954 ¿POR QUÉ ESTUDIAR EL ARTE EN LA PREHISTORIA?

 PREHISTORIA




PERIODIZACIÓN


Paleolítico Superior (40000-15000 a. C.)
Mesolítico (15000-7000 a. C.)
Neolítico (7000-3500 a. C.)
Edad de los Metales (3500-1500 a. C.)


INTRODUCCIÓN.


Dentro del epígrafe arte prehistórico se esconden numerosas y variadas manifestaciones que van, a lo largo de milenios, desde la pintura, el grabado y la escultura, hasta la arquitectura ciclópea. Esta enorme diversidad y la amplitud cronológica existente hacen imposible una descripción unitaria.


El retrato más antiguo que se conoce hasta la fecha —la cabeza de una mujer hallada en Moravia (actual República Checa) en 1920 esculpida en marfil de mamut hace 27.000 años— sorprende al visitante al presentar unos rasgos alargados y próximos a los de las mujeres de Modigliani.
Uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de aquella década, y que tuvo su escenario en una cueva de Baden-Württemberg (Alemania), nos muestra el torso esculpido de un hombre con cabeza de un león, es decir la combinación de rasgos humanos y animales como prueba de la capacidad imaginativa del artista de hace 32.000 años, que quiere expresar en su obra ideas por encima del mundo real que le rodea. A esa mente creativa le llevó, según los cálculos de los expertos, cuatro centenares de horas ejecutar su pieza, un empleo del tiempo muy valioso que conferiría especial relieve a su trabajo en el seno de la comunidad en la que habitó.
Muchos de estos descubrimientos, como el grupo de tallas de cabezas de caballo hallado en otra cueva del Pirineo y que casi sugeriría unaproducción en serie, indican que las sociedades de la Edad del Hielo valoraban a unos artistas encomendados expresamente a su labor. Y que estos no tenían necesariamente una impronta naturalista, como demuestra una serie de figuras de animales esculpidos en marfil, que desprenden quizá una imagen de la reencarnación de los ancestros o bien la idea de un creador mítico.
El grabado, ejecutado en un segmento seccionado del cuerno de un mamut, que muestra a un ciervo macho persiguiendo a una hembra —con la cabeza y su cornamenta reclinadas y rendidas ante la llamada de la especie— es el reflejo de la ambición de un artista que no dista tanto del concepto que hoy conocemos. El autor ha seleccionado una pieza de marfil, al igual que sus pares posteriores optarían por otros materiales más propios de las sucesivas épocas como la madera o el lienzo, para ejecutar una composición que tiene en cuenta el espacio y el posicionamiento de sus sujetos. El medio, concluye Cook, sería diferente, “pero la mente creativa que produjo ese trabajo es la misma”.
Esas empresas tan creativas y producidas en una era que hoy cuesta imaginar más allá del básico instinto de supervivencia



El arte primitivo fue realizado por sociedades que muestran diferencias mucho más grandes de las que hoy en día podemos encontrar entre la cultura clásica y la actual. Nadie puede negar la evolución del ser humano en estos últimos veinte siglos pero tampoco pueden olvidarse las influencias estéticas, filosóficas, lingüísticas, etc. que el hombre actual ha recibido hasta conformar la llamada civilización occidental. Sin embargo resulta difícil establecer paralelos culturales con las primeras sociedades sedentarias y mucho menos con los cazadores-recolectores del paleolítico. El abismo parece tan grande y la información recibida tan escasa que todavía hoy en día muchas de estas manifestaciones son difíciles de interpretar o han sido explicadas con numerosas y opuestas teorías. A veces se han buscado en la etnografía y la antropología posibles paralelos que nos ayuden a comprender la mentalidad de los hombres prehistóricos. En otras ocasiones el estudio se ha realizado a través del análisis científico y estadístico de las propias obras. La existencia de corrientes de investigación diversas refleja el interés que han transmitido desde su descubrimiento. Su calidad estética, su localización, muchas veces en entornos apenas transformados por los siglos y la sensación de cierto misterio que el espectador percibe al contemplarlas son rasgos de este primer arte.
En estos contextos antiguos el arte es relevante, además de por su calidad estética, por constituir una forma de conocimiento de una realidad social. Con frecuencia el investigador se ha preguntado qué movió a esas sociedades a utilizar este sistema de comunicación. Una posible respuesta está dentro del propio ser humano. Por ello el arte y el hombre han estado siempre unidos mediante los símbolos y la abstracción. Ya el arte paleolítico muestra la capacidad humana para expresar ese mundo simbólico que puede escaparse al hombre.
Con cierta frecuencia el arte prehistórico se conserva en el lugar donde fue concebido. A pesar del tiempo transcurrido todavía es posible contemplarlo y se hace necesario concienciar a la sociedad de la importancia de su conservación. Son demasiados los elementos naturales que lo ponen en peligro (erosión, microorganismos, hundimientos, ...), como para tener que sumar a éstos el vandalismo derivado de la incultura. Se hace necesaria la concienciación social y el respeto hacia las obras artísticas más antiguas del ser humano.

