EDUCACIÓN EN VALORES
Los resultados de los alumnos se dividen en escalas de rendimiento, desde el nivel 1, donde están los alumnos que únicamente son capaces de responder bien a preguntas “que solo requieren de las habilidades más básicas para completar”. A medida que aumenta la dificultad de las preguntas que saben responder, sube el nivel hasta el 5. Una vez que la prueba de un estudiante ha sido corregida, su puntuación en la lectura, matemáticas y la ciencia se sitúa en la escala apropiada. Después, “la puntuación de cada país participante es el promedio de todas las calificaciones de los estudiantes en ese país. La puntuación media de los países de la OCDE es de 500 puntos y la desviación estándar es de 100 puntos
PISA, tendrá cierta incertidumbre ya que los resultados dependen de las tareas que se eligen para la evaluación, de variaciones de las formas en que se aplicó la prueba, el hecho de que la evaluación se basa en muestras o incluso de la disposición de la persona que se examina. Así que el objetivo de PISA no es eliminar la incertidumbre, sino el diseño de instrumentos que permitan comparaciones sólidas de la eficacia de los sistemas educativos”.
La asignatura pendiente
Cada vez más expertos reconocen que, detrás de la economía, está la educación, un terreno donde los españoles suspendemos, para usar un término familiar en el mismo. Les ofrezco unos datos que muestran el desolador panorama de nuestro campo educativo: el último informe Pisa nos sitúa entre los países con más fracaso y abandono escolar (un 30 por ciento); la indisciplina y violencia en la escuela ha alcanzado un nivel preocupante, como muestran las 4.000 llamadas de ayuda recibidas por el Defensor del Profesor del sindicato de estos ; la desconexión entre la familia y la escuela es cada vez mayor. Los padres se han desentendido de la labor de educar a sus hijos, con lo que la escuela tiene, además de instruir, que enseñar las normas de convivencia a niños con escasa idea de ellas; si los padres se acercan a la escuela, la mayoría de las veces es para protestar por las malas notas de sus hijos, sin haberse preocupado de que estudien en casa, o para disculpar su falta de disciplina, socavando la autoridad del profesor; extender la escolarización a 16 años ha dado resultados muy diferentes: mientras que algunos alumnos se han beneficiado, otros se convierten en «objetores escolares» que no asisten a clase, y si asisten, no participan en ella, disturbando su avance natural.
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España, a la cola
Con este panorama, es fácil entender que España retroceda puestos en la lista de países desarrollados y le cueste tanto salir de la crisis económica. En el siglo XXI, la potencia y la riqueza de un país se medirá, no por los misiles que almacene, sino por las escuelas, laboratorios, institutos y universidades que tenga. Y no por quien tenga más, sino por quien tenga las más apropiadas. Atención a eso: la enseñanza ha variado sustancialmente. Más que la cantidad, importa la calidad. ¿De qué les sirve a los cubanos tener el menor número de analfabetos del continente si luego solo pueden leer literatura marxista, que cierra todo horizonte cultural? ¿De qué sirvieron a la Unión Soviética sus millones de licenciados, si su economía no permitía aprovecharlos? ¿De qué sirve a España haber multiplicado el número de universitarios, si no corresponden a las necesidades del país? Tampoco debe olvidarse que la educación contribuye al comportamiento. Una buena formación trae, junto con mejoras económicas, más responsabilidad social. Lo que representa mayor provecho para el individuo y para la sociedad en que vive.
Con este panorama, es fácil entender que España retroceda puestos en la lista de países desarrollados y le cueste tanto salir de la crisis económica. En el siglo XXI, la potencia y la riqueza de un país se medirá, no por los misiles que almacene, sino por las escuelas, laboratorios, institutos y universidades que tenga. Y no por quien tenga más, sino por quien tenga las más apropiadas. Atención a eso: la enseñanza ha variado sustancialmente. Más que la cantidad, importa la calidad. ¿De qué les sirve a los cubanos tener el menor número de analfabetos del continente si luego solo pueden leer literatura marxista, que cierra todo horizonte cultural? ¿De qué sirvieron a la Unión Soviética sus millones de licenciados, si su economía no permitía aprovecharlos? ¿De qué sirve a España haber multiplicado el número de universitarios, si no corresponden a las necesidades del país? Tampoco debe olvidarse que la educación contribuye al comportamiento. Una buena formación trae, junto con mejoras económicas, más responsabilidad social. Lo que representa mayor provecho para el individuo y para la sociedad en que vive.
