PREHISTORIA
PERIODIZACIÓN
Paleolítico Superior (40000-15000 a. C.)
Mesolítico (15000-7000 a. C.)
Neolítico (7000-3500 a. C.)
Edad de los Metales (3500-1500 a. C.)
INTRODUCCIÓN.
Dentro del epígrafe arte prehistórico se esconden numerosas y variadas manifestaciones que van, a lo largo de milenios, desde la pintura, el grabado y la escultura, hasta la arquitectura ciclópea. Esta enorme diversidad y la amplitud cronológica existente hacen imposible una descripción unitaria.
El retrato más antiguo que se conoce hasta la fecha —la cabeza de una mujer hallada en Moravia (actual República Checa) en 1920 esculpida en marfil de mamut hace 27.000 años— sorprende al visitante al presentar unos rasgos alargados y próximos a los de las mujeres de Modigliani.
Uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de aquella década, y que tuvo su escenario en una cueva de Baden-Württemberg (Alemania), nos muestra el torso esculpido de un hombre con cabeza de un león, es decir la combinación de rasgos humanos y animales como prueba de la capacidad imaginativa del artista de hace 32.000 años, que quiere expresar en su obra ideas por encima del mundo real que le rodea. A esa mente creativa le llevó, según los cálculos de los expertos, cuatro centenares de horas ejecutar su pieza, un empleo del tiempo muy valioso que conferiría especial relieve a su trabajo en el seno de la comunidad en la que habitó.
Muchos de estos descubrimientos, como el grupo de tallas de cabezas de caballo hallado en otra cueva del Pirineo y que casi sugeriría unaproducción en serie, indican que las sociedades de la Edad del Hielo valoraban a unos artistas encomendados expresamente a su labor. Y que estos no tenían necesariamente una impronta naturalista, como demuestra una serie de figuras de animales esculpidos en marfil, que desprenden quizá una imagen de la reencarnación de los ancestros o bien la idea de un creador mítico.
El grabado, ejecutado en un segmento seccionado del cuerno de un mamut, que muestra a un ciervo macho persiguiendo a una hembra —con la cabeza y su cornamenta reclinadas y rendidas ante la llamada de la especie— es el reflejo de la ambición de un artista que no dista tanto del concepto que hoy conocemos. El autor ha seleccionado una pieza de marfil, al igual que sus pares posteriores optarían por otros materiales más propios de las sucesivas épocas como la madera o el lienzo, para ejecutar una composición que tiene en cuenta el espacio y el posicionamiento de sus sujetos. El medio, concluye Cook, sería diferente, “pero la mente creativa que produjo ese trabajo es la misma”.
Esas empresas tan creativas y producidas en una era que hoy cuesta imaginar más allá del básico instinto de supervivencia
El arte
primitivo fue realizado por sociedades que muestran diferencias mucho más
grandes de las que hoy en día podemos encontrar entre la cultura clásica y la
actual. Nadie puede negar la evolución del ser humano en estos últimos veinte
siglos pero tampoco pueden olvidarse las influencias estéticas, filosóficas,
lingüísticas, etc. que el hombre actual ha recibido hasta conformar la llamada
civilización occidental. Sin embargo resulta difícil establecer paralelos
culturales con las primeras sociedades sedentarias y mucho menos con los
cazadores-recolectores del paleolítico. El abismo parece tan grande y la
información recibida tan escasa que todavía hoy en día muchas de estas
manifestaciones son difíciles de interpretar o han sido explicadas con numerosas
y opuestas teorías. A veces se han buscado en la etnografía
y la antropología posibles paralelos que nos ayuden a comprender la
mentalidad de los hombres prehistóricos. En otras ocasiones el estudio se ha
realizado a través del análisis científico y estadístico de las propias obras.
La existencia de corrientes de investigación diversas refleja el interés que han
transmitido desde su descubrimiento. Su calidad estética, su localización,
muchas veces en entornos apenas transformados por los siglos y la sensación de
cierto misterio que el espectador percibe al contemplarlas son rasgos de este
primer arte.
En estos
contextos antiguos el arte es relevante, además de por su calidad
estética, por constituir una forma de conocimiento de una realidad social.
Con frecuencia el investigador se ha preguntado qué movió a esas sociedades a
utilizar este sistema de comunicación. Una posible respuesta está dentro del
propio ser humano. Por ello el arte y el hombre han estado siempre unidos
mediante los símbolos y la abstracción. Ya el arte paleolítico muestra la
capacidad humana para expresar ese mundo
simbólico que puede escaparse al hombre.