EL ARTE PALEOLÍTICO

El fenómeno del arte paleolítico, a diferencia de otras manifestaciones posteriores, se conoce desde hace, relativamente, poco tiempo. A mediados del siglo XIX se descubrió un fragmento óseo de reno en el que aparecían grabadas unas ciervas. En esa época nadie fue capaz de atribuir a la pieza la antigüedad que poseía y tan solo se indicó que debía datarse con anterioridad a los galos. La segunda mitad del siglo XIX conoció importantes avances en campos como la geología, la biología o la paleontología que abrieron el camino al conocimiento histórico de épocas remotas. Sin embargo, habrá que esperar hasta el siglo XX para que la comunidad científica reconozca la antigüedad y veracidad de pinturas como las de Altamira u otras cuevas francesas descubiertas a finales del siglo XIX. Desde entonces los descubrimientos arqueológicos no han cesado y actualmente dentro del arte paleolítico se incluye un importante número de manifestaciones que van desde la escultura, el relieve y el grabado hasta la pintura. Gracias a la abundancia de ejemplos se conocen representaciones de animales de estepa, de tundra, de bosque o de montaña. Esta variedad en los ecosistemas nos remite a geografías y épocas diversas.


El arte paleolítico es, hoy por hoy, un arte europeo. En otros continentes existen también ejemplos antiguos pero parece que no pueden atrasarse más del epipaleolítico.
Tampoco en toda Europa existe una distribución homogénea. Al hablar del arte parietal el espacio geográfico se concreta enormemente, afectando básicamente a regiones del suroeste continental aunque existen ejemplos aislados que llegan a los Urales. Destaca por la abundancia de cavernas con arte la franja cantábrica de España, los Pirineos y el Perigord y la Dordoña en Francia. El arte mueble tiene una difusión mucho más amplia que va desde la península Ibérica hasta Siberia. No está claro por qué se produce esta diferencia. Se habla de la necesidad de macizos cársticos para pintar (no parece probable al haber muchas regiones con relieves calizos sin arte o ejemplos de grabados en otro tipo de piedra), de la dificultad para la conservación o de la diferencia en cuanto a extensión territorial de los grandes complejos culturales del Paleolítico Superior.


Fueron las distintas culturas –auriñaciense, gravetiense, solutrense y magdaleniense- las que crearon, a lo largo de algo más de veinte mil años, unas manifestaciones que, a pesar de su amplitud cronológica, parecen poseer una unidad. Esta aparente unidad no esconde una complejidad a la hora de fijar cronologías o de buscar una interpretación satisfactoria de este arte.
La primera división que puede efectuarse del arte paleolítico analiza el llamado arte parietal y el arte mueble. El primero engloba tradicionalmente todas aquellas manifestaciones realizadas en cuevas, desde las entradas de éstas hasta las salas más profundas. Actualmente se conocen obras realizadas al aire libre, destacando el núcleo salmantino-portugués de Siega Verde y Foz Côa.
Respecto al arte mueble en él se incluyen todos los pequeños objetos transportables. Presenta una gran variedad tanto en el soporte elegido –hueso, asta, piedra- como en la técnica utilizada –escultura, relieve, grabado-. Pueden mencionarse los útiles característicos del Paleolítico Superior –bastones de mando, azagayas ...- o las plaquetas de piedra con grabados. Quizá los ejemplos más conocidos sean las llamadas venus paleolíticas, estatuillas que no superan los treinta centímetros en las que el autor acentuó los órganos sexuales. Predominan los ejemplos de volúmenes exagerados, aunque también se conocen venus estilizadas. Sin poder dar un significado concreto (posiblemente exista más de una interpretación), los más utilizados hablan de la representación de la madre tierra o de las diosas de la fecundidad.
En cuanto a las técnicas artísticas empleadas destacan el grabado, el trazado digital, el relieve y la pintura. El grabado es la técnica mas utilizada y deja sobre el soporte un trazo inciso más o menos profundo.


