PATRIMONIO CULTURAL: MODA. CALZAS Y ME
DIAS Y UN SOBRERO CORDOBÉS
"A coser, a tejer y a ver la vida con otro color”
Embozos, velos pañuelos...
Antes de que la fotografía inundara las revistas de moda, los diseños de ropajes con las últimas tendencias de las cortes europeas, que solían marcar la pauta, llegaban a la clientela en forma de grabados y pintura
DIAS Y UN SOBRERO CORDOBÉS
"A coser, a tejer y a ver la vida con otro color”
Embozos, velos pañuelos...
Antes de que la fotografía inundara las revistas de moda, los diseños de ropajes con las últimas tendencias de las cortes europeas, que solían marcar la pauta, llegaban a la clientela en forma de grabados y pintura
“Como la pintura, el traje recuerda que no hay una única visión de la realidad”
“Un buen modista tiene que ser arquitecto para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida"
( Balenciaga)
“Un buen modista tiene que ser arquitecto para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida"
( Balenciaga)
Los mendigos tenderían ya a vestirse igual que los señores, y los hijos de los señores, puede añadirse tras el estilo grunge, tomarían la inspiración de los mendigos.
Loos (1870-1933)
Cortesía. R.Cano, OCTUBRE 2013, TEODOSIO
La moda son aquellas tendencias repetitivas, ya sea de ropa, accesorios, estilos de vida y maneras de comportarse, que marcan o modifican la conducta de las personas. La moda en términos de ropa, se define como aquellas tendencias y géneros en masa que la gente adopta o deja de usar. La moda se refiere a las costumbres que marcan alguna época o lugar específicos, en especial aquellas relacionadas con el vestir o adornar.
Es el arte del vestido, de la confección de prendas en base a parámetros funcionales y estilísticos, tanto en ropa como accesorios (sombreros, guantes, bolsos, zapatos, gafas). La tendencia desde inicios del siglo XX ha sido hacia una mayor funcionalidad y comodidad (eliminación del corsé), apareciendo en los años 1920 la minifalda, mientras que a partir de 1950 predomina la ropa informal y juvenil, marcada por la utilización del pantalón vaquero. Entre los más afamados modistos destacan: Coco Chanel, Cristóbal Balenciaga, Christian Dior, Manuel Pertegaz, Yves Saint Laurent, Giorgio Armani, Paco Rabanne, Gianni Versace, Karl Lagerfeld, Calvin Klein, Jean Paul Gaultier, etc.
Son imagenes imagen de moda que refleje la idiosincrasia del momento. Lo diferenciado de sus estilos y sus épocas permite que el repaso a sus carreras se convierta en una buena síntesis de la evolución de la moda
La moda como tal surgió en el siglo XIV, y ha ido evolucionando hasta nuestros días.
A partir del siglo XIV ya empieza a haber “una diferencia en la confección de prendas para uno u otro sexo”, como escribe Giorgio Riello en Breve historia de la moda. La mayor diversificación también lleva a que la moda se convierta “en un instrumento de rivalidad social” dentro de “una sociedad fuertemente jerarquizada”.
Durante cientos de años fueron los monarcas y los nobles los que marcaron las pautas de la moda. En el siglo XVII, Luis XIII, rey de Francia, decidió ocultar su calvicie con una peluca. Al poco tiempo, los nobles europeos comenzaron a afeitarse la cabeza y seguir su ejemplo, imponiendo un estilo que duró más de una década. En el siglo XIX, las revistas femeninas comenzaron a promocionar las nuevas tendencias e incluso a ofrecer patrones económicos para que las mujeres pudieran confeccionarse su propia ropa. Con la llegada del siglo XX y la popularidad del cine y la televisión, las estrellas de la pantalla se convirtieron en ídolos internacionales y empezaron a imponer la moda. Lo mismo sucedió con los músicos famosos, los cuales pusieron en boga estilos radicales que la juventud no tardó en imitar. Hoy en día, la situación apenas ha cambiado. Los anunciantes se valen eficazmente de desfiles de modelos, atractivas revistas de papel satinado, carteleras, escaparates y anuncios televisivos para crear una demanda de prendas nuevas.
Y no todo, desde luego, es relativo. La ley de la belleza, las normas del estilo y la elegancia actúan severamente bajo una apariencia natural.