Con cierta
frecuencia el arte prehistórico se conserva en el lugar donde fue concebido. A
pesar del tiempo transcurrido todavía es posible contemplarlo y se hace
necesario concienciar a la sociedad de la importancia de su conservación.
Son demasiados los elementos naturales que lo ponen en peligro (erosión,
microorganismos, hundimientos, ...), como para tener que sumar a éstos el
vandalismo derivado de la incultura. Se hace necesaria la concienciación social
y el respeto hacia las obras artísticas más antiguas del ser humano.
EL ARTE PALEOLÍTICO
El fenómeno del arte paleolítico, a diferencia de
otras manifestaciones posteriores, se conoce desde hace, relativamente, poco
tiempo. A mediados del siglo XIX se descubrió un fragmento
óseo de reno en el que aparecían grabadas unas ciervas. En esa época nadie
fue capaz de atribuir a la pieza la antigüedad que poseía y tan solo se indicó
que debía datarse con anterioridad a los galos. La segunda mitad del siglo XIX
conoció importantes
avances en campos como la geología, la biología o la paleontología que
abrieron el camino al conocimiento histórico de épocas remotas. Sin embargo,
habrá que esperar hasta el siglo XX para que la comunidad científica reconozca
la antigüedad y veracidad de pinturas como las de Altamira
u otras cuevas francesas descubiertas a finales del siglo XIX. Desde entonces
los descubrimientos arqueológicos no han cesado y actualmente dentro del arte
paleolítico se incluye un importante número de manifestaciones que van desde la
escultura,
el relieve
y el grabado
hasta la pintura.
Gracias a la abundancia de ejemplos se conocen representaciones de animales de
estepa, de tundra, de bosque o de montaña. Esta variedad en los ecosistemas nos
remite a geografías y épocas diversas.
El arte paleolítico
es, hoy por hoy, un arte europeo. En otros continentes existen también ejemplos
antiguos pero parece que no pueden atrasarse más del epipaleolítico.
Tampoco en toda
Europa existe una distribución
homogénea. Al hablar del arte parietal el espacio geográfico se concreta
enormemente, afectando básicamente a regiones del suroeste continental aunque
existen ejemplos aislados que llegan a los Urales. Destaca por la abundancia de
cavernas con arte la franja cantábrica de España, los Pirineos y el Perigord y
la Dordoña en Francia. El arte mueble tiene una difusión mucho más amplia que va
desde la península Ibérica hasta Siberia. No está claro por qué se produce esta
diferencia. Se habla de la necesidad de macizos cársticos para pintar (no parece
probable al haber muchas regiones con relieves calizos sin arte o ejemplos de
grabados en otro tipo de piedra), de la dificultad para la conservación o de la
diferencia en cuanto a extensión territorial de los grandes complejos culturales
del Paleolítico Superior.
Fueron las distintas
culturas –auriñaciense, gravetiense, solutrense y magdaleniense- las que
crearon, a lo largo de algo más de veinte mil años, unas manifestaciones que, a
pesar de su amplitud cronológica, parecen poseer una unidad. Esta aparente
unidad no esconde una complejidad a la hora de fijar cronologías o de buscar una
interpretación satisfactoria de este arte.
La primera división que puede efectuarse del arte
paleolítico analiza el llamado arte
parietal y el arte
mueble. El primero engloba tradicionalmente todas aquellas manifestaciones
realizadas en cuevas, desde las entradas de éstas hasta las salas más profundas.
Actualmente se conocen obras realizadas al aire libre, destacando el núcleo
salmantino-portugués de Siega Verde y Foz Côa.
Respecto al arte mueble en él se incluyen todos
los pequeños objetos transportables. Presenta una gran variedad tanto en el
soporte elegido –hueso, asta, piedra- como en la técnica utilizada –escultura,
relieve, grabado-. Pueden mencionarse los útiles característicos del Paleolítico
Superior –bastones
de mando, azagayas ...- o las plaquetas
de piedra con grabados. Quizá los ejemplos más conocidos sean las llamadas
venus
paleolíticas, estatuillas que no superan los treinta centímetros en las que
el autor acentuó los órganos sexuales. Predominan los ejemplos de volúmenes
exagerados, aunque también se conocen venus
estilizadas. Sin poder dar un significado concreto (posiblemente exista más
de una interpretación), los más utilizados hablan de la representación de la
madre tierra o de las diosas de la fecundidad.
