Tras el triunfo, Azaña fue nombrado Presidente de la República y se formó un gobierno presidido por Casares Quiroga y formado por republicanos de izquierda, sin la participación del PSOE. Esto significó:
- Amplia amnistía para todos los represaliados tras octubre de 1934
- Restablecimiento del Estatuto catalán
- Alejamiento de Madrid de los generales más sospechosos de golpismo (Franco, Mola, Goded)
- Reanudación de la reforma agraria → ocupación de fincas por parte de los campesinos → enfrentamientos con la Guardia Civil → en el verano los terratenientes prefirieron perder la cosecha a contratar jornaleros
- Tramitación de nuevos estatutos de autonomía: Galicia, aprobado en plebiscito en junio de 1936, el del País Vasco estaba prácticamente terminado en julio de 1936.
Ambiente de gran tensión social:
- La izquierda obrera optó por una postura claramente revolucionaria
- Enfrentamientos violentos entre grupos falangistas y milicias socialistas, comunistas y anarquistas
- Conspiración militar contra el gobierno del Frente Popular:
- Trama política: Gil Robles, Calvo Sotelo, Jose Antonio Primo de Rivera
- Ayuda internacional: contactos con Mussolini
- Generales implicados: Franco, Goded, Fanjul, Varela y Mola, en Pamplona, como director del golpe
- 12 de julio: asesinato de un oficial de la Guardia de Asalto, teniente Castillo, y, como respuesta esa misma madrugada, asesinato de José Calvo Sotelo → parece que ese hecho acabó de decidir a Franco
EVOLUCIÓN POLÍTICA
1. La España republicana
3.1.1.Gobierno de J. Giral
o Tras la sublevación militar,
Casares Quiroga dimite y Azaña nombra a Giral, aunque elgobierno pierde el control en
beneficio de las organizaciones obreras (comités) y los gobiernos
regionales (cataluña, Euskadi, Consejos de Asturias y León y de Aragón)
o Proceso de revolución social:
colectivizaciones, sustitución del ejército (disuelto) por milicias
obreras y represión practicada por grupos incontrolados.
o División de objetivos: ganar
la guerra (republicanos, parte de los socialistas y cocmunistas) /
hacer la revolución (anarquistas y trostkistas)
1.2.Gobierno de F. Largo caballero (sep. 36/mayo 37)
o Gobierno de concentración
(republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas)
o El gobierno de traslada a
Valencia en noviembre
o Lenta recuperación del poder: disolución de comités y de
milicias (integradas en el Ejército Popular, formado por brigadas
mixtas, siguiendo el modelo del 5º Regimiento)
o Enfrentamiento en Barcelona
(CNT y POUM) que hace caer al gobierno
1.3.Gobierno de
Juan Negrín (mayo 37/ marzo 39)
o Frente antifascista, con apoyo
de los comunistas y la URSS
o El gobierno se traslada a
Barcelona y después se exilia en Francia
o División entre partidarios
negociación y partidarios resistencia: golpe del coronel Casado (marzo
39) para negociar la paz, sin éxito.
2. La España “nacional”. De la Junta de
Defensa Nacional a la concentración de poderes en Franco
o Muerto Sanjurjo, constitución
de la Junta,
presidida por Cabanillas.
o Sustitución del Estado republicano por otro totalitario:
supresión de libertades y reformas republicanas. Poder militarizado
o Apoyo de la Iglesia (“Cruzada”), los partidos de
derechas (que se disuelven, salvo Falange encargada de la represión en
la retaguardia)
o Concentración de poderes en Franco: Jefe Estado y gobierno (1º octubre 36). Causas: necesidad
de un mando único y mejor situación de Franco, por dirigir al ejército
africano, tener el apoyo monárquico y de los aliados.
o Obediencia al “caudillo” y
creación de un partido único, siguiendo el modelo fascista:
o Decreto de Unificación (abril
37): FET de las JONS (Movimiento
Nacional)
o Legislación represiva que sienta las bases del nuevo Estado
(Ley de Responsabilidades Políticas) y utiliza la represión como
instrumento de terror dirigido desde el poder.