Refrescar conocimientos
Aunque la primera reforma educativa ha de afectar a la educación misma... Hasta ahora, educarse era acumular conocimientos. Cuantos más, mejor. En adelante, el énfasis no estará en saberlo todo en un determinado ramo, sino en adivinar lo que falta en él, y descubrirlo. Eso es lo que traerá nuevas patentes que asegurarán la salud de nuestra industria. Ciencias y técnicas avanzan a velocidad de vértigo. Lo que se aprende hoy se queda mañana viejo. Si no refrescan sus conocimientos, los ingenieros se quedan desfasados a los diez años; los programadores, en dos, y algo parecido ocurre a médicos, geólogos, directivos de empresa y docenas de otros profesionales. Renovarse o morir es el lema de la nueva educación. Hay que aprender a aprender lo que aún no existe pero sin duda existirá. La nueva educación ha de ser, pues, abierta, flexible, fluida, antidogmática. El mejor alumno no será el que sepa hoy más, sino el que sea capaz de detectar los huecos en el conocimiento adquirido. Como el mejor profesor será, no el que haga aprender la lección a sus alumnos, sino el que despierte en ellos la curiosidad por lo que le queda por saber.
Masificación de los estudiosAunque la primera reforma educativa ha de afectar a la educación misma... Hasta ahora, educarse era acumular conocimientos. Cuantos más, mejor. En adelante, el énfasis no estará en saberlo todo en un determinado ramo, sino en adivinar lo que falta en él, y descubrirlo. Eso es lo que traerá nuevas patentes que asegurarán la salud de nuestra industria. Ciencias y técnicas avanzan a velocidad de vértigo. Lo que se aprende hoy se queda mañana viejo. Si no refrescan sus conocimientos, los ingenieros se quedan desfasados a los diez años; los programadores, en dos, y algo parecido ocurre a médicos, geólogos, directivos de empresa y docenas de otros profesionales. Renovarse o morir es el lema de la nueva educación. Hay que aprender a aprender lo que aún no existe pero sin duda existirá. La nueva educación ha de ser, pues, abierta, flexible, fluida, antidogmática. El mejor alumno no será el que sepa hoy más, sino el que sea capaz de detectar los huecos en el conocimiento adquirido. Como el mejor profesor será, no el que haga aprender la lección a sus alumnos, sino el que despierte en ellos la curiosidad por lo que le queda por saber.
Algo parecido puede decirse de la masificación de los estudios. Hay
que acabar con el tabú de que todo el mundo tiene que tener un título
universitario. Todos tienen que tener un título, pero el apropiado a su
capacidad y a las necesidades del país, para afrontar la durísima
competitividad que existe tanto en el mercado nacional como en el
internacional. Sin que sea necesariamente universitario. Incluso sería
contraproducente, pues hay especialidades de enorme futuro —como la
informática— que requieren una sólida base en un determinado campo y
poco más. No es que vayamos hacia el «bárbaro civilizado», sino a buscar
un acomodo más racional a todo el mundo. La cantidad de tiempo, dinero
y capital desperdiciados en esos licenciados sobrecapacitados para el
trabajo luego repercute contra ellos y contra todos. Lo primero para
lograr ese reajuste es crear nuevas escuelas profesionales, con
programas capaces de competir incluso con los de las universidades en un
ramo determinado, sin cubrir todo ese campo. Descargando así a las
universidades, que hoy parecen fábricas de títulos y de parados,
mientras olvidan su papel fundamental: enseñar a asumir las
responsabilidades que llevan consigo los títulos que conceden.
Por
otra parte, la nueva educación debe tener en cuenta que la persona que
los reciba tendrá posiblemente que cambiar, no ya de puesto de
trabajo, sino de trabajo mismo una o varias veces en su vida. La
dinámica de las ciencias de que hablábamos alcanza a todo tipo de
actividades, introduciendo un grado de inestabilidad laboral antes
desconocido. Hasta ahora, uno iba al paro por bancarrota de su empresa.