Deben mencionarse como ejemplos específicos el grabado picado realizado mediante golpes y el grabado estriado a través de finas estrías que proporcionan volumen en partes concretas de los animales representados. El trazado digital es el realizado con uno o varios dedos por lo que sólo es apto en soportes blandos (arcilla o caliza descompuesta). Se trata de una técnica antigua que llega, sin embargo, hasta las últimas manifestaciones del Magdaleniense final. El relieve y el modelado se entienden dentro de la preocupación por la necesidad de proporcionar a la obra tres dimensiones. A veces el volumen se obtiene aprovechando relieves naturales de la cueva aunque resultan más espectaculares los relieves franceses de la Dordoña. Por último, la pintura aparece con una paleta reducida aunque puede apreciarse variantes de colores. Los dos colores básicos son el negro de manganeso o carbón mezclado con algunas harinas y el rojo de óxidos de hierro u ocre. A partir de estos dos colores aparecen tonalidades que van al azulado y al violáceo con el manganeso y al anaranjado y amarillo con el óxido de hierro. La pintura pudo aplicarse con pincel, con tampón (Covalanas) o con los propios dedos y generalmente predominó la monocromía. Así mismo, lo más habitual fue el dibujo del contorno aunque no faltan las llamadas tintas planas que cubren total o parcialmente las figuras.
Con frecuencia las distintas técnicas se combinaban, sobre todo el grabado y la pintura. Por ejemplo, un raspado posterior a la pintura proporcionaba una variación cromática que podía contribuir a la obtención de volumen. Parece claro que muchas veces se buscó el volumen utilizando la técnica de despiece de los contornos (doble línea de la crin o del vientre) o los trazos de sombreado, aunque la mayor perfección la consiguen con la bicromía.
Los especialistas en arte paleolítico han demostrado la existencia de convencionalismos estilísticos y técnicas que tienen valor cultural, hablándose en ocasiones de “escuelas” dentro de este arte.
Al hablar de la temática, conviene matizar la afirmación de que el arte paleolítico es un arte naturalista, puesto que olvida la relevancia que los signos o ideomorfos tuvieron en él. También, con frecuencia, se emplea la afirmación de arte animalista por la variada presencia de animales. Puede afirmarse que existen dos grandes motivos, animales y signos. Un tercero, mucho menos representativo, fueron las representaciones humanas (fundamentalmente manos).


Los animales aparecen como el tema fundamental, sobre todo desde que algunos autores han buscado una interpretación de este arte a través de la asociación de determinadas especies con dos mundos distintos (el masculino mediante el caballo y el femenino con el bisonte). Los más representativos son los équidos y los bóvidos a los que les siguen los cérvidos y los caprinos. Mucho más raros son los úrsidos y los felinos. Se ha intentado con frecuencia señalar subespecies de estos animales, buscando establecer cronologías a partir de la evolución del clima.
Los signos son muy abundantes en el arte mueble y aparecen con frecuencia en las cuevas. Su tipología es muy variada y morfológicamente se hablas de tectiformes, puntos, bastoncillos, … . Su interpretación ha sido muy discutida. Dependiendo de su forma se habla de trampas, cabañas, sistemas numéricos, calendarios, … .Otras veces se han asociado a la representación masculina (signos alargados y estrechos) o a la femenina (signos ovalados, vulviformes o triangulares).
En cuanto, a las representaciones humanas, los antropomorfos son escasos, de mala calidad y escaso naturalismo. Se trata de esquemas someros que presentan bastantes veces rasgos híbridos entre humanos y animales. Quizá el ejemplo más destacado sea el brujo de Trois Freres identificado como un Dios por H. Breuil. Casi todas las interpretaciones relacionan estas figuras con un mundo de ceremonias y prácticas religiosas. Además de las representaciones explícitas de órganos sexuales, como se ve en la sala de las vulvas de Tito Bustillo, las manos constituyen los ejemplos más destacados. Las manos pueden aparecer “en positivo” cuando la mano se ha impregnado de pintura y se apoya en la pared, o “en negativo” cuando se coloca la mano limpia en la pared y se colorea el contorno. Quizá el aspecto más interesante sea la aparición de manos mutiladas. Nada hace pensar que en una economía de cazadores se produzca una mutilación ritual. Según algunos autores estaríamos ante un código visual.
Una de las mayores preocupaciones de este arte ha sido elaborar una clasificación cronológica mediante el análisis detallado del estilo. En este campo destaca los trabajos de Breuil y Leroi-Gourhan. En ambos casos se observa una evolución que avanza hacia una mayor complejidad y calidad técnica. El primero establece dos grandes ciclos de arte paleolítico: el auiriñaco-perigordiense y el solutreo-magdaleniense. En cada uno de estos ciclos se pasaría de las pinturas más sencillas a los ejemplos más sobresalientes (Lascaux en el primer ciclo, Altamira en el segundo). Leroi-Gourhan establecería una evolución única a través de cuatro estilos en los que se van perfeccionando las técnicas hasta concluir en la explosión del estilo IV, ya en el Magdaleniense, momento al que correspondería casi el 80% de las obras.
Por último, puede hablarse de la interpretación y el significado de este arte. A lo largo de algo más de cien años han sido muchas las teorías que se han expuesto. En una primera fase, que se corresponde con el final del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, se apuntaron dos posibles explicaciones. En un primer momento se consideró al hombre prehistórico incapaz de poseer pensamientos complejos y por ello negaban el carácter religioso o simbólico del arte. Las obras serían manifestaciones del ocio, es decir, se defendió el arte por el arte. La segunda sustituyó rápidamente a la anterior y se encontraba influida por la etnografía tan de moda en la época. Los animales serían vistos como símbolos del clan. Apareció, por paralelismos con tribus actuales, la idea del tótem, el animal que identificaba la pertenencia a un grupo. La cantidad de animales representados hacía difícil aceptar esta visión que pronto se extendió hacia campos más amplios, hablándose de animismo, de naturismo …
La segunda fase arrancaría de estas explicaciones y llegaría aproximadamente hasta la mitad del siglo XX. La magia simpática iba tomando fuerza. En su favor se encontraba que la mayoría de las obras eran de animales y que éstos se hallaron muchas veces en lugares recónditos de las cuevas asimilados con santuarios. El animal es alimento para el clan. Aquellos que no son comestibles se incluyen en la magia de destrucción. El hombre con sus ritos controlaría la naturaleza en su propio beneficio. Esta teoría parecía completarse al aparecer ejemplos de animales heridos. Los signos se identificaron con las trampas, armas, etc..
La tercera etapa llegaría en la segunda mitad del siglo XX y supuso un cambio radical. Analizando el contexto arqueológico y describiendo minuciosamente cada uno de los animales y signos, así como su localización en la cueva, se elaboró todo un estudio estadístico del arte paleolítico. A través de la distribución y las asociaciones existentes se llegó a la conclusión de que este arte formaba, mediante la iconografía, un mundo simbólico dual, de contenido sexual, en el que se representaban asociaciones de elementos masculinos con otros interpretados como femeninos.
A partir de estas interpretaciones más recientemente se ha intentado localizar dentro del arte paleolítico todo un código de comunicación.
Actualmente se busca conectar la cueva como santuario con el territorio próximo a ella. Se observa un lenguaje que describe las formas de vida y la sociedad de los grupos que lo realizaban.

LA PINTURA LEVANTINA Y EL ARTE ESQUEMÁTICO
En 1.903 Juan Cabré, uno de los padres de la arqueología peninsular, descubría en el barranco de Calapatá, Teruel, los primeros ejemplos de pintura levantina. En apenas diez años un buen número de abrigos salieron a la luz, entre los que destaca el de Cogul en Lérida. Grandes estudiosos del arte prehistórico como Breuil y Obermaier, quisieron ver una conexión entre estas pinturas y las paleolíticas. Un análisis más detallado de la fauna, la temática, el canon de las figuras o la localización, posibilitó rechazar esta teoría pasándose a describir como manifestaciones postpaleolíticas. Sin embargo, dentro de esta denominación deben incluirse además otras obras que tanto en pintura como en grabado son conocidas con el nombre de esquemáticas. Se plantea así la posible conexión de unas y otras y así en nuestros días existen distintas hipótesis en su interpretación.

LA PINTURA LEVANTINA

Centrándonos en primer lugar en la pintura levantina, ésta tiene una distribución homogénea localizada en las regiones montañosas del oriente peninsular. Así aparecen abrigos con pinturas desde el sur de los Pirineos, en las provincias de Lérida y Huesca, hasta la región andaluza en Almería. En algunas zonas, como en el Valle del Ebro, la Sierra de Albarracín o el Maestrazgo, se documentan algunos de los mejores ejemplos. Un análisis más pormenorizado refleja una gran unidad tanto en la técnica empleada como en la temática reproducida.


Respecto a la técnica, las composiciones se sitúan en frisos a través de escenas en las que animales y seres humanos comparte el espacio. Precisamente su ubicación más frecuente está a la vista del espectador, no pretendiendo “esconderse”, lo que las separa en buena parte de las figuras paleolíticas.
Los autores emplean toda una serie de convencionalismos para expresar el movimiento -composiciones diagonales, brazos y piernas en línea, etc-. La técnica casi exclusiva es la pintura roja, negra y, en algunos casos, como en Albarracín, blanca. La utilización de pigmentos minerales de hierro, cobre o caolín debió completarse con alguna grasa como excipiente. Su aplicación sobre la roca varía yendo desde los perfiles simples, en los que se marca el contorno de la figura hasta la más empleada tinta planta que cubre totalmente la figura. A veces, se rellena, a modo de modelado, una parte de la figura mediante líneas o puntuaciones. El grabado es muy escaso y casi siempre se ha explicado como un trabajo previo, una especie de boceto inicial.
La temática es muy variada e informa de las formas de vida de las sociedades de la época. Este aspecto es muy importante a la hora de fijar una cronología para estas obras. Tanto la fauna como las actividades económicas que se desprenden en las pinturas nos hablan de momentos postpaleolíticos, con climas templados semejantes al actual. En cuanto a la fauna, el ciervo, la cabra, el caballo y el toro son, sin duda, los animales más representados. Otro animal frecuente es el jabalí. Frente a estos los cánidos, algunas aves, los rebecos o los corzos son menos numerosos. Incluso aparece algún oso. También pueden destacarse los insectos como en la cueva de la Araña, en donde se documenta la famosa escena de la recogida de la miel. Los équidos aparecen en ocasiones unidos a personas con lazos, pudiéndose hablar tanto de una monta ritual como de la domesticación de los mismos. En un abrigo del Cingle de la Gasulla (Castellón) aparece un jinete que por su estilo cabría atribuir al arte levantino. Sin embargo, la monta de caballos no debió extenderse en la Península hasta el final de la Edad del Bronce, por lo que, según Ripoll, se plantean dudas sobre esta representación que, por datación, tendría que incluirse ya en un periodo de esquematización.
Los animales suelen aparece en grupos destacando las escenas de caza, en las que estas figuras están heridas o persiguen al cazador, rebosando una gran vivacidad. También puede destacarse el tema de las huellas de animales o los rastros de sangre que unen al hombre y al animal. El dinamismo compensa la falta de perspectiva. En Santa Olea aparece un cazador emplumado agachado observando estas huellas.


Las figuras humanas, a diferencia del arte paleolítico, son habituales. Los hombres muestran cómo la actividad cinegética debió ser elemental en la época. Muchas veces agarran arcos y flechas y van desnudos o con pequeñas faldas y pantalones ajustados. Las mujeres visten largas faldas acampanadas mostrando el torso desnudo y portan, a veces, palos de cazar, probablemente con sentido ritual. En los dos sexos son habituales los adornos corporales como los sombreros, los casquetes con cuernos, las plumas y las diademas en la cabeza, los colgantes o las cintas en las piernas. Muchas veces se ha indicado que los vestidos se adecuan a las escenas como sucede con los rituales en los que aparecen personajes enmascarados. En todos los casos el dinamismo suple a la perspectiva.
La cronología de este arte ha sido muy discutida. Ya se ha indicado que actualmente se descarta su origen paleolítico. La mayoría de los autores que lo han estudiado establecen una existencia amplia en el tiempo que podría hundir sus raíces en el epipaleolítico, desarrollándose básicamente en el Neolítico hasta llegar a las primeras fases de la Edad de los Metales. Algún autor, como es el caso de Jordá, negaba esta amplitud cronológica restringiendo el arte levantino al final del Neolítico vinculándolo al fenómeno megalítico y a las sociedades con una economía de producción más propia del inicio de la metalurgia. Quizá las teorías más seguidas, apuntadas por Ripoll, hablan de una evolución observada en las figuras, que iría desde un naturalismo inicial, que avanzaría hacia una mayor estilización primero estática, luego más dinámica, para terminar en una época de transición al esquematismo. Otros autores como Beltrán hablan de una fase prelevantina de pinturas geométricas y lineales antes del periodo naturalista. Después vendrían dos fases, plena y de desarrollo, que recogerían la época neolítica finalizando con un periodo de agotamiento en el que se vuelve al estatismo, ya en la Edad del Bronce.
Esta disparidad de opiniones no se observa en la interpretación en donde existe una mayor unidad. Sin descartar algunos ejemplos con un componente religioso –escenas de danzas, culto al toro-, en la mayoría de los casos la pintura estaría reflejando una cultura de cazadores que ya presentan evidencias propias del Neolítico. Las actividades principales serían las económicas –caza, recolección, industria textil, agricultura- y las sociales –con representaciones de grupos jerarquizados y diversificados-. En definitiva se muestra simbólicamente, a través del arte, la realidad de las comunidades que lo efectuaron.

EL ARTE ESQUEMÁTICO
Parece aceptado que la esquematización sería la culminación de un proceso artístico que se definiría por la simplicidad de las formas reconociéndose en las figuras solamente lo esencial tras renunciar a los detalles. Sin embargo, el fenómeno esquemático presenta una gran complejidad y dentro de él, además de la pintura, deben introducirse los grabados en dólmenes, castros, cuevas o al aire libre.
Frente al arte levantino, el esquemático no tiene una distribución precisa, localizándose en toda la Península Ibérica (dejando al margen otras manifestaciones europeas). También su soporte y su temática son más variados. No tiene el carácter mitográfico del arte paleolítico, acercándose al levantino por su carácter narrativo aunque su desarrollo es propio de sociedades metalúrgicas de economía más compleja.
Cronológicamente se incluye, por lo tanto, dentro de la edad de los Metales, con ejemplos antiguos que llegarían al calcolítico y otros más recientes, ya de la Edad del Hierro.
Tiene una temática amplia y variada y, a veces, resulta difícil de determinar. Dada la existencia de variantes locales la tipología está lejos de ser uniforme. El gran tema es el antropomorfo con numerosos variantes. Pilar Acosta ha establecido diferentes tipos (cruciformes, en T, golondrina, ancoriformes). Los zoomorfos también están muy representados destacando los cuadrúpedos identificados como ciervos o cabras. Se habla también de la aparición de estructuras de hábitat, de ornamentos y de ídolos y signos abstractos. Dentro de estos últimos los esteliformes podrían ser un punto de apoyo para una posible cronología calcolítica al recordar a las estelas de esa época. Pueden destacarse los temas en herradura, las espirales, los soliformes, los podomorfos, los esteliformes.


Las técnicas utilizadas son la pintura y el grabado. En cuanto a la pintura, por su proximidad puede destacase el núcleo soriano o el salmantino. En las Batuecas se localizan numerosos abrigos de pinturas a las que se da una cronología del Bronce e incluso anterior. Respecto al grabado, en lugares tan próximos como las Hurdes aparecen al aire libre cerca de los ríos y en zonas de tránsito. Se trata de un conjunto artístico para el que se le ha buscado fechas del Bronce Final, Edad del Hierro e incluso pervivencias romanas.
Uno de los núcleos que mayor personalidad posee es el de los petroglifos gallegos que se extienden también por Portugal. Su presencia, en rocas graníticas en laderas de pequeñas colinas, reúne combinaciones circulares, espirales, laberintos, arcos, figuras humanas, etc. Buena parte de ellos se incluyen en la Edad del Bronce, aunque no deben descartarse ejemplos anteriores ni posteriores.
El mundo esquemático resulta misterioso. Existen pocos contextos arqueológicos y los investigadores tienen dificultades para precisar su significado. Frecuentemente se habla de lugares de culto, de mundo simbólico, pero en términos polivalentes dependiendo de los símbolos –mundo solar, astral, fecundidad, muerte, … -.