EL FRENTE POPULAR (febr/ julio 1936)
· Formación de dos bloques antagónicos
· Triunfo del F P: republicanos, socialistas y comunistas
· Prte. República: Azaña. Gobierno: Casares Quiroga
1. Reanudación de las reformas:
Amnistía. Estatutos autonomía. Reforma agraria
2. Radicalización:
· La izq. hacia la revolución, la dcha. hacia la conspiración
· Violencia callejera de uno y otro signo
· Conflictividad socio-laboral
· Conspiración militar dirigida por Mola y con apoyo de los grupos de derechas
Golpe militar
Su fracaso conduce a la Guerra Civil
- Alzamiento de un grupo de militares y
políticos de derechas que estuvieron preparando un golpe de estado (18 julio).
- La sublevación fracasó y se llegó al
conflicto armado entre las zonas favorables a los sublevados y las fieles al
gobierno de Madrid.
- Zona republicana: de composición
sindicalista y obrera.
- Zona nacional: clases medias y pequeños
agricultores.
El Frente Popular y radicalización política
Dos fuerzas políticas que hasta el momento tuvieron escasa relevancia, pero que en el futuro serían muy importantes, representaban los dos totalitarismos que en Europa durante los años treinta constituyeron un reto al sistema democrático: el comunismo y el fascismo.
El Partido Comunista de España consideraba que la República tenía un claro significado burgués, y en los comienzos del régimen republicano, fueron los protagonistas de varios incidentes aunque nunca representaron un problema para el gobierno.
Fue a partir del IV Congreso del partido que comenzó a surgir un nuevo sector dirigente en el que destacó la figura de Dolores Ibárruri “la Pasionaria”. En las elecciones de 1931 las fuerzas del PCE eran escasas, pero en 1933 obtuvieron 400.000 votos procedentes en su mayoría de las regiones industriales del norte y de Andalucía.
A finales de 1935, el PCE insistió a favor de un acercamiento al sector izquierdista del socialismo y en 1936 se unieron las juventudes comunistas y socialistas. La esperanza comunista de conseguir una mayor influencia radicaba en su penetración en el socialismo.
Tal como deseaban los comunistas, la Revolución rusa se convirtió en un mito para gran parte del socialismo español. Francisco Largo Caballero, defensor de la colaboración socialista con la Dictadura de Primo de Rivera y luego con la República, tras la derrota electoral de 1933, considero acabadas las posibilidades de colaboración con la democracia burguesa y se lanzó a una propaganda revolucionaria que fue seguida con entusiasmo por la juventud socialista cuyo programa era prácticamente comunista.
En el otro extremo político, la Segunda República conoció el surgir de una serie de grupos políticos afines a la corriente fascista. En 1931, Ramiro Ledesma Ramos fundó las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional–Sindicalista), que decían querer una verdadera revolución social. Su fundador tenía admiración por Hitler. En octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador Miguel Primo de Rivera, fundó la Falange Española, que jugaría un decisivo papel en la España del futuro. A principios de 1936, éste partido llegó a tener una cierta importancia en algunos medios universitarios, pero carecía de presencia en los sectores proletarios debido a su procedencia social derechista.
En 1934 se concreto la idea tan anhelada por Manuel Azaña, una federación de izquierdas republicanas, con la formación de Izquierda Republicana, que, más tarde, con la unión de las izquierdas burguesas formó el denominado Frente Popular.
La campaña electoral de este partido, para la elecciones de 1936, se centró en el deseo de restablecer la República del 14 de abril de 1931, frente a la corrupción y el reaccionismo de los dos últimos años de gobierno Radical–Cedista. Una de las ventajas con las que contaba el Frente Popular era que centralizó sus candidaturas, lo que les permitió presentarse con una única para toda España, frente a la división de las derechas.
El resultado de las elecciones de febrero de 1936 fue una sorpresa. El país se había dividido en dos tendencias semejantes en cuanto a fuerza: el Frente Popular y las derechas. Se ha dicho que estas elecciones fueron el directo antecedente de la Guerra Civil, en las urnas se enfrentaban ya las dos España que unos meses más tarde lo harían en las trincheras.