En cuanto a las
técnicas artísticas empleadas destacan el grabado, el trazado digital, el
relieve y la pintura. El grabado
es la técnica mas utilizada y deja sobre el soporte un trazo inciso más o menos
profundo.
Deben mencionarse
como ejemplos específicos el grabado
picado realizado mediante golpes y el grabado estriado a través de finas
estrías que proporcionan volumen en partes concretas de los animales
representados. El trazado
digital es el realizado con uno o varios dedos por lo que sólo es apto en
soportes blandos (arcilla o caliza descompuesta). Se trata de una técnica
antigua que llega, sin embargo, hasta las últimas manifestaciones del
Magdaleniense final. El relieve
y el modelado se entienden dentro de la preocupación por la necesidad de
proporcionar a la obra tres dimensiones. A veces el volumen se obtiene
aprovechando relieves naturales de la cueva aunque resultan más espectaculares
los relieves franceses de la Dordoña. Por último, la pintura
aparece con una paleta reducida aunque puede apreciarse variantes de colores.
Los dos colores básicos son el negro
de manganeso o carbón mezclado con algunas harinas y el rojo
de óxidos de hierro u ocre. A partir de estos dos colores aparecen tonalidades
que van al azulado y al violáceo con el manganeso y al anaranjado y amarillo con
el óxido de hierro. La pintura pudo aplicarse con pincel, con tampón
(Covalanas) o con los propios dedos y generalmente predominó la monocromía.
Así mismo, lo más habitual fue el dibujo del contorno aunque no faltan las
llamadas tintas planas que cubren total o parcialmente las figuras.
Con frecuencia las distintas técnicas se
combinaban, sobre todo el grabado y
la pintura. Por ejemplo, un raspado posterior a la pintura proporcionaba una
variación cromática que podía contribuir a la obtención de volumen. Parece claro
que muchas veces se buscó el volumen utilizando la técnica de despiece
de los contornos (doble línea de la crin o del vientre) o los trazos de
sombreado, aunque la mayor perfección la consiguen con la bicromía.
Los especialistas en
arte paleolítico han demostrado la existencia de convencionalismos estilísticos
y técnicas que tienen valor cultural, hablándose en ocasiones de “escuelas”
dentro de este arte.
Al hablar de la temática, conviene matizar la
afirmación de que el arte paleolítico es un arte naturalista, puesto que olvida
la relevancia que los signos
o ideomorfos tuvieron en él. También, con frecuencia, se emplea la
afirmación de arte animalista por la variada presencia de animales. Puede
afirmarse que existen dos grandes motivos, animales y signos. Un tercero, mucho
menos representativo, fueron las representaciones humanas (fundamentalmente
manos).
Los animales aparecen
como el tema fundamental, sobre todo desde que algunos autores han buscado una
interpretación de este arte a través de la asociación de determinadas especies
con dos mundos distintos (el masculino mediante el caballo
y el femenino con el bisonte).
Los más representativos son los équidos y los bóvidos a los que les siguen los
cérvidos y los caprinos.
Mucho más raros son los úrsidos
y los felinos. Se ha intentado con frecuencia señalar subespecies de estos
animales, buscando establecer cronologías a partir de la evolución del
clima.
Los signos
son muy abundantes en el arte mueble y aparecen con frecuencia en las cuevas. Su
tipología es muy variada y morfológicamente se hablas de tectiformes, puntos,
bastoncillos, … . Su interpretación ha sido muy discutida. Dependiendo de su
forma se habla de trampas, cabañas, sistemas numéricos, calendarios, … .Otras
veces se han asociado a la representación masculina (signos alargados y
estrechos) o a la femenina (signos ovalados, vulviformes o triangulares).
En cuanto, a las
representaciones humanas, los antropomorfos son escasos, de mala calidad y
escaso naturalismo. Se trata de esquemas someros que presentan bastantes veces
rasgos híbridos entre humanos y animales. Quizá el ejemplo más destacado sea el
brujo de Trois
Freres identificado como un Dios por H. Breuil. Casi todas las
interpretaciones relacionan estas figuras con un mundo de ceremonias y prácticas
religiosas. Además de las representaciones explícitas de órganos sexuales, como
se ve en la sala de las vulvas
de Tito Bustillo, las manos constituyen los ejemplos más destacados. Las
manos pueden aparecer “en
positivo” cuando la mano se ha impregnado de pintura y se apoya en la pared,
o “en
negativo” cuando se coloca la mano limpia en la pared y se colorea el
contorno. Quizá el aspecto más interesante sea la aparición de manos mutiladas.