EL MEGALITISMO

El término megalitismo alude etimológicamente a aquellas construcciones pétreas realizadas con grandes bloques denominados ortostatos. Tradicionalmente el megalitismo quedó unido a una etapa cultural del comienzo de los metales. Actualmente se sabe que los monumentos megalíticos no deben introducirse exclusivamente en una cultura, ya que cronológicamente sobrepasa varias, y que tampoco debe relacionarse su origen con los metales ya que las dataciones con radio carbono y los ajuares de algunos de los dólmenes indica una mayor antigüedad.
Así, parece que a partir del IV milenio antes de nuestra era, en la fachada atlántica un grupo de poblaciones comienza a enterrar a sus muertos dentro de enormes bloques de piedra. De esta forma podría establecerse la equivalencia entre megalitismo y enterramiento o, lo que es lo mismo, entre cultura megalítica y dolmen. Sin embargo, existen otras manifestaciones megalíticas como los menhires –piedra erguida en bretón- que pueden formar kilómetros de alineamientos como en Bretaña, o los círculos más conocidos en las islas británicas. Algunos de estos ejemplos presentan dificultades para datarlos. Se sabe que los menhires pueden levantarse incluso como monumentos conmemorativos ya en época histórica.


Refiriéndonos a los dólmenes su origen ha causado una gran controversia al documentarse en territorios tan alejados como las Islas Británicas y el Mediterráneo oriental. En el siglo XIX la localización de estos monumentos en el Sureste peninsular llevó a Louis Siret a indicar los paralelos existentes entre éstos y las tumbas micénicas, hablando de una difusión cultural por el Mediterráneo que partiría del extremo oriental. Esta interpretación se mantuvo vigente a pesar de que desde España algunos investigadores insistieron en el carácter local de los ejemplos peninsulares. Posteriormente se diferenció entre los monumentos más simples de origen neolítico en el occidente europeo y los Tholois también presentes en esta zona pero de influencias orientales en la Edad de los Metales. Quizá sea la obra de Renfrew la que produjo una visión más actual hablando de poligenismo en estos monumentos que podrían adscribirse a culturas diferenciadas. Esta hipótesis avala perfectamente las altas cronologías de los dólmenes atlánticos. En esta área, en donde se incluyen los ejemplos de la Península Ibérica, la utilización de los dólmenes como lugares de enterramiento debió mantenerse a lo largo incluso de milenios entre el final del Neolítico, la Edad de Cobre, y parte de la Edad del Bronce.


Durante esta secuencia temporal tan amplia se realizaron construcciones diferentes pudiéndose establecer una tipología que muchas veces carece de valor cronológico. Los dólmenes simples configuran una cámara poligonal a partir de grandes ortostatos. En los sepulcros de corredor se añadiría un pasillo y en los sepulcros de galería ese pasillo y la cámara apenas se diferenciarían, construyendo los ejemplos más grandes de España.
Algunos autores se han referido a la cultura dolménica como la primera manifestación de una sociedad jerarquizada y organizada que llevó a cabo el ingente trabajo de extracción, tratado, transporte y colocación de las grandes piedras. Germán Delibes habla de primitivos raíles de madera combinados con rodillos para desplazar cientos de toneladas solamente con la fuerza humana. Resultan sorprendentes los cientos de kilómetros de distancia entre las canteras y la ubicación del más celebre monumento megalítico, el británico de Stonehenge.
Por último, pueden mencionarse algunas características de los grupos que utilizaron estos panteones. Parece demostrado, aunque en algunos casos la acidez del suelo ha impedido su conservación, que el ritual funerario empleado fue el de la inhumación. Al muerto le acompañaría un ajuar compuesto por cerámica, hachas pulimentadas, flechas, elementos de adorno y, en ocasiones, ídolos, elementos todos ellos que avalan las cronologías anteriormente indicadas.
FUENTE:historia.iesramonolleros.es

CONTEXTO HISTÓRICO
HIS-PREHISTORIA

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