En las elecciones de febrero de 1936, dio sus frutos en el llamado Frente Popular (PSOE, PCE, PNV, Ezquerra, partidos republicanos jacobinos y el apoyo del sindicato anarquista de la CNT), que obtuvo una amplia ventaja en las Cortes hasta hacerla aplastante –hoy se sabe que las derechas obtuvieron más votos-, quitando escaños a la derecha mediante una “revisión de actas” que atendía arbitrariamente a denuncias de supuestos abusos electorales derechistas. El objetivo estaba cumplido: impedir un nuevo triunfo de la derecha, quedando reducida a elemento testimonial y justificador de un régimen, el republicano, que en realidad dejaba de ser democrático.
Manuel Azaña, cabeza visible del Frente Popular, se hizo cargo del gobierno tras la precipitado dimisión del Jefe de Gobierno. A pesar de su actitud conciliadora y la disposición de la CEDA a colaborar en el mantenimiento de la estabilidad del régimen, la realidad era otra.
El primer conflicto surgió a raíz de la corrupción en ambos bandos que pretendían aumentar sus representaciones. Otro grave error fue la destitución de Niceto Alcalá Zamora el 7 de abril de 1936 de forma poco recta y quizás lo peor fue la elección de Azaña como nuevo Presidente de la República, pues al hacerlo eliminaban uno de los pocos gobernantes que pudieran evitar una guerra civil.
Como jefe de Gobierno fue nombrado Santiago Casares Quiroga, que se mostró impotente frente a los acontecimientos. El gobierno estaba dispuesto a proseguir con la reforma agraria, pero en realidad lo que hizo fue legalizar la ocupación espontanea de las tierras.
El aumento del desorden público, hacia crecer el temor de la derecha, y fue una de las causas principales del colapso del régimen. Se produjeron ataques a la Guardia Civil, quema de iglesias, huelgas, luchas internas entre socialistas y anarquistas, etc.
Los partidos de centro-derecha perdían fuerza frente al extremismo derechista que no podían controlar. En las Cortes, José Calvo Sotelo, monárquico de extrema derecha, empezó a sustituir a Gil Robles como líder de la derecha, y los jóvenes de la CEDA se pasaban a la Falange.
En julio, la Guerra Civil era inminente, y el detonante fue el asesinato de José Calvo Sotelo, el 13 de julio en Madrid, a manos de guardias de asalto en represalia por el asesinato del guardia de asalto, teniente José Castillo, cometido por la derecha.
_____
Demasiados claroscuros sobre Casares Quiroga el 18 de julio
El recuerdo de Santiago Casares Quiroga está plagado de adjetivos: cobarde, timorato, tísico, histriónico, individualista, mecenas, liberal… Pero pocos se han encargado de buscar sustantivos: líder que propició una transición modélica de la monarquía a la república en Galicia, ministro en varias ocasiones durante la época republicana, jefe del gabinete ministerial en los días cruciales de julio de 1936, referente político de Izquierda Republicana tras su salida del gabinete en los primeros momentos del conflicto… A Casares Quiroga siempre se le recordará por ser el máximo responsable ejecutivo del Gobierno republicano durante el pronunciamiento fallido de julio de 1936. Su famosa dimisión del 18 de julio le acompañará permanentemente. Pero sigue teniendo demasiados claroscuros.
La inmensa mayoría de los contemporáneos que compartieron aquellos hechos han definido un perfil de Casares prácticamente unánime: en aquel momento dimite por que no quería armar a los obreros. Esta opinión ha sido elaborada generalmente a partir de las memorias editadas con posterioridad.
Hay que recordar que en la primavera de 1936 todos los comentarios previos sobre las posibilidades de Casares como jefe de gabinete ministerial iban en la dirección de que Azaña gobernaría por persona interpuesta. Presidente de la República y Jefe de Gobierno en una casi perfecta unidad de acción. Pensamiento y acción. Azaña temió siempre el torrente revolucionario. Pero, ¿y Casares? Desde luego si no hubiera dimitido, todo hubiera conducido a la entrega de las armas a los sindicatos obreros.
Los análisis sobre su figura siempre han adolecido de un punto de debilidad: no dejó memorias.
.
El análisis de la trayectoria pública de Casares nos
muestra un perfil alejado de esa imagen de político temeroso y cobarde.