Hoy, puede ir por conocer solo ese trabajo, que se ha quedado obsoleto.
Incluso los que no tengan que cambiar de empleo verán cambiar el
empleo mismo. El publicista tendrá que saber más psicología que dibujo,
como el enviado especial tendrá que saber tanto de satélites como de
noticias, porque en otro caso no podrá mandarlas. Incluso la más vieja
de las profesiones ha tenido que adaptarse a una de las mayores
innovaciones de nuestra época: la tarjeta de crédito. El que no se
renueva se muere o es devorado por los demás.
Para resumir, la educación del siglo XXI debe ser:
—Libre y abierta a todo y a todos. Pero en sus niveles más altos, solo para quienes tengan más capacidad, no más dinero.
—Su último objetivo será premiar la excelencia y el esfuerzo, no fomentar la incapacidad.
—Continua,
con cursos posgraduados, para ir refrescando conocimientos, y no solo
en los centros de enseñanza, sino también en las mismas fábricas y
empresas.
—Usará las últimas técnicas,
ordenadores preferentemente, pero sin olvidar que el ordenador es solo
un instrumento, «muy rápido pero bastante bruto», y que ante él debe
haber un cerebro humano que sepa sacarle todo su rendimiento.
Los profesores tienen tareas que no les corresponden
En
resumen, la sociedad está volcando sobre los centros de enseñanza
todos los problemas que la agobian: drogas y violencia, razas y
lenguas, consumismo y narcisismo, superficialidad y egolatría, y el
maestro, profesor o catedrático capaz de lidiarlo tiene que ser un
genio, un santo y a veces un mártir, pues los ataques de los alumnos e
incluso de los padres crecen. Únase a que el prestigio que gozaba la
enseñanza decrece, a que sus sueldos no pueden competir con los de otras
actividades, y tendrán que quedarse solo los que no tienen otra cosa.
La crisis educativa se completa así por ambos extremos.
Y
esto llega justo cuando la educación es más valiosa y necesaria que
nunca. La escuela, los institutos, las universidades y otros centros
educativos son bastante más que la polea de transmisión de saberes. Son
la póliza de nuestro futuro. Se ha prestado más atención a la cantidad
que a la calidad, al prestigio social que a las necesidades del
individuo y del país. Se han lanzado tantos planes de estudio, que la
mayoría de los alumnos los han terminado con uno distinto al que los
empezaron, lo que a menudo significó que no dominaban bien ninguno. Se
ha convertido la Enseñanza Primaria en un enorme cajón de sastre. Y, lo
más grave, se ha puesto al mismo nivel la lengua y las matemáticas, que
son las bases de todo conocimiento sólido. Así es como están saliendo
chicos y chicas con un lenguaje reducidísimo, incapaces de realizar
operaciones elementales, sin hábitos de lectura ni otros gustos que los
de moda. Por si fuera poco, no se premian el esfuerzo, la constancia y
la aplicación, sino el pasotismo y la indolencia.
Asimilar saberes
Nada de extraño tiene que cuando esos alumnos llegan a la Universidad sean incapaces de asimilar los saberes que se imparten, lo que conduce a dos salidas igualmente penosas: o los profesores tienen que ponerse a impartir estudios de tipo medio, o los alumnos lo dejan o tardan montones de años en acabar la carrera. Todo ello mientras se descuida la valiosísima Formación Profesional, produciéndose un enorme déficit de dichos profesionales, que han venido a llenar inmigrantes del Este de Europa.
Las consecuencias están a la
vista: una altísima tasa de abandono escolar. Un Bachillerato
jibarizado y una Universidad reducida a expedidora de títulos.
Naturalmente, siguen saliendo de ellas chicos y chicas bien formados.
Pero tienen que marchar al extranjero, contentarse con empleos muy por
debajo de su preparación o apuntarse al paro. La educación, en suma, es
la asignatura pendiente de la España democrática, que no es tan
democrática por eso.
ABC.ES, JOSÉ MARÍA CARRASCAL,7/10/2010
INFORME PISA:
Consulte el último informe PISA sobre calidad educativa
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