reformismo de Canalejas (1910-1912) 

José Canalejas, político liberal, realizó el segundo gran intento de regenerar el país y salvar la monarquía.

Cuando se anunciaba un esperanzador turnismo Maura-Canalejas, todo se vino abajo con el asesinato de este último.


- Estableció un impuesto progresivo sobre las rentas urbanas.
- Afrontó el problema clerical, promulgando la Ley del Candado.
- Su actuación resultó decisiva en el problema de Marruecos.
- Atajó la huelga general ferroviaria, militarizando a 12.000 huelguistas y distinguiendo entre huelga reivindicativa
y huelga revolucionaria.
- Dio pasos importantes en la solución del problema regionalista catalán, con el Proyecto de Mancomunidad.

En el mes de febrero de 1910, José Canalejas sustituyó a Moret en la jefatura del gobierno. Era un regeneracionista a la manera de Maura: si éste quería atraerse a la masa neutra, Canalejas había representado durante años la propaganda popular desde el liberalismo monárquico. Poseía dotes de mando y gracias a él por primera vez desde la Restauración los liberales encontraron un verdadero jefe. Como prueba de las esperanzas que despertó su nombramiento algunos intelectuales republicanos ingresaron en el partido liberal. Rápidamente supo imponerse en la jefatura de su partido e incluso los propios partidarios de Moret aceptaron su dirección aunque les pesara. 
En los círculos palatinos fue recibido con temor, recelosos por el tono izquierdista con que siempre se había expresado. Por otro lado, si Maura no había experimentado dificultades en su gestión hasta casi el final de su mandato, Canalejas tuvo frecuentes problemas relacionados sobre todo con el orden público. Pero supo hacerles frente con autoridad, lo que tranquilizó a las clases conservadoras. En ocasiones fueron simples conflictos laborales aunque a veces complicados por afectar a los servicios públicos como, por ejemplo, la huelga de ferroviarios del verano del año 1912, en la que Canalejas hubo de recurrir a su militarización. Otras veces fueron súbitas explosiones de violencia sin que tuvieran un propósito revolucionario concreto. 
La labor legislativa de Canalejas, comparada con la de Maura, resulta mucho más discreta pero también muy efectiva. Presentó un proyecto para sustituir el Impuesto de Consumos por uno progresivo sobre las rentas urbanas, que causó las iras de los medios acomodados. Para pedir su aprobación, Canalejas hubo de recurrir a la llamada a la disciplina y aun así 30 liberales votaron en contra. Otra medida popular fue la reforma de la ley de Reclutamiento, por la que en tiempo de guerra el enrolamiento sería obligatorio y en tiempo de paz, sin embargo, sólo duraría cinco meses si se procedía al pago de una suma de dinero. Hasta entonces existía la redención en metálico, que permitía eludir la obligación de incorporarse a filas a los jóvenes burgueses.

Sin duda las dos grandes cuestiones del gobierno de José Canalejas fueron la de las mancomunidades provinciales . En diciembre de 1911 los catalanes le entregaron un proyecto de mancomunidades provinciales que suponía ciertas concesiones al regionalismo. En mayo de 1912 el gobierno presentó un proyecto menos amplio que éste pero que motivó las iras de centralistas y anticanalejistas. Hubo de recurrir el Presidente a uno de sus mejores discursos para lograr su apoyo y así consiguió que la medida fuera aprobada por el Congreso y estaba pendiente de su paso por el Senado cuando el jefe liberal fue asesinado.

 Con respecto a la cuestión religiosa, Canalejas consideraba que el atraso cultural del clero español se debía al concordato a través del cual se financiaba la Iglesia y, en consecuencia, pensaba que lo mejor era la separación entre la Iglesia y el Estado, a la que quería llegar a través de negociaciones. Roma no lo aceptó y las relaciones prácticamente se interrumpieron.

En diciembre de 1910 se aprobó la Ley del Candado, que impedía durante dos años el establecimiento de nuevas órdenes religiosas sin autorización previa. Pero esta ley no tuvo eficacia al aceptarse una enmienda según la cual la ley perdería su vigencia si al término de esos dos años no se hubiera aprobado una nueva ley de Asociaciones y, aunque dicha ley fue presentada al Congreso en mayo del año siguiente, sin duda era un plazo demasiado corto para el parlamentarismo de la época.

La labor de gobierno de Canalejas concluyó de manera trágica cuando fue asesinado el día 12 de noviembre de 1912 en la Puerta del Sol a manos de un anarquista que no pretendía acabar con él sino con el monarca. A pesar de lo corto de su obra, Canalejas fue una esperanza del que podía esperarse mucho más y, desde luego, el único gran gobernante del partido liberal durante todo el reinado de Alfonso XIII. 

Sus sucesores, el primero de los cuales fue el Conde de Romanones, estuvieron sin duda muy por debajo de su talla política.

  FUENTE: artehistoria.jcyl.es/

DISTRIBUCIÓN DE LOS PARTIDOS DEL TURNO EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

AÑOS ELECTORALES
PARTIDO CONSERVADOR
PARTIDO LIBERAL
SUMA DE CONSERVADORES Y LIBERALES
TOTAL DE LA OPOSICIÓN DE FUERA DEL TURNISMO
1891
65’6
20’8
86’4
13’5
1893
15’2
70’2
85’5
14’5
1896
69’5
22
91’5
8’5
1898
21
66’3
87’3
12’8
1899
58’7
30’3
89’0
10’1
1901
21’7
61’1
82’8
17’2
1903
59’5
25’3
84’8
15’1
1905
30’2
56’6
86’9
13’1
1907
62’3
19’3
81’6
18’3
1910
25’2
54’2
82’7
17’3
1914
52’4
29’6
83’7
16’3
1916
27’6
56’2
84’9
15’1
1918
37’9
40’8
78’7
21’3
1919
49’3
32’5
83’1
16’9
1920
56’7
25’1
83’3
16’7
1923
26’4
54’5
84’9
15’1

 MARTÍNEZ CUADRADO, Miguel (1973):  
La burguesía conservadora (1874-1931).
 Madrid. Alianza universidad. Pág. 413

En esta tabla vemos representados la distribución de los escaños conseguidos por las diferentes formaciones políticas en la etapa de la Restauración, desde 1891, hasta el inicio de la dictadura de Primo de Rivera. Para ello, se ha tomado una división en seis columnas que abarcan prácticamente todos los años del período, excepto los de la dictadura de Primo de Rivera, y los primeros años del sistema canovista.

Respecto a la descripción de la tabla, en la primera columna comenzando por la izquierda, observamos los años en los que tienen lugar las elecciones. En la siguiente, el porcentaje de escaños que el Partido Conservador consiguió en los procesos electorales, y en la siguiente, los logrados por el Partido liberal. Más a la derecha, la suma de los escaños obtenidos por conservadores y liberales, y, en la última columna de la derecha, los escaños obtenidos por los partidos opositores al turnismo. Nótese que las cifras en negrita corresponden a los resultados del partido que está en el gobierno a la hora de la convocatoria de las elecciones.

Como podemos observar, aunque los porcentajes varían, las mayorías logradas por unos y otros siempre son absolutas, de manera que los diferentes gobiernos pueden desarrollar su labor sin problemas. 

De hecho, el gobierno en el poder siempre gana las elecciones, incluso en las de 1918, cuando éstas son convocadas por un gobierno de concentración. Excepto en este caso, el gobierno ha obtenido el acta de disolución de las  Cortes y ha convocado nuevas elecciones, las cuales, en virtud de una serie de pactos y de hábiles maniobras, son siempre ganadas por el partido al que los ministros pertenecen. No hay cambios, y las cómodas mayorías permiten a los ministros no sufrir obstrucciones en su labor.

En principio, y según marcaba la Constitución, un gobierno podía estar en el poder un máximo de cinco años, pero este período nunca se llegó a agotar. De todas formas, en principio se respetó una relativa igualdad en los períodos en los que los ejecutivos disfrutaban del poder, excepto en el período entre 1910 y 1914. Este caso fue un poco atípico, ya que los liberales habían ascendido en octubre de 1909 al gobierno tras la Semana Trágica (gobierno de Moret), pero mantuvieron unos meses las Cortes con mayoría conservadora (propias del turno conservador) hasta que convocaron, como es lógico, nuevas elecciones en febrero de 1910, que, por supuesto, ganaron. Pero, pese a este hecho, no debemos pensar que los partidos dinásticos ejercían una auténtica oposición entre ellos, aunque sí que se diferenciaban.

Los resultados electorales de las opciones políticas de fuera del turnismo, fueron sistemáticamente reducidos. Es cierto que conseguían escaños, como algunos republicanos y carlistas moderados, pero en estos casos se debía a que éstos también se apoyaban en cacicazgos para llegar al Congreso y a la parte electiva del Senado. En definitiva, todos de alguna manera se beneficiaban de un sistema adulterado en el que cada uno sabía qué papel jugaba, y qué obtenía a cambio de aceptar el guión marcado. Evidentemente, los intereses de las masas populares estaban totalmente obviados, pese a los intentos de avance en materia social.

El sistema fue muy estable, pero para ello se tuvieron que manipular las elecciones. En un primer momento, en virtud de la ley electoral de 1878, esto fue relativamente sencillo, pero cuando en el turno liberal de 1890 se aprobó la ley de sufragio universal, con el aumento de electores esta práctica necesitó incluso el recurso a la violencia para conseguir domesticar al electorado.

 
PARA SABER MÁS, VER:

Crisis de 1909 y 1917
POLITICA EXTERIOR: EL DESASTRE DE ANNUAL ( Julio de 1.921)
Alfonso XIII: la crisis de la Restauración
.(pRESEBNTACIÓN)

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