Sin tener en cuenta estas interpretaciones, el Casares anterior a ese
verano de 1936 puede calificarse como un líder político que en ocasiones
podía ser considerado arriesgado. Resulta curioso contrastar los hechos
con la imagen difundida: si en estos momentos hay algún miembro del
gabinete ministerial dispuesto a tomar medidas de apoyo a los obreros
este es sin duda Casares. Varias circunstancias podrían apoyar esta
tesis: su relación y actitud respecto a los grupos obreros gallegos en
los momentos previos a la proclamación de la República; su opinión
negativa -única en el gabinete ministerial de 1932- a la conmutación de
la pena de muerte para el general Sanjurjo tras su fallida sublevación;
su condición de representante de Izquierda Republicana en la negociación
con los grupos sindicales sobre el apoyo a la plataforma electoral
Frente Popular para las elecciones de febrero de 1936, especialmente con
la CNT; sus intervenciones parlamentarias durante los escasos meses de
la legislatura del Frente Popular en donde interpela directamente al
proletariado como el único sector que puede salvar a la República de la
conspiración en marcha; los testimonios directos de los oyentes de su
comunicado de radio en las horas previas a su dimisión…
Pero este perfil aparece con un dibujo más rotundo en lo que ocurre durante esas horas cruciales del 18 al 19 de julio, un retraso que determinó que en ese fin de semana se extendiera la llama de la sublevación cual reguero de pólvora por los cuarteles militares peninsulares. Hechos tras su dimisión: el cambio de Gobierno con la designación por Azaña como jefe de gabinete a Diego Martínez Barrio, con el expreso cometido de llegar a un acuerdo con los sublevados y así no armar a los obreros -si Casares no iba a proveer de armas a los obreros, ¿qué objetivo tiene hacerlo dimitir?-; la inmediatez y decidida voluntad de la respuesta de los grupos sindicales en contra de la dimisión de Casares en las calles madrileñas en las primeras horas del día 19, con la presión del PSOE, lo que provoca que el Gobierno de Martínez Barrio nunca se constituya oficialmente y no pase de unas primeras consultas iniciales; tras el fracaso de la opción Martínez Barrio se nombra un gabinete dirigido por José Giral, prácticamente idéntico al de Casares –al margen de la ausencia del político gallego, sólo otro ministro sale del gabinete y por motivos de enfermedad-, pero con la diferencia sustancial –ahora sí- de dar armas a los obreros…
Si algo define de manera constante a Casares en su trayectoria pública es su condición de fiel cumplidor de los deseos de Azaña. El político alcalaíno siempre consideró, con los altibajos correspondientes en una relación pública en momentos tan complicados, a Casares como un leal aliado. Es más, en su Diario textualmente lo califica de amigo, una visión positiva que no se deteriora sino que curiosamente se incrementa tras los días del golpe militar. ¿Un amigo que ejerce su fidelidad personal hacia la figura de Azaña hasta el punto de sacrificarse en el momento más álgido de su carrera política?
Algunos historiadores no apuestan decididamente por esta, pero indican que los hechos no encajan en la versión que se ha convertido en oficial, mantenida durante décadas. Resulta complicado inclinarse decididamente por alguna versión, entre otras circunstancias por las dificultades documentales para la reconstrucción de su figura.
Además hay testimonios de peso que apoyan esta interpretación de la actitud tomada por Casares el 18 de julio, distinta de la oficializada y mayoritariamente asumida. Al margen de los testimonios escritos de obreros que escuchan por radio las primeras actitudes del jefe de gabinete ya mencionadas, está la opinión de su propia hija, María Casares, en su libro de memorias Residente Privilegiada. O la interpretación del propio Manuel Portela Valladares, nada proclive a ser considerado un adulador de Casares, en sus memorias. Y además en una expresión muy directa:
"En la tarde del 18 acordó el Presidente Azaña, según frase conocida ‘decapitar a Casares’, al oponerse a la entrega de armas al pueblo que éste le propuso".
La verdad es que tampoco hay pruebas definitivas de esta segunda interpretación, a falta de una investigación más detenida sobre el personaje. Pero como no hay pruebas irrefutables de la primera, más alla de una imagen reproducida durante mucho tiempo. De lo que hablaron Azaña y Casares en esos dramáticos momentos sólo podían transmitírnoslo directamente ellos dos.