Nada hace pensar que en una economía de cazadores se produzca una mutilación
ritual. Según algunos autores estaríamos ante un código visual.
Una de las mayores
preocupaciones de este arte ha sido elaborar una clasificación
cronológica mediante el análisis detallado del estilo. En este campo destaca
los trabajos de Breuil y Leroi-Gourhan. En ambos casos se observa una evolución
que avanza hacia una mayor complejidad y calidad técnica. El primero establece
dos grandes ciclos de arte paleolítico: el auiriñaco-perigordiense y el
solutreo-magdaleniense. En cada uno de estos ciclos se pasaría de las pinturas
más sencillas a los ejemplos más sobresalientes (Lascaux en el primer ciclo,
Altamira en el segundo). Leroi-Gourhan establecería una evolución única a través
de cuatro estilos en los que se van perfeccionando las técnicas hasta concluir
en la explosión del estilo IV, ya en el Magdaleniense, momento al que
correspondería casi el 80% de las obras.
Por último, puede
hablarse de la interpretación y el significado de este arte. A lo largo de algo
más de cien años han sido muchas las teorías que se han expuesto. En una primera
fase, que se corresponde con el final del siglo XIX y las primeras décadas del
siglo XX, se apuntaron dos posibles explicaciones. En un primer momento se
consideró al hombre prehistórico incapaz de poseer pensamientos complejos y por
ello negaban el carácter religioso o simbólico del arte. Las obras serían
manifestaciones del ocio, es decir, se defendió el arte por el arte. La segunda
sustituyó rápidamente a la anterior y se encontraba influida por la etnografía
tan de moda en la época. Los animales serían vistos como símbolos del clan.
Apareció, por paralelismos con tribus actuales, la idea del tótem, el animal que
identificaba la pertenencia a un grupo. La cantidad de animales representados
hacía difícil aceptar esta visión que pronto se extendió hacia campos más
amplios, hablándose de animismo, de naturismo …
La segunda fase
arrancaría de estas explicaciones y llegaría aproximadamente hasta la mitad del
siglo XX. La magia simpática iba tomando fuerza. En su favor se encontraba que
la mayoría de las obras eran de animales y que éstos se hallaron muchas veces en
lugares recónditos de las cuevas asimilados con santuarios. El animal es
alimento para el clan. Aquellos que no son comestibles se incluyen en la magia
de destrucción. El hombre con sus ritos controlaría la naturaleza en su propio
beneficio. Esta teoría parecía completarse al aparecer ejemplos de animales
heridos. Los signos se identificaron con las trampas, armas, etc..
La tercera etapa
llegaría en la segunda mitad del siglo XX y supuso un cambio radical. Analizando
el contexto arqueológico y describiendo minuciosamente cada uno de los animales
y signos, así como su localización en la cueva, se elaboró todo un estudio
estadístico del arte paleolítico. A través de la distribución y las asociaciones
existentes se llegó a la conclusión de que este arte formaba, mediante la
iconografía, un mundo simbólico dual, de contenido sexual, en el que se
representaban asociaciones de elementos masculinos con otros interpretados como
femeninos.
A partir de estas
interpretaciones más recientemente se ha intentado localizar dentro del arte
paleolítico todo un código de comunicación.
Actualmente se busca
conectar la cueva como santuario con el territorio próximo a ella. Se observa un
lenguaje que describe las formas de vida y la sociedad de los grupos que lo
realizaban.
LA PINTURA LEVANTINA Y EL ARTE ESQUEMÁTICO
En 1.903 Juan Cabré, uno de los
padres de la arqueología peninsular, descubría en el barranco de Calapatá,
Teruel, los primeros ejemplos de pintura levantina. En apenas diez años un buen
número de abrigos salieron a la luz, entre los que destaca el de Cogul en
Lérida. Grandes estudiosos del arte prehistórico como Breuil y Obermaier,
quisieron ver una conexión entre estas pinturas y las paleolíticas. Un análisis
más detallado de la fauna, la temática, el canon de las figuras o la
localización, posibilitó rechazar esta teoría pasándose a describir como
manifestaciones postpaleolíticas. Sin embargo, dentro de esta denominación deben
incluirse además otras obras que tanto en pintura como en grabado son conocidas
con el nombre de esquemáticas. Se plantea así la posible conexión de unas y
otras y así en nuestros días existen distintas hipótesis en su
interpretación.