Siglo XVI
El Renacimiento italiano (capa corta y sin capucha), el birrete, el sombrero con plumas y los zapatos de punta roma y ancha. Las mujeres también llevaban sus bullones y acuchillados pero en las mangas, y su gorguera rizada, además de las faldas y sobrefaldas, jubones y corpiños, capas o mantos rozagantes y su cofia para la cabeza. A partir de la segunda mitad del siglo, la creciente importancia de la monarquía española, impone en Europa el estilo de la corte del emperador Carlos I de España, un estilo de gran sobriedad, caracterizado por el uso de colores oscuros y prendas ceñidas, sin arrugas ni pliegues y aspecto rígido, sobre todo en las mujeres en las que se impone el uso del verdugado. En el borde superior de la camisa se usa un cordón que dará lugar a la gorguera o lechuguilla.Siglo XVII
En esta época domina la moda francesa tanto en hombres como en mujeres. Se utilizaban los calzones cortos con medias de seda, chupa y casaca que, a mediados del siglo, se vuelve más reducida y con pliegues laterales hacia atrás y mangas estrechas. Con la caída de la dinastía francesa vuelve el traje simple y se llevan calzones ajustados hasta media pierna, chaleco, corbata y casaca, faldones con cuello alto y vuelo, pelucas empolvadas y rematadas por un lazo, incluso sombreros de tres o dos picos. Después de la revolución, se deja el cabello largo y liso, sombreros de copa alta cónica o en tubo, con alas cortas y más tarde zapatos con tacón de color al que se añaden lazos o hebillas y botas altas con vueltas. La mujer viste con painers o verdugados anchos y aplastados en los dos frentes, corpiño acorsetado y escote con gasas o encajes. Polonesas, batas con cuello de encaje y manga larga. En el traje francés, corpiño puntiagudo, mangas abolladas, faldas rectas y abiertas, que luego son drapeadas con polizón y larga cola. Cuello doblado, mangas tirantes hasta el codo con chorreras. Junto con la revolución desaparece el vuelo de la falda y se imita a las vestiduras clásicas: talle alto, chaquetilla corta con manga larga, falda con pliegues, grandes escotes, chales y guantes largos. En cuanto al peinado, hacia atrás con rizados que luego se hacen más altos y voluminosos con tirabuzones, lazadas y plumas. Bonetes y sombreros de alas anchas. Zapatos con tacón alto y punta estrecha, y luego de algún tiempo se pasaron a los bajos.Durante los siglos XVII y XVIII y, sobre todo, durante el Rococó francés, la indumentaria es especialmente vistosa y decorada. Para ambos sexos, pero sobre todo para las clases acomodadas. En Francia se lleva lucir grandes pelucas y trajes de seda con bordados. En lugar de las prendas de lana y franela que se llevaban en Inglaterra. El uso de encajes, sedas, calzado con tacón, maquillaje y demás por parte de los hombres no suponía la adopción de un rasgo femenino, sino la voluntad de manifestar su estatus. Todas estas prendas estaban asociadas a la masculinidad y al poder
Ya en el siglo XVII, la corte francesa se regía por una escrupulosa ley de la indumentaria que codificaba la forma de vestir para cada ocasión. En los últimos años del reinado de Luis XIV predominaron los vestidos austeros, de colores oscuros, reflejo del rigor moral que quiso imponer el anciano monarca, pero a su muerte todo cambió. Hombres y mujeres se fueron olvidando de los tonos severos, como el negro o el marrón, para decantarse por otros más llamativos. En lugar del paño se introdujeron telas suntuosas y lustrosas, como el terciopelo, la seda o el brocado. Los vestidos femeninos adquirieron líneas más sueltas y vaporosas, y también más insinuantes. Esta nueva moda fue el reflejo de un cambio cultural más amplio, el de la transición del barroco al rococó, un período este último caracterizado por el espíritu exuberante y excesivo que invadió Versalles y París, «la Corte y la Villa», y que desde allí se exportó al resto de las cortes europeas.
Se puso de moda no solo el maquillaje, sino también los lunares postizos. Luis XIII ya había popularizado las pelucas, tras quedarse calvo en la veintena (bien jugado, Luis). Además, cubrían la tiña, los piojos y la suciedad. Se empezaron a empolvar en el siglo siguiente, el XVIII. Durante el Rococó también se llevó el rosa, como se puede ver en estos retratos de Luis XVI. No era una excepción: el rosa se asociaba al rojo, el color de la sangre y del vigor, mientras que el azul se veía más delicado y amable.
Siglo XVIII
En el siglo XVIII se destacan como prendas masculinas las casacas francesas y las chupas (casacas de inferior clase y algo estrechas), las chaquetillas, los calzones ajustados hasta la rodilla, las corbatas en vez de las golillas, las pelucas y los grandes sombreros. Mientras tanto, en las vestiduras femeninas continúa el mismo estilo que en el siglo anterior y se adopta el uso de las mantillas para la cabeza. Se llevaban también vestidos largos, grandes sombreros y sobre todo, la mujer se caracteriza en las altas sociedad por llevar sobre su cuerpo un corsé, el cual era una forma de demostrar su altura, entre otras cosas de esa época se usaban anillos, y algunas veces guantes largos, collares y demás.