Lo que es evidente es que el político gallego ha sido uno de los personajes de la Segunda República que ha sido objeto de las críticas por la derrota del régimen. Todas las opiniones del abanico político lo han convertido en blanco perfecto para solventar la frustración que representó la caída de la democracia republicana. Parece haber un algo de complacencia y de alivio de conciencias detrás de esta imagen. Es cierto que fue un personaje fundamental que vivió el momento más determinante del siglo XX español en la máxima responsabilidad gubernativa. Pero… ¿y si Casares quisiera haber sido el Kerenski español?
Juan Negrín, presidente del Gobierno de la República, durante una visita al frente del Ebro en 1938. Archivo Fundación Juan Negrín.Pero este perfil aparece con un dibujo más rotundo en lo que ocurre durante esas horas cruciales del 18 al 19 de julio, un retraso que determinó que en ese fin de semana se extendiera la llama de la sublevación cual reguero de pólvora por los cuarteles militares peninsulares. Hechos tras su dimisión: el cambio de Gobierno con la designación por Azaña como jefe de gabinete a Diego Martínez Barrio, con el expreso cometido de llegar a un acuerdo con los sublevados y así no armar a los obreros -si Casares no iba a proveer de armas a los obreros, ¿qué objetivo tiene hacerlo dimitir?-; la inmediatez y decidida voluntad de la respuesta de los grupos sindicales en contra de la dimisión de Casares en las calles madrileñas en las primeras horas del día 19, con la presión del PSOE, lo que provoca que el Gobierno de Martínez Barrio nunca se constituya oficialmente y no pase de unas primeras consultas iniciales; tras el fracaso de la opción Martínez Barrio se nombra un gabinete dirigido por José Giral, prácticamente idéntico al de Casares –al margen de la ausencia del político gallego, sólo otro ministro sale del gabinete y por motivos de enfermedad-, pero con la diferencia sustancial –ahora sí- de dar armas a los obreros…
Si algo define de manera constante a Casares en su trayectoria pública es su condición de fiel cumplidor de los deseos de Azaña. El político alcalaíno siempre consideró, con los altibajos correspondientes en una relación pública en momentos tan complicados, a Casares como un leal aliado. Es más, en su Diario textualmente lo califica de amigo, una visión positiva que no se deteriora sino que curiosamente se incrementa tras los días del golpe militar. ¿Un amigo que ejerce su fidelidad personal hacia la figura de Azaña hasta el punto de sacrificarse en el momento más álgido de su carrera política?
Algunos historiadores no apuestan decididamente por esta, pero indican que los hechos no encajan en la versión que se ha convertido en oficial, mantenida durante décadas. Resulta complicado inclinarse decididamente por alguna versión, entre otras circunstancias por las dificultades documentales para la reconstrucción de su figura.
Además hay testimonios de peso que apoyan esta interpretación de la actitud tomada por Casares el 18 de julio, distinta de la oficializada y mayoritariamente asumida. Al margen de los testimonios escritos de obreros que escuchan por radio las primeras actitudes del jefe de gabinete ya mencionadas, está la opinión de su propia hija, María Casares, en su libro de memorias Residente Privilegiada. O la interpretación del propio Manuel Portela Valladares, nada proclive a ser considerado un adulador de Casares, en sus memorias. Y además en una expresión muy directa:
"En la tarde del 18 acordó el Presidente Azaña, según frase conocida ‘decapitar a Casares’, al oponerse a la entrega de armas al pueblo que éste le propuso".
La verdad es que tampoco hay pruebas definitivas de esta segunda interpretación, a falta de una investigación más detenida sobre el personaje. Pero como no hay pruebas irrefutables de la primera, más alla de una imagen reproducida durante mucho tiempo. De lo que hablaron Azaña y Casares en esos dramáticos momentos sólo podían transmitírnoslo directamente ellos dos.
Lo que es evidente es que el político gallego ha sido uno de los personajes de la Segunda República que ha sido objeto de las críticas por la derrota del régimen. Todas las opiniones del abanico político lo han convertido en blanco perfecto para solventar la frustración que representó la caída de la democracia republicana. Parece haber un algo de complacencia y de alivio de conciencias detrás de esta imagen. Es cierto que fue un personaje fundamental que vivió el momento más determinante del siglo XX español en la máxima responsabilidad gubernativa. Pero… ¿y si Casares quisiera haber sido el Kerenski español?
Por: EL PAÍS12/03/2012. Emilio Grandío Seoane , profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela y coeditor del libro La forja de un líder (Eneida) sobre el político republicano.
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