LA PINTURA LEVANTINA
Centrándonos en primer lugar en la
pintura levantina, ésta tiene una distribución
homogénea localizada en las regiones montañosas del oriente peninsular. Así
aparecen abrigos con pinturas desde el sur de los Pirineos, en las provincias de
Lérida y Huesca, hasta la región andaluza en Almería. En algunas zonas, como en
el Valle del Ebro, la Sierra de Albarracín o el Maestrazgo, se documentan
algunos de los mejores ejemplos. Un análisis más pormenorizado refleja una gran
unidad tanto en la técnica empleada como en la temática reproducida.
Respecto a la técnica, las
composiciones se sitúan en frisos a través de escenas
en las que animales y seres humanos comparte el espacio. Precisamente su
ubicación más frecuente está a la vista del espectador, no pretendiendo
“esconderse”, lo que las separa en buena parte de las figuras paleolíticas.
Los autores emplean toda una serie
de convencionalismos para expresar el movimiento
-composiciones diagonales, brazos y piernas en línea, etc-. La técnica casi
exclusiva es la pintura roja,
negra
y, en algunos casos, como en Albarracín, blanca.
La utilización de pigmentos minerales de hierro, cobre o caolín debió
completarse con alguna grasa como excipiente. Su aplicación sobre la roca varía
yendo desde los perfiles simples, en los que se marca el contorno de la figura
hasta la más empleada tinta planta que cubre totalmente la figura. A veces, se
rellena, a modo de modelado,
una parte de la figura mediante líneas o puntuaciones. El grabado es muy escaso
y casi siempre se ha explicado como un trabajo previo, una especie de boceto
inicial.
La temática es muy variada e
informa de las formas de vida de las sociedades de la época. Este aspecto es muy
importante a la hora de fijar una cronología para estas obras. Tanto la fauna
como las actividades económicas que se desprenden en las pinturas nos hablan de
momentos postpaleolíticos, con climas templados semejantes al actual. En cuanto
a la fauna, el ciervo,
la cabra,
el caballo
y el toro
son, sin duda, los animales más representados. Otro animal frecuente es el
jabalí. Frente a estos los cánidos, algunas aves, los rebecos o los corzos son
menos numerosos. Incluso aparece algún oso. También pueden destacarse los
insectos como en la cueva de la Araña, en donde se documenta la famosa escena de
la recogida
de la miel. Los équidos aparecen en ocasiones unidos a personas con lazos,
pudiéndose hablar tanto de una monta ritual como de la domesticación de los
mismos. En un abrigo del Cingle de la Gasulla (Castellón) aparece un jinete que
por su estilo cabría atribuir al arte levantino. Sin embargo, la monta de
caballos no debió extenderse en la Península hasta el final de la Edad del
Bronce, por lo que, según Ripoll, se plantean dudas sobre esta representación
que, por datación, tendría que incluirse ya en un periodo de
esquematización.
Los animales suelen aparece en
grupos destacando las escenas de caza, en las que estas figuras están heridas o
persiguen al cazador, rebosando una gran vivacidad. También puede destacarse el
tema de las huellas de animales o los rastros de sangre que unen al hombre y al
animal. El dinamismo compensa la falta de perspectiva. En Santa Olea aparece un
cazador emplumado agachado observando estas huellas.
Las figuras
humanas, a diferencia del arte paleolítico, son habituales. Los hombres
muestran cómo la actividad cinegética debió ser elemental en la época. Muchas
veces agarran arcos y flechas y van desnudos o con pequeñas faldas y pantalones
ajustados. Las mujeres
visten largas faldas acampanadas mostrando el torso desnudo y portan, a veces,
palos de cazar, probablemente con sentido ritual. En los dos sexos son
habituales los adornos
corporales como los sombreros, los casquetes con cuernos, las plumas y las
diademas en la cabeza, los colgantes o las cintas en las piernas. Muchas veces
se ha indicado que los vestidos se adecuan a las escenas como sucede con los
rituales en los que aparecen personajes enmascarados. En todos los casos el dinamismo
suple a la perspectiva.