En el siglo XVIII, la ambición de toda dama que se preciara era impresionar en la corte con su vestido, un empeño en el que la competencia era muy dura. El esplendor y la etiqueta de Versalles no permitían a las grandes damas utilizar el vestido más que una vez; en caso de querer repetir debían introducir obligadamente alguna ligera modificación. El gusto por los trajes femeninos espectaculares se tradujo en la vuelta a las faldas excepcionalmente amplias, sostenidas con un armazón interior. El guardainfante, signo distintivo de la moda española del siglo XVII, diseñado en un principio para ocultar los embarazos, renació en la primera mitad del siglo XVIII en una modalidad francesa, el panier, término que en francés significa «cesta», en referencia a la forma de cesta invertida que tomaba la falda. El panier –llamado en castellano tontillo– podía alcanzar dimensiones considerables, hasta 5 metros de diámetro. Algo que no dejaba de causar inconvenientes, como el que dos damas no pudiesen pasar a la vez por una puerta o no pudieran sentarse juntas en un carruaje. A diferencia del guardainfante español del siglo XVII, el panier francés desplazaba el volumen de la falda a las caderas, con lo que resaltaba la silueta de la mujer.
A esto también contribuía el uso del corsé, que elevaba el busto, ajustaba el talle y estrechaba la cintura. Iba atado con cintas a la espalda, por lo que una dama de la nobleza precisaba de la ayuda de una sirvienta para vestirse. En cuanto a la ropa interior, las damas solían llevar una larga camisola de tela ligera hasta las rodillas, así como enaguas, que iban desde la cintura a los tobillos.
La variante más conocida de este tipo de moda cortesana fue el llamado «vestido a la francesa», que triunfó en Francia en la década de 1740, de la mano de Madame Pompadour, la favorita de Luis XV. Se caracterizaba por una falda menos exagerada que vestidos anteriores, lo que permitía una mayor movilidad. Madame de Pompadour también puso de moda el uso de volantes y lazos, y gustaba de realzar el cuello con un terciopelo adornado con una flor o una joya. Los trajes, tanto de damas como de caballeros, solían adornarse con encajes, preferentemente de Chantilly o Bruselas, por ser más dóciles y fáciles de trabajar. Las medias, de seda o algodón, se sujetaban con ligas de encaje o seda bordada.
En torno a la década de 1760 se introdujeron una serie de vestidos femeninos algo menos formales. Uno de ellos fue la robe à la polonaise, el «vestido a la polonesa», como se lo conoció en España, llamado así porque se puso de moda durante la guerra que Francia sostuvo con Polonia. Era de cuerpo ceñido y se caracterizaba por la falda abullonada por detrás gracias a que podía fruncirse mediante un cordón. Más corto que el vestido a la francesa, dejaba a la vista una enagua y los tobillos, lo que lo hacía más práctico para caminar. Otro vestido que se puso de moda en Francia fue la robe à l’anglaise, el «vestido a la inglesa», ejemplo del creciente gusto por todo lo inglés entre las clases bienestantes francesas. Este vestido incluía elementos inspirados en la moda masculina, como la chaqueta corta, con amplias solapas y manga larga, tomada del redingote, una prenda a medio camino entre la capa y el abrigo.
En la apariencia de una dama, tan importantes como el vestido en sí eran los accesorios. En cualquier ceremonia oficial las damas debían cubrirse manos y brazos con guantes, si iban sin mangas. Sólo en verano se les permitía utilizar mitones, un tipo de guantes que dejaba al descubierto la mitad de los dedos. Los caballeros, sin embargo, sólo empleaban los guantes cuando salían de viaje. Pero si algún accesorio era importante para cualquier dama era el abanico. Las costumbres licenciosas de Versalles se encubrían con el arte del disimulo y el abanico permitió desarrollar un lenguaje gestual que servía para comunicarse a la hora de la seducción. Por otra parte, hay que señalar que el abanico no era un accesorio exclusivamente femenino. Los caballeros solían utilizar modelos más sobrios, especialmente en las grandes ceremonias.
No fue frivolidad todo lo que rodeó a la pasión por la apariencia en la Francia del siglo XVII. Por el contrario, al albur de la moda nació una importante industria textil, heredera de las políticas proteccionistas de Colbert, el célebre ministro de Luis XIV. Las llamadas manufacturas reales dieron lugar a una pujante industria sedera en Lyon, mientras los avances técnicos y los progresos en el ámbito de los tintes favorecieron la iniciativa privada y la creación de numerosas fábricas de medias, sombreros y lencería. Baste decir que la manufactura textil de Christophe-Philippe Oberkampf, en Jouy-en-Josas (Yvelines), contaba en 1774 con 900 obreros. Los emprendedores y trabajadores supieron plantar la semilla que hizo de Francia, y más precisamente de París, la capital de la moda europea a lo largo de los siglos XIX y XX.
Entre los profesionales de la moda francesa del siglo XVIII hay que destacar a Marie-Jeanne Bertin, conocida como Rose Bertin (1747-1813). Pionera de la «alta costura» francesa, abrió su propia tienda de modas en París en 1777 y rápidamente se convirtió en la modista preferida de la aristocracia. Su consagración definitiva la debió a la duquesa de Chartres, quien le presentó a María Antonieta. La reina, entusiasmada con sus diseños, le abrió un taller propio en Versalles donde Rose, nombrada «ministra de la moda», creó novedosos modelos para la reina, como el llamado Grand habit de cour. Su cercanía a la soberana le dio renombre internacional y sus vestidos se exportaron a las cortes de Londres, Venecia, Viena y Lisboa, entre otras. La modista, además, creó unas muñecas que iban ataviadas con sus propios modelos y que o bien se coleccionaban o bien servían para enviarlas a otras cortes europeas, donde a modo de figurines permitían que las damas estuvieran al corriente de la moda francesa y pudieran encargar a Rose Bertin los últimos y más elegantes vestidos.
Para saber más, ver:
-nationalgeographic.com.es//pasion_por_moda_era_maria_antonieta.
-Historia de la moda. Bronwyn Cosgrave. Gustavo Gili, Barcelona, 2005.
-María Antonieta. Stefan Zweig. El Acantilado, Barcelona, 2012.Siglo XIX
Antes de la Revolución francesa (1789), la extravagancia dominaba el atuendo de la aristocracia. Después, cuando el sentido de grandeur fue patrimonio nacional y no de unos pocos privilegiados, la inspiración de los diseñadores podía surgir de la propia calle.
Traje, ca. 1855-65. Tafetán en sedas polícromas que dibujan cuadros y decoración en cintas con estampación ikat.
En el siglo XIX el pantalón queda por completo identificado como prenda moda masculina. Y no solo la los pantalones
Juegos orientales', de José Villegas (c. 1880), colección Fundación Cajasol
Con la aparición del dandi británico, “que surgió como respuesta al modelo anterior, al Rococó de la corte de Versalles”, se comienza a construir “una visión de la masculinidad que ha ido perdurando desde entonces”. Esta nueva tendencia considera que “la elegancia masculina está en la simpleza o la sencillez, aunque si se analiza esta estética, en realidad incluye mucha etiqueta y muchas normas sobre colores, prendas, horas del día, ocasiones…”
Durante
el siglo XIX los visitantes extranjeros contribuyeron a crear una
imagen donde la mujer española, identificada con la maja, se vinculó a
la sensualidad y al erotismo. Era la pervivencia de uno de los mitos
románticos femeninos, en su versión castiza defemme fatale.
Pronto destacó también la figura de la gitana. Ésta se vinculó a la
sensualidad de la danza flamenca. Durante el baile, el cuerpo de la
mujer se transformaba y los mantones realzaban la voluptuosidad del
cuerpo con el juego de los flecos y el color de los bordados. Al mismo
tiempo, las gitanas vivían en un mundo con diferentes valores y
presentaban una actitud libre de ciertos prejuicios sociales, muy
diferente a lo establecido para las damas de la sociedad.
La inspiración comenzó con el referente de Goya. Su Maja desnuda mira
y se enfrenta al espectador descaradamente. Ya no es una diosa. No hay
ningún elemento que la vincule con lo popular, pero el título la sitúa
certeramente en esa realidad. Este relato sensual de las mujeres de las
clases populares y, especialmente de las gitanas, continuó con la obra
de Fortuny sobre la descarada Carmen Bastián.
Ella aparece tendida en un sofá y muestra abiertamente su sexo
levantándose la falda. Pero fue una obra, como el propio pintor
explicaría en una carta, pintada para sí mismo. Ni Francisco de Goya ni
Mariano Fortuny pensaron en el público, sino en un deleite interno y
privado.
Durante
las primeras décadas del siglo XX varios autores se sumaron a esta
corriente. Zuloaga prestó una decidida atención a esta estética y sus
obras son numerosas, desde el Desnudo de la Mantilla y el Clavel de 1915 hasta la Oterito en su camerino de 1936. Hermen Anglada Camarasa realizó Desnudo bajo una parra, c. 1909, una gitana en cuyas caderas se sujeta el mantón bordado y que, semidesnuda, alza los brazos; o la Sibila, c. 1913, una misteriosa mujer vestida con un mantón bordado que, imperturbable, muestra uno de sus pechos. La maja maldita,
c. 1917, del cubano Federico Beltrán Massés, es un ejemplo de
perversidad sofisticada, en la que el cuerpo tendido aparece envuelto en
transparencias de encaje, sin olvidar el aspecto seductor y provocativo
del Desnudo de la mantilla, 1933, de José María Rodríguez Acosta, donde la mujer aparece solo ataviada con mantilla, peineta y zapatos.
Julio
Romero de Torres utilizó esta iconografía abiertamente. Varias son las
obras en que la mantilla y el encaje acarician el cuerpo femenino
desnudo. Tradicionalmente la mantilla era un velo que se utilizaba como
símbolo de recato y, según la costumbre, servía para cubrirse al entrar
en la iglesia. Pero acabó siendo, por la delicadeza de su encaje, un
motivo que adornaba la belleza femenina y, por ello, un símbolo de
seducción. Como complemento erótico, cargado de fetichismo, también
pintó Julio Romero medias y zapatos, en los que daba cuenta de su
capacidad para captar la calidad de los materiales, pero supo dotara la
mantilla de un valor erótico al crear con ella una sensualidad refinada.
De esta manera incidía en una de las características de su obra, la
transgresión y la provocación a través del asunto.
Siglo XX
José Ortiz-Echagüe. Su obra «España. Tipos y trajes» trazó uno de los reflejos más importantes de la sociedad española en 1930 a través del folclorismo. Todo ello con una profunda carga humana en la que, además del traje, se observan las diferencias culturales y sociales de las personas retratadas por uno de los mejores fotógrafos del siglo pasado.Años 1900
La moda comienza en el año 1900 con la llamada silueta S, debido al corsé que empujaba los pechos hacia arriba, estrechando la cintura y sus faldas ajustadas a la cadera ensanchándolas en forma de campana al llegar al suelo. En el mundo laboral se empieza a incorporar los trajes sastre y el corte con influencia masculina para las mujeres. Los vestidos eran largos, cubrían los zapatos, las plumas y los encajes hacían furor, destacando los grandes sombreros con infinidad de adornos y ornamentos. La moda prácticamente solo fue seguida por las clases altas y medias. En 1908, la silueta fue mucho más recta, sin marcar tanto la cintura y se produjo una oleada de orientalismo debido a los diseños de Paul Poiret y los ballets rusos.Década de 1910
En esta década se distinguen dos periodos:- El primero hasta comienzos de la Primera Guerra Mundial se caracteriza por ser el apéndice de la moda recargada propia de la Belle Époque, así como por la aparición de una silueta que tiende hacia la verticalidad en la mujer (se ponen de moda los corsés rectos y largos y las faldas con poco vuelo y acompañadas de una sobrefalda) y al orientalismo.
- El segundo abarca todo el conflicto antes citado y se caracteriza por la aparición de modas mucho más cómodas para la mujer (faldas con vuelo que se acortan hasta casi media pantorrilla y cuerpos mucho más amplios), debido al hecho de que éstas tenían que suplir la falta de mano de obra masculina en los puestos que estos antes ocupaban. Como causa de esta comodidad en el vestir, tenemos la moda andrógina propia de los años veinte.
julio romeros de torres la niña de las trenzas.Rafaela González, hija del torero Machaquito.
PARA SABER MÁS, VER:
Década de 1920
En 1920, la ropa comenzaba a ser mucho más práctica. Nuevamente vuelve a cambiar la silueta, descendiendo la cintura a su posición anatómica, marcando el talle y ensanchando los hombros. Se popularizaba el traje de chaqueta para calle y para las fiestas se elegían los vestidos con grandes escotes en la espalda así como abrigos largos con pieles. En esta década se destacan las faldas cortas. Desaparecen los sombreros y se vuelven a dejar crecer el pelo.En esta década las mujeres cambiaron su aspecto blanco por la apariencia natural del polvo facial rosado, creado por la cosmetóloga polaca Helena Rubinstein. Los años 20 fue una de las más revolucionarias del siglo xx. Las mujeres se destaparon y comenzaron a beber y a fumar en público como una provocación al rígido estatus que reinaba a principios del año 1990. Las mujeres lucían fatales de boca roja, cabello corto y ojos pintados con sombras oscuras, y bailando jazz hasta el amanecer. Esta fue, probablemente, la década más atrevida y transgresora. Fue una época de cambio radical que afectó todos los aspectos culturales y que repercutió con fuerza en la moda.
Vestido de fiesta, ca. 1928. Crespón de seda negro. FERNANDO MAQUEIRA, MUSEO TRAJE.
Década de 1930
1930 fue una década de guerra y eso perjudicó a la moda. El 'look' se militarizó y los tejidos se volvieron pobres. Debido a esto las chicas se vestían con uniforme de ciudad, es decir, trajes de chaqueta. El largo se elevaba por debajo de las rodillas popularizando los pantys, aunque fueron escasos. Usaban los zapatos topolino, de corcho y los gorritos diminutos que eran muy sencillos o simplemente pañuelos a la cabeza.Década de 1940
En 1943 volvió el esplendor, triunfó el nuevo 'look' de Cristian Dior. Otra vez se vuelve a forzar la silueta con una cintura estrecha y tomaron volúmenes sus hombros y pechos. Se aumentó el vuelo de sus faldas pero se mantenían por debajo de sus rodillas. Comenzó el culto por la belleza porque las mujeres estaban hartas del estilo sobrio y cómodo; las curvas eran el nuevo símbolo de la belleza femenina. Los zapatos se estilizaron haciéndolos más puntiagudos, usaban abrigos de paño, bolsitos al codo y los más elegantes sombreros.Traje sastre, invierno de 1947. Lana gris jaspeada y terciopelo liso de seda negra de Cristóbal Balenciaga
Las consignas oficiales británicas animaban a las mujeres a cuidar su aspecto. En la foto, cuatro jóvenes pasean por Londres en 1941. / iwm
Londres estaba lista para la nueva temporada de tendencias con cinturas de avispa. Así lo proclamaba la edición británica de Vogue de noviembre de 1939, El pragmatismo y austeridad se impusieron: la ropa debía servir tanto para el día como para la noche, y debía poder usarse a lo largo de varias estaciones
Christian Dior presentó el 12 de febrero de 1947 en París. Esta pieza fue el origen de la estética 'new look'. Dior agitó los cimientos de la sociedad francesa de posguerra con el traje Bar. Mostraba la pantorrilla. Un modelo compuesto por una falda larga negra y una chaqueta blanca que “marcaba la cintura al tiempo que redondeaba las caderas, enfatizaba el pecho y subrayaba los hombros
Los shorts vaqueros formaban ya parte del paisaje costero estadounidense
Década de 1950
Esta década se destaca por la revolución. Se utilizaba ropa cómoda dando lugar a la ropa juvenil, dejando atrás el lujo burgués. Se había puesto de moda la ropa extravagante. Los estampados eran de mariposas y de flores. Las siluetas volvieron a ser más lisas y se comenzaron a imponer rápidamente por todo el mundo las minifaldas.Modelo Mirza, de la colección de alta costura Línea Natural de la primavera-verano de 1951 Patrick Demarchelier
Década de 1960
En 1960, los adolescentes se pudieron expresar libremente. Aquí surgió el concepto de la ropa diferente, original, divertida y extravagante. El cabello se usaba corto y con cortes geométricos. Tanto los hombres como las mujeres comenzaron a usar pantalones de campana y se impusieron las blusas de algodón,remeras,etc.Década de 1970
1970 fue una década muy diversa, aquí se produjo un furor hacia lo retro. Las flores fueron el principal símbolo no sólo en la ropa sino que también el pelo, y representaban la ideología ilusoria que los guiaban a la llamada revolución de las flores. Resaltaban los trajes y vestidos, que se lucieron con ajustados pantalones. El algodón fue remplazado por la lycra, usaban botas o zapatones de taco, tipo suecos.
El movimiento punk
Si en EE UU el movimiento punk cuajó entre las clases medias, en Reino Unido tuvo una fuerte connotación política y social, y una veta rebelde en cuestión de moda mucho más acentuada, que se tradujo en tachuelas, cueros, pantalones apretados y camisetas con mensaje.
En la irreverente individualidad que defendía el punk, (a través de la destrucción y customización de las prendas, a través de alfileres, rotos y manchas de pintura) se encuentra una conexión directa con la alta costura, que desde un punto de partida diametralmente opuesto, también preconiza la idea de unicidad y autenticidad. El trabajo de diseñadores como Vivienne Westwood en los años setenta o de Martin Margiela, Galliano, Versace, McQueen, Rodarte o el español Miguel Adrover en las décadas siguientes afianzó el puente entre la cruda y romántica estética.
estructura el desenfado del punk a partir del concepto de “hazlo tu mismo” que guió su faceta estética y cuyo eco ha reverberado en las pasarelas. La inclusión de materiales como bolsas de plástico, periódicos o vajillas, el estampado con grafiti, el mensaje político en prendas o los jirones son los cuatro ejes en torno a los cuales la exposición explora la conexión del viejo punk con el trabajo que hoy muestran las pasarelas.
Década de 1980
En 1980, la moda trajo consigo considerables cambios. El nuevo estilo se caracterizaba por el uso de ropa interior visible, ya sea sobre una remera,
debajo de una remera translúcida o tirantes de encaje visibles. Esta
nueva moda fue altamente controvertido volviéndose un sinónimo de liberación para las mujeres,
ya que antiguamente usar la ropa interior así les daba aspecto de una
mujer desarreglada. Gracias a esta tendencia, las mujeres de hoy pueden
vestir remeras cómodas sin tener que preocuparse por las transparencias o
los tirantes de los corpiños.Década de 1990
Esta época se basaba en la variedad y no en una tendencia específica y duradera. La gente trataban de ponerse lo que le hiciera sentirse más cómoda, sin darle mucha importancia a la opinión de los demás o a las tendencias, porque se había llegado a la conclusión de que no había una verdadera libertad. Las remeras de grupos musicales se volvieron populares así como el cabello suelto. La gran innovación fue la aparición de los piercings, tatuajes y pinturas de pelo.Siglo XXI
Década de 2000
En el 2000 la moda se fue asociando y cambiando según las distintas tribus urbanas, que constituyeron un modo de vivir, una determinada actitud frente a la vida y que generalmente hacen referencia a la juventud. La pertenencia a uno de estos grupos se hace evidente en la ideología, la música, el modo de vida y también en la apariencia, siendo el consumo de determinadas marcas de ropa, el uso de ciertas prendas o colores, distintivos propios de las distintas tribus. Los hombres tanto como las mujeres adoptan el chándal para todo tipo de trabajo u ocasión. Las mujeres usan borcegos, zuecos o sandalias. Se reincorporan prendas de los años 1980, regresando el estampado floreado. Se usan los shorts, polleras, y pantalones tiro alto y las minifaldas.ETNICISMO: os diseñadores reinterpretan kimonos, capas masais y tocados indios. Del traje regional a la tendencia global,
Década de 2010
Los hombres implementan el escote en V junto con pantalones chupines y zapatillas de marca. Los pantalones blancos en los hombres son sensación, en cambio, los pantalones oscuros aportan una gran elegancia, tanto como las camisas abiertas con una remeras o camisetas debajo y arremangadas. Las mujeres prefieren moda fresca pero con un toque moderno, poco maquillaje, cabello natural pero con peinados estructurados combinando un poco de moda de los año 1960. El vintage tiene fuerte presencia en el guardarropa femenino. En cambio en el vestir masculino empieza a crecer una moda alternativa que busca identidad, donde influyen las tendencias y estilos propios, siendo un poco más arriesgado y divertido
Manuel Outumuro durante la sesión fotográfica de los trajes de Balenciaga. ELOI GIMENO LÓPEZ
La moda estrena década tras unos años fascinantes, tanto en la industria como en las tendencias y en sus nuevos iconos. ¿Qué quedará en el futuro, pues, del pasado más reciente?
Pertegaz en el Museo Reina Sofía.
Contaba Pertegaz que en 1957 rechazó la oferta de la casa Christian Dior para suceder al diseñador tras su muerte, dejando el camino libre para el puesto al joven Yves Saint Laurent (1936-2008). Siete años después impresionó al mundo con un desfile en el Pabellón Español de la Exposición Universal de Nueva York. La sombra de Balenciaga (1895-1972) serpentea por toda su biografía y aunque Pertegaz no alcanzara la maestría académica del vasco, sí demostró gran resistencia, olfato y habilidad. De hecho, el mismo año en que Balenciaga cerró su casa de alta costura y se retiró para no plegarse a las demandas del nuevo sistema de confección, Pertegaz inauguró la primera de las cinco tiendas de prêt-à-porter que tendría en España.
El papel de la modelo y el fotógrafo
Las modelos colaboran con el fotógrafo para lograr una imagen de moda que
refleje la idiosincrasia del momento”. Lo diferenciado de sus estilos y sus épocas permite que el repaso a
sus carreras se convierta en una buena síntesis de la evolución de la
moda
La extravagante aristócrata Carlyne Cerf
vistió la era de las supermodelos y jugó a dinamitar fronteras entre la
alta costura y la calle; la siempre angustiada Camilla Nickerson ofreció
una visión enrevesada y soterradamente perversa de los años noventa; la
perfeccionista Phyllis Posnick estableció un vínculo narrativo singular
con el fotógrafo Irving Penn, y la prístina mirada de Tonne Goodman
articuló la conversión de las actrices de Hollywood en el material
primordial de la revista a partir del año 2002. Wintour decidió incluir sus nombres en las fotografías desde 1988
Las impresiones y recuerdos de muchos de los sujetos fotografiados —Nicole Kidman, Alber Elbaz, Nicolas Ghesquière, Patti Hansen, Linda Evangelista…— sirven para explicar el poder que estas mujeres han ejercido durante el último medio siglo. Y eso a pesar de su invisibilidad para el gran público. Pero su talento reside en “encontrar el equilibrio exacto entre enseñar la ropa y todo lo demás”.
La modelo Natalia Vodianova, emulando al personaje de 'Alicia en el país de las maravillas', en una sesión para 'Vogue'. / ANNIE LEIBOVITZ
Hoy se rompen las barreras entre las bellas artes y las artes decorativas , arte y moda van de la mano
PARA SABER MÁS, VER:
La mayor o menor cercanía de la moda con el arte no debería hacer olvidar que el objetivo aquí no es el museo sino vestir un tiempo y un momento
1 MODA: un estilo de vida
2 Los creadores de imagen
- Ana Villanueva en su pinterest recogé una magnifica selección de moda histórica:
http://pinterest.com/anavillanuevail/
La mayor o menor cercanía de la moda con el arte no debería hacer olvidar que el objetivo aquí no es el museo sino vestir un tiempo y un momento
1 MODA: un estilo de vida
2 Los creadores de imagen
- Ana Villanueva en su pinterest recogé una magnifica selección de moda histórica:
http://pinterest.com/anavillanuevail/
- FUENTE: http://pinterest.com/anavillanuevail
En un mundo cada vez más globalizado, en el que todo el mundo opina al mismo tiempo y en el que los diseñadores ya no permanecen ajenos a la inmediata respuesta que generan sus obras. Pero, en el fondo, retoma un debate antiguo: si la moda es un sistema democrático o dictatorial y si las leyes las dictan los creadores o los compradores.
Espectacular escenografía en el Grand Palais de París para el desfile de la nueva colección de Karl Lagerfeld para Chanel. / CHARLES PLATIAU (REUTERS)
La geopolítica no es la más obvia de las inspiraciones para la alta costura, pero en la segunda jornada de las cuatro que componen el calendario para otoño/invierno 2013, está claro que los diseñadores de moda no son inmunes a los cambios que hoy ocurren en el planeta. Si Dior trajo a París el lunes a cuatro de los cinco continentes para repensar qué es la alta costura, Chanel utilizó ayer su desfile para reflexionar sobre el movimiento en el que estamos inmersos y que nos traslada de un viejo mundo a uno nuevo.
El telón de Chanel se abría en un teatro en ruinas, reconstruido con una
precisión asombrosa en el interior del Grand Palais, para mostrar un
perfil urbano futurista. No correspondía a ninguna ciudad concreta
—acaso para no herir susceptibilidades en el viejo mundo— y era una
mezcla de edificios de cinco grandes ciudades, entre ellas Dubái o
Singapur, que dibujaban un símbolo de la civilización que vendrá. Esa
misma idea de un mundo que emerge y otro que se hunde se trasladaba a la
colección. Basada en las superposiciones y en la combinación de
túnicas, vestidos y chaquetas, contraponía el tweed tradicional
con bordados geométricos en tres dimensiones que parecían un eco de la
arquitectura de esa ciudad del futuro. Las chaquetas, con múltiples
formas, se llevaban sobre una doble minifalda y con altísimas botas
ajustadas a la pierna como un calcetín.
McKeyla McAlister, Bryden Bandweth, Adrienne Attoms y Camryn Coyle, Bajo el lema «Smart is the New Cool» (Ser inteligente está de moda)
Inés Maestre en la exposición 'Fina Estampa
La ilustración de moda es un fenómeno inherente a las revistas, los desfiles, la publicidad y todo lo que rodea al mundo del vestir en el siglo XXI.
La ilustración de moda es un fenómeno inherente a las revistas, los desfiles, la publicidad y todo lo que rodea al mundo del vestir en el siglo XXI.
PARA SABER MÁS, VER:
El Museo del Traje contiene una variedad incomparable de colecciones,
| indumentaria histórica | indumentaria contemporánea | indumentaria popular | joyería y accesorios | textiles | actividades económicas | equipamiento doméstico | actividades lúdicas | religiosidad y creencias | fondos documentales
Estas colecciones permiten, además de las propias exposiciones y
actividades del Museo, una amplia colaboración con otras instituciones.
En esta pequeña galería, puede encontrar algunas de las piezas más
significativas de la colección agrupadas en diez grandes bloques
temáticos.Instituto Andaluz de Patrimonio HistóricoI
http://www.juntadeandalucia.es/cultura/iaph
Instituto de Patrimonio Histórico Español
http://www.mcu.es/patrimonio/MC/IPHE/Documentacion/Publicaciones/RevistasBC.html
'Barbie, vida de un icono', una exposición sobre la muñeca y sus complementos en el museo de Artes Decorativas de Paría, Francia. THIERRY CHESNOT (GETTY)
VEMOS CINE:
El diablo viste de Prada
2006,111'
En el vertiginoso mundo de la moda de Nueva York, la cumbre del éxito la representa la revista Runway, dirigida con mano de hierro por Miranda Priestly (Meryl Streep). Trabajar como ayudante de Miranda podría abrirle cualquier puerta a Andy Sachs (Anne Hathaway), si no fuera porque es una chica que destaca por su desaliño dentro del grupo de guapísimas periodistas de la revista. Andy comprende muy pronto que para triunfar en ese negocio va a necesitar algo más que iniciativa y preparación. Y la prueba está delante de ella, vestida de pies a cabeza de Prada. El personaje de Meryl Streep se inspira en Anna Wintour, directora de Vogue en los Estados Unidos. (FILMAFFINITY)
BIBLIO/WEBGRAFÍA
Adolf Loos. es un catecismo para introducir en el gusto por vestir bien,
Caprile (Estilo. Planeta, 2015)
Giorgio Riello : Breve historia de la moda
José Ortiz-Echagüe. «España. Tipos y trajes»
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