La cronología de este arte ha sido
muy discutida. Ya se ha indicado que actualmente se descarta su origen
paleolítico. La mayoría de los autores que lo han estudiado establecen una
existencia amplia en el tiempo que podría hundir sus raíces en el
epipaleolítico, desarrollándose básicamente en el Neolítico hasta llegar a las
primeras fases de la Edad de los Metales. Algún autor, como es el caso de Jordá,
negaba esta amplitud cronológica restringiendo el arte levantino al final del
Neolítico vinculándolo al fenómeno megalítico y a las sociedades con una
economía de producción más propia del inicio de la metalurgia. Quizá las teorías
más seguidas, apuntadas por Ripoll, hablan de una evolución observada en las
figuras, que iría desde un naturalismo inicial, que avanzaría hacia una mayor
estilización primero estática, luego más dinámica, para terminar en una época de
transición al esquematismo. Otros autores como Beltrán hablan de una fase
prelevantina de pinturas geométricas y lineales antes del periodo naturalista.
Después vendrían dos fases, plena y de desarrollo, que recogerían la época
neolítica finalizando con un periodo de agotamiento en el que se vuelve al
estatismo, ya en la Edad del Bronce.
Esta disparidad de opiniones no se
observa en la interpretación en donde existe una mayor unidad. Sin descartar
algunos ejemplos con un componente religioso –escenas de danzas, culto al toro-,
en la mayoría de los casos la pintura estaría reflejando una cultura de
cazadores que ya presentan evidencias propias del Neolítico. Las actividades
principales serían las económicas –caza, recolección, industria textil,
agricultura- y las sociales –con representaciones de grupos jerarquizados y
diversificados-. En definitiva se muestra simbólicamente, a través del arte, la
realidad de las comunidades que lo efectuaron.
EL
ARTE ESQUEMÁTICO
Parece aceptado que la
esquematización sería la culminación de un proceso artístico que se definiría
por la simplicidad de las formas reconociéndose en las figuras solamente lo
esencial tras renunciar a los detalles. Sin embargo, el fenómeno esquemático
presenta una gran complejidad y dentro de él, además de la pintura, deben
introducirse los grabados en dólmenes, castros, cuevas o al aire libre.
Frente al arte levantino, el
esquemático no tiene una distribución
precisa, localizándose en toda la Península Ibérica (dejando al margen otras
manifestaciones europeas). También su soporte y su temática son más variados. No
tiene el carácter mitográfico del arte paleolítico, acercándose al levantino por
su carácter
narrativo aunque su desarrollo es propio de sociedades metalúrgicas de
economía más compleja.
Cronológicamente se incluye, por lo
tanto, dentro de la edad de los Metales, con ejemplos antiguos que llegarían al
calcolítico y otros más recientes, ya de la Edad del Hierro.
Tiene una temática
amplia y variada y, a veces, resulta difícil de determinar. Dada la
existencia de variantes locales la tipología está lejos de ser uniforme. El gran
tema es el antropomorfo
con numerosos variantes. Pilar Acosta ha establecido diferentes tipos
(cruciformes, en T, golondrina, ancoriformes). Los zoomorfos
también están muy representados destacando los cuadrúpedos
identificados como ciervos o cabras. Se habla también de la aparición de
estructuras de hábitat, de ornamentos y de ídolos y signos
abstractos. Dentro de estos últimos los esteliformes podrían ser un punto de
apoyo para una posible cronología calcolítica al recordar a las estelas de esa
época. Pueden destacarse los temas en herradura, las espirales, los soliformes,
los podomorfos, los esteliformes.
Las técnicas utilizadas son la pintura
y el grabado.
En cuanto a la pintura, por su proximidad puede destacase el núcleo soriano o el
salmantino. En las Batuecas
se localizan numerosos abrigos de pinturas a las que se da una cronología del
Bronce e incluso anterior. Respecto al grabado, en lugares tan próximos como las
Hurdes aparecen al aire libre cerca de los ríos y en zonas de tránsito. Se trata
de un conjunto artístico para el que se le ha buscado fechas del Bronce Final,
Edad del Hierro e incluso pervivencias romanas.
Uno de los núcleos que mayor
personalidad posee es el de los petroglifos
gallegos que se extienden también por Portugal. Su presencia, en rocas
graníticas en laderas de pequeñas colinas, reúne combinaciones circulares,
espirales, laberintos, arcos, figuras humanas, etc. Buena parte de ellos se
incluyen en la Edad del Bronce, aunque no deben descartarse ejemplos anteriores
ni posteriores.
El mundo esquemático resulta
misterioso. Existen pocos contextos arqueológicos y los investigadores tienen
dificultades para precisar su significado. Frecuentemente se habla de lugares de
culto, de mundo
simbólico, pero en términos polivalentes dependiendo de los símbolos –mundo
solar, astral, fecundidad, muerte, … -.
EL MEGALITISMO
El término megalitismo alude
etimológicamente a aquellas construcciones pétreas realizadas con grandes
bloques denominados ortostatos. Tradicionalmente el megalitismo quedó unido a
una etapa cultural del comienzo de los metales. Actualmente se sabe que los
monumentos megalíticos no deben introducirse exclusivamente en una cultura, ya
que cronológicamente sobrepasa varias, y que tampoco debe relacionarse su origen
con los metales ya que las dataciones con radio carbono y los ajuares de algunos
de los dólmenes indica una mayor antigüedad.
Así, parece que a partir del IV
milenio antes de nuestra era, en la fachada
atlántica un grupo de poblaciones comienza a enterrar a sus muertos dentro
de enormes bloques de piedra. De esta forma podría establecerse la equivalencia
entre megalitismo y enterramiento o, lo que es lo mismo, entre cultura
megalítica y dolmen. Sin embargo, existen otras manifestaciones megalíticas como
los menhires –piedra erguida en bretón- que pueden formar kilómetros de alineamientos
como en Bretaña, o los círculos
más conocidos en las islas británicas. Algunos de estos ejemplos presentan
dificultades para datarlos. Se sabe que los menhires pueden levantarse incluso
como monumentos conmemorativos ya en época histórica.
Refiriéndonos a los dólmenes su
origen ha causado una gran controversia al documentarse en territorios tan
alejados como las Islas
Británicas y el Mediterráneo
oriental. En el siglo XIX la localización de estos monumentos en el Sureste
peninsular llevó a Louis Siret a indicar los paralelos existentes entre éstos y
las tumbas micénicas, hablando de una difusión cultural por el Mediterráneo que
partiría del extremo oriental. Esta interpretación se mantuvo vigente a pesar de
que desde España algunos investigadores insistieron en el carácter local de los
ejemplos peninsulares. Posteriormente se diferenció entre los monumentos
más simples de origen neolítico en el occidente europeo y los Tholois
también presentes en esta zona pero de influencias orientales en la Edad de los
Metales. Quizá sea la obra de Renfrew la que produjo una visión más actual
hablando de poligenismo en estos monumentos que podrían adscribirse a culturas
diferenciadas. Esta hipótesis avala perfectamente las altas cronologías de los
dólmenes atlánticos. En esta área, en donde se incluyen los ejemplos de la
Península Ibérica, la utilización de los dólmenes como lugares de enterramiento
debió mantenerse a lo largo incluso de milenios entre el final del Neolítico, la
Edad de Cobre, y parte de la Edad del Bronce.
Durante esta secuencia temporal tan
amplia se realizaron construcciones diferentes pudiéndose establecer una tipología
que muchas veces carece de valor cronológico. Los dólmenes
simples configuran una cámara poligonal a partir de grandes ortostatos. En
los sepulcros
de corredor se añadiría un pasillo y en los sepulcros
de galería ese pasillo y la cámara apenas se diferenciarían, construyendo
los ejemplos más grandes de España.
Algunos autores se han referido a
la cultura dolménica como la primera manifestación de una sociedad jerarquizada
y organizada que llevó a cabo el ingente trabajo de extracción, tratado,
transporte y colocación de las grandes piedras. Germán Delibes habla de
primitivos raíles de madera combinados con rodillos para desplazar cientos de
toneladas solamente con la fuerza humana. Resultan sorprendentes los cientos de
kilómetros de distancia entre las canteras y la ubicación del más celebre
monumento megalítico, el británico de Stonehenge.
Por último, pueden mencionarse algunas
características de los grupos que utilizaron estos panteones. Parece demostrado,
aunque en algunos casos la acidez del suelo ha impedido su conservación, que el
ritual
funerario empleado fue el de la inhumación. Al muerto le acompañaría un
ajuar compuesto por cerámica, hachas pulimentadas, flechas, elementos de adorno
y, en ocasiones, ídolos, elementos todos ellos que avalan las cronologías
anteriormente indicadas.
FUENTE:historia.iesramonolleros